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Capítulo 23. Preocupaciones en vela

23: Preocupaciones en vela

Kayla

Contar mis verdades implicaba que Jane debía conocer la suya y lo que estuvo a punto de sufrir. Mientras la miraba a los ojos y percibía el miedo que me tenía, el olor de su terror, presente en sus palmas sudadas, me pregunté si era mejor decirle cualquier otra cosa, arruinar su ya endeble percepción de mi y seguir dándole la idea de que nada malo le había ocurrido.

Pero casi al instante, me di cuenta de que ocultarle las cosas por su bien no tenía ninguna utilidad. Yo misma me quejaba de que mi familia me ocultaba cosas porque no me creían, evidentemente, capaces de manejarlas. Estaba haciendo al final mismo con mi mejor amiga y no era para nada justo perpetuar la mentira.

—Esa noche me mandaste un mensaje muy extraño. Supongo que en realidad no recuerdas nada —empecé, dándome la vuelta y vagando por mi habitación—. Corrí a buscarte pero no sabía en qué departamento de ese edificio estabas. Dejaste de compartirme la ubicación, así que le pregunté al oficial de seguridad del edificio si podía informarme sobre ti. Él no me dejó pasar y tampoco me dio datos. No me contestabas, así que tome una decisión que creo que fue la mejor que hice en mucho tiempo.

Me giré hacia ella y tomé aire. Jane me había estado siguiendo con la mirada. Sus pupilas seguían muy dilatadas y su pecho se movía de arriba abajo.

—¿Qué decisión? —inquirió, con un hilo de voz.

—Salté a los balcones —confesé, ignorando el respingo que dio—. Saltar grandes alturas no es difícil para mí. Así que fui departamento por departamento hasta que encontré un grupo de como seis o siete hombres que estaba desnudando a una chica inconsciente: tú.

Jane no se movió y yo me senté en los sillones, evaluando la expresión de su rostro. Pasó del miedo, al desconcierto. Luego, su mirada de llenó de entendimiento y de puro terror otra vez.

—¿Me...? ¿Me...? Ellos... ¿James...? —balbuceó. Su semblante empalideció.

—Llegué a tiempo, Jane —dije, con tono bajo. Vi como algunas lágrimas bajaban de sus ojos y recordé la irá que sentí en ese momento. También sentí ganas de llorar, pero no podía hacerlo aún—. Te saqué de ahí y tuve... tantas ganas de matarlos...

Se me cortó la voz y no pude retener las lágrimas de ira. Cerré los ojos durante un momento y cuando los abrí, Jane se estaba deslizando al suelo, contra mi pared. No me moví ni fui a socorrerla porque no quise asustarla. Si me acercaba, no le daría espacio para recuperarse.

—Iban... ¿iban a violarme? —susurró. Se tapó la boca con las manos y ahogó un gemido—. Yo... confié en él...

Apreté los labios. Me limpié las lágrimas de las mejillas y tomé aire. Amagué para ponerme de pie, pero volví a hundirme entre los almohadones de mi sillón.

—Jane... no es tu culpa haber confiado en él. Solo... no sabías que iba a drogarte y a traer otros... —musité—. Yo... solo te saqué de ahí y luego...

Me quedé callada porque el llanto de Jane aumentó. Todo su cuerpo tembló y se hizo un bolita en el suelo. Me guardé mis palabras porque no pensé que fuese corrector decirle de una que el hombre de la máscara había drenado de la sangre de sus captores, no en ese momento de tanta vulnerabilidad. Los detalles morbosos no hacían falta.

Permanecí en silencio, cabizbaja, pensando que tal vez admitirle que sí había matado a Gian sería más difícil para mi que para ella. Después de todo, me había esforzado toda la semana para olvidarlo y ocultarlo y significaba, realmente, admitir que era capaz de acciones sanguinarias. Me daba vergüenza porque chocaba con la imagen limpia y educada que siempre había ostentado. No se trataba solamente del concepto que Jane pudiese tener de mí, era el propio.

No sé cuánto tiempo estuve callada. Me sumergí tanto en mis propias miserias que me olvidé que mi amiga quizás necesitaba que siguiera hablando. Levanté la cabeza y la encontré con la cara en mi cama. Por un momento, temí que se hubiese desmatado, pero la vi tironearse el cabello suavemente y negar contra el acolchado.

—¿Jane? —susurré—. ¿Estás bien...?

Ella hipó. Seguía llorando.

