Capítulo 28. Entre dos vasos de whiskey
28: Entre dos vasos de whiskey
Kayla
Jane quiso saber todo sobre los vampiros, pero estaba más interesada en mi familia que en cualquier otra cosa. Tenía curiosidad por mis tíos y por la relación de mis padres, así como la marca de mis abuelos.
Hablamos casi todo el día y no salimos de mi cuarto. En algún momento, la abuela vino a tocar mi puerta, pero mi amiga le contestó por mi y le repitió mis palabras exactas: "No estoy lista".
Después vino mamá, con un ruego a llanto, pero Jane le dirigió bajo mi orden la misma frase. Quizás estaba siendo cruel con ellas, pero no deseaba escuchar sus excusas tan pronto. Tampoco abrí la puerta cuando papá apareció, con un discurso super largo que Jane escuchó en silencio y que remarcaba los conceptos de "A ti no te caía bien Hodeskalle", "Queríamos proteger tu normalidad", "Eres lo más importante para nosotros", etc, etc.
Era difícil creer tantas palabras de cariño cuando demostraban no haber confiado en mí. Mi abuelo, por ser el líder del clan, pasaba por encima de mis padres y anulaba también la confianza que yo podría tener en ellos. De pronto sentía que vivía rodeada de desconocidos.
Jane también despachó a mi papá a través de la puerta, con una disculpa por andar metida en una situación familiar ajena, pero él no se enojó con ella y se marchó. Poco después, ambas nos sentamos frente a la piscina de mi jardín y miramos la superficie del agua en silencio.
—Se nota que te aman —me dijo—. Pero seguro eso lo sabes.
Yo suspiré.
—Estoy demasiado ofendida en este momento para apreciar su amor —le dije.
Ella metió los pies en el agua y los agitó lentamente, pensativa.
—Eso lo puedo entender. Tampoco tengo ganas de ver a mis padres.
Me giré hacia ella y vi que, aunque había llevado su teléfono hasta el borde de la piscina, lo mantenía alejado, como si no quisiese mirarlo.
—¿Hablaste con ellos hoy?
Se encogió de hombros.
—Saben que estoy contigo —resumió, pero por la forma en la que se le arrugó la frente, fue evidente que a sus padres esa información no les alcanzaba. Recordé que eran bastante apegados a ella, por la muerte de su hermano.
—¿Por qué no querías verlos?
Jane torció el gesto y luego me miró con pura vergüenza.
—Tiene que ver un poco con la razón por la cual quise ir allí anoche —confesó—. Te juro que no pensé que era así de peligroso.
Arqueé las cejas.
—¿Así?
Ella se apresuró a negar.
—¡Nada peligroso, quiero decir! —se corrigió, pero pareció muy nerviosa de golpe—. Quiero decir... Ahora pienso que en realidad es muy raro todo, porque esa es una zona de vampiros, lo cuál me asusta mucho.
La agarré por los hombros para frenar sus repentinos temblores.
—Jane —le dije—. ¿A qué te refieres?
Se mordió el labio inferior y luego alzó las dos manos, como si frenara el tránsito. No supe si me estaba frenando para que no la presionara o ese gesto era para apartarme.
—Bien, ¿es que recuerdas que me vi con este amigo de la secundaria el jueves? —me dijo—. Fuimos algo así como noviecitos hace años y nos reencontramos y cogimos y bla, bla, bla. La cosa es que... él conocía a conocidos de mi hermano y justo me mencionó algo que me hizo mucho ruido —contó. Su voz se fue tornando baja, ronca, como si se quedara sin aire—. Me comentó que mi hermano tenía un amigo que estaba metido en cosas turbias y que todos sus amigos pensaban que su accidente fue... ya sabes, un ajuste de cuentas.
Me quedé inmóvil. No sabía por dónde iban sus pensamientos aún, pero si estaba relacionado a Corazón, nada bueno vendría a continuación.
—¿Y entonces...?
