𝐨𝐢𝐯. we were jet-set, bonnie and clyde
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04. WE WERE JET-SET, BONNIE AND CLYDE
real life
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AMBOS SE ESCABULLÍAN rápidamente entre los pasillos y escaleras del evento para no ser atrapados por Roy o alguien del círculo de Mary. Unidos de la mano, con el corazón rebosante de adrenalina; dos personas que acababan de conocerse y habían encontrado un momento vivaz entre sí.
Llegaron a destino, al garage. Todos salían desde ahí debido a la máxima seguridad. Se detuvieron por un momento y Tom comenzó a barrer el lugar con su mirada tratando de buscar su vehículo. Al encontrarlo, la sujetó de la mano y la guió hasta un Jeep negro.
Él decidió quitarse el saco y la corbata para deshacerse de la fachada elegante y sentirse más libre, y colocó las prendas dentro del baúl. Bajo el saco, su camisa blanca estaba con la mancha seca y algunos botones sueltos, revelando sutilmente su cuello, clavícula y el comienzo de la zona pectoral.
Los ojos de Mary se clavaron en Tom desde que lo captó sacándose el saco, perdiéndose en los detalles de su figura y gestos, distraída por el encanto natural de Hiddleston. Debió ser cosa del alcohol que aún perduraba en su anatomía, porque Mary dio un paso torpe hacia atrás, lo que la llevó a chocar directamente contra el costado de otro automóvil estacionado.
El sonido de la alarma a causa del golpe, rompió la atmósfera tranquila del garage, y Mary se tambaleó hacia adelante, sorprendida por la repentina interrupción del hechizo. Tom, que estaba a punto de cerrar el baúl del Jeep, se giró rápidamente al escuchar el ruido, con una expresión de preocupación, que se transformó en diversión, al ver a Mary luchando por mantener el equilibrio.
—¿Estás bien?— preguntó Tom, con una sonrisa divertida mientras se acercaba para ayudarla a recuperarse.
Mary sonrió, sus mejillas coloreadas por la vergüenza.
—Deberíamos salir de aquí antes de que alguien se de cuenta de que su auto está chillando.
En realidad quería decir que sí su hermano la veía saliendo con un desconocido, seguramente la ataría a los sillones del evento, pero prefirió evitarlo. Tom asintió y se situó frente a la puerta de copiloto para abrirla, con un gesto cortés hacia ella. Mary no pudo evitar sentirse especial y valorada, como si estuviera protagonizando una escena sacada directamente de uno de sus libros románticos favoritos.
Con elegancia y una reverencia leve de agradecimiento, Mary se deslizó dentro del auto, mientras Tom cerraba la puerta con suavidad. El interior del Jeep era acogedor y confortable, abundaba el olor masculino de la colonia de Hiddleston. Las mejillas de la fémina ardían. Tantas emociones en sólo minutos la estaban mareando.
Cuando el entró, el motor del Jeep cobró vida y la puerta fue abierta para ellos. Los hombres de seguridad controlaban la marea de paparazzis enloquecidos por descubrirlos. Sin embargo, gracias al cielo, los vidrios del Jeep eran blindados y pudieron pasar sin ser captados, dejando atrás el bullicio del evento y la alarma del auto que Mary habia golpeado.
La ciudad se extendía ante ellos, iluminada por los postes. Mientras Tom conducía dentro de las calles, Mary miraba por la ventana las estrellas que titilaban en la oscuridad del cielo nocturno, suponiendo que sería medianoche o tal vez un poco más. Luego, se giró para observarlo conducir y en sus venas parecía correr sangre hirviente.
Los salvajes ojos azules de Hiddleston miraban directamente hacia adelante, con el ceño levemente fruncido y... Dios, eso lo hacía lucir tan sexy. Sus manos apretaban el volante, moviéndolo con facilidad, sin esfuerzo.
Tal vez sintió la mirada de Mary, porque sonrió con un deje de arrogancia y volteó a verla por un pequeño momento antes de volver la vista al frente. Oh, Mary hizo una fuerza sobrehumana para controlar el impulso de abalanzarse sobre él.
—Bueno... —comienza Tom, desbloqueando su teléfono con una mano y alternando su vista al frente y al teléfono—. Dos famosos cansados de la fama, a medianoche y con un profundo deseo de vivir la vida como personas normales... Entonces, ¿a dónde vamos, señorita Stone?
Debía calmarse. No podía dejar que el alcohol tomara posesión completa sobre ella. Las cosas estaban yendo bien de esta forma, entre el coqueteo discreto y el misterio. El viaje se sentía como si volaran dentro de un sueño y no pudo evitar preguntarse si llegarían lejos después de esta noche.
