Capítulo 14. Rumores
14: Rumores
Kayla
Detuve mi auto antes de llegar a la casa y Skalle se bajó, para que no nos vieran arribar juntos.
—Ya sabes que puedes llamarme siempre que necesites mi ayuda —me dijo, sosteniéndose de la puerta del auto.
Arqueé las cejas en su dirección.
—Si estás viendo todo lo que me pasa —le recordé. No mencioné que pedirle su ayuda implicaría favores de cambio, algunos que querría tomar. Quizás él quería que los hiciera.
Hodeskalle me sonrió.
—¿Le preguntaste a tu abuelo?
Me desinflé sobre mi asiento y negué.
—No sé todavía qué decirle —admití. Por la punta de mi lengua bailó la propuesta de que me asistiera con alguna sugerencia.
—Se te ocurrirá algo. Me gustaría ver cómo le plantas cara, tienes talento para eso —me cortó él, antes de que pudiera elegir las palabras, con una risa, antes de cerrar la puerta en mi cara.
Arrugué la nariz y seguí su figura por la calle hasta que se perdió entre las sombras de la noche. Quizás no quería que lo dijera o quizás solamente quería provocarme, al igual que antes de que nos acostáramos.
Su ayuda tendría un precio y lo quería pagar sin dudas, pero tampoco me gustaba que se burlara constantemente de mí.
—Es un pendejo —mascullé, poniendo primera y alejándome.
Apenas llegué a casa, la abuela me cruzó el paso.
—Tu tía llegará en dos semanas, bomboncito —me dijo, sin siquiera saludarme—. ¿Te parece si vamos de compras? Si es después del atardecer, tu mamá podrá venir con nosotras. Además, ¿ya sabes qué quieres ponerte para mi cumpleaños?
Se agarró de mi brazo y me acompañó por el vestíbulo. Hacía rato habíamos hablado de eso. Pero la verdad era que estuve tan ocupada con la universidad que no me había decidido por el estilo de vestido que quería.
—No estoy segura todavía —admití.
La abuela hizo un mohín.
—Será una fiesta grande, cariño. Además, será la primera vez que me verás cumplir un centenario más. Vendrá mi familia, todos mis conocidos y amigas de la infancia. También habrá pretendientes para tu tía por descontado —río—. Tienes que ir pensando qué quieres. Aunque, bueno, en el salón, una vez que estemos ahí, también puedes cambiar de opinión. También podremos ver las joyas...
Asentí, rápidamente.
—Tengo un montón de regalos que nunca usé, abue.
Casi que dio un brinco en su lugar.
—Bueno, si no igual podemos comprar nueva. ¿Te parece el viernes? ¿Podrías faltar a clases?
Dije que sí, porque no sabía qué haría siquiera al final de esa semana y en realidad, no quería cortarle la emoción. Después de todo, hacía mucho que no salíamos todas juntas. Y, por supuesto, era su cumpleaños.
—¿Tendrá que seguirnos Mørk Hodeskalle? —pregunté, sin pensar. Me di cuenta de lo que había dicho cuando la abuela clavó los tacones en el piso de mármol y no me dejó avanzar.
—¿Mørk ...? ¿Cómo...?
Ella también se cortó, porque no estaba segura de lo que estaba insinuando. Yo apreté los labios y cerré los ojos, antes de girarme a ella. Ya estando en esa situación, tenía que arreglarlo como sea.
—Digo, como él estuvo siguiéndome cuando fui por Jane —dije, esperando que fuese convincente. En mi mente no lo era para nada.
Mi abuela parpadeó, confundida.
—¿Cuánto fuiste por Jane?
—Él estaba siguiéndome. Porque ustedes lo mandaron —tercí—. Porque estaba ese vampiro persiguiéndome. Y lo vi el otro día en la uni, así que pensé que Hodeskalle estaría siguiéndome hasta que el abuelo se deshiciera de él. Los días que estuve en la casa de Jane creí verlo por el barrio.
Se puso pálida, una vez logré manejar mi discurso. Mi tono fue inocente y para nada acusatorio.
