Secreto 9- Mi compañero de tren.
— Me gustas, Lio— la exclamación de la chica me hizo mantener mi expresión neutra.
— Lo lamento, pero en serio no estoy interesado— afirmé rotundamente— Espero que la próxima vez que te guste alguien te vaya mejor. Ahora, me voy.
Sin dejar que dijera nada más, camino lejos del patio trasero de la escuela. Contrario a mi carácter afable y risueño, que me había ayudado a ganar el corazón de mis compañeros y el título de uno de los chicos más populares, me tomo muy en serio los sentimientos de los demás.
No detengo mi paso hasta llegar a los vestuarios, entré al equipo de fútbol desde que empecé en primer año la preparatoria, los deportes siempre me habían gustado y me sentí bienvenido desde el inicio, pues soy buen jugador central.
Entro y voy directo a mi taquilla, me quito el uniforme escolar, que consiste en pantalones azul prusia, una camisa blanca, corbata negra y un blazer a cuadros verdes con fondo negro. Un asco, pero la escuela es una de las mejores y asegura buenas oportunidades en universidades, así que no me quejo. Me pongo el uniforme de deporte, azul con bordes verdes, se supone que tenemos una chaqueta de equipo, pero solo podemos usarlas durante la temporada de encuentros oficiales.
Tomo la liga para el cabello que tengo en la taquilla y me detengo a mirarme en el pequeño espejo que mi madre me regaló cuando decidí dejarme el cabello algo largo. Cuando logro atar esa mata ondulada de color zanahoria repaso mi imagen, mi cabello es muy llamativo, mi rostro tiene rasgos finos que resaltan con mis expresiones afables, mis ojos son café claro y tengo ligeras pecas por encima de la nariz y mejillas. De no ser por mi estatura y músculos, estoy seguro que podría pasar por una chica.
Cierro la taquilla y me siento en el banquillo a cambiarme los zapatos, en mi mente sigue dando vueltas el recuerdo de hace algunos años, tenía 13 y decidí confesarme a un chico que me gustaba, obviamente me rechazó, pero me dijo que aprendiera del dolor que sentía y que cuando creciera, tomara en cuenta la responsabilidad que conllevaba rechazar a alguien de forma madura, una palabra errónea y podías hacer mucho daño.
He visto a mi madre llorar incontables veces por sus noviazgos fallidos, detestaría hacerle algo así a alguien, así que es comprensible que sea serio con el tema.
Desearía simplemente enamorarme, sigo pensando que si me enamorase ya nadie se me confesaría, a fin de cuentas, andar de la mano con un chico por todas partes ayuda a que las chicas dejen de perseguirte, pero no es algo que pueda hacer de forma casual, por el contrario, solo lo haré el día que finalmente me enamore.
Las voces de mis compañeros de equipo me distraen, empiezan a entrar en manada al vestidor y los veo sorprendidos de encontrarme ya aquí. Nos saludamos con vagas palabras y palmadas en la espalda o los hombros. Todos empiezan a cambiarse y yo permanezco sentado. Andrés, mi mejor amigo desde que entré en la preparatoria, se me sienta al lado para ponerse los zapatos y me mira con una sonrisa cómplice.
— ¿Y bien? ¿Nada que contarme?— pregunta insinuante y yo volteo los ojos, por supuesto que Andrés sabría que Laura se me confesaría, de alguna manera él sabe todo.
— No, nada— aseguro y veo como su expresión cambia.
— Amigo, no te entiendo— dice negando con la cabeza y finalmente el entrenador nos llama para entrenar.
Fueron dos horas agotadoras y puedo asegurar sin miedo que el entrenador debe ser familia de algún famoso tirano de la humanidad. Al terminar estamos tan cansados que solo nos metemos en las duchas, nos vestimos nuevamente y vamos a casa.
Camino hasta la estación del metro, a esta hora suele estar bastante desocupado, así que apenas logro subirme veo un asiento disponible. Pasan dos paradas hasta que el aburrimiento me vence, no es costumbre que yo preste atención a quienes me rodean, pero sin nada mejor que hacer decido observar a los demás, hasta que mis ojos se quedan fijos en él.
