Secreto 8- Mi beso de impacto.
Respiro profundo, arreglándome la corbata por décimo tercera vez en la última media hora. Mi cabello negro con ligeros rizos está peinado, tanto como permite, cayendo sobre mi frente ligeramente, me negué a usar ningún tipo de maquillaje, por más que Madeline insistiese hasta el cansancio que un delineador resaltaría mis ojos azules o que un color suave de labios haría más llamativos mis gruesos labios, que sea gay no significa que me guste maquillarme.
Me observo en el espejo de pie, el traje es negro con arabescos dorados, una camisa borgoña debajo y la corbata a juego. Llevo listo desde hace 45 min, pero todavía nadie viene a buscarme para indicar que ya es hora.
Me siento nerviosamente en el sillón que deja ver por la ventana, a ver si la sensación de ahogo desaparece. Jamás creí que llegaría el día en que me estaría casando, no felizmente al menos. Mi familia conservadora me hizo creer que me casaría con una mujer linda que ayudaría en casa, una imagen que me hacía sobrepasar los niveles del repudio, pero contra la cual no dije nada por miedo a que descubrieran que mis gustos se alejaban de las mujeres tanto como era humanamente posible.
Me rio ante el recuerdo de cómo empezó toda la historia que llevó hasta este día.
En ese entonces todavía iba al instituto, acababa de cumplir los 18 y ya mis padres tenían planeado la carrera que estudiaría y una cita que me presentarían en la fiesta que se haría al graduarme.
Cada día que pasaba me sentía más al borde de querer desaparecer, mis crisis de ansiedad aumentaban, pasaba grandes periodos de insomnio y apenas sí comía. Practicaba mucho deporte, pues golpear el saco de boxeo me ayudaba a canalizar toda la furia que sentía contra mí mismo.
No podía admitir lo que me gustaba de verdad, amaba a mis padres pese a su controlador comportamiento, me habían educado bajo la premisa de que nunca se les llevaba la contraria y la idea de enfrentarles, peor aún, decepcionarles, me aterrorizaba.
La única persona que sabía mi secreto era Madeline, había sido mi amiga desde que en tercer grado de primaria unos chicos la molestaron ella por su cabello color cobre, diciendo que parecía óxido, y yo la había defendido.
Cuando entramos en la adolescencia, Madeline tardó menos de una semana en darse cuenta que yo me quedaba mirando a ciertos chicos, pero jamás a las chicas, así que un día me confrontó. Estuve a punto de tener un ataque de ansiedad, hasta que sentí sus brazos abrazarme con cariño diciendo que todo estaba bien. Después de eso me di cuenta que podía confiar en ella.
El día en que mi vida empezó a cambiar, estábamos a menos de un mes de la graduación y del cierre total de la poca libertad de la que yo disfrutaba. Mis padres se habían pasado la noche y el desayuno hablando de mi vida sin consultarme nada, incluso planeaban que me casara para cuando terminara la carrera, cuando yo aún no conocía a la chica.
Apenas llegué a la escuela subí las escaleras hasta la azotea y tuve una crisis de ansiedad, apreté fuertemente mis manos en puño hasta soltar sangre por las uñas encajadas en mis palmas y no estoy consciente de cuánto tiempo pasé así. Para cuando la crisis paró, mi mente estaba dispersa. De repente la idea de que la azotea era un lugar lo suficientemente alto como para que la caída acabara con mi tortura parecía extrañamente atractiva.
Caminé en modo automático hasta el borde y me subí a la baranda, no he sido jamás una persona miedosa, por el contrario, suelo ser calmado y mantenerme perfectamente centrado en las situaciones que a otros les daría terror. Sin embargo, aquel día esa altura se mostró impresionante, me dolía pensar que mi vida era una cárcel, pero esta vía no era algo que pudiese usar para huir. Estaba tan concentrado en mi mente, que no llegué a sentir la puerta de la azotea abrirse y los pasos de alguien acercándose a mí.
— ¿Planeas saltar?— preguntó esa voz en tono relajado y por suerte yo todavía estaba del lado de dentro de la baranda, si llego a haberme puesto por el exterior la sorpresa me hubiese hecho caer.
— ¿Qué?— giré la cabeza para verle y sentí un inmenso nudo en la garganta trabando mis palabras.
