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Capítulo 32. Tres mil años más

32: Tres mil años más

Kayla

Me senté del lado del conductor y observé a Hodeskalle conducir por la ciudad, para nada en dirección a la casa. No sabía a dónde íbamos y preferí dejarle vía libre para que escogiera el paseo.

Sin embargo, en cuanto se detuvo en un semáforo, en completo silencio, me aventuré a preguntar:

—¿Qué dirá mi abuelo si nos demoramos? Seguro quiere que vayamos directo a casa.

Skalle giró su cabeza hacia mí. Esbozó una media sonrisa y sus hoyuelos se marcaron.

—Soy el único que te sigue, así que nadie podría decirle a qué hora terminaron tus clases.

Sonreí al instante, pero luego me acordé que probablemente no era así. Me enderecé en el asiento y miré por la ventanilla, a la oscuridad de la calle.

—¿No nos están siguiendo ahora?

La mano de Skalle abandonó el volante para tomar la mía. Me sorprendió tanto que me sobresalté, pero miré embobada como se llevaba mis dedos a los labios. Me dio un beso ligero en los nudillos y me derretí contra el asiento.

—No te preocupes. Si alguien nos está siguiendo, no se atrevería jamás a acercarse. Y yo jamás dejaría que nada te pasara —me aseguró, con seguridad y jubilo. No estaba para nada preocupado y me contagié de su sinceridad. Me tranquilicé, pero no retiré mi mano. Skalle tampoco la dejó ir y continuó manejando con la otra mano una vez el semáforo se puso en verde—. Además, los he estado vigilando y están aún procesando la idea de que Mørk Hodeskalle está con los White, por lo cuál es probable que estén evaluando qué tanto necesitan a una vampira de este clan. Sobre todo, si consideran mantener sus cabezas en su sitio.

No pude evitar reírme, aunque la situación podría ser macabra, porque Skalle usaba la referencia a la masacra de su antiguo clan como si estuviera hablando del clima. Señaló el destino del clan de mi abuelo como si señalara la lluvia que estaba por caer sobre nosotros.

—Seguro... —empecé—. Seguro que me hubiese super quejado de que tuvieras que seguirme a todos lados si me lo hubiesen dicho al principio. Seguro me habría molestado. Pero estoy agradecida de que estés aquí —le dije, cuando de pronto viramos en otra calle más concurrida y bajó la velocidad llegando a un McDonald's. Entró al estacionamiento, aparcó, soltó mi mano y se llevó los dedos a la máscara, para quitársela—. ¿Qué estamos haciendo?

La máscara se desprendió de su rostro, por arte de magia, y él se giró hacia mi como si la respuesta fuese obvia.

—Te llevo a cenar.

Fruncí el ceño.

—Eres un vampiro —le recordé.

—Puedo hacer un esfuerzo —contestó—. Te llevaría a un sitio más bonito, pero tampoco tenemos la ropa indicada o el tiempo necesario para una cena.

Como me pareció que de pronto se estaba excusando por la calidad de la cena, me apresuré a negar.

—¡No me molesta! —exclamé, levantando las manos—. Es solo que... todos van a ver tu cara y...

Me llamó la atención las risas agudas de un grupo de chicas que entraban al local de comida rápida. Tenía mi edad. Skalle siguió la línea de mi mirada y luego regresó sus ojos a mí.

—¿Temes que alguien piense que soy guapo? —dijo, enarcando las cejas. Aunque negué rápidamente, la sonrisa socarrona y egocéntrica que apareció en su rostro me quedó la lengua, la garganta y entre las piernas—. No te preocupes, conejita. Todas pueden mirar, pero la única que puede tocar eres tú.

Abrió la puerta y se bajó del auto. Tuve que tironearme del cuello de la camiseta que tenía puesta porque el calor se me subió por completo. Luego, al instante, me di cuenta de que estaba entrando al local solo y que se lo comerían con los ojos y que no me alcanzaba con ser la única que podía tocar.