¿Sabía él las cosas que los paparazzis decían sobre ella? ¿Pensaría que tienen razón? ¿Habrían sirenas en los latidos de su corazón advirtiéndole que ella tal vez no era una buena idea?
Estaba divagando. Mary parpadeó varias veces cuando él la observó de nuevo con esa sonrisita, expectante por una respuesta. Miró hacia el frente para poder concentrarse en una respuesta e hizo una lista en su cabeza con los lugares que ella conocía para tener algo de libertad.
Había uno en específico, uno que era como su lugar seguro y secreto...
—Conozco el lugar perfecto —responde Mary suavemente, mientras Tom abría el GPS de su teléfono y se lo alcanzaba a ella. Mary tecleó la dirección rápidamente—. ¿Supongo que conoces el Luna Park en Coney Island?
Ella dejó el teléfono de él en el trípode que estaba enganchado al auto y lo acomodó para que él pudiera ver correctamente.
—¿Un parque de diversiones? —Levantó ambas cejas—. ¿No estará cerrado a esta hora?
Mary le dedicó una sonrisa traviesa.
—Tengo mis maneras.
Él soltó una risita.
—¿Son ilegales?
—Creo que no.—Ella se acopló a su risita—. Hablando de cosas ilegales, ¿no se supone que no deberías conducir?
—En realidad no llegué a beber nada de alcohol, terminó todo en mi camisa.
—No me dejaras superarlo, ¿verdad?
—No —dijo en tono burlón, mientras la miraba por encima del hombro.
Esa sonrisa era definitivamente letal. Seguro era la que terminaba por atrapar a todas las chicas.
De repente, la ebriedad hecha persona, habló.
—¿Haces esto con muchas chicas?
Eso sonaba mejor en la cabeza de Mary. Era un pensamiento, no algo que debía decir, pero de todas formas se sintió curiosa por la respuesta. Él se volteó con las cejas levantadas. Lo tomó desprevenido, eso seguro.
—¿Qué te hace pensar eso? —Inquirió con el entrecejo fruncido, curioso—. Sinceramente, eres la primera mujer con la que estoy a solas en bastante tiempo.
—¿En serio? —Preguntó incrédula—.¿Tú?
—Sí, yo.
—Es que eres muy irreal —explicó Mary—. Normalmente los irreales están ocupados.
Él sonrió ampliamente, parecía sonrojado.
—Bueno, yo no lo estoy... hace rato —respondió, la luz de la ciudad iluminando sus apuestos rasgos—. ¿Y tú?
—Llevo sola cinco meses —dijo ella, como si fuera un record del que estaba orgullosa.
Tom la observó y sus rasgos se suavizaron inmediatamente. Extendió una mano y frotó ligeramente la de Mary, su toque repentino enviando escalofríos por todo el cuerpo de la fémina. No sólo la mareó el tacto, sino también el caer en cuenta que la estaba mirando con compasión, cómo si supiera el motivo por el que estaba soltera hace cinco meses.
Él sabía.
—¿Rompiste con un idiota?
Mary lo observó cómo si estuviera viendo un unicornio. Los ojos cerúleos le brillaban. ¿Era real? ¿Acaso él no pensaba que ella era la perra y le estaba preguntando si tomó la decisión porque Edward era un idiota?
Ella sonrió ante la realización. Efectivamente Tom no estaba juzgándola como el resto del mundo.
—Sí —respondió, sintiendo una confianza aliviante—. Rompí con un idiota.
—Lo siento mucho. —Se removió un poco en el asiento. La miró por un breve instante antes de soltarla y volver a tomar el volante con ambas manos para efectuar un giro—. No perdiste nada, ¿sabes eso?
—Si lo sé —Agachó la cabeza, jugando con sus anillos—. Necesito más alcohol si vamos a tener esa conversación.
Tom se ríe de forma nasal y niega con la cabeza. Probablemente pensando que Mary es un caso. Y uno entretenido.
—Tengo una idea —añadió ella de repente—. Es un poco loca pero... ¿qué tal si vamos a una tienda a comprar champán como si fueramos dos personas normales?
Mary apostaba que se echaría para atrás ante la propuesta.
—¿Supongo que entramos y fingimos demencia?
—Exacto.
—Estimo que tendremos diez minutos hasta que el cajero o algún cliente les diga a todos que Mary Stone y Tom Hiddleston están ahí, así que... debemos ser rápidos.