Harry era el chico más popular de la escuela, mientras yo me mantenía ajenos a todos e intentaba relacionarme lo menos posible, él era todo lo contrario. Usaba ropa llamativa, aunque a la vez elegante, que contrastaba con su piel acaramelada. Sus uñas siempre estaban pintadas en negro o azul oscuro y su cabello acomodado en puntas llenas de purpurina, que iba acorde a la sombra que usara en contraste con sus ojos cafés, terminando el maquillaje con un delineador negro que los hacía ver más rasgados.
Era abiertamente bisexual y pocas eran las personas populares y sexys de la escuela que no hubiesen pasado por su cama, ya fueran hombres o mujeres, incluso había rumores de que la lista incluía un par de profesores. Por supuesto, porque la vida era una perra sin gracia para mí, desde la primera vez que lo vi me quedé idiotizado con él.
Era amigo de Madeline porque ambos participaban en el club de costura y diseño, al parecer el sueño de Harry consistía en volverse un diseñador famoso de moda, por la forma en la que vestía, no es que no tuviera talento. Ella nos presentó y si bien habíamos coincidido los tres ocasionalmente, yo apenas lograba decir un saludo tonto, él había intentado sacarme conversación, pero yo simplemente nunca lograba dejar fluir las palabras y eventualmente dejó de intentarlo. Pensándolo, jamás habíamos estado solos anterior a esa tarde.
— No exactamente— me las arreglé para decir, quizás fuera el pensamiento suicida que acababa de pasar por mi mente, pero me sentía extrañamente calmado.
— Hmm— fue su respuesta, se acercó a la baranda, apoyándose con los antebrazos y yo me bajé de esta, quedando con las manos aferradas al metal y haciendo más obvia nuestra diferencia de estatura, Harry era unos diez centímetros más alto— ¿Quieres?— me ofreció, sacando una fosforera con piedras brillantes y una caja de cigarros mentolados con sabor a fresa.
— No, gracias— negué, asombrándome a mí mismo de poder hablar. Él encendió el cigarro y guardó lo demás, dándole una calada profunda y dejando que el humo saliese en una exhalación— ¿Qué haces aquí arriba?— pregunté, pues estaba genuinamente curioso.
— El salón de clases se ha vuelto un zoológico sin control, el profesor Antón faltó y Madeline se le ocurrió jugar a verdad o reto. La retaron a decir un gusto obsesivo, ¿adivinas que confesó?— me explicó pacientemente, dándose la vuelta y apoyándose de espalda en la baranda, con ambos antebrazos dándole sostén, una imagen altamente atractiva para mí.
— Confesó ser fujoshi— me sonreí sinceramente por primera vez en casi un mes, Madeline era fanática de los BL, yaoi y demás desde hacía muchos años. Leía y veía otras cosas, pero eso era su obsesión en la vida. Intentó llevarme a lo mismo, quería que fuera fudanshi, si mal no recuerdo así se llama, pero la verdad es que no me sentí atraído ante la idea.
— Exactamente— rio Harry, calando lo último de su cigarro y tirándolo al suelo— Supongo que deberíamos de volver.
— Sí, eso me temo— confirmé, habiendo dejado totalmente atrás la idea de tirarme por el borde.
Empezamos a caminar rumbo al aula, se podía escuchar la bulla de todos riéndose desde el pasillo, cierto que se habían vuelto como animales salvajes.
— Toma— me dijo estando a unos pasos de la puerta del aula, me quedé observando la tarjeta en su mano, la tomé vacilante— por si alguna vez vuelves a pensar en tirarte por la azotea, o alguna cosa de ese estilo.
Dicho esto, se limitó a caminar hasta el aula, abriendo la puerta y desapareciendo dentro y yo me quedé algunos segundos más afuera, sosteniendo entre mis manos su número telefónico y con una sonrisa estúpida creciendo en mi rostro.
Luego de aquel día, Harry y yo empezamos a hablar con frecuencia por mensajes, algunas veces llamadas, me escribía mandándome fotos de sus outfits para que le dijera mi opinión sobre cómo le quedaban y yo fingía no estarme sintiendo atraído hacia él y le daba mi punto de vista. Madeline solía insistir en que debía de confesarme, pero yo todavía vivía el infierno en mi casa con los planes de mis padres, además de que no serviría de nada si era imposible que él gustase de mí.
Estábamos a una semana de la graduación cuando finalmente todos mis muros se fueron abajo.