—Ah, te refieres a cuando rescataste a tu amiga... y a ese vampiro —dijo, riendo de forma apresurada. Demasiado falsa. Estaba nerviosa y yo estaba feliz de haber invertido los papeles de inmediato—. Ya no tienes que preocuparte por él, querida. Nuestra gente lo atrapó y no volverá a perseguirte. Pero, si te tranquiliza, nos acompañaran algunos guardaespaldas cuando hagamos las compras.
—¿Hodeskalle no? —insistí, arqueando una ceja.
—No, linda —mintió ella, rápidamente—. ¿Por qué él estaría detrás de nosotras mientras hacemos compras? Esa vez lo mandé yo para asegurarme de que todo estaría bien y efectivamente lo necesitamos. Pero fue de momento.
La miré a los ojos durante unos largos segundos. Ella cambió de tema enseguida y me terminó doliendo que también me engañara de esa manera. Huir a la verdad era una cosa, pero mentirme de forma descarada era otra.
—Ah, esta bien —respondí, fingiendo también, como ella. Todas las posibles dudas que tuve por engañarlos, por haberme acostado con Hodeskalle, por no haber pedido ayuda con la muerte de Gian, se disiparon. No podía confiar en ellos si no confiaban en mí—. Esta bien, vayamos de compras.
La saludé y me escabullí a mi habitación. Cerré la puerta de un golpazo y ahogué un grito en una de las almohadas de mi cama. Me dejé caer sobre ella boca abajo y solté cada insulto que se me ocurrió.
Estaba tan enojada que no me guardé tampoco los nombres desubicados para mis abuelos y padres, porque estaba muy segura de que todos lo sabían. Incluso mis tíos.
Me quedé ahí, renegando con toda mi familia, hasta que pensé en Elliot. Agarré mi teléfono y le escribí, sin preguntarme dónde estaría él a esa hora.
«¿Tú sabes cuál es el favor que le debe Skalle...». Me detuve solo para considerar la forma tan familiar en la que me refería a él, y reescribí el mensaje: «¿Tú sabes cuál es el favor que le debe Mørk Hodeskalle al abuelo y cómo lo está pagando? Porque creo que nos están mintiendo».
Esperé, mordiéndome las uñas, hasta que Elliot me respondió con un audio, borracho, con el ruido de algún bar o disco por detrás.
—«¿Nos? A ti quizás —contestó riéndose—. ¡Si no me importa no es mentira!»
Seguí viendo la pantalla por casi un minuto, rechinando los dientes y maldiciendo a mi hermano por no haber resultado ser ni un chico decente ni inteligente. Ni siquiera había aprendido la lección con Skalle, seguía de fiesta y quizás metiéndose en problemas.
—Al menos tuvo razón en algo este bobo —mascullé—. Ser el mayor no implica ser el más responsable.
Tiré el teléfono en la cama y me metí en el baño para intentar serenarme. Llené la tina con sales, perfumes y me hundí hasta el fondo, repasando las palabras de mi abuela y buscando cómo averiguar lo que necesitaba saber.
Pensé en Skalle una y mil veces, en sí debía pedirle ayuda o en si debía indagar aún más entre las pocas cosas que él podía decirme, como el hecho de que mi abuelo tuviera enemigos. Por alguna razón, sentía que no era todo.
—Al menos, si no se esforzaran tanto en manipularme y mentirme...
Salí del agua y fui derecho a buscar el teléfono. Busqué el número de Skalle y le mandé un mensaje, sin siquiera saludarlo o preguntarle cómo estaba.
«Mi abuela me miente y no quiere que sepa que me sigues. Los enemigos de mi abuelo, ¿eso es todo? ¿Por qué no me lo dicen y ya?».
Su respuesta no tardó en llegar.
«Conejita, hay mucho que tu familia no quiere que sepas. Quizás no te lo dicen porque creen que alterarían tu normalidad. Quizás no te lo dicen para no asustarte. Quizás no te lo dicen porque creen que me detestas. Podrían ser todas las opciones a la vez o ninguna».
Tuve tantas de pegarle a él como de pegarle a Elliot antes.
«No estás siendo de ayuda. Eso no es nada claro», respondí.
Él contestó al instante.
