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Capítulo 21. Problemas de apuestas

21: Problemas de apuestas

Kayla

Salté dentro del auto y salí del estacionamiento subterráneo de la mansión acelerando como una película de Rápido y Furioso.

Por dentro, me preguntaba cómo era que Jane caía en los peores sitios de esa ciudad. Parecía que el universo la odiaba. Eso me enfurecía. Pero, por otro lado, me tenía aterrada. El Corazón vampírico era un conjunto de discos, pubs, bares y antros, así como casas de apuestas y moteles donde se vivía bajo la ley de sangre. Todo ahí siempre terminaba mal para los humanos que llegaban por la curiosidad de las luces rojas y bajas y los rostros hermosos que los seducían.

Nunca, en todos mis sueños, creí que ella quisiese ir a ese tipo de lugares antes que las discos de ricos a los que seguro había asistido toda su vida.

Después de pedirle a Jane mil veces que no hablara con nadie y que ella no entendiera porqué le pedía esa estupidez, busqué el contacto de Skalle, mientras intentaba no chocar con nadie al saltarme algunas luces rojas. Pensé que lo mejor era avisarle porqué estaba corriendo así lejos de casa.

«Jane se está yendo al Corazón, voy a ir por ella», le escribí a duras penas.

Tiré el teléfono en el asiento y continué mi camino, acercándome cada vez más a la ubicación que me había pasado, pero estaba a varios kilómetros y tenía un trayecto por delante que no podía acortar. Entonces, me entró una llamada y vi por el rabillo del ojo que era Skalle.

—Recoge a Jane y salgan pronto de ahí —me indicó, sin saludarme. Su respiración estaba agitada, debía estar haciendo un esfuerzo para seguirme—. Vayan a otro sitio y convéncela que está lleno de criminales.

—Eso haré —respondí, sujetando el celular con el hombro, presionándolo contra mi mejilla—. Primero tengo que llegar hasta ella.

—Envíame su ubicación. Aunque llegarás primero que yo.

Corté la llamada solo para reenviarle los datos de Jane y di un volantazo para esquivar a un estúpido que venía a 2km por hora. Me llenaron de bocinazos, pero me importó un pepino. Apenas llegué a la zona, aceleré y me metí entre las calles del Corazón, casi atropellando a vampiros y humanos por igual.

Hice rugir el auto, para que se apartaran, pero no muchos se sintieron intimidados por mi coche caro. No me quedó otra que estacionar en doble fila, poner las balizas y bajar para buscar a Jane a pie. Había un mundo de gente y diferencié enseguida a los vampiros, porque tenían expresiones sutilmente cautelosas, mezcladas con sus encantos a flor de piel, atrayendo a las moscas con la miel.

Los humanos estaban atontados por el alcohol, fascinados por el ambiente, creyendo que estaban ahí para divertirse y no para ser la cena.

—Cuidado, muñeca, no querrás que alguien se lleve tu coche en venganza —me dijo un vampiro, seguro convertido, cuando me vio salir de él.

Piérdete —mascullé.

Lo tuve siguiéndome los pasos, porque creyó que era una humana, hasta que mi olor le hizo entender que no lo era. Redujo la velocidad y me olvidó en tanto se dio cuenta de que no era una victima viable.

Caminé por las calles, apartando muchachos jóvenes borrachos, que seguían a vampiras por las calles como si estuviesen drogados. Miré mil veces la ubicación de Jane y le envié mil mensajes suplicándole que no se moviera de ahí. Ella no me contestó y me arrasó el pánico.

Empecé a llamarla y empujé a otro vampiro que se me cruzó en el camino y creyó que era humana. Mi fuerza lo sorprendió tanto que lo sentó de culo en la acera. Finalmente, casi llegando a la siguiente esquina, Jane respondió y la vi al mismo tiempo.

Había un vampiro coqueteándole, ofreciéndole algo para beber que, después de lo que le había sucedido la otra vez, ella rechazó sabiamente.