Mary disfrutó el hecho de que él quiera adherirse a la hazaña.
—Estaremos a salvo en menos de cinco.
Tom redujo la velocidad del coche, entró a un pequeño aparcamiento de una tienda y apagó el motor. Mientras ambos salían del coche y caminaban a la tienda, el corazón de Mary latía desbocado. Se sentía tan emocionada y temerosa. No recordaba la última vez que se había arriesgado tanto.
Entraron a la tienda y Tom le extendió la mano. Mary se unió con él y miró a su alrededor, notando que varias personas dejaban la vista de sus compras para señalarlos y observar fijamente cada uno de sus movimientos. Se puso nerviosa de un segundo a otro. Sin embargo, cuando vio a Tom, este parecía imperturbable. Los ojos de él paseaban por las góndolas mientras la guiaba por los pasillos. De repente, se detuvo con una sonrisa satisfecha frente a una heladera con botellas y sostuvo una entre sus manos.
—Aquí está. Este es el mejor Champán del universo —dijo él con toda calma. De verdad actuaba como alguien normal. Mary se quedó mirándolo por un largo rato hasta que empezó a reírse de los nervios, contagiandolo a él también—. ¿Qué? ¿Qué dije?
—Lo siento, lo siento —respiró profundo, sosteniéndose del brazo de él—. Dame un minuto.
Cerró los ojos y Tom la esperó con curiosidad. Ella se mentalizó para entrar en el juego de fingir, tomándole de la mano libre. Abrió los ojos y sus miradas se encontraron. La mirada de él le preguntó si estaba lista y ella asintió. Así que ambos empezaron a caminar y ella hizo caso omiso al mundo, como si no notara el escrutinio de la gente al salir de las góndolas.
La cajera apenas puede contenerse. Se le notaba el sudor y sus manos temblando cual gelatina. Mientras escanea el champán y un chocolate que Tom agregó a último momento, la mujer seguía tan abstraída en ellos, que el chocolate se le cayó al suelo. Lo levantó y pidió disculpas nerviosas a la vez que guardaba todo en una bolsa de papel.
—No hay problema —le dijo él con amabilidad a la vez que pagaba con su tarjeta y sostenía la bolsa.
—¿Pueden darme un autógrafo?
Ambos asintieron y la cajera se apresuró en sacar papel torpemente del rollo de tickets. Firmaron presurosos, puesto que la gente ya comenazaba a aglomerarse alrededor, y salieron.
—¡Gracias! —dijo Stone a la cajera, atravesando la puerta junto a Tom.
La gente de afuera también los miraba y murmuraban. Y los clientes que estaban adentro comenzaban a salir. Eran como depredadores que se iban preparando para cazarlos en manada. Daban miedo.
Entonces, iniciaron el festín. La gente sacó sus teléfonos y el ambiente se llenó de flashes.
—Graba esto —masculló Mary, levantando el dedo medio hacia uno de los teléfonos, haciendo que la multitud empiece con sus murmullos negativos. Tom estaba sorprendido por su audacia, pero no pudo evitar reírse.
Llegaron al Jeep y subieron rápidamente para salir de allí antes de que la situación se ponga intensa y sin salida.
—Ya puedo ver los tabloides de mañana —dijo Mary, abrochándose el cinturón—. «Tom Hiddleston y Mary Stone: un hombre educado y una mujer grosera».
—La combinación perfecta —agregó él, encendiendo el motor e incorporandose nuevamente a las calles—. Creo que vamos a romper internet.
No estaban muy lejos del parque. El GPS indicaba cinco minutos, los cuales pasaron en un santiamén gracias al ping-pong coqueto de ambos.
Tom giró el coche a la izquierda, tejiendo hábilmente entre el tráfico. Al doblar la esquina, Mary notó el parque de atracciones a lo lejos y una sonrisa emocionada se dibujó en su rostro automáticamente.
—Okay, este es el contexto —explicó Mary, mientras él estacionaba—. Hay un guardia de seguridad diurno en la entrada del parque que es uno de mis guardaespaldas de confianza. Durante este tiempo que necesité a solas, venía a pasar el rato cuando no quería pensar. Estamos a salvo aquí.
—¿Entonces es un lugar especial para tí?
—Podría decirse que sí... —Mary titubeó por un momento, sus ojos brillaban con recuerdos que la transportaban a tiempos más oscuros.
Tom asintió con comprensión y le devolvió la mirada con calidez, captando la profundidad de los sentimientos de Mary hacia el lugar.