—Pues que hablé con mis padres y ellos se super enfadaron. Dijeron que mi hermano era un santo y que jamás anduvo en nada raro. Discutimos y me negaron todo, pero ya sabes... como tu lo sientes ahora con tu familia... Supe que me estaban mintiendo —contestó. Seguía nerviosa y ahora entendía por qué. Su actitud del viernes temprano empezaba a cerrarme poco a poco—. Y mi amigo me dijo que este amigo de mi hermano frecuentaba este lugar, que ustedes llaman Corazón. ¡Por supuesto que yo no tenía idea que había vampiros!
Tragué saliva.
—¿Quisiste ir a buscar información sobre tu hermano? —musité.
Con culpabilidad, Jane asintió. Se alejó un poquito de mi y pude ver la pena brillando en sus ojos.
—Te juro que yo no pensé que fuese un lugar de mafiosos o algo así. Además, había escuchado que la gente va a divertirse y pues... más que preguntar directamente por él, quería ver cómo era el ambiente. Pensaba que podíamos mantenernos a salvo, solo observando y divirtiéndonos como gente común y corriente —respondió—. No creí que pudiese poner en peligro nuestra vida. Ya sabes, en todas partes siempre hay un criminal y no necesariamente tienes que caer en su trampa. En nuestra universidad de riquillos Gian casi que era uno.
Contuve los deseos de golpearme en la frente con la mano. Su inocencia había llegado demasiado lejos y a pesar de sus excusas y de que de verdad sentía culpa y se arrepentía, quería arrojarla a la piscina de cabeza.
Retuve el aire y conté hasta diez antes de hablar, mientras Jane me miraba sabiendo que la había cagado mucho.
—Aunque no hubiese vampiros ahí podrías haber terminado muerta en una zanja si realmente te acercabas a observar nada más por los lugares donde supuestamente estuvo tu hermano —le dije, con tono duro—. Simplemente no te acercas a esos lugares, Jane.
Ella asintió, encogiéndose como niña pequeña. No era por miedo, era porque realmente entendía la gravedad de la situación.
—Lo siento, de verdad. Además, tendría que habértelo dicho.
Me giré hacia el agua y también metí los pies, para enfriarme.
—Pues sin dudas, si me lo habrías dicho no hubiese estado de acuerdo con ir. ¡Habría contratado a un investigador privado!
Hizo una mueca, contrariada.
—Tendrías que contratarlo tu porque mis padres verían a donde van los fondos de mi tarjeta.
Puse los ojos en blanco y dejé el tema por la paz. No ganábamos nada discutiendo con lo que tendría que haber o no hecho. Ya era un asunto cerrado y no existía manera de cambiarlo. Ahora, el punto estaba en si lo dicho por su amigo era verdad.
—Creo que entiendes que si tu hermano conocía a alguien de Corazón claramente este era un vampiro —dije, midiendo mis palabras. Si bien ella ya había hecho una mención a eso, prefería ser cuidadosa.
Escuché cómo dejaba de respirar.
—Sí.
No supe qué más decir en ese momento. Debía ser terrible saber que tu hermano no había muerto en un accidente, sino quizás por la mano de un vampiro. No existían las palabras correctas para esa situación y aunque era consiente de que cualquier cosa valdría el intento, preferí seguir callada.
Además, lo que más me llamaba la atención era la gran negativa de los padres de Jane. Quizás ella fue paranoica, pero en caso contrario, ambos tenían alguna noción de las compañías de su hijo. Algo extraño se cocinaba ahí y me parecía que, después de todo lo que ocurrió, no podía dejarlo pasar así como así.
—Si te parece... le pediré a alguien que investigue lo que pasó con tu hermano —propuse—. Ver quién era ese amigo, saber si su muerte tuvo alguna implicancia vampírica o si realmente fue un accidente.
Jane titubeó.
—¿Realmente... podrías hacer eso por mí?
Asentí, pero levanté un dedo en señal de advertencia.