«Yo no soy el que guarda los secretos por voluntad. Solo tengo un pacto que cumplir, conejita. No tengo forma de romperlo para contarte estos secretos. La única forma es que vayas y le digas que lo sabes y le exijas explicaciones. Aunque ya sabes también qué implica eso».
Sí, lo tenía muy en claro. No solo no estaba dispuesta a hacerlo, sino que seguía sintiendo que valía la pena tener mis secretos cuando tenían los suyos. Sentía que esa era la puñalada por la espalda que mi abuelo, principalmente, se merecía por atravesar la mía. Estaba tan enojada que no pensé en que siempre lo había amado incondicionalmente, a él y a toda mi familia.
Apreté los labios y rodé por la cama, aún mojada. Miré el techo de mi habitación, serenando mis sentimientos y alejando cualquier rastro de culpabilidad por utilizar mi experiencia sexual con la intención de hacerles daño.
Sonó otro mensaje y levanté el teléfono para ver las últimas palabras de Skalle:
«O simplemente podrías esperar. Tal vez el tiempo lo diga todo».
No estaba segura de si el tiempo lo diría todo, pero sí estuve segura, al llegar a clase el otro día, que los rumores crecían a la velocidad de la luz.
La mayoría de mis compañeros cuchicheaban y Emma y Jane ya estaban en sus asientos, con miradas consternadas. Me senté junto a ellas y las dos me jalaron antes de saludarme, siquiera.
—¿Escuchaste?
—¿Qué cosa?
A Emma se le arrugó la cara.
—Gian está desaparecido. No responde su teléfono. Las cámaras de la ciudad lo ubican saliendo de la universidad el viernes pasado y saliendo de ella. No se sabe más nada de él. Es terrible.
Jane puso los ojos en blanco, mientras yo me quedaba muda. Casi se me detuvo el corazón.
—¿Por qué tenemos que preocuparnos por un tipo que intentó golpearnos y ha atacado a Kayla todo este tiempo? Seguro ni le pasó nada.
Emma se enderezó, visiblemente afectada por sus palabras. Fue ahí cuando me di cuenta que habían estado debatiendo si debían o no sentir empatía por él desde hacía un rato.
—Es un ser humano igual, Jane —respondió Emma, haciendo alarde de su peculiar inocencia—. Era malo con nosotras, pero si le pasó algo malo o está muerto en una zanja tampoco sería lindo.
Jane resopló y decidió no contestar. Supe lo que pensaba sin que tuviera que decirlo. A ella le valía la vida de Gian. Yo, que lo había matado, podría haber dicho lo mismo, pero ahora sentía pánico.
—¿Cómo que... está desaparecido? —atiné a decir.
Las chicas no se miraron de vuelta y Emma me tomó el brazo.
—Dicen que ese día estaba muy enojado, que decía que tenía un problema con alguien —No supe interpretar su mirada, pero la entendí un segundo después—. ¿Tú no lo viste, Kay? Te fuiste bien tarde del examen, ¿no es cierto?
Casi al segundo, los ojos de Jane se trabaron en los míos. Ladeó la cabeza, pensativa, pero continuó callada mientras yo me apresuraba a decir que no lo había visto.
—No me fue muy bien en el examen —dije—, así que estaba super concentrada en él. Ni siquiera me había dado cuenta de que estaba ahí. —Emma se desinfló en su asiento, pero Jane mantuvo los ojos trabados en mí—. ¿Quién dice eso de que estaba enojado y tenía problemas?
—Pues, es que dicen que parecía que iba a matar a alguien. Pero no sé.
—No puedes creer en todo lo que dice la gente, Em —se metió Jane, ahí sí, pero su expresión fue demasiado calculadora. No coincidía con sus palabras. Fingí toda la inocencia que pude.
—Dicen que lo dijeron sus amigos, los que vienen a nuestra clase —insistió Emma, pero Jane solo se sentó mirando hacia delante y la conversación, para nosotras, murió ahí. El ambiente entre nosotras resultó incómodo, extraño, por lo que solo me giré hacia el frente y miré el pizarrón con la boca firmemente cerrada.
No me moví mucho y tampoco volvimos a hablar durante el resto de la clase. Aguanté los cuchicheos de mis compañeros durante esa hora y todas las siguientes, mientras las habladurías aumentaban de tono y finalmente nos enteramos que los amigos de Gian realmente decían que él planeaba hacerle pagar algo a alguien.