Corrí fuera del coche y lo alcancé antes de que abriera la puerta del McDonald's. No pasó mucho hasta que el grupo de chicas divisara a Hodeskalle. Más aún, se pusieron a cuchichear y a darle ojeadas cuando nos ubicamos detrás de ellas en la fila. Pensé que si lo tomaba del brazo se calmarían, pero me mantuve a una sana distancia, porque, al fin y al cabo, él y yo no éramos nada.

—¿Qué vas a pedir, conejita? —me dijo él, en voz clara. Di un respingo porque jamás me había llamado así en público. Las chicas delante de nosotros también lo hicieron y se voltearon hacia delante.

—Cualquier cosa —respondí, con tono ahogado.

Ellas no volvieron a mirarlo y supuse que el apodo les dejó bien clara la suposición de que Hodeskalle era mi novio. Pidieron lo suyo y luego nos tocó a nosotros, que él tuvo a bien pedirlo para llevar y que pagó en efectivo sin decir una sola palabra.

No tuvimos que esperar demasiado para volver al auto con nuestras bolsas de papel con hamburguesas y papas fritas. Esta vez, no pregunté a dónde íbamos y picoteé de las papas hasta que llegamos a la zona más deshabitada de la costanera.

El mar estaba bastante calmo para lo encapotado que estaba en cielo, así que ambos bajamos del coche y nos sentamos en un banco de piedra a comer. Por supuesto, no pude evitar la curiosidad y lo vigilé por el rabillo del ojo. Skalle miraba su hamburguesa con bastante curiosidad cada que le daba un mordisco, pero no parecía sentirse tan asqueado como lo hacían los miembros de mi familia cuando comían comida para humanos.

—¿Está muy fea?

—Nunca comí algo como esto —rio él, pero tragó sin esfuerzo—. Llevo 3 mil años bebiendo sangre, pero si admito que es un sabor interesante.

—Mi familia no lo tolera.

—Los vampiros pueden comer comida humana —respondió—. Solo que es asquerosa y no tiene ningún valor nutritivo.

Apreté los labios, con una sensación graciosa en el pecho. Casi nunca había visto a mi familia ingerir alimentos. Elliot lo hizo de pequeño para demostrarme que él podía con todo. Y vomitó sangre y cualquier cosa más que se tragó antes. Fue horroroso y no volvió a intentarlo jamás. Esperaba que Hodeskalle no hiciese lo mismo.

—¿Entonces por qué no me mirabas comer y ya? No tienes que hacer esto por mi —le dije.

Él negó.

—Quería acompañarte —dijo y siguió comiendo como si nada. Me distraje tanto con sus acciones que casi olvidé comerme mi hamburguesa.

—No necesitabas comerla para acompañarme —me reí, cuando él me observó de reojo—. En realidad, me preocupa que te haga mal.

—No es la primera vez que como algo humano —dijo él—. Lo he intentando antes. El otro día tomé café, ¿lo olvidaste?

Asentí. Que mi familia bebiera café era sumamente extraño, no sabía porqué quisieron hacerlo, incluso si lo mesclaron con sangre.

—Eso fue casi tan raro como esto —acoté, pero Skalle solo se rió y se terminó la hamburguesa, super rápido, como casi todos los hombres humanos que conocía, que comían a la velocidad de la luz—. Pero igual gracias por hacer el esfuerzo.

—No es nada —respondió, mirando sus papas fritas con curiosidad, mientras yo bebía de mi soda—. Es una experiencia diferente. Y me alegra tenerla contigo.

Me dedicó una sonrisa encantadora y me atraganté con la soda. Me tomó todo de mi no escupirla por la nariz.

—Sí... bueno —dije, tosiendo un poco. Me tapé la boca con las manos para que no viera la baba que se me cayó—. Creo que es la primera vez que un vampiro me saca a cenar, así que me alegra que seas tú.

Skalle dejó de sonreír abruptamente. Suspiró y miró el suelo de la costanera, salpicado por la arena de la playa, que el viento arrastró hasta ahí.

—Quería que tuvieras un rato fuera de tu casa, porque dudo que puedas tener la libertad que tuviste antes —me confesó, haciendo una mueca—. Las cosas no van a hacer más que complicarse. Y también tu abuelo quiere que haga mis investigaciones, que vigile y obtenga información. Y no puedo hacerlo si estás fuera de casa. Lo que significa... que se coartarán aún más tus decisiones e independencia en pos de que yo tenga tiempo de ver lo que nos rodea.