Había llegado a la escuela algunos minutos tarde, y no fui el único, pues en la entrada estaba Harry también llegando. Nos saludamos y fuimos a paso rápido hasta el aula, tropezándonos con la sorpresa de que una vez más el profesor había faltado y el aula volvía a ser un desastre. Madeline estaba furiosa, se notaba en su rostro rojo y por supuesto, en el libro que lanzó directo a la cabeza de uno de nuestros compañeros.
— ¿Qué está pasando?— le preguntó Harry a uno de los chicos del aula.
— Estamos bromeando con Madeline, le hacemos creer que nos vamos a besar y luego nos detenemos a último momento. Llevamos en esto ya más de veinte minutos y como pueden ver, ella está muy cabreada— respondió el chico, riéndose de Madeline, que corría por el aula intentando atrapar a otro de los que habían bromeado.
— Siempre igual— fue mi comentario para luego dirigirme a mi puesto usual, en el fondo del aula. Harry me siguió.
— ¿Crees que ella esté bien?— preguntó, aunque era obvio que estaba intentando contener la risa por la imagen de Madeline peleando con todos.
— Imagino que sí, ella se cabrea muy a menudo por cualquier cosa— respondí, recordando cada vez que ella pasó días haciendo berrinche, porque no quería ver algún BL, maquillarme o vestirme en colores claros. Ciertamente para ella un mejor amigo gay debía ser alguien como Harry, aunque no por eso era mala amiga.
— Cierto, eso es lo que hace que adore molestarla— comentó, sonriendo abiertamente por el espectáculo que se desarrollaba delante nuestro.
— Sí, es genial sacarla de quicio— concordé, pues yo también disfrutaba haciéndola enojar a propósito.
— ¿Quieres molestarla ahora?— preguntó sugerente Harry, viéndome con una expresión que no auguraba nada bueno.
— ¿De qué hablas?— mis palabras salieron tan inestables como hacía semanas que no salían, me puse nervioso de inmediato.
— Solo sígueme el juego— dijo.
— Dejó su bolso en mi asiento, pasando una de sus manos por mi cuello y la otra en mi cadera, yo por instinto me eché hacia atrás hasta topar con mi mesa, poniendo ambas palmas contra esta para estabilizarme.
Mis ojos estaban abiertos de la impresión y mi rostro se había puesto caliente, seriamente creía que me iba a explotar la cabeza en cualquier momento. Él se fue acercando hasta que nuestras narices se rozaban y yo sentía su aliento caliente en mis labios.
— ¡¿USTEDES TAMBIÉN?!— escuché que Madeline protestaba mientras se acercaba ferozmente y otros en el aula se reían.
— Espera a que esté más cerca— dijo Harry en voz baja, conteniendo una sonrisa.
Yo no quería esperar más, quería que se apartara antes de que ya no pudiese soportarlo, pero eso no fue posible. Cuando Harry finalmente iba a retirarse, ambos sentimos el fuerte empujón en nuestras cabezas, causado por las manos firmes de Madeline, que hizo que uniéramos nuestros labios en un impacto.
Me quedé estático, incluso dejé de respirar, hubiese intentando mover la cabeza hacia atrás para alejarme, pero mi mente no daba para tanto y de todas formas las manos de Madeline seguían fijas en nuestras cabezas, no dejando que nos apartáramos. Vi como Harry lo intentó, pero por la posición se le dificultaba alejarse, yo en cambio solo podía estar allí, con mis ojos ampliamente abiertos y el rostro rojo hasta las orejas.
Sentía la mirada de Harry, sus ojos perfilados en tonos verdes y azules fijos en los míos, algo cambió en su mirada, lo siguiente que registró mi cuerpo fueron sus suaves labios moviéndose contra los míos.
Un jadeo involuntario le dio paso a su lengua dentro de mi boca, las manos de Madeline se alejaron de nuestras cabezas, pero ahora el agarre de Harry era lo que me impedía moverme mientras él alargaba el suave y profundo beso que me estaba dando, pues difícilmente se podría decir que yo se lo seguía, considerando que hasta respirar se me había hecho una acción imposible de completar.
Sentí un frío extraño cuando él se separó de mí, observándome fijamente, con una expresión seria que hasta el momento no le había conocido. Esto fue lo que me sacó de mi ensimismamiento, notando que toda el aula se había quedado en silencio y que nos observaban fijamente, igual que Madeline.