—¿Dónde estás? —me preguntó. Estaba totalmente relajada. No tenía miedo, porque el vampiro con el que estaba era hermoso y muy amigable. Así jugaban ellos.

—Detrás de ti —casi que gruñí.

Jane se giró a verme, me sonrió y alzó la mano para saludarme. La falda que tenía puesta se le subió un montonazo y vi los ojos del vampiro dirigirse a sus piernas antes de fijarse en mi y creer que se había sacado el premio doble. No solo pensaba cenarnos.

—¡Qué bueno que llegaste, Kay! —exclamó mi amiga, dándome un abrazo e ignorando mi expresión infernal—. Te presento a Carlo.

Clavé mis ojos claros, furiosos en él. Todavía no me había olfateado, así que no entendía para nada mi reacción. Se inclinó hacia delante para saludarme con soltura, como lo hacía la gente de nuestra edad, y ser también encantador conmigo.

Lo esquivé y le puse un dedo en el pecho, le mostré mi fuerza sin que Jane se diera cuenta y Carlo se congeló.

—Lárgate —le avisé—. Y mantente bien alejado de ella si no quieres que te destroce la garganta.

Jane puso los ojos como platos, porque, por supuesto, mi expresión era en extremo desquiciada, pero Carlo la entendió muy bien. Yo era una vampira, para él, y Jane era mi presa, no la suya.

—Lamento haberme inmiscuido. No me había dado cuenta —dijo, amablemente—. Eres de sangre.

—Lo soy —repliqué, empujándolo hacia atrás con ese solo dedo.

—Es una pena que no podamos compartir. Me encantaría pasar tiempo contigo —añadió, deslizando los ojos por mis hombros y mi escote, deleitándose con mi pequeño vestido—. Con ambas. La pasaríamos muy bien.

—Si no te largas en este instante, te degollaré en frente de todo el mundo.

Carlo alzó las manos, en señal de redención, y se marchó antes de argumentar nada más. Al creerme una vampira de sangre, habrá preferido no meterse conmigo ni con mi clan.

—¿Qué carajos fue todo eso? —me espetó Jane, entre indignada e incrédula. Yo no perdí el tiempo. La agarré de la mano y tiré de ella por las calles, ignorando los ofrecimientos para beber algo, para tener sexo o incluso para jugar al póker. Jane se resistió y terminó quejándose de que la estaba lastimando cuando apenas hicimos media cuadra—. ¡Kay!

La solté al instante y al ver su expresión dolida y preocupada, me serené y la acerqué a mí, por los hombros.

—Este lugar está lleno de delincuentes, Jane —le dije—. Si no llegaba a tiempo. Ese Carlo te hubiese arrastrado a quien sabe dónde. Créeme cuando te digo que todo el mundo es peligroso aquí.

Ella arrugó la frente, miró de reojo a un par que se estaba baboseando en plena vereda y a las risas que provenían de uno de los bares. También giró la cabeza hacia la entrada de una de las discos. Pensé que no me creería, pero en cambio, se liberó de mis manos y puso los brazos en jarra.

—¿Entonces por qué no me lo dijiste cuando te mandé la ubicación?

—¡Ya estabas casi llegando!

—Me hubiese ido a otro sitio si me lo hubieses aclarado en otro momento.

—¿Entiendes que no es fácil decir que está lleno de psicópatas un lugar así? —grité. Algunos vampiros se giraron a verme, molestos, porque sus humanos salieron de su ensoñación.

—Claro que no lo parece —contestó Jane, exasperada, al igual que yo—. Pero si me lo hubieses explicado antes de arrancarme la mano, lo hubiese entendido.

Tenía toda la razón y me costó admitirlo, porque había corrido hasta ahí, como la heroína que me creía. También, pensé que ella no me daría ni una pizca de bolilla al pedirle que se marchara. Quizás subestimaba su confianza en mí, así como yo la subestimaba con ella.

—¿En serio me hubieses creído? —inquirí.

Jane empezó a asentir, pero algo detrás de mi la distrajo y la boca se le abrió de par en par. La mandíbula casi se le cae hasta el piso.