En ese momento, me quedé pensando cómo él se había enterado que yo compraba las acciones de su empresa y cuando crucé miradas de nuevo con Jane, supe que ella estaba pensando lo mismo.
Volví a casa con un hueco en el estómago, dándole vueltas a la idea, sin parar, mientras pensaba si los amigos de Gian sabrían que se refería a mí, tal y como lo sospechaban mi amiga. Si empezaban a hablar y me metían en el medio, la policía vendría a interrogarme y a pedirme información aún cuando no tuvieran pruebas. Yo no tenía ni siquiera una coartada.
Quise decirle algo a Skalle, pero en verdad tampoco tenía algo real qué decir. Hasta el momento eran rumores, pero cuando Jane me envió un mensaje preguntándome si realmente no me lo había cruzado, me aterré.
No pude manejar la presión y le escribí a Hodeskalle de inmediato, creyendo como una tonta que él no estaría al tanto.
«Creo que deberías prestarle atención a una de tus amigas», me dijo él, segundos después, sin inquirir nada de mis cuentos. Por supuesto, los había oído todos. «Una de ellas tiende la tendencia a hablar de más».
Primero, pensé que se refería a Jane, porque ella era la que me estaba presionando y me había estado analizando. Pero Jane no era de hablar de más, no.
Me dejé caer en la cama, preguntándome sí Emma, sin querer, habría mencionado algo sobre las acciones que compré de la empresa de Gian, de modo que él o alguno de sus amigos se enterara. Luego, me dije que me estaba llenando de pánico sin sentido, porque ninguno de ellos sabía que estaba muerto y solo sabían que él mismo condujo fuera de la ciudad.
Tomé aire, me serené y le mandé una respuesta a Jane, asegurándole que no lo había visto, pero que también pensé en la posibilidad de que él se hubiese enterado de mis acciones con su empresa y que a la persona que quería acabar fuese yo.
«¿Pero cómo pudo haberse enterado?», replicó ella, dejándome sin palabras por un rato. No sabía cómo expresarle que dudaba más de Emma que de ella misma.
Salí de su chat, abrí el de Skalle y le envié una duda tras otra.
«¿Tu viste a alguna de ellas decirlo? ¿Las viste hablar mal de mí? ¿Quién es el que está esparciendo los rumores? ¿Él sabe de mis problemas con Gian? ¿Sabes cómo se enteró él?» escribí.
Apenas dos segundos después de enviar el mensaje, escuché unos golpecitos en el vidrio de los ventanales que daban a mi jardín privado. Pegué un salto, como si creyera que realmente Gian aparecería ahí, listo para vengarse. Pero cuando corrí las cortinas solo encontré a Mørk Hodeskalle.
Le abrí de inmediato, pero no lo dejé pasar. Tenía ropa interior tirada por el suelo desde la tarde.
—Creo que estás hiperventilando, conejita —me dijo él, con una leve sonrisa. Era carismática, así como tranquila—. Ningún rumor sobre la compra de acciones puede inculparte en esta desaparición. Jamás van a encontrarlo.
Trabé la puerta con mi cuerpo y pasé del otro lado, para impedir que viera algo del desastre de mi habitación.
—Pero si sus amigos lo saben, sabrán que tengo dinero y que podría haberlo hecho desaparecer —urgí, tapándome la cara con las manos. Lo miré a través de mis dedos con espanto—. En ese momento no pensé en cómo Gian se habría enterado. Fui una tonta.
Skalle me dirigió una expresión apenada, a través de las cuencas de la máscara.
—No fuiste una tonta. Estabas defendiéndote.
Bajé las manos al instante.
—Tu estabas viéndolo todo. Y no interviniste —le recordé.
Él apretó los labios.
—Contrario a tu abuelo, no creo que tenga que salvarte como una damisela en apuros a cada instante. Pensé que podrías hacerte cargo de un humano simplón e insufrible como ese. Al fin y al cabo, si hubiese intervenido, también lo habría matado —añadió, con un encogimiento de hombros.
Arqueé las cejas.
—¿Entonces el pacto de mi abuelo no incluye humanos peligrosos? —tercí, desviándome del tema principal por lo cuál habíamos empezado esa conversación.