—Yo sabía que algo no estaba bien. Ese día... lo sabía. Pero te creí.

El tono acusatorio de su voz me dolió. Y, sin embargo, lo entendí perfectamente.

—No tenía cómo explicar nada de esto y creí... creí que era mejor que pensaras que nada malo había sucedido.

Jane levantó la cabeza. En sus ojos había un reproche grave, calcado. Su mirada contenía furia y decepción. Sentí la puñalada en el corazón.

—Me engañaste. ¡Y ni siquiera sé lo que es peor! —rugió—. Que me hayas engañado con toda tu vida, con lo que eres, o que me hayas engañado con mi propia vida. ¡Apenas si puedo entender todo esto! ¡Ni siquiera necesito que me digas qué fue lo que pasó con Gian para saber que también está muerto por ti! —exclamó. Ahí, su expresión se tornó sombría. Estaba asustada, seguía asustada de mí. Su miedo me paralizó en el sillón—. ¡Ni siquiera sé quién eres!

Apreté los labios y no pude responder nada. Podía entender cómo se sentía y que haberle ocultado mi naturaleza, la de mi familia, sumado a los asesinatos de personas que había conocido, le hubiese hecho creer que no me conocía en absoluto. Pero Jane y yo éramos grandes amigas desde que empezamos la universidad. Ni siquiera había sido tan compatible con mis amigas de la secundaria. Lo nuestro era distinto, era más natural, y, en ese instante, no tenía manera de demostrarle que seguía siendo la misma.

—Tienes razón —murmuré—. Últimamente he hecho cosas que te han hecho creer que no me conoces en absoluto. No hay nada que pueda hacer para cambiar lo que ya hice. Incluso... aunque no hice nada con mala intención. Y aun así... tengo derecho a explicarlo ahora —Titubeé, pero levanté la mirada para buscar sus ojos. Ella estuvo a punto de argumentar algo, pero me le adelanté antes de que coartara mis excusas—. No maté yo a esos chicos, Jane. Quería hacerlo, porque estaban por violarte en manda. Fue alguien más y no vale la pena mencionar quién. A pesar de todo, se lo merecían —Ella cerró la boca y apretó la mandíbula. Se le escaparon más lágrimas y estas cayeron por sus pálidas mejillas como ríos—. Y Gian... Vino dispuesto a atacarme el viernes. La verdad es que, si yo no hubiese sido lo que soy, Gian me hubiese violado también. Me clavó un cuchillo en los pechos, ¡quería obligarme a hacerle sexo oral! Él quería que yo sufriera por haber comprado sus acciones. Lo único que hice fue darle vuelta el cuchillo y clavárselo a él antes de que lo hiciera conmigo. No pretendía matar a nadie. No me gusta matar a nadie en realidad. Pero igual no puedo sentir pena por Gian porque él intentó lastimarme primero. Me defendí, Jane. Mi familia siempre solo se defiende. Que sean vampiros no los hacen monstruos.

Tomé aire y me puse de pie. Caminé hasta mi armario, saqué unas mudas de ropa, mis pantuflas y cualquier cosa que pudiese necesitar y luego fui por mi teléfono, que había quedado sobre la mesa. Miré a Jane solo una vez antes de agarrar el picaporte.

—No quiero que te sientas incómoda conmigo, así que quédate en mi cuarto hoy. Nadie vendrá a lastimarte. Incluso puedes usar el teléfono para pedir comida. Tenemos empleados humanos que cocinan para mi a diario, porque yo no tomo sangre —expliqué, con tono bajo, señalando el teléfono de línea que estaba en mi mesa de luz—. Te la traerán. Aún deben traerte la medicina para que te sientas mejor. Verás que, si trabajan para nosotros, es porque están muy a gusto y a salvo. Pero si aún así te sientes incómoda, cierra la puerta con llave.

Salí de la habitación sin rumbo fijo. No escuché la voz de Jane ni siquiera para detenerme y me repetí mil veces que eso estaba bien, que ella necesitaba procesar las cosas. Que estar sola no le haría daño.

Justo al doblar la esquina del pasillo, me encontré con una de las mucamas, Gigi, que llevaba los analgésicos indicados por mi tío Sam y comida para ambas.

—¿Señorita? —preguntó, al notar que llevaba ropa entre mis brazos.

—Me quedaré en una de las habitaciones de invitados, Gi —le expliqué—. ¿Podrías contarle a mi amiga que somos buena gente, aunque tengamos dientes largos?