—Disculpen, sé que es una charla entretenida, pero deberíamos irnos pronto. Antes de que llamemos mucho la atención.

Su voz me hizo saltar y me di la vuelta, sin poder creerlo. Me pegué a Jane y comprendí porqué tenía la boca abierta. Hodeskalle estaba frente a nosotras, sin la puta máscara, con una sonrisa amable.

—¿Qué...? —solté, pero no podía dar crédito a lo que veía y ni siquiera tenía palabras para expresarlo.

Jane me dio un codazo, para que reaccionara.

—Dejaste tu auto mal aparcado. ¿Por qué no me das tus llaves y tu y tu amiga pueden ir por el de ella?

Abrí y cerré la boca mil veces. Ningún vampiro ni humano a nuestro alrededor se fijó en él. Sin duda, no era el único hombre hermoso que había y por eso su belleza no destacaba. Nadie sabía, tampoco, que se trataba de la peor pesadilla de todos ellos, del terror hecho realidad de miles y miles de leyendas antiguas. Sin la máscara, él realmente no era Mørk Hodeskalle.

—¿Qué estás haciendo? —logré decir.

Él solo me tendió la mano.

—Tus llaves, Kayla. Anda. —Mantuvo la sonrisa y el tono amable, pero sus ojos estaban oscuros, demasiado atentos y serios. Solo yo lo noté y me apresuré a dejarlas en sus manos. Iba a alejarme, para tomar a Jane e irnos de ahí, pero de la nada sus dedos se crisparon en los míos y su mirada se enfocó en algo mucho más allá. Pareció preocupado—. Mejor vayamos todos en tu auto. Volveremos por el de Jane luego, cuando haya sol.

Me hizo un gesto con el mentón y agarré a Jane de la cintura, para empujarla por la vereda rumbo a mi coche. No me animé a mirar hacia atrás y me esforcé muchísimo en que Jane no notara que estaba aterrada. Si a Hodeskalle le preocupaba algo, a mi me preocupaba por mil y uno más.

—¿En serio sí hay delincuentes? —preguntó mi amiga, cuando Skalle alcanzó la puerta del conductor de mi auto. Yo abrí la trasera y mentí a Jane dentro, sin mediar palabra. Probablemente iba a tener que explicarle muchísimas cosas cuando llegáramos a casa, pero no pude pensar en ninguna opción viable en aquel instante.

Me senté, por primera vez en mi vida, en el asiento del acompañante y me aferré a él mientras Skalle aceleraba y conducía, como un verdadero maestro y un demonio como tal, fuera del Corazón. Solo pude respirar cuando estuvimos a un par de cuadras y él bajó la velocidad.

Lo miré de reojo, imaginando lo que debía pensar Jane al verle esa cara, y me sentí bastante incómoda. Ahora que el peligro había pasado, solo podía hacerme la cabeza con el hecho de que se sacaba la máscara en otros momentos además de los nuestros, a solas.

Se hizo un silencio terrible en el vehículo y durante todo el rato que miré a Skalle, él no me devolvió la mirada. Solo cuando Jane se estiró hacia delante y me tocó el hombro, yo exhalé y Hodeskalle lo hizo por igual, desviando la vista hacia el costado. Ahí noté que estuvo tenso por mí y no por la situación. Me sentí avergonzada.

—¿Entonces no... vamos a salir? —me preguntó—. ¿Y tú eres...?

Skalle se detuvo en un semáforo e hizo una mueca que yo sola pude ver, antes de que se girara hacia Jane. Se me paralizó el corazón, pensando que le diría su nombre real primero a ella, antes que a mí.

—Me llamo Mørk —contestó—. Un placer.

Le dio la mano y Jane se la tomó con la punta de los dedos. Su cara entera se puso bien roja y yo me derrumbé en mi asiento, aliviada.

—Soy Jane, aunque creo... que ya me conocías.

Él esbozó una sonrisa tirante y recuperó su mano.

—No en realidad, pero es un placer.

Sin volver a su lugar, Jane se aferró nuestros asientos y nos miró uno a uno.