Hodeskalle ladeó la cabeza para un lado y para el otro, dudando.
—Ya te expliqué que a él le preocupan sus enemigos. Estos no suelen ser humanos. Creo que, a pesar de lo que dije antes, nadie de tu familia duda de tu capacidad para defenderte de otros mortales. Si no, me habrían tenido aquí para seguirte mucho tiempo antes —explicó, apoyándose contra la pared del jardín—. La vez que fuiste por Jane, te seguí porque me preocupaba el vampiro, no sus captores.
Me crucé de brazos y cerré finalmente la puerta de mi habitación. Me alejé de él y deambulé por el jardín. Skalle me siguió, con las manos en los bolsillos, hasta que se recostó en una de mis reposeras, como si hubiese sol pleno con el cual broncearse.
—Esta bien, dejemos eso para otro día, porque ahora no viene al caso —dije, yendo de un lado para el otro, alrededor de mi pequeña piscina—. Necesito saber quién de mis amigas abrió la boca.
Skalle se quedó callado, viéndome. Me imaginé que debajo de la máscara estaba arqueando las cejas.
—Pensé que era obvio. Esa Emma no tiene muchas luces.
A pesar de que ya sabía que podía ser ella, me golpeó de todas formas. Por un lado, me alivió que no fuese Jane, porque éramos más cercanas, pero también me molestó no poder confiar en ella.
—¿A quién se lo dijo Emma? —pregunté, inspirando lentamente, para darme fuerzas.
—No tengo ni idea. Yo te sigo a ti, no a Emma.
—¿Entonces cómo carajos sabes que fue Emma? —casi grité.
Skalle se irguió y se llevó un dedo a los labios. Se me había olvidado que estábamos al aire libre y se me olvidó casi de qué estábamos hablando cuando tocó su boca. Tuve una oleada de deseo que interrumpí cuando él se sentó, sacando las piernas por el costado de la reposera.
—Porque Emma estuvo cuchicheando mucho hoy cuando no estabas con ella en la misma aula —explicó—. Vamos, conejita, no te enojes conmigo.
Tragué saliva y negué con la cabeza, más para salir de mi momento de ensoñación, que por disculparlo.
—Sí, tienes razón —dije, sin pensar demasiado. Lo vi levantar las comisuras en cuánto lo dije y me retracté al instante, antes de que se pusiera ególatra—. Me refiero a que no estoy enojada contigo.
Él siguió sonriendo de forma socarrona.
—Lo sé. Creo que ya me has perdonado completamente por lo de Elliot, así que puedes perdonarme por no saberlo todo.
Como le pegó el ego de todas formas, lo miré alzando las cejas.
—No estamos hablando de lo que le hiciste a Elliot —repliqué, acentuando cada palabra—. Estamos hablando de Emma diciéndole a la gente que yo compré las acciones de Bettensar. ¿Te das cuenta de que la mayoría creerá que la persona a quién quería ajusticiar era yo? ¿Y que él desapareció después de enfrentarme? Mis amigas ya saben que me fui tarde del examen, habrá personas dentro del edificio que me vieron salir a esa hora.
Hodeskalle se reclinó en la reposa otra vez. Cruzó las manos por encima de su camiseta y suavizó la sonrisa.
—Gian se marchó del examen cerca de treinta minutos antes que ti. Nadie sabía que estaba en ese estacionamiento. Las grabaciones de todo el lugar fueron borradas durante esa media hora. Las siguientes grabaciones datan de las 12 am, en las avenidas principales de la ciudad y en las carreteras principales de salida de la misma —dijo, sin pausa, pero con una tranquilidad absoluta—. Pruebas contra ti no habrá ninguna, conejita. Incluso aunque sus amigos supieran que tú compraste las acciones de su empresa.
Me mordí el labio inferior, conteniendo las ganas de decirle otra vez que tenía razón. Sin embargo, no podía estar tranquila. Aunque no existieran pruebas, la familia de él sabría que yo tenía sus acciones, se interesarían en saber porqué y tomarían nota de todos nuestros conflictos. Existían cientos de testigos de cada clase que compartimos durante un año. De alguna manera u otra, vendrían a indagarme. Y yo no quería tener nada que ver, quería desaparecer de la escena.