Había una nota de culpa en su voz tan fuerte que me dio escalofríos. Me resultó casi doloroso verlo penar así, sintiéndose el responsable de lo que me estaba contando, como si las decisiones las tomara él. Hodeskalle era un simple peón de mi abuelo y parecía sufrir más los secretos que cualquier otro en mi familia.

Por supuesto, me sentí incómoda. También me sentí algo irritada por no poder tener algo tan simple como eso, pero ahora que entendía las circunstancias, no tenía tanto enojo. Al menos, no estaba enojada con los White.

—No es tu culpa —le dije—. Haces lo que puedes. Digo... tienes super poderes, pero no eres omnisciente y omnipresente.

Hodeskalle siguió mirando el suelo.

—Cuando se trata de ti, quisiera serlo —admitió.

Sus palabras calaron hondo en mi pecho y sentí que las decía con unas intenciones tan profundas como los sentimientos que yo me negaba. Pero no quise aferrarme a ello. Me dediqué a temblar en mi lugar, nerviosa, sin saber que contestar.

Pasó más de un minuto y me di cuenta de decir algo ya no valía la pena. Se notaría extraño, por lo que opté por quedarme callada y seguir comiendo. Skalle tampoco dijo nada, hasta que mucho después me preguntó algo que me descolocó por completo.

—¿Y qué piensa Jane de mi?

Me giré hacia él, con la boca abierta. No podía decirle que Jane intentó saber el tamaño de su pene, porque fue un chiste interno entre ambas y no me apetecía decirle que no se lo conté porque, además de ser una cuestión de respeto hacia su persona, era en parte porque me sentía celosa de que alguien más pudiese siquiera imaginárselo.

Era una actitud tóxica y fabuladora de mi parte, pero no quería hacerlo.

—Cree que eres guapo —resumí.

Skalle arqueó las cejas.

—¿Eso es todo?

—Bueno, no la culpes por no estar obnubilada con tu belleza —ironicé—. De repente conoció muchos vampiros guapos y su cabeza estaba muy revuelta.

Él sonrió. Por el rabillo del ojo noté que había estrechado los ojos y que su sonrisa estaba llena de ego. Se estaba mofando de mi y ni siquiera había hablado.

—¿Entonces tú si estás obnubilada con mi belleza?

Le di un manotazo en el hombro, pero me negué a mirarlo. Porque sí, estaba demasiado obnubilada. Estaba obsesionada, estaba fuera de sí.

—No digas tonterías —le espeté, con la cara ardiendo. Ni la brisa marina me alivió el fuego que sentía en las mejillas.

—Conejita, estás demasiado roja —se carcajeó él—. No tienes por qué negarlo.

—Yo no estoy negando nada. Tu cara no es lo que me gustó en un principio y lo sabes —aclaré, cruzándome de brazos, como si así pudiese mantenerme solemne, regia, digna—. Me quise acostar contigo sin siquiera verla.

Eso no lo podía negar ninguno de los dos, así que él asintió y estiró las piernas. Levantó las bolsas de la comida con magia y estas flotaron hasta el tacho de basura más cercano, mientras retomaba la batalla.

—¿Y entonces qué dijo Jane? Además de que soy guapo. ¿No se asustó cuando le dijiste mi edad? —insistió—. Porque supongo que le has dicho mi edad de verdad.

Supe que no podría desviar el tema, así que decidí ser graciosa y bromear al respecto. También pensé en la posibilidad de que él pudiese habernos escuchado y aunque eso me aterró, no creí que fuese tan maleducado.

—Bueno, estaba un poco impresionada —dije—. Le preocupaba tu desempeño. Ya sabes... deberías ser un fósil.

Skalle estalló en carcajadas y me contagié de su risa. Por supuesto, cualquiera que lo viera no dudaría jamás de su capacidad para el erotismo, así que él no pudo sentirse ofendido. La inocencia fingida de Jane servía para algo, al menos en esa noche junto a la playa.