El chico acaba de entrar en esta parada, viste con un uniforme bastante diferente al mío, su pantalón es a cuadros amarillos y carmelitas claros, camisa blanca, blazer rojo vino y sin corbata, debajo del blazer está usando una sudadera gris con capucha y su cabello negro que sobresale por su frente está tapado con esta. Trae audífonos y no sé qué pueda estar escuchando, pero obviamente está concentrado.
Se sienta en frente de mí, no quiero ser pesado, así que mi vista divaga por entre las personas inevitablemente volviendo hacia él cada pocos segundos. Trazo con mi mirada su cuerpo, es más menos de mi estatura, aunque más delgado, rasgos faciales casi nada marcados y profundas ojeras bajo los ojos. Se ve cansado, pálido y sin embargo estoy casi babeando, me parece increíblemente guapo.
Con malos intentos disimulados hago el transcurso del viaje en silencio y prácticamente acosándolo con la mirada, pero él parece distraído en su música y no me presta atención. Cuando llega mi parada él no ha bajado todavía y me salgo del tren meditando si será posible volver a verle. Esa interrogante me caza durante la noche, haciendo que apenas si pueda dormir, así que en la mañana prefiero tirar el despertador contra el suelo antes de pensar en despertar.
Claro que mi madre tiene otros planes, así que luego de una jarra de agua fría en la cabeza y dos gritos, me levanto frustrado y me apresuro. Llego a la estación con segundos apenas para lograr subir, pasando las puertas del tren cuando casi estaban cerradas.
Jadeando, me apoyo con mis manos en mis rodillas y espero a normalizar mi respiración, pasados unos minutos vuelvo a tener total control de mi cuerpo y me adelanto hacia un asiento. Sin prestar mucha atención, paso la mirada por alrededor, pegando un brinco al ver al chico de la tarde anterior sentado nuevamente en el asiento de enfrente, aunque esta vez está dormido.
Habiendo casi nadie alrededor, me tomo la libertad de admirarlo tanto como deseo, la noche anterior no pude detallar bien sus preciosos labios rosados y anguloso rostro. Sus ojeras están más marcadas y por algún motivo esto le da un aire adorable.
Poco antes de su parada él se despierta y yo me fuerzo a mirar para otro lado, fallando y volviendo hacia él por momentos. Para cuando llego a la escuela, estoy flotando en una nube y a lo largo del día varias personas que me preguntan qué me pasó. No respondo, me limito a sobrevivir a través de las clases y el entrenamiento, saliendo disparado de la escuela cuando termino mis actividades.
Corro tanto como mi condición permite, para llegar al tren con tiempo, logro volver a ocupar el mismo asiento y espero las dos paradas correspondientes. Al verlo entrar, una sonrisa inevitable cruza mi rostro, una vez más está fijo en la música de sus audífonos y yo vuelvo a dejar que mi mente se desconecte y se limite a mirarlo. Esto se repite diariamente, convirtiéndose en parte de mi horario, durante dos meses enteros se mantuvo de esta forma.
A veces él también me miraba, su mirada oscura quedaba suspendida con la mía durante un tiempo indefinido, hasta que él volvía a bajar la vista y no la subía de nuevo. Nunca intercambiamos palabras, solo miradas que no estoy seguro qué significaban, pero me mantenían los días alegres y muchos en la escuela comentaban que se debía a que andaba enamorado.
¿Enamorado? ¿Podías estar enamorado de alguien con quien no habías compartido ni una conversación? No lo sé, sinceramente tampoco me interesa, disfruto de lo que pasa y listo. No sirve de nada complicarme pensando cosas de ese tipo.
— Lio, ¿me estás escuchando?— pregunta Leo, mi primo. No es que nos parezcamos en mucho, nuestras actitudes son totalmente diferentes y más allá de que ambos tenemos el cabello rojo, aunque en distintos tonos, no tenemos más en común, pero nos llevamos bien desde siempre.
— Me estás diciendo que la Universidad te tiene cansado, que deseas poder terminarla pronto y que te molesta no poder pasar tiempo con Marcos— repito cansinamente.
Marcos es el novio de Leo, con él me llevo de maravilla porque ambos nos parecemos bastante en nuestro carácter y forma de actuar. Lo conozco de toda la vida, originalmente era el amigo de infancia de mi primo y prácticamente me vieron crecer, pero hace tres años Leo finalmente hizo su jugada sobre Marcos y ambos empezaron una relación.