Gigi era humana. Llevaba veinte años trabajando ahí y era quien normalmente me traía la comida, así que, aunque trataba más conmigo que con otros, estaba más que acostumbrada a los vampiros.

Ella me sonrió y asintió, justo cuando aproveché para quitarle uno de los platos de la bandeja.

—No se preocupe, le diré también que son encantadores y pagan bien —rio. Luego, me señaló una de las pastillas, con calma—. Su tío me indicó esto: son pastillas para relajar. Si ella está muy alterada, al tomarlas se quedará tranquila. Si se duerme también será bueno.

En ese instante, me sentí incómoda. Creí que darle pastillas con somníferos a Jane, sin explicárselo, sería otra vez pasar por encima de su voluntad. Así que me volví hasta mi habitación con Gigi y entré para explicarle las cosas de buena manera.

Jane se había sentado en la cama, pero dio un respingo enorme al vernos. Evaluó a Gigi de arriba abajo, buscando cualquier señal de que fuese vampira, pero la sonrisa algo torcida de la mucama le dio una pauta de que era mortal.

—Mi tío te recetó analgésicos y antiinflamatorios —le dije, mientras Gigi avanzaba y dejaba la bandeja sobre la mesa—. También incluyó un relajante. Si quieres dormir, puedes tomarlo. No quiero obligarte a hacerlo.

—¿Estoy obligada a pasar la noche aquí? —preguntó ella, mirando hacia la puerta.

Yo asentí. Me hubiese gustado decirle que era solo por su salud, pero era también porque tenía que convencerla de callar.

—Quiero mi teléfono —indicó Jane, sin miramientos—. Ahora.

—Iré a buscarlo dentro del auto destrozado en cuanto pueda —le contesté—. Jane, odio encerrarte en mi casa. Pero por hoy, es necesario que te quedes aquí. Está claro que los que nos atacaron deben tener secuaces y te vieron conmigo. Si te vas a casa, ni tu ni tus padres estarán a salvo.

Jane apretó los labios, pero no dijo nada. Siguió mirando a Gigi en vez de a mi y fue esa mi señal para partir. Las dejé solas, mientras la mucama se le acercaba para hablar con voz afectuosa, con una sensación de desarraigo enorme.

Deambulé entonces por la casa hasta el sector de invitados. Recién ahí me di cuenta de que no sabía en qué habitación se estaba quedando Hodeskalle, así que abrí todas las puertas hasta que una me recibió con su peculiar y delicioso aroma. Era tan sutil que casi no podía percibirlo, pero creí que quizás, al estar más familiarizada con él ya, ahora podía descubrirlo. Además, aunque la cama estaba desecha, su ropa estaba esparcida sobre ella.

Resistí los deseos de meterme a husmear, porque eso ciertamente no estaba bien. No estaba ahí para eso, sino para ubicarlo. Así que solo cerré y escogí la habitación de invitados que estaba justo al lado.

Por supuesto, no era tan grande como mi habitación, pero tenía una cómoda cama para pasar la noche y me tiré sobre ella a mirar el techo después de dejar la comida en la mesa de luz. No dejé de darle vueltas a todo lo que Jane pudiese estar pensando y me enredé con todo lo que había pasado en esa noche y que, además, no tenía que ver con mi amiga.

Me acordé de mi abuelo mirando a Skalle, enfadado; de mi hermano, metiéndose en problemas con un vampiro mafioso. Pero, sobre todo, me acordé de cómo esos vampiros conocían la placa de mi auto y tenían muy en claro a quién buscaba.

Levanté mi teléfono y pasé los dedos por el protector de pantalla quebrado, agradecida de que funcionara, y busqué el WhatsApp de Hodeskalle para preguntarle, como una tonta, si estaba bien.

Quería, no, más bien necesitaba hablar con él y asegurarme de que estuviese a salvo, pero me dije al instante que mis preocupaciones por un vampiro así eran ridículas y sin sentido. Me llevé una mano al corazón y me apreté el pecho, para contener el bizarro anhelo que me carcomía por dentro cada vez que lo recordaba junto a mi auto, en el estacionamiento, listo para recibir un castigo que no merecía.

Miré el teléfono por largo rato, pero no me respondió. Giré la cabeza y busqué el reloj en la mesa de luz, junto a mi plato intacto, y comprobé que solo había pasado una hora y media desde que volvimos a casa, lo que significaba que Skalle no estaba liberado, para nada.

