Con el sol pegando fuerte sobre su cabeza y ejércitos enteros de mosquitos volando cerca de sus brazos y piernas descubiertas, él no pudo hacer más que preguntarse qué hacía ahí.

En otros tiempos... De hecho, unas pocas semanas atrás, él hubiera rechazado cualquier actividad al aire libre, muchos más si está actividad consistía en caminar por horas a través del bosque solo para dormir en el piso de una tienda de campaña y almorzar comida enlatada.

Sí, él era esa clase de chico aburrido, de lentes y encorvado, y seguiría siéndolo, esto era solo una pequeña interrupción de su rutina, un evento que nunca volvería a repetirse, una molestia pasajera causada por sus nuevos "amigos".

Mientras caminaba no podía pensar en nada más que en la pacífica vida que lo esperaba cuando la farsa de acampar terminara. Su habitación con aire acondicionado, wi-fi y videojuegos. El paraíso. Su mente divagó todo el camino, ignorando las alegres conversaciones a su alrededor.

Por fin llegaron al lugar, un sitio sin nada de especial, cubierto de hierba, tierra y un olor extraño del que era mejor no conocer la procedencia. ¿Era demasiado tarde para huir? Su mente se llenó de quejas internas que nunca se atrevería a pronunciar, pero que lo hacían sentir superior de algún modo.

Una vez armadas las carpas, se recostó en el interior de una de ellas, la mochila como almohada. Estaba agotado. Quería descansar, sus "amigos" tenían otros planes,  agarraron un par de cosas de las maletas y empezaron a alejarse, él se alegró por medio segundo de que lo dejaran solo, luego se dió cuenta de que eso no iba a pasar. Lo llamaron a seguirlos.

Antes de darse cuenta ya estaba en medio de un partido de fútbol teniendo como objetivo principal el no humillarse a sí mismo. Sus intentos de lograrlo fueron inútiles. Durante la primera mitad de partido, se cayó, tropezó y mostró su total falta de habilidades físicas pasando más tiempo tirado sobre el barro que con el balón en sus pies. Y ya perdido el primer objetivo, decidió enfocarse en el segundo, marcar un gol. Y aunque igual pasó más tiempo en el piso que jugando, sí logró ese objetivo. Marcó un gol de pura suerte, y sus "amigos" lo festejaron de la manera más exagerada posible, no pudo sino reír.

Y el partido fue solo el inicio. Mientras hubo sol el grupo no se quedó quieto, siempre cambiando de un lado a otro, de actividad en actividad, de juego en juego, y al final del día él no tenía una uña que no le doliera.

Llegó la noche y con ella el observar las estrellas. Todos acostados en círculo muy cerca unos de otros con los ojos puestos en la infinidad del cielo nocturno. Y antes de dormir una amigable charla, la mejor que él había tenido en años.

Y cuando las luces se apagaron, él se encontró acostado en el piso de una tienda de campaña, completamente agotado y adolorido, con quemaduras de sol y picaduras de mosquitos por todo lado, y con la sensación de que su nuevo grupo de amigos no era tan malo en realidad, y que este era solo el inicio de algo mucho más grande.