Cuando me lo contaron, me limité a declarar un sonoro “Al fin”, era obvio que la relación de ellos dos era de todo menos de amigos, aun cuando Marcos se haya tomado su tiempo en notarlo. Para disgusto de mi primo, fueron a Universidades diferentes y habiendo grandes períodos donde ambos no se veían.
— Está bien, parece que sí escuchabas— comenta y le da un trago a su gaseosa— Por cierto, ¿tu escuela no estará haciendo el festival cultural y deportivo?— pregunta curioso.
— Sí, dura de viernes a domingo, han unido ambos festivales porque afecta menos al horario de clases, con los de cultura y los de deporte haciendo todo en los mismos tres días— informo luego de bajar considerablemente el contenido de mi malteada.
— Marcos estará aquí este fin de semana, quizás pueda llevarlo a tu festival como una cita— sé que no me está pidiendo permiso, pero Leo es muy educado y le gusta informar de antemano si va a invadir la privacidad de alguien de alguna forma.
— Estaría bien, creo que les puede gustar— aseguro.
— ¿Qué estarás haciendo tú?
— Estaré con el Club de fútbol, haremos partidos amistosos que ya teníamos programados contra la escuela del Norte— comento.
— Deberías de invitar al chico que te tiene mirando mariposas en el agua— afirma y yo entro en una crisis de tos al casi ahogarme con un trago de malteada, Leo se levanta y me da palmaditas en la espalda, riéndose.
— ¿De qué hablas?— pregunto atónito.
— Lio, te conozco— dice volviendo a sentarse— sé que alguien te tiene embobado, lo que no sé es por qué no has hecho nada al respecto.
— Nunca he hablado con él— confieso, sabiendo que negarlo no servirá de nada.
— ¿Y? Usa esto como excusa, puedes invitarlo casualmente— su rostro muestra una expresión resuelta que me hace reír, para Leo estas cosas son fáciles, irónico considerando el tiempo que le tomó iniciar algo con Marcos— No se te ocurra echarme en cara lo de Marcos, sabes que yo tenía que esperar a que él estuviese preparado para asimilar su sexualidad.
— Lo sé— admito— pero yo ni siquiera sé si este chico está interesado.
— Pues que mejor manera de averiguarlo— afirma y yo solo río una vez más.
Luego de ese desastroso encuentro familiar, paso el resto de la tarde y noche del domingo dándole vueltas a la sugerencia de Leo. Realmente no tengo nada que perder y de cualquier forma, si me rechaza puedo dejar de lado mi obsesión.
Al final, es lunes, estoy parado esperando el metro y todavía no tengo una decisión tomada. Sé que si no lo hago ahora, no lo haré, el resto de la semana no volveré a coincidir con él en el metro, en la mañana tendré los entrenamientos matutinos y luego de las clases pasaremos tiempo extra decorando la escuela, saldré dos horas después de mi horario usual y entraré media hora más temprano.
El metro se detiene y abre sus puertas, siento mi pulso dispararse cuando entro y lo veo sentado donde siempre, camino hasta mi asiento usual evitando mirarlo, pero al sentarme, mi mirada desobedece a mi consciencia. Me quedo de piedra unos instantes, él también me está mirando.
Hoy lleva una sudadera marrón y su cabello no cae tapándole parte de la cara, sino que está acomodado a un lado. Los minutos pasan mientras el tren avanza y aun sin decir nada puedo notar que algo estamos comunicando, las personas entran al vagón y nosotros permanecemos observándonos mutuamente, rompiendo la densa conexión meramente para pestañear.
Cuando el tren para y noto que es su bajada, siento como si mi alma hubiese vuelto a mi cuerpo. Él rompe el contacto visual, engancha su bolso a su hombro y camina hacia la puerta. Sé que es mi oportunidad, no tengo idea de qué decir y a último momento decido no decir nada. Me levanto como un resorte del asiento y corro hasta alcanzarlo, mi mano se cierra en su muñeca y él voltea a verme con confusión. Por favor, que esto salga bien.
El tiempo apremia, así que antes de poder perderme en sus ojos abiertos de la impresión, deslizo en su mano un folleto del festival escolar de mi escuela y lo suelto. Las puertas comienzan a cerrarse así que él se apresura a saltar fuera del tren y ambos nos quedamos mirándonos mientras el tren me lleva lejos de él. Por favor, que él asista.