Me senté y me puse a comer, porque no tenía más nada que hacer y porque creí que la única manera de que mi estómago se abriera era forzándolo. Le mandé también un mensaje a Elliot preguntándole si seguía vivo y mientras tragaba mi comida me llegaron los audios de mi hermano.

—«Estoy encerrado, ¡como si fuese un delincuente! Papá y el abuelo me dijeron de todo. ¿Pero es que se piensan que soy estúpido? Obviamente no iba a hacer ningún trato con Vigo. Solo estábamos jugando unas cartitas».

Yo arqueé las cejas, mirando la pantalla, sorprendida de que mi hermano fuese tan tarado.

—Uno, sí, creen que eres estúpido porque actúas como un delincuente. Y Hodeskalle dijo que ese tal Vigo tiene muy en claro quién eres, así que si no hiciste ningún trato fue porque él llegó para sacarte de ahí —lo reté.

Elliot no se hizo esperar.

—«Se supone que tienes que darme apoyo moral, eres mi hermana. Estás de mi lado y en contra de todos ellos, los que te ocultan cosas según tú y además te tratan como bebé. Mira qué buen hermano soy que te advierto que el abuelo también está enojado contigo».

Yo apreté los labios. En ese instante, no sabía si estaba más cabreada con Elliot o con mi abuelo.

—No puedo darte apoyo moral ahora —mascullé, apretando el teléfono con tanta fuerza que este, maltrecho por el accidente, crujió—, porque si Jane está herida por tus jueguitos, tendré que ir a matarte, ¿entiendes? Y no te preocupes por el abuelo, porque yo también estoy enojada con él. Hace rato lo estoy.

Tiré el teléfono lejos, porque ya no quería escuchar sus respuestas. Me bastaba con saber que sería castigado y que mi abuelo preparaba seguramente una emboscada, es decir, una conversación inesperada, más tarde, cuando hubiese arreglado la mayoría de los platos rotos. Estaba preparada para eso, porque era justo mi momento para echarle en cara que Skalle me estaba siguiendo por sus órdenes, unas que no quedaban nada claras.

Sin embargo, esperé por horas y horas. La única que me contestó en toda la noche fue Gigi, que acudió a mi llamado para confirmarme que Jane había optado por tomar todas sus medicinas, incluyendo la que la haría dormir, y que se había calmado al hablar con ella.

—Tenía muchísimas dudas, señorita —me dijo, llevándose mi plato vacío—. Le va a costar procesarlo porque estaba muy impactada. Pero yo creo que entendió la clase de vampiros que son ustedes.

Me pasé el resto de las horas de oscuridad en vela, sin poder pegar un ojo y deseando la capacidad para absorber drogas como lo haría una humana. También me costó dormir porque me dolía el cuello y el brazo y porque la falta de sangre no curaba mis heridas más rápido.

Cuando despuntaba el alba, me llegó un mensaje de Hodeskalle, pidiéndome perdón y contándome que la charla con mi familia había sido muy larga, que esperaba que estuviese bien y descansando.

Me senté en la cama de un golpe, pero no me moví por un largo rato porque al final no sabía si ya estaba en su cuarto o no. No escuché ningún sonido proveniente de la habitación contigua y eso no me sorprendió en lo absoluto. Skalle podía disimular su presencia con facilidad.

Me contuve todo el tiempo que pude, hasta que el sol entró brillante y pesado por la ventana de la habitación y supuse que la mayoría de mi familia se habría ido finalmente a dormir. Salí despacio, entonces, al pasillo, en puntas de pie, y me detuve frente a la puerta de Skalle con el corazón en la boca.

Levanté la mano para golpear, pero él me abrió antes de que pudiera hacerlo. Tenía la máscara puesta, por supuesto, y me observó sin ninguna sorpresa antes de dedicarme una sonrisa.

—¿Estabas esperando para que nadie te viera? —me preguntó, haciéndose a un lado para dejarme pasar.

Me tragué mi propio desconcierto y me apresuré a colarme en su cuarto. Estaba tal cuál lo había visto más temprano, pero no admití para nada haberlo espiado.

—¿Mi abuelo te retó mucho? —inquirí, quedándome quieta cerca de la entrada. Hodeskalle cerró lentamente, haciendo alarde de sus poderes para ahogar el sonido, y pasó junto a mi para quitar su ropa de la cama. La guardó de forma ordenada en el armario, riéndose por lo bajo.