—Con la única condición de que no te metas en ningún lado extraño más. De que volverás a la casa de tus padres como si nada y vivirás tu vida como si este fin de semana no hubiese ocurrido —tercí—. No intentarás averiguar nada por tu cuenta...
—Hey, esa es más de una condición —se quejó Jane, pero ya estaba afirmando con la cabeza.
—Y que cualquier otra cosa que sepas de este tema me la informarás —terminé. Me sentí mi abuelo, dando órdenes, pero ahora que tenía la oportunidad de encauzar a mi amiga y mantenerla lejos de los problemas, necesitaba aprovecharlo.
También necesitaba hablar de todo eso con alguien más. No tenía ni el humor ni la confianza para tocar ese tema con mi familia, así que decidí que apenas todos volvieran a dormirse buscaría a mi único ser con colmillos que me escuchaba.
—Está bien —contestó Jane, poniéndose de pie—. Pero con la condición de que me dejes quedarme aquí un par de días más —Su tono fue variando hasta volverse aniñado.
Yo la observé de arriba abajo. Tenía magullones y estaba llena de venditas por todos lados. No pensaba devolverla así a sus padres.
—Ni de chiste nos vas a dejar expuestos así —la señalé, pero ella se dio por satisfecha y camino hacia dentro. Tuve que seguirla después de darme cuenta de que afuera me aburría como un hongo y no me apetecía meterme a la piscina con mis propias heridas todavía por sanar.
—¿Puedo recorrer la casa después? —me preguntó, a lo que yo me encogí de hombros—. Digo, nadie va a lastimarme, ¿cierto?
—No, claro que no. Nadie lastima a los humanos y seguro Gigi te explicó que los vampiros de esta casa se alimentan por lo bancos de sangre —respondí, deteniéndome junto a los sillones—. Toma la ropa que quieras de mi armario.
Marché hasta el baño y cerré la puerta. Hice mis cosas e inspeccioné en el espejo mis ojeras y las marcas de dedos que persistían en mi garganta, aventurando que, si para el lunes no se iban, tendría que maquillarlas antes de ir a la universidad.
Salí y me quedé a mitad de camino. Vi a Jane con la bolsa blanca de la lencería en las manos y entonces noté que la bincha con orejas de conejo estaba en el suelo. Sus ojos se habían abierto como platos y parecía en shock.
Yo di un gritito ahogado y corrí a quitarle la bolsita antes de que se le cayera el resto. Recogí las orejas del suelo y las metí dentro el armario, con furia, en el primer cajón que encontré.
—Yo vi esa cosa antes —dijo Jane, con fingida indignación—. ¡En la tienda del otro día! ¡Cuando estábamos con Emma! ¿Volviste sin llevarme? ¡Yo quería un porta ligas precioso y me dio vergüenza comprarlo porque Emma dijo que era guarro! ¡Me hubieses dicho e íbamos juntas!
Me di la vuelta, con la cara ardiendo.
—No tenías que ver eso.
—La bolsa está mal guardada y se me cayó al piso. Perdón por recogerla —se disculpó, pero era evidente que estaba más preocupada por el hecho de no haberla llevado—. ¡Ahora me debes unas compras de lencería sexy!
Decidí no explicarle que no había sido yo. Hubiese sido incómodo para ella saber que Hodeskalle nos siguió hasta a ese lugar, porque claramente no solo mi intimidad se trastocó, sino la suya, que se había estado probando conjuntitos y mostrándonoslo.
No me excusé, tampoco, y acepté que debíamos ir ambas a un sex shop y que definitivamente no invitaríamos a Emma, porque resultó que nos hizo sentir incómodas a ambas con sus comentarios.
En ese momento, mientras ellas se ponía ropa mía y se preparaba para salir de mi cuarto a pasear, hablamos sobre que no era justo reprimirse sexualmente con la excusa de ser señoritas. También volvió a señalar que le parecía perfecta mi aventura con "El calaveras" como le decía.