Al parecer ella notó el error que su impulsividad la había llevado a cometer, sabía que él me gustaba y nos pegó los labios, aun con el conocimiento de lo que eso significaba para mí, su mirada de arrepentimiento me dolía, pero peor era la seriedad en Harry.
Sin meditar más tomé mi mochila y salí corriendo del aula, creo haber escuchado a alguien gritar mi nombre, pero no me detuve. Corrí hasta volver a esconderme en la azotea, no era un sitio muy original, pero no sabía dónde más ir.
Como aquel día, me senté en el suelo y aferré a mis rodillas, presioné mis uñas en mis palmas hasta sentir la sangre salir e intenté concentrarme en eso hasta que mi respiración se normalizara.
Esa vez si fui extraordinariamente consciente del sonido de la puerta abrirse y los pasos acelerados hasta mi dirección. La presencia de alguien delante de mí, el momento en que se agachó para estar a mi altura, sus brillantes zapatos que reconocería donde fuera y la presión de su mano en mi brazo cuando me tocó.
— No— la palabra salió como un gruñido roto, pero él no despegó su mano de mí.
— Matt— mi nombre, creo que antes de ese día él jamás había pronunciado mi nombre. Me estremecí al escucharlo— ¿Yo te gusto?
Permanecí en silencio, sintiendo las lágrimas que caían de mis ojos. Había logrado hacer las paces con el hecho de que mi vida sería una cárcel, que el único momento que tendría era ese mes que pasaríamos juntos como amigos, antes de que partiésemos a destinos totalmente opuestos. Madeline me llamaba dramático, asegurando que la solución estaba en mis manos, pero yo no lo tenía tan claro.
— Bien, déjame reformar mis palabras— comentó, todavía sin dejar de tocarme— Me gustas Matt, muchísimo y puede que suene arrogante, pero creo que yo también te gusto. Ahora, sé que de ser así, significa que estás en el closet todavía y yo no te voy a forzar a hacer nada que no quieras, pero pienso que debes de saberlo antes de que tomes alguna decisión.
Mi cerebro se había quedado atascado en el segundo en que Harry dijo que yo le gustaba. No podía creerlo, él estaba diciendo que yo le gustaba.
— Madeline me contó sobre los planes que tienen para tu futuro, nadie puede elegir por ti eso, así que si tu elección es no hacer nada y obedecer a tus padres, lo respetaré aunque no lo entienda y me duela, porque tengo la certeza de que tú y yo funcionaríamos increíble juntos. Quería que lo supieras.
Su mano hizo una presión algo más profunda, se había apoyado en mí para levantarse, sentí el momento exacto en que dejo de tocarme como si hubiesen quitado alguna parte de mí. Sus pasos lentos mientras se retiraba prácticamente resonaban en mis oídos como campanazos, aunque sabía que era algo imposible.
¿Realmente estaba dispuesto a vivir la vida que mis padres querían para mí? El pensamiento de que tal vez el deseo de acabar con todo regresaría me hizo sentir asfixiado, si volvía a sentirme así, ¿me detendría? La realización de todo me llenó repentinamente, y ya no había forma de evitarlo.
— Me gustas— afirmé poco antes de que Harry llegase a la puerta de la azotea. Me moví, sintiendo mi cuerpo gritar por el dolor de la posición, hasta que logré incorporarme totalmente, alcé la mirada y vi su expresión impresionada, era consciente de que él no esperaba que yo lo dijera— Me gustas— repetí para dejar en claro que no era pasajero, que estaba decidido.
Su cuerpo acortó la distancia entre nosotros con pasos apresurados y pronto lo tuve encima de mí, con sus manos envolviendo mi rostro, su calor corporal invadiendo el mío y nuestros labios volviendo a juntarse, está vez con más pasión, con más amor.
Luego de ese día, mi vida se volvió un caos de decisiones irrevocables. Salí del closet con mis padres, que reaccionaron tal cual yo esperaba, lo que causó que pasara a vivir con Madeline, que se dedicó a hacer lo imposible por hacerme sentir cómodo, intentando que eso fuera su forma de pedir perdón.
Pasé un año sabático trabajando en una tienda como cajero y en una cafetería como mesero, reuniendo dinero para mí y así volver a pasar por el proceso de envío de los currículos estudiantiles para la aplicación de becas.