—No me digas que estabas preocupada por mi salud y seguridad —dijo. Me crucé de brazos antes de que se diera la vuelta para verme—. Tu abuelo no puede lastimarme.

—Pero sí gritarte —le dije—. Sé que te tiene miedo, como todos, pero vi lo enojado que estaba contigo hoy...

Él ensanchó la sonrisa y se quitó finalmente la máscara. No me di cuenta de que me sentía cohibida ahí, en su entorno, hasta que lo hizo y pude ver de lleno su rostro. Fue como si de repente estuviese en un lugar cómodo y conocido, porque él, el verdadero Skalle, así me resultaba.

—Sí, estaba muy enojado. Y con justa razón.

Fruncí el ceño y lo perseguí por la habitación mientras él acomodaba otras cosas. Tuvo razón al decir que era extremadamente pulcro, porque hasta acomodaba lo que ya estaba ordenado.

—¿Cómo que con justa razón? ¡Nada de esto fue tu culpa!

—Yo no debí llevarte a ti y a Jane de vuelta a Corazón. Debí dejarlas lejos e ir por Elliot solo —explicó, con calma—. Te puse en un peligro más que innecesario. Con sacarte de ahí en primer lugar...

—¡Eso hubiese dado igual! —exclamé—. Esos vampiros conocían mi placa. Podrían haber seguido el auto desde Corazón. Incluso aunque te lo hubieses llevado de nuevo, ellos nos hubiesen encontrado si así lo querían.

Skalle se detuvo y se giró a verme, con los labios apretados.

—Discutimos esa posibilidad con tu padre y tu abuelo. Pero en definitiva, no pude protegerte como debía.

Casi que rechiné los dientes.

—Tenías que sacar al imbécil de mi hermano de ahí, hiciste lo que pudiste. Si Elliot se quedaba más tiempo con ese tipo, hubiese hecho un pacto del que ni siquiera estaría consciente —mascullé, pero no obtuve una respuesta. Él se quedó callado, todavía apretando los labios. Vi la expresión en los ojos de Hodeskalle y se me revolvió el estómago. Entendí lo que no me estaba diciendo en un instante—. Carajo... —murmuré, retrocediendo. Me dejé caer en el sillón más cercano y me tapé la boca con las manos para retener todos los insultos que deseaba hacerle a Elliot.

—El pacto que Vigo logró acarrearle no es tan pesado de inmediato como podría haber resultado —murmuró Skalle, suspirando—. Es un pacto a futuro.

Levanté la mirada hacia él y bajé la mano. El corazón me latía a mil por hora, aterrado, porque nada bueno podía venir de un pacto con un mafioso que encima era un vampiro. Elliot podría haber hipotecado su vida, sus futuras hijas y nietas. Toda su descendencia podría estar implicada de cualquier retorcida manera.

—¿Cómo lo sabes tú si ni siquiera Elliot es consciente? —inquirí. Me temblaban las manos, así que tuve que ocultarlas debajo de mis piernas, contra el sillón. El temblor de los labios sí que no pude ocultarlo.

—Fui a hablar con Vigo —respondió él, arrastrando las palabras. Su tono era demasiado débil, pero entendí porque su voz sonaba tan apenada un segundo después—: Tuve que matarlo. 

¡Gracias a todos por el inmenso amor que le han dado a la historia y me dieron a mi el día de mi cumpleaños! Ya alcanzamos 280k, ¡es una locura! ¿Será que podamos llegar a 300k antes del próximo capítulo o quizás desvarío demasiado? Bueno, veremos si este capítulo puede lograrlo o si el próximo, que hará sus corazones explotar de amor, lo hará <3

Si la historia sigue teniendo este éxito, es muy probable que tengamos oportunidades para publicación en físico. Mientras más hablen de ella en redes, más la notaran las editoriales que nos importan (aka, Penguin, Nova), ¡así que no dejen de apoyarla! Les estaré miles de años agradecida, como los 3 mil que tiene Skalle hahahaha

Les pido porfis que tengan paciencia si no ven capítulos en 4 o 5 días (incluso en 7), como les recuerdo, tengo exámenes y por ejemplo me fue mal en uno, por lo cuál debo prepararme mejor para recuperarlo. Si no subo, es porque intento salvar la materia lol

Hoy les dejo unos memes que me han pasado lectoras y una ilustración de Kayla con su traje de conejita que también ha hecho una fan de la historia: 

La mayoría, después de leer el capitulo 21 y 22:

Nos vemos en el próximo, ¡los amo!

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