—Soy más viejo que algunas momias, le concedo la razón —contestó, agarrándose la panza mientras se reía.

—También dijo que eras más viejo que Jesús. Pero mi abuelo también lo es, así que para mí no es noticia.

Él me miró de reojo.

—¿No te preguntó si lo conocí o algo por el estilo?

—Estaba más preocupada por saber si no acababas polvo —inventé, logrando que se doblara en dos incapaz de contener las risas.

Sin embargo, no pude saber si ese tono jocoso funcionó para que dejara de preguntarme, porque empezaron a caerme gruesas gotas de agua sobre la cara y tuvimos que cortar el humor para volver corriendo al auto. Apenas cerramos la puerta del vehículo, estalló una fuerte lluvia que se venía anunciando sola hacia rato. Fue fácil ignorarla mientras comíamos juntos.

Nos quedamos sentados, viendo el parabrisa y el mar negro mucho más allá, hasta que él se estiró para tomar mi mano, como antes.

—¿A ti no te molesta que haya vivido mucho más que tú? —me preguntó de pronto, acariciando mis dedos con la yema del pulgar. Los dos observamos nuestras manos entrelazadas. Yo, sentí que mi corazón galopaba desquiciado.

—No —dije, con un hilo de voz—. ¿Por qué habría de molestarme?

Skalle sonrió y me espió a través de sus pestañas. Esos hermosos hoyuelos decoraron son expresión encantada.

—Siempre habrá una historia que jamás podré terminar de contarte. Necesitaría tres mil años más —me dijo.

Traté de comprender porqué de pronto me decía algo como eso, pero antes de que pudiera determinarlo, una voz eufórica dentro de mi gritó que estaría dispuesta a pasar tres mil y tres mil más a su lado. No sabía de dónde venía, pero estalló con tanta seguridad por encima de todas mis dudas y vacilaciones que comprendí, en ese instante, lo que yo sentía.

Estaba enamorada de él, no encaprichada. Estaba enamoradísima, no obsesionada. No tenía ninguna prueba ni ninguna duda. Solo sabía que era así y que cada segundo que compartíamos era divertido, era bello y cómodo. Hodeskalle me enseñó un lado suyo tan humano y sencillo que ya no era capaz de seguir creyendo en el vampiro de los cuentos. Para mí, ahora él era lo único que existía. Él era el real.

Con esa revelación dando vueltas en plena histeria dentro de mi cabeza, no fui capaz de contenerme. Me estiré hacia delante y le planté un beso cálido y suave en los labios. No tenía nada que ver con la urgencia con la que usualmente nos devorábamos, tenía que ver con la necesidad de tocar al hombre de mi afecto con mis sentimientos claros.

Skalle se quedó inmóvil, sosteniendo mi beso, tal y como sostenía mi mano. No me alejé, porque no había nada entre nosotros que me indicara que tenía que hacerlo. Solo me quedé ahí, con mi boca en la suya, apenas si respirando, hasta que él me tomó suavemente de la mejilla y me devolvió el gesto con una delicadeza que me desarmó en el asiento.

Durante unos minutos, nos besamos tan lento y dócil, que el corazón se me ahogó en tanta dulzura y tanta emoción. Hodeskalle saboreaba mis labios de a poco, estirando el contacto cada vez que volvíamos a juntarnos, como si de pronto temiese que eso se acabase. Tal y como lo temía yo.

Le rodeé el cuello con el brazo libre y lo atraje hacia mí. Recién en ese momento las cosas aumentaron de volumen, de temperatura. La ansiedad que mantuvimos a raya amenazó con quebrarse y darle rienda suelta a nuestros deseos, pero unos gritos en la costanera, bajo la lluvia, nos sacó de nuestro hermoso trance.

Ahí, mientras nos alejábamos un poco para ver al grupo de jóvenes que corrían para repararse del agua, noté que él aún sostenía mi mano. Hodeskalle los ignoró al instante y sus ojos azules se clavaron en los míos, con un montón de significancias grabadas en ellos. Me pregunté si él notaba las mías en mis ojos, si podía ver lo que acababa de descubrir de mí misma.