—¿Ustedes son amigos o algo?

Capté de refilón la mirada que me echó Hodeskalle antes de responder. La sonrisa dejó de ser tensa.

—Soy un amigo de su familia.

Esa información ya era suficiente para mi amiga. Si ella podía hilar el "bañarlo y chocolate y lamerlo" con esa cara y ese cuerpo, entendería enseguida quién era. Ella volvió a su asiento y se quedó callada, sin hacer ningún tipo de comentario, mientras yo fingía mirar algo en el teléfono y le decía, como si solo fuésemos conocidos, a Skalle que nos llevara City Park, la zona de bares de ricos y famosos para que la pasáramos bien como unas niñas fresas normales.

—¿Y mi auto? —aventuró Jane.

—Yo iré por él —contestó Skalle—. Soy buen conductor, no te preocupes.

Sin embargo, cuando estaba por agarrar una avenida que nos dejaría en nada en City Park, recibió un mensaje en su teléfono y lo sacó para ver quién era. Su expresión se congeló y tuvo que detenerse abruptamente, dejando en duda qué tan buen conductor podía ser.

—¿Qué pasa? —pregunté, agarrándome para no estrellar mi cabeza contra el vidrio.

—Tu hermano —terció Hodeskalle, tendiéndome el teléfono y acelerando, para maniobrar en u, a gran velocidad, y regresar por donde veníamos.

Jane pegó un gritito atrás y yo casi tiré su celular al piso. Lo atajé de casualidad y miré la pantalla cuando el vehículo tuvo su nuevo curso.

Había un mensaje de mi tío Allen en el que le decía que sus contactos habían visto a Elliot apostando en Corazón con un tal Vigo Parissi. Yo no lo conocía, pero por la forma en la que Skalle aumentaba la velocidad de mi coche, tenía que ser problemático.

—¿Qué está pasando? —preguntó Jane, pero yo solo le grité que se pusiera el cinturón.

—¿Quién es Vigo Parissi?

—Un clan de delincuentes, ladrones, timadores y asesinos —contestó Skalle, para el horror de Jane. Yo sentí que el alma se me iba al piso—. Nunca pierde. No creas que no sabe quién es tu hermano.

Tragué saliva. Elliot nunca aprendía y siempre había que sacarlo de algún problema. No solo casi Hodeskalle lo mataba, sino que ahora tendría que salvarlo de que otro lo hiciera.

—¿Tu hermano? —inquirió Jane, pero no supe qué decirle. No tenía forma de explicar todo eso.

Volvimos a Corazón en un santiamén y Skalle empezó a impartirnos ordenes: no bajar del auto, no hablar con nadie, esperarlo ahí hasta que regresara.

—Y si tienes que usar los dientes, conejita —me dijo, después de estacionar a una cuadra de las calles más concurridas—, hazlo.

Salió del auto y desapareció en la oscuridad antes de que pudiera recordarle que no traía la máscara puesta. Me giré sobre el asiento, pero, por supuesto, ya no alcancé a verlo. En ese momento, noté la mirada estupefacta de Jane y me apresuré a bloquear las puertas.

—¿Volvimos al lugar de los delincuentes? —me dijo ella—. ¿Qué está haciendo tu hermano? ¡No entiendo nada, Kay!

Me llevé un dedo a los labios y me carcomí la uña de la ansiedad. Nadie nos había notado de momento, porque estamos muy quietas, pero tenía la sensación de que alguien nos vería solas ahí muy pronto.

—Yo tampoco entiendo —murmuré—. Elliot siempre la caga.

Jane me chistó.

—¡Claro que entiendes! Has estado hablando con códigos con todo el mundo menos conmigo desde que llegamos aquí —me espetó, subiendo demasiado la voz—. ¡Sí sabes qué pasa!

—¡Sh! —la calle, mirando ansiosa por las ventanillas. Un par de vampiros solitarios, sin presas, se habían percatado de nosotras—. Jane, por Dios. Estamos en peligro, ¿no lo entiendes? —le susurré, pero ya era tarde. Jane también giró la cabeza hacia los hombres y entendió que la había cagado.