Logré ingresar en la universidad en arquitectura, con una beca de 60 %, que pude pagar gracias a que no pagaba renta con Madeline, Harry entró en diseño y moda en otra universidad y si bien eso me hizo sentir inquieto al inicio, él todo el tiempo me mostró cuanto me amaba y fue ayudando a aplacar mis inseguridades, hasta volverlas inexistentes.
Cuando llevaba ya mi tercer año de la carrera, mi madre volvió a contactar conmigo y poco a poco fuimos rehaciendo nuestra relación.
Al graduarnos, Harry y yo comenzamos a vivir juntos en un pequeño apartamento que no nos hiciera gastar demasiado y nos diera independencia, la vida nos fue sonriendo a su propio paso. Yo conseguí un trabajo de arquitecto en una famosa constructora y Harry logró trabajar de asistente para una gran diseñadora, no sé el nombre, pero él estaba emocionado.
Tal cual prometimos en nuestro séptimo aniversario, cuando le pedí matrimonio a Harry y él aceptó, nos casaríamos cuando él lograse lanzar su primera línea propia. Así que cuando a inicios de este año el reunió todo lo necesario para independizarse y finalmente sacó su primera colección de verano que fue un éxito total, Madeline se dio a la tarea de organizarnos en tres meses una boda que ambos pudiésemos disfrutar.
Así que aquí estoy, nueve años después de aquel día que marcó mi vida, trajeado, perfumado y esperando pacientemente a que mi adorable dama de honor decida entrar por la puerta y avisarme que todo está listo para que inicie la ceremonia. Como si la hubiese invocado, el cuerpo enfundado en un maravilloso vestido gris que resalta su rubio cabello hace presencia dentro de la habitación.
— Wow Matt, te ves magnífico— afirma Madeline, caminando hacia mí.
— Lo mismo digo— respondo, poniéndome de pie.
— Ya, pero hoy el día es de ustedes— dice, limpiando pelusas inexistentes de mis hombros— ¿Estás listo?
— Más que nunca— aseguro y no hay duda en mí, he esperado este día demasiado tiempo.
Bajamos hasta el salón donde se hará la recepción, Madeline y Harry adornaron todo con flores que hacen arcos hasta el techo y una alfombra roja, según ambos, digna del evento que iba a ocurrir. Me paro delante del pasillo, sosteniendo la mano de Madeline en mi brazo, ella me caminará hasta el altar, pues aunque las relaciones con mi madre se han arreglado, siento que quien más lo merece es Maddie.
La música suena, es una canción suave cuya letra me hace estremecer, habla de cómo finalmente dos personas obtienen el amor y alcanzan la felicidad. Entramos a paso lento, sintiendo como pétalos de flores caen de alguna parte sobre nosotros, la verdad, poco tuve que ver en la organización de todo. Llego al altar y me coloco donde debo, con Madeline detrás de mí, apoyándome.
La música continúa y veo como Harry entra, sostenido del brazo de uno de sus primos, al parecer la extravagancia va en la familia, Louis es similar a Harry en la forma en que se arregla y viste, aunque es más bajito y tiene una rara obsesión con el animal print.
Ambos caminan por el pasillo y mis ojos no dejan de apreciar a mi amado, el traje borgoña con arabescos dorados y camisa negra, es lo contrario al mío y le queda maravilloso. Sus ojos resaltan por el dorado de la sombra y su cabello sigue adornado con purpurina, simplemente es él y es único.
Se detiene delante de mí, de soslayo veo como Louis se para detrás de él, es su padrino por elección, como Madeline mi dama, hay un chico en la primera fila de parte de su familia que no le quita los ojos a Louis y los veo saludarse de reojo. Sonrío pensando que pese a los años, Harry y yo seguimos siendo así.
El juez empieza a decir sus líneas, pero yo solo puedo prestar atención a Harry, a la forma en que se mueve tranquilo, como si este día fuese algo que simplemente estaba destinado a pasar. Recitamos los votos, creo que algunas personas están llorando, yo definitivamente he tenido que hacer un esfuerzo para contenerme, pero finalmente todo pasa y el juez dice las palabras que llevo esperando toda la vida.
— Yo os declaro unidos en matrimonio.
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😭😭😭me encantó este OS.
Entonces pequepinkypitufos, ¿qué les pareció?
A partir de mañana volvemos al sistema de actualizaciones diarias, recuerden que si quieren recomendarme algún secreto tienen que escribirme. No rechazo sugerencias y les dedico el capítulo.
Dejen sus comentarios y estrellita.
Nos leemos. 💚💙💜.
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