La semana pasa pesarosa, Leo llamó para confirmar que iría con Marcos el sábado y me preguntó si logré invitar al chico que me gusta, así que luego de contarle lo sucedido, aguanté media hora de bromas y risas, además el entrenador nos exigió el doble en los entrenamientos por una disputa sin resolver entre él y el entrenador del equipo contrario.
Los trabajos de decoración posteriores a las clases fueron agotadores, cargamos las maderas para montar los puestos de venta en los jardines, movimos mesas y preparáramos la casa del miedo, para cuando llegaba a casa apenas tenía tiempo de pensar en mi estúpida invitación al festival.
El primer día de festival pasa atronador, muchas personas se presentan, mayormente universitarios, adultos y familiares. Logramos ganar el partido contra la escuela del Norte, así que nuestro entrenador estuvo de un ánimo radiante el resto del día, mi mamá también asistió y estuvo gritando desde las gradas para animarme, la verdad es que no lo pasé mal.
Sin embargo, ya es sábado, estoy a menos de diez minutos de empezar el juego y mi mente es un desastre. Ayer puedo justificar que no haya venido con que tuvo escuela, pero hoy ya no tengo como engañarme a mí mismo. El partido comienza y hasta yo soy consciente de mi pésimo desempeño, antes del segundo tiempo, el entrenador decide ponerme en la banca, alegando que tengo que despejar la mente. Terminamos perdiendo.
— Lio— la voz de Marcos llama la atención entre la multitud, ya me he cambiado al uniforme, solo que esta vez uso la chaqueta deportiva.
— Hola, me alegra que vinieran— les saludo, mirando también a Leo que viene tomado de su mano.
— Díselo a tu cara, parece no enterarse— comenta mordaz y Marcos le da un codazo en las costillas.
— Perdónalo, a veces es insensible— dice Marcos con una sonrisa.
— Está bien, estoy acostumbrado— afirmo decaídamente.
— Supongo que él no vino— adivina Leo y mi rostro lo dice todo— De allí que jugaras tan mal. Oye, no es algo por lo que deprimirse, si al final el chico no está interesado, no hay nada que hacer. Pasa página y sigue adelante.
— Lo sé, pero es más difícil de lo que suena— admito derrotado.
— Lio— habla Marcos, poniéndome una mano en el hombro— la persona que eventualmente escojas, será alguien grandioso que compartirá todo contigo, no tienes que apresurarte, solo no te rindas. La vida es una prueba de fallo y acierto.
— Gracias— mi voz sale más suave, como si finalmente se hubiese despejado esa neblina que me estaba consumiendo— ¿Les enseño el lugar?
— De hecho estudiamos aquí, ¿recuerdas? Fue en la azotea donde…
— El punto de Leo— interrumpe Marcos, poniendo una de sus manos sobre la boca de mi primo— es que conocemos la zona.
— Al parecer la azotea es un sitio tradicional para parejas gay en este lugar— comenta Leo luego de que yo asienta con la cabeza, riéndome del espectáculo de ambos, cuando tanto Marcos como yo le miramos interrogantes él prosigue— cuando estábamos todavía estudiando aquí, por los pasillos circulaba la historia de unos chicos que se graduaron el año anterior a que nosotros entráramos, los rumores decían que ellos habían comenzado su relación después de un beso candente en un aula, el cual continuaron en la azotea luego de que uno de ellos saliera corriendo de la clase.
— Pues quizás debería de subir yo de vez en cuando, a ver qué pasa— comento con gracia, yo también he escuchado ocasionalmente las historias de las dos famosas parejas gay de la escuela, que iniciaron su amor en la azota del edificio.
El resto del día lo pasamos entre bromas y puestos de comida, incluso entramos al maid café del aula de 3ro B, la cara de Marcos durante la estadía era todo un poema infantil y Leo parecía extasiado de observarlo. En el viaje de regreso a casa, me quedo mirando el asiento vacío delante de mí en el mismo vagón del tren. Me duele, pero al final tengo que aceptar que hay que dejarlo ir, y con ese pensamiento me levanto el domingo en la mañana con energía revitalizada.
Cargo mi mochila en un solo hombro mientras camino hacia la entrada de la escuela, me toma más de tres minutos darme cuenta de la diferencia en el panorama memorizado. Hay alguien caminando delante de mí. Mi mente grita que mis ojos me engañan, pero a la vez reconocen la forma del cuerpo, la estatura, la manera en que camina, la sudadera gris que está usando debajo de una chaqueta negra y los audífonos brillantes. No puede ser.