—¿Tenemos que volver? —susurré, hipnotizada por su mirada. No quería hacerlo, quería quedarme ahí y besarlo en mi auto nuevo hasta que no pudiese respirar más. Quería estrenarlo de todas las maneras posibles. Quería, de la nada, arañar el asiento. Solo quería estar con él, solos, por siempre.

Skalle me rodeó la cintura con un brazo y me estrechó contra él. Nuestros labios se encontraron una vez más, pero me soltó al instante y me quitó un mechón de cabello de la frente. Percibió entonces, enseguida, mi expresión anhelante y decepcionada.

—Ya estuvimos mucho tiempo lejos de casa —me dijo y casi que noté la misma decepción en su voz—. Conejita...

No terminó lo que iba a decir. Sus dedos trazaron un camino invisible por mi mejilla y jamás se alejó de mí.

—¿Y si... si lo de mañana... lo pasamos para hoy? —atiné a decir.

Sí, usar el traje de conejita me emocionaba. Tener sexo también, pero en realidad, en lo único que pensaba en ese segundo era en seguir cerca suyo, en seguir viéndolo por varias horas más. Quería acurrucarme contra su pecho como la noche del viernes; deseaba sentir sus labios en mi frente y brazos alrededor de mi espalda. Ansiaba los juegos en la piscina y los besos húmedos y tiernos con los que me mimaba.

Los ojos de Skalle brillaron y, a pesar de que mi propuesta tenía que ver con el sexo, su mirada no cambió en absoluto. Continuó viéndome con un cariño al que ya me había acostumbrado.

—Nunca podría decirte que no —respondió, antes de darme un corto beso en la comisura de la boca.

Se alejó de mi por completo y me dejó tendida en el asiento del acompañante con una sensación de cobijo y alegría flotando por mi mente. Puso en marcha el auto y condujo lejos de la costanera, por la lluvia intensa, a una velocidad similar a la que usó cuando escapamos de Corazón.

No dijimos absolutamente nada durante todo el viaje, porque quizás los dos temíamos que el ambiente tibio entre ambos se enfriara con cualquier palabra superficial o anecdótica. Solo tuvimos que, en el momento de entrar al garaje de la mansión y subir a la planta baja, disimilar lo que pasaba entre nosotros.

Me crucé con mi tío Sam y mi papá y a ninguno le alarmó que viniéramos juntos, porque eso era lo que esperaban después de las ordenes de mi abuelo. También me resultó fácil responder sus preguntas e ignorar el enojo que tenía con ambos.

En el vestíbulo, me despedí de todos con fingida indiferencia y marché a mi cuarto sabiendo que quizás Hodeskalle se tardaría.

Una vez ahí, sola por primera vez casi en una semana, noté lo grande y vacía que parecía mi habitación. Después de que Jane ocupara varios espacios y horas de mi vida en ese cuarto, entendí que era demasiado para mi sola y que, aunque me alegraba recuperar mi intimidad, deseaba compartirla con alguien más.

Mi mente se llenó con su rostro. Sin la máscara y con esa sonrisa amigable y dulce que lo caracterizaba. No pude hacer otra cosa que pensar en él y en él sin parar, sin dejar de darle vueltas a un ritmo vertiginoso que me hizo olvidar que debía prepararme, que tenía algo que estrenar.

Corrí al baño y me duché. También me esmeré en peinarme y en ponerme algo de maquillaje que combinara con el traje de conejita. Elegí mi perfume favorito y comencé a calzarme el atuendo con lentitud, con mucho detalle.

Me calcé las medias y las sujeté con el portaligas. Me acomodé el escote y el tiro del body, para que el pompón coincidiera con el centro de mi trasero. Alineé las orejas de la bincha y jugué con mi cabello hasta que quedó de una forma elegante y sensual con la que quedé satisfecha.

Luego, después de todo eso, me planté delante de espejo grande en la pared de mi habitación y vislumbre todo el conjunto, notando mis atributos con la mayor seguridad y confianza que había tenido jamás.