Después de negarme a salir con ella y pedirle perdón por no poder ser su guía, me quedé sola en la habitación. Fue en ese momento que salté sobre mi teléfono y le escribí a Hodeskalle, casi desesperada:
«Tengo que hablar contigo. No puedo hablar con mi familia ahora. Jane me dijo por qué fue a Corazón y no creo que tenga que ignorarlo. Quizás no sea nada, pero quizás sí» escribí.
Esperé menos de un minuto. Su mensaje llegó sin respuesta al mío y con una pregunta que me derritió el alma.
«¿Cómo te sientes, conejita?».
Sonreí, agradecida por su interés en mí, pero cuando tecleé un "Estoy bien" me pareció muy falso. Estuve un largo rato viendo la pantalla, dudando sobre qué decir. Tenía claro lo que sentía, pero existían miles de palabras más acertadas que esa mentira.
Con el paso de las horas, logré serenarme hasta entender que estaría a salvo. Pero eso no me quitó la frustración que sentía hacia mis progenitores. Y, aún así, era incapaz de odiarlos.
«No lo sé», le dije, dándome cuenta de que era lo más lógico que podía poner. «Estoy enojada, aunque ya no asustada».
No pasaron ni dos segundos desde que envié el mensaje que ya obtuve una respuesta.
«Estoy aquí para protegerte. No tienes que tener miedo. Esta mañana dejamos claro que soy el dueño de tus pesadillas y que todos tendrán que vérselas conmigo».
No pude evitar sonreír otra vez. Por eso mismo ya no tenía miedo. El shock inicial ya se me había pasado y, además, de verdad confiaba en él, más que en cualquier otro en esa casa.
«Lo sé. Es por eso que eres el único que puede escucharme», le escribí.
Hodeskalle fue rapidísimo, de nuevo.
«Ven a verme cuando se hayan dormido todos».
Con ese último mensaje, el resto de mi día se volvió una oleada de impaciencia. Estaba feliz de que Jane ya no me tuviera miedo y para colmo se hubiese sincerado conmigo, pero me resultó aburrido escucharla hablar sin parar de mi enorme casa una vez regresó a mi cuarto. Intenté mostrarme interesada, pero la idea de ver a Hodeskalle empezó a quemarme por dentro y no pude dejar de darle vueltas al beso en mi frente, a sus brazos rodeándome, al calor que sentí entre ellos.
La hora de la cena llegó muy veloz y cuando Gigi apareció en nuestra puerta con las bandejas, aproveché para preguntarle por mi familia solo porque quería saber a que hora se habían acostado. Ella fue muy amable de informarme que casi toda mi familia, a excepción de Elliot, claro, se había pasado el sueño de la tarde y que seguían despiertos.
Yo solo necesitaba esa información para evaluar a qué hora tendría que salir de mi cuarto para ir hasta el de Hodeskalle sin que nadie me viera. Parecía que estaban ocupados y alterados y por eso se habían pasado la hora de dormir sin dramas. No era extraño en situaciones de emergencia; después de todo, eran vampiros completos que con sangre humana podían resistir mucho más que saltarse horas de sueño.
Yo volví con Jane a la cama y miramos películas mientras cenábamos. Me contó también de que sus padres preguntaban incesantemente si estaba bien y cuando volvería y ella resumió sus pocos deseos de verlos. En eso, estábamos juntas al menos.
Después de la cena, con todos los medicamentos que le tocó tomarse y de nuevo una pastilla para ayudar a conciliar el sueño, prescrita por mi tío, Jane se durmió. Me quedé sentada a su lado con los ojos abiertos de par en par, en la oscuridad de la habitación, revisando mi reloj. No fue hasta la madrugada que me animé a abrir la puerta de mi cuarto y espiar hacia afuera.
Mi pasillo y los jardines del otro lado de los ventanales estaban desiertos. Me aventuré silenciosamente por la casa rumbo al ala de invitados, al otro lado de la misma. Me crucé a un par de sirvientes cerca del vestíbulo, pero después de saludarme todos se marcharon a seguir con sus quehaceres.