—En ese caso, espero que estés lista para hacer nuevos recuerdos aquí —dijo él, fijando la vista en ella. Haciendo que las mejillas de la fémina ardan.
Cuando al fin pudo desprender sus ojos de ella, salió del auto para rodearlo y abrirle la puerta, mostrando nuevamente su cortesía y atención.
—Gracias —dijo Mary, con una sonrisa suave mientras salía del auto.
El aire fresco del ambiente envolvió a Mary. La noche estaba tranquila, solo interrumpida por el suave zumbido de las atracciones y el rumor distante de la ciudad.
Tom y Mary caminaron juntos hacia la entrada del parque. A medida que se acercaban al guardia de seguridad, Mary le dio un breve saludo y una sonrisa amistosa, confirmando su conexión con él. Luego presentó a Tom y al guardia, quienes se saludaron con un apretón de manos.
—¿Que haces aquí, loca? —bromeó el guardia, con acento español—. ¿Y con Tom Hiddleston? ¿No tenían un evento hoy?
Mary se encogió de hombros.
—Estaba aburrido —respondió ella sin más—. ¿Crees que podríamos entrar?
—Podrían usar todo el maldito parque si quieren, solo no le digan a mi jefe sobre esto —dijo con picardía, abriéndoles el portón.
—Somos una tumba.
Ella sujetó la mano de Tom y comenzó a guiarlo al interior, mientras él susurraba un rápido "gracias" al guardia de seguridad.
—Esto es ilegal —dijo Tom en tono jocoso, observando todo el parque.
—No creo que sea ilegal.
—Es propiedad privada con un guardia corrupto —explicó después de una risita—. Es ilegal.
—Bueno, tal vez un poquito.
—¿Qué tal si probamos tu puntería? —Se inclinó hasta el oído de Mary, señalando los puestos de tiro al blanco—. Siento que beber mientras le disparamos a tableros puede ser divertido.
—Eres bueno en esto, Señor Hiddleston.
—Tengo mis formas. —Sonríó, guiñándole un ojo.
Tom posicionó la botella lejos de ella y descorchó el champán al primer intento.
—Salud —dijo él, ofreciéndole la botella.
—Vamos a beber directamente de la botella como personas normales, esto es genial.
Mary tomó un trago y Tom la contempló mientras bebía, percatandose de que parecía estar disfrutando del champán como si fuera un elíxir divino. Con el calor del alcohol llenando su cuerpo, Mary empezó a sentir la oleada de energía y euforia nuevamente, y se encaminó hasta uno de los puestos.
—¿Listo para perder? —bromeó, inclinándose en el mostrador para agarrar dos armas falsas, ofreciéndole una.
Tom la recibió y sonrió con picardía.
—Yo nunca pierdo.
Se posicionaron frente a los puestos de tiro al blanco, con las armas de juguete en mano. Las luces iluminaban sus rostros como el fuego de una chimenea. Mary apuntó con una sonrisa desafiante en el rostro, mientras Tom se volvía su espectador.
El sonido del disparo resonó en el aire, seguido de un ligero chasquido cuando la flecha de succión golpeó el blanco. Mary logró acertar en el centro, ganándose una mirada impresionada de Tom. Él tomó su turno con confianza, apuntando con precisión y disparando con la elegancia que lo define. La flecha de succión golpeó el blanco, aún más cerca del centro que el de Mary.
Estuvieron así por un largo tiempo, bebiendo, riendo y cada uno tratando de superar al otro. Finalmente, llegó el momento decisivo. Ambos apuntaron al último blanco. Mary disparó primero, logrando un tiro sólido pero no perfecto. Tom tomó su turno con calma, ajustando su posición ligeramente antes de disparar. La flecha de succión voló directamente al centro del blanco, coronando su victoria. Con una sonrisa triunfante, Tom levantó las manos, mientras Mary se unía a él con una risa escandalosa.
La siguiente atracción fue la casa de espejos. Ambos estallaron en risas al ver sus movimientos y versiones distorsionadas de sus reflejos, transportándolos a una sensación jovial, antes de que todo se volviera tan serio y complicado. Sentían que estaban en su propio mundo, donde todas las reglas de normalidad y civilidad habían sido dejadas de lado para una noche de pura libertad.
Él era de ese tipo de personas que irradian confianza y calma, que te hacen sentir instantáneamente cómoda y segura. Y Mary en confianza era un ser completamente aleatorio, que permitía sacar tu lado fresco y salvaje.