Me embargó una sensación de culpabilidad por huir de mis responsabilidades de forma tan descarada. No estaba siendo nada valiente ni estaba asumiendo las consecuencias de mis actos, pero no podía evitarlo.
—Conejita —dijo Skalle, llamando mi atención—. No tienes por qué estar asustada.
Tomé aire, pero cuando lo dejé salir, se me entrecortó la respiración.
—No estoy asustada. Más bien estoy preocupada de ser tan mala persona como para ocultar la muerte de un ser humano, al que su familia debe estar buscando. Estoy preocupada porque no quiero que ni siquiera me relación con esto. Maté a alguien y no puedo enfrentarlo —suspiré.
Se me escaparon algunas lágrimas y me di cuenta de que durante todo el día había estado reteniendo la angustia. Me volteé, para que Hodeskalle no me viera llorar, porque no me gustaba sentirme tan vulnerable, así, delante suyo.
—Conejita —susurró Skalle, con una nota llena de compasión. No me giré ni con eso—. ¿Tienes idea de lo que te hubiese hecho si no hubieses tenido sangre vampírica? Probablemente no estarías viva.
Apreté los labios y sorbí por la nariz. Había considerado ese detalle ya.
—Probablemente —admití.
—En nuestro mundo, todo es un ojo por ojo y un colmillo por otro. Eras tú o él —siguió, con tono calmo—. No deberías sentir culpa por haber preservado tu propia existencia.
Me quedé callada, sin poder decirle que me sentía un pelín mejor por su intento de consolarme. Además, tampoco pensaba admitir, de nuevo, que consideraba que tenía razón. Me forcé a apartar la culpabilidad.
—Es que... no sé qué voy a hacer si vienen a indagarme.
Se hizo otro silencio grande en el jardín, mientras buscaba entre mis opciones. No tenía experiencia con eso y me dolía necesitar más ayuda, más de sus consejos y palabras. En cualquier caso similar, habría consultado con mis tíos, con mi papás, con mis abuelos.
Mi única opción para hablar de todo eso era Skalle y también era el único que podía resolver cada uno de mis problemas.
Me giré lentamente, tensando las manos a medida que degustaba la idea en la lengua.
—¿Qué puedes hacer... tú por mí? —inquirí.
Skalle ladeó la cabeza, curioso.
—¿Por ti?
—Resuelve también todos los rumores —le pedí, cuidando mis palabras—. Te pagaré.
La sonrisa socarrona regresó en un instante. Aunque no podía verle todo el rostro, con eso era suficiente para saber lo mucho que estaba disfrutando mis palabras. Llevó los brazos detrás de su cabeza y cruzó las piernas.
—¿Qué te hace pensar que puedo hacer algo como eso?
Me mantuve derecha, controlando los temblores que sentía en las piernas, de pronto. Me olvidé en serio de la culpa que sentía por no querer enfrentar el asesinato de Gian.
—Eres Mørk Hodeskalle —repliqué—. No hay nada que tú no puedas hacer.
A través de la máscara, vi cómo me guiñaba un ojo.
—A tus ordenes, conejita.
Llegamos a 100k <3 Estoy super agradecida con ustedes por todo el apoyo y espero que a medida que avancemos con la historia sigan acompañándola. Al final, ¿será que podamos llegar a 150k antes de fin de mes? ¿O será mucho y estoy delirando? hahahaha
Gracias por motivarme tanto a escribir con todos sus comentarios, me hacen reír muchísimo.
Veo a mucha gente con dudas sobre la marcación, pero tranquilos porque todavía falta hablar bastante de eso. Si quieren saber ya, pueden unirse al grupo de Facebook "Destiners de Agharta", donde dejé una explicación sobre del tema. ¡No entren en pánico!
También, en este grupo, haremos un live para hablar de la historia. No dejen de seguirme tampoco en twitter e instagram porque planeo sorteos de mis libros publicados por Nova Casa Editorial por allí: /anns_yn
Memes del día de hoy:
Cómo hago yo las promociones:
Cómo las ven ustedes (by DayanaPortela):
¡Los veo en el capítulo 15!
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