Para cuando llegué a la puerta de Hodeskalle estaba jadeando por los nervios. La puerta se abrió antes de que pudiera tocar y cuando lo vi, los nervios se convirtieron en adrenalina pura. No pude evitar sonreír.
—Lindos pantalones, conejita —me saludó Hodeskalle. No tenía su máscara puesta. Él me abrió sin ponérsela porque sabía que era yo y esa idea me causó un profundo placer—. ¿Te los pusiste para mi?
La frase pareció un coqueteo, así que me animé a responder con uno.
—Si me pusiera algo de conejos para ti no sería esto —dije, pasando por debajo de su brazo y metiéndome a su cuarto. No era para nada una mentira, porque ese pijama de conejitos no era lo que tenía ganas de que viera.
Él se rio y se giró para verme, una vez que estuvimos solos y a salvo.
—Te sientes mejor, entonces —me dijo, cuando me senté en el sillón grande. Esta vez, a diferencia de la noche anterior, no mantuvo sus distancias. Se sentó junto a mi y analizó mi rostro—. Aunque te ves cansada. ¿No has bebido sangre, no?
Negué, recordando también mis magullones. De haber bebido sangre humana, se habrían borrado hacia horas.
—Prefiero aguantar —respondí, arrugando la nariz.
Él hizo un gesto contrariado, como si no estuviese de acuerdo conmigo por mi decisión de rechazar la sangre, así que fruncí el ceño. Sin embargo, me quedé muda y sin respirar cuando se inclinó hacia mi y puso sus dedos en mi cuello.
—No sanaran para el lunes —dijo Skalle, revisándolos con tanta delicadeza que terminé por hundirme en el sillón y echando la cabeza hacia atrás. Sin darme cuenta, clavé las uñas en el tapizado del sillón. De lo que sí me di cuenta era de la cantidad de días que no lo besaba y que no nos sacábamos la ropa. Ahora que me sentía mejor y que no me dolía tanto el cuerpo, el deseo volvía a causar estragos en mí—. Tendrás que ponerte ese pañuelo y esos guantes de seda otra vez...
Sus labios tocaron la piel de mi garganta y me volví mantequilla. Se me escapó un gemido y estuve a punto de sujetarlo con las manos para obligarlo a montarse sobre mí, pero Hodeskalle se separó unos centímetros y en cambio se apoyó en el respaldo del sillón para verme el rostro.
—O podrías beber mi sangre. Quizás te alivie algo —propuso, encogiéndose de hombros. Quise reprocharle por provocarme así cuando fui para tener una charla seria, pero la idea de tener mis dientes clavados en su carne me incapacitó el habla—. He estado bebiendo sangre humana, por lo que mi sangre está bastante fuerte —añadió, corriéndome un mechón de cabello de la frente—. Creo que sería lo mejor antes de hablar de lo que tenemos que hablar.
Bufé.
—No sé si podré hablar después de eso —le dije, admitiendo mis debilidades hacia él—. No querré hablar.
—Estás ovulando —me recordó, sin pestañar—. ¿O me vas a decir que tienes condones escondidos en algún lugar de esos pantalones?
Como una estúpida, realmente pensé que debíamos hablar y ni siquiera pensé en los condones. Tampoco me acordé que estaba ovulando seguramente ya. Abrí la boca para decir algo inteligente, como que no los necesitábamos si hacíamos otras cosas, pero me dio un calor tremendo y apreté la mandíbula antes de que Skalle arqueara las cejas.
—Tienes sugerencias, ¿no es cierto? —musitó, tratando de no sonreír—. Está bien, escuchémoslas luego.
Se levantó del sillón y puso una distancia considerable entre nosotros, lo suficiente como para que yo llenara mis pulmones y mi cerebro de oxigeno otra vez. Se dirigió al mini bar que estaba en una esquina de su habitación y llenó dos vasos con whiskey. Regresó y me entregó uno, pero en vez de volver a sentarse a mi lado, se sentó en frente, al igual que en la noche pasada.