Mary sujetó la mano del contrario y lo arrastró hacia “El Acuario”. Una habitación con luces tenues y un aparato que proyectaba el océano con algunos peces pequeños. Todo el espacio estaba iluminado con un suave tono azul y se escuchaba una música ambiental en volumen muy moderado. Se sentía como si estuvieran bajo el agua, rodeados por un mar de coloridos corales y hermosos peces. La ilusión era tan creíble. Tom se quedó allí, mirando con asombro, entendiendo porqué ella amaba tanto el lugar.
—Esto es tan agradable... —Expresó.
Él se volteó para verla disfrutar del lugar. Y ella lo notó, por lo que le devolvió la mirada. Todavía seguían tomados de las manos, no duraban mucho sin tacto. La electricidad entre ellos se intensificaba con cada segundo, hambrienta por más interacción.
—¿Sabes? No tuvimos la oportunidad de bailar en el evento —dijo ella.
—Es cierto, no lo hicimos. —La tenue iluminación del acuario hacía que sus ojos se volvieran más atrapantes. Él extendió la mano con una leve reverencia—. ¿Me concedería está pieza, señorita Stone?
Mary se sintió hechizada nuevamente.
—Por supuesto —dijo ella, colocando su mano sobre la palma masculina.
Cuando ambos se unieron para bailar, cuando sintió la mano de él rodeando su cintura, pegándola a su cuerpo, fue como si el tiempo se hubiera detenido. Desde que lo conoció, Mary sintió que la negatividad que profesaba el mundo y que la había perseguido tanto tiempo, ya no tenía importancia.
Las luces hacían que los ojos del masculino se vieran de un claro especial. Podría acostumbrarse a esto, a mirar sus ojos para siempre y nunca cansarse. Había una profunda conexión con él, una carga magnética que la atraía implacablemente.
Aunque apenas se habían conocido, era como si se hubieran reencontrado después de haber estado juntos en alguna vida pasada.
—Entonces... —empezó él, dejando la oración en el aire.
—¿Entonces...?
—¿Es esto una cita?
—¿Tú que crees?
—Yo diría que sí. Quiero decir, hemos escapado juntos de una fiesta para comprar champán en una tienda a mitad de la noche. Luego lo bebimos en un parque de diversiones y ahora estamos bailando en un acuario ficticio. Suena como una cita para mí.
Mary soltó una risita.
—¿No dijeron los más sabios: «no te apresures en las cosas?»
—Eso puede ser cierto, pero ¿dónde está la diversión en ir despacio?
Una oleada de emociones se produjo en el pecho de Mary al escuchar las palabras.
—Apenas nos conocemos... —dijo ella con una voz poco audible.
—No sé tú, Mary, pero yo me siento más cómodo contigo que con personas que he conocido durante años.
Por un momento, su mente se puso en blanco y simplemente lo miró con una mezcla de sorpresa y fascinación, mientras continuaban moviéndose lentamente. La conexión era electrizante y parecía recíproca. Stone se sintió aliviada y ansiosa al entender que no era la única que quería vivir las emociones a pleno, sin las restricciones de reglas lógicas como lo era el tiempo.
Mary iba por la vida a lo loco, como un Ferrari, más aún en el amor. Y sentía que había encontrado alguien con el mismo ritmo.
Los ojos de Tom buscaron su boca y el corazón le empezó a latir más rápido.
—En ese caso, quizás esto va a golpear de manera diferente.
—Quizás tengas razón.
Tom se acercó más y Mary tuvo un irresistible impulso de besarlo sin esperar otro segundo. Se contuvo, mordiéndose el labio inferior.
—¿No tienes miedo?
El aire está cargado de tensión. Él miró el gesto de Mary por un momento largo antes de volver a encontrarse con sus ojos.
—¿Miedo de...? —Inquirió Tom. La voz de él es suave y casi un susurro
—Ya sabés, por... tener interés en mí.
Los dos estaban tan cerca que todo lo que los separaba era el espacio más pequeño posible. Los labios apenas formando un roce imperceptible, como si la tensión fuera la fuente de sus emociones. El momento es embriagador y parece que el mundo entero, junto con sus reglas, se reduce a solo ellos dos. La gravedad comenzó a volverse demasiado.
—Creo que es más emocionante que aterrador —dijo él, con una sonrisa ladina que la terminó por atrapar.
La noche no termina acá chiquis, todavía está en pañales 😏 sigue en el próximo capítulo sisi
No olviden comentar y votar así se que les está gustando y motivan a seguir❤️
Tampoco olviden leer el punto de vista de Connie y Emma en Delicate y Back to December de illicitvaders y redwinterton !!✨✨✨
xoxo, lexy
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