Siempre supe que era bonita, porque era mitad vampiro. Siempre me sentí feliz con mi aspecto, porque mis inseguridades nunca pasaron por ahí. Pero en ese momento, esperando a Hodeskalle con todo de mí, me sentí en verdad orgullosa. De alguna manera loca y extraña, él me hacía sentirme orgullosa.

Giré delante del espejo y aprecié mi trasero en todo su esplendor. Me puse en puntas de pie y admiré el calce el conjunto, justo cuando una pequeña marca rojo oscuro en mi nalga derecha llamó mi atención. Me estiré con los dedos para verme bien, preguntándome si me había lastimado con el elástico de la bombacha o quizás era alguna marca del sol, pero antes de que recordara que no había estado tomando sol boca abajo, un golpecito en las puertas de mi jardín me hizo saltar hasta el techo.

El pecho se me llenó de taquicardia y casi me ahogo al correr hasta las puertas. Luego, antes de que llegara para abrirle, pensé mejor otra opción.

—¡Tu entra! Cuanta hasta tres, lento, ¡y entra! —le grité, sosteniendo las cortinas contra el vidrio para que no me viera.

Salí corriendo y me escondí en el baño, a tiempo para que Hodeskalle terminara de contar y los ventanales del jardín se abrieran solos.

—¿Conejita? —preguntó, mientras yo me revisaba el maquillaje una última vez en el espejo del baño.

—¡Siéntate en la cama! —le grité.

Por supuesto, no escuché si me hizo caso. Él era casi siempre demasiado silencioso, por lo que me tocó confiar en que me obedecería. Tomé aire y di un paso fuera del baño, estirándolo y dándole un ritmo sensual y erótico.

Vi su rostro apenas me encontraron sus ojos. Su mandíbula se cayó por el piso y no se esforzó por disimularlo. Sus hombros cayeron y la máscara, que la tenía en la mano, terminó en el suelo. Sus labios temblaron y su respiración se volvió irregular. Solo con verme, el mundo que lo rodeaba desapareció y se convirtió en una vaga realidad.

Caminé con ese aire de superioridad y encanto hasta llegar a la cama. Su mirada, tan obnubilada como yo solía tener la mía por él, me hizo entender porque era la primera vez que me sentía tan orgullosa de mi aspecto físico.

Porque verme capaz de lograr esa reacción en el hombre que me robaba el aire me hacía sentir segura, confiada y cómoda con cada centímetro de lo que yo en verdad era. Una mestiza. Una semi humana única que jamás tendría la habilidad, el poder y la belleza irreal de un vampiro completo, pero que, aun así, había alguien a quien igual le ponía el mundo a temblar. 

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¡Millones de gracias por tanta espera, paciencia y apoyo de siempre! Al fin estamos llegando a los capítulos que nos interesan, JAJAJA. Pero atentos, que el siguiente no va a ser tan dulce. No, no, va a ser bien HARD.  ¡No dejen de recomendar, hypear y sobre todo releer la historia para encontrar todos los detallitos que vengo colando desde los primeros capítulos! Hay pequeñas pistas del futuro de la historia. 

Ahora, quiero avisarles que hasta mitad de enero estaré ocupada cubriendo doble turno en el trabajo, por lo cuál no podré tener un capítulo listo tan pronto. Espero que sepan entender si no publico y porfis, no me lo exijan porque me siento mal cuando me piden y no puedo dárselos. 

Les recomiendo a todos entrar al grupo de facebook de Ann Rodd Destiners e hijos asociados Y RESPONDER LAS PREGUNTAS de la solicitud (sí, porfis, si no responden no van a ser aceptados, es para comprobar que sean ustedes y no sea spam. Ya tuve malas experiencias con gente que venía a hacer otras cosas al grupo), porque ahí tienen los TRES REGALITOS que les hice por los 400k. Y no, no puedo subirlos aquí porque hay uno que es +84 basicamente y me banearian de Wattpad xD

Si no tienen face, pueden seguirme en instagram /anns_yn , que ahí también lo subi <3

Beso a todos, gracias por tan increíble apoyo y amor. ¡No saben cuánto los adoro!

¡Y feliz año 2022!

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