—¿Qué es lo que tenías que comentarme sobre Jane?
Miré el líquido dorado de mi vaso antes de levantar la vista hacia él.
—Un amigo de Jane dice que su hermano tenía asuntos con alguien que frecuentaba Corazón, alguien que estaba metido en cosas turbias —dije—. Él murió en un accidente y ella piensa que no fue así. Sé que no es nada importante para nosotros, pero si estuvo metido con alguno de estos clanes, o por ejemplo el clan Parissi, prefiero que lo sepas.
Skalle asintió y bebió de su whiskey, bastante pensativo.
—Es interesante saberlo. Y no fuera de lo común, aunque no lo creas. A veces, a los jóvenes ricos que creen que pueden comerse el mundo los seduce la inmortalidad y el poder. Quizás debamos averiguar si ese muchacho realmente está enterrado —respondió.
Sentí como si me dieran un cachetazo, dándome un baldazo de realidad. Si antes Jane me pareció inocente, tenía que retarme a mi misma por serlo ahora. No había considerado esa posibilidad. Si el hermano de Jane seguía vivo como un vampiro convertido, no podría ocultárselo una vez lo confirmara.
—¿Podrías hacerlo por mí? —pregunté, sin pensar en doble sentidos cuando él sonrió, con el vaso pegado a los labios.
—¿Planeas darme más favores a cambio? —musitó. Se le marcaron los hoyuelos y se me escapó un gemido de frustración que lo sorprendió.
—Dijiste que me cogerías siempre que te lo pidiera, sin favores —repliqué, apartando mi whiskey sin haberlo tocado. Lo dejé en la mesa baja junto al sillón y me crucé de brazos—. Pero no me estás ayudando a resistirme de pedírtelo si te la pasas provocándome.
Hodeskalle rio y luego estiró los brazos hacia atrás, haciéndose el desentendido.
—Estamos hablando, nada más.
Puse los ojos en blanco.
—¿Lo harías por mí? —insistí, arqueando las cejas.
Él mantuvo la sonrisa.
—Claro que sí, conejita. Y no me debes nada.
—Genial —suspiré, tratando de relajarme y apartar toda la tensión sexual que me estaba carcomiendo—. Te diré bien su nombre para que puedas investigarlo.
Skalle negó rápidamente y se bebió el resto del vaso de un trago.
—No hace falta, sé todo lo que tengo que saber de Jane —confesó, logrando que lo mirara con absoluta sorpresa—. Parte de seguirte a ti para cuidarte es averiguar con quién te juntas. No por tu abuelo, sino para evitarme sorpresas como estas. Y es evidente que, de nuevo, no hice bien mi trabajo —añadió, con un suspiro y con los ojos clavados en el vaso vacío.
Su tono desanimado y preocupado me asustó. Se hizo un silencio doloroso entre nosotros, así que me levanté y casi que corrí a sentarme a su lado.
—Tampoco puedes hacerlo todo —dije, como si quisiera consolarlo, pero Hodeskalle me dirigió una sonrisa triste, contrariada—. No puedes pretender estar en todo.
Él estiró una mano para acariciarme la mejilla. El tacto fue sutil, lleno de pena y mezclado con una devoción que no entendí en aquel momento.
—No... no es así. Tengo que hacerlo todo. Debo cuidar de ti y asegurarme que... estés a salvo —contestó. Sus ojos se volvieron vidriosos por un segundo. Se mojó los labios y sus dedos temblaron en mi mejilla—. Y tengo que decirte algo, conejita.
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¡Sí! La espera fue mucho más corta porque al final creo que apruebo el examen y por lo tanto no debería seguir estudiando, pero les confirmaré por el grupo.
De nuevo, ¡gracias por todo! Espero que este capítulo les haya gustado y no olviden dejarle toooodo su amor y de recomendar la historia a todos los que puedan. ¡Me ayudarían un montonazo!
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Los amo muchísimo y plis no me odien a Jane HAHAHA
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