—¿No tienes un arma o algo? ¿Llamamos a la policía? —gimió, encogiéndose contra el asiento.

Yo volví a girarme y le señalé el suelo el auto.

—Metete ahí, ¡ahora!

—Pero tú...

—¡Ahora!

Jane obedeció y se escondió en el hueco entre los asientos justo cuando uno de los vampiros golpeó mi ventanilla. Abrirla era un delirio, así que solamente puse mi mejor cara de asco y saqué mis colmillos. Se los enseñé con una mueca desagradable, esperando que entendieran que no era su presa y se marcharan, pero ellos solo sonrieron y me hicieron señas para que bajara el vidrio.

Negué y como insistieron, les mostré el dedo del medio.

—Vamos, lindura. Solo queremos conversar sobre tu lindo auto. ¿Es tuyo o es de tu novio? —dijo, pegando la cara al vidrio. Sus ojos oscuros escanearon el interior del auto, estaba buscando a Jane.

—No, es mío. Pero no tengo tiempo para tipos como tú —respondí. Podía escucharme, así que no me molesté. Miré hacia delante y lo ignoré a propósito, mientras su amigo le daba la vuelta al coche para ver el capo.

—Nos pareció verlo antes —dijo el vampiro, apoyándose contra mi ventana—. Vimos a una chica bonita bajar de él. Debías ser tu. ¿A qué te dedicas? ¿O es que perteneces a un clan adinerado? —Seguí mirando al frente, al otro hombre y vi como sonreía de la nada, con los ojos grabados en la placa de mi auto. Le hizo un gesto afirmativo a su amigo y solo tuve un par de segundos antes de pegar un salto hacia el asiento del conductor—. Ah, ya, sí eres una White.

Clavó su puño en el vidrio y la ventanilla estalló en miles de pedacitos. No grité, porque me lo había esperado, pero Jane sí lo hizo. Apoyé la espalda en la otra puerta y cuando él metió la mano por la ventana, buscando el seguro que no encontraría, yo estiré el tacón y se lo clavé en los dedos con toda mi fuerza.

Hice que se retirara por unos segundos, pero mi fuerza y mi tacón no podían con una piel tan dura.

—¡Hijo de puta! —grité, rotando mi cuerpo y metiendo los pies encima de los pedales. Las llaves ya estaban puestas así que solo me quedó girarlas y alcanzar la palanca para poner primera, pero el otro vampiro estuvo enseguida de mi lado y le dio un golpazo también a mi ventanilla.

El vidrio se quebró y, antes de que pudiese acelerar, el segundo vampiro me sujetó el cuello con una fuerza que casi me parte la tráquea.

—¡Kayla! —gritó Jane, saliendo de su escondite. Le aferró el brazo al vampiro, desde atrás e intentó morderlo, en vano.

—El premio mayor viene con un pastelito —se rio él, pero no aflojó el agarré en mi cuello. Así, aunque tuviese los dientes fuera, yo no podía morderlo. El primer vampiro empezó a colarse por la ventana del acompañante y pensé que, si Hodeskalle no aparecía ya con Elliot, las dos podíamos considerarnos muertas. 

Estoy super emocionada porque quizás  llegamos a 300k para fin de mes y, ¡ahhhhhhh! Miles y miles de gracias <3 Incluso podríamos llegar a 500k antes de fin de año y no puedo creer que Mork esté logrando esto. No olviden decirle al mundo entero lo hermoso y divino que es este vampiro y porqué tienen que conocerlo. ¡Recomienden la historia a todos los que puedan!

También gracias por hacer que cada capítulo llegue a más 1k comentarios, ¡me motivan mucho y me super hacen reir!

Hoy, los invito a pasarse por mi cuenta de instagram porque sale otro sorteo de mis libros en físico y hasta el 14 de noviembre hay activo otro. ¡Síganme ahí participen! 

Nos vemos en el capítulo 22, que se viene con todo <3 ¡Los amo!

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