Tomando una decisión, apuro mi caminar y le avanzo solo dos pasos, de soslayo miro hacia atrás. ¡ES ÉL! Quiero gritar de emoción, trae en la mano el folleto que le entregué al inicio de la semana y juro que siento fuegos artificiales de felicidad estallar dentro de mí. Él se me queda mirando, es obvio que me reconoce, parece más tímido ahora que ya no estamos en un vagón. Intento controlar el impulso, pero las palabras salen de mi boca antes de pensarlo.
— Hola, guapo— le digo, guiñándole un ojo y sonriendo ladinamente.
Él abre mucho los ojos, impresionado, pero luego baja su capucha aún más y acelera el paso, avanzando apresuradamente las dos cuadras que faltan hasta la entrada de la escuela. Me siento confundido sobre si eso significa que le afecto de buena manera, o si se está arrepintiendo de haber venido. Miro mis zapatos, observando mis pasos y meditando si habré hecho bien en hablarle.
Aun ensimismado, percibo el sonido de pasos apurados viniendo directamente hacia mí, levanto la cabeza en el último instante, cuando ya sé que la persona está a menos de dos metros y lo veo. Da un empujón que lo hace impactar contra mi cuerpo, su salto es lo suficiente para que sus manos se aferren a mi cuello, haciéndome bajar mi estatura y así lo siguiente que percibo son sus cálidos labios sobre los míos.
Me permito saborear el momento, quedándome totalmente estático, mientras sus labios se mueven contra los míos y yo le sigo el ritmo suave y torpe que él marca, pues no deseo asustarlo. Con la misma velocidad con la que me ha besado, se aparta y puedo ver su cabello negro perfectamente, del impulso su capucha ha caído, percibo el leve rubor en sus mejillas y su ceño fruncido, como si estuviese molesto por algo.
— Yo…— habla y su voz que nunca antes he escuchado dispara un rayo por todas mis terminaciones nerviosas— quería venir ayer, pero mi escuela realizó un trabajo voluntario que más bien es forzado— me da igual por qué no vino ayer, está aquí hoy, pero si siente la necesidad de explicarse, eso es algo bueno— como sea, solo…espero que valga la pena— dice, volviendo a subirse la capucha y usándola para bloquear mi visión de su rostro sonrojado.
— Ve al partido de fútbol, jugaré y luego puedo mostrarte el lugar— le pido, no sé siquiera si le gusta el deporte, no tiene el estilo de un aficionado, pero me hace ilusión que me vea jugar.
— Solo acepto si ganas— comenta y empieza a correr nuevamente hacia la escuela.
— ¡GANARÉ PARA TI!— grito a todo pulmón con una sonrisa cruzando mi cara, poco antes de que él desaparezca por la entrada de la escuela y sé que me ha escuchado por el pequeño asentimiento que hizo con la cabeza antes de perderlo de vista.
Con esa motivación, no fue raro que ganásemos el juego con una puntuación de diferencia nunca antes lograda por nuestra escuela, mi entrenador estaba pletórico de felicidad, pero yo solo podía observar al chico que se había sentado en la parte superior izquierda de las gradas y se había mantenido callado durante el partido, pero que no me había quitado la mirada de encima en ningún momento.
Precisamente por eso, no fue de extrañar que más tarde yo caminase totalmente sonriente, mostrándole todos los puestos de comida y propuestas divertidas de la escuela a un chico cuyo nombre todavía no conocía, pero al cual le sostenía la mano entrelazada con la mía con total orgullo, ya tendríamos tiempo para conocer todo del otro, pues sabía con certeza que él era a quien había esperado todo este tiempo.
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Hola pequepinkypitufos, lamento la demora en la actualización. Estoy en pruebas y aunque escribir me relaja, debido al estudio suelo empezar a escribir ya tarde en la noche, así que es posible que la madrugada sea mi nuevo horario de actualización por un tiempo.
Dicho esto, ¿qué opinan del capítulo? ¿creen que enfoqué bien el secreto?
Una cosa que quería preguntar: ¿Han notado como voy mezclando las historias y el paso del tiempo?
Me dejan saber, no olviden comentar y dejen su estrellita, besos💜💙💚.
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