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Secreto 6- Mi cita angelical.

Capítulo dedicado a AiskellyZavala6

Miro por la ventana sin llegar a comprender qué es aquello tan importante que Christian tiene que decirme, como para citarme repentinamente a un almuerzo. Paso mis dedos por mi desordenado cabello que cae liso y sin forma en un corte redondo que cubre mi frente y llega hasta mis ojos.

Al inicio admito que no estaba seguro de hacer semejante cambio, no solo me corté el cabello, sino que lo decoloré en un tono blanco cenizo que resalta debido a mi piel aceitunada, pero el resultado de esto junto con mis ojos azules claros fue impresionante. Me gusta cuidar de mi aspecto, por eso hago tanto ejercicio incluso fuera de las jornadas de entrenamiento para las competencias de natación.

Pienso que si Christian no aparece dentro de cinco minutos más, me retiro y que se vaya a hablar con otro y como si lo hubiese invocado, el cabello pelirrojo de mi amigo hace su entrada por la puerta del restaurante. ¿Por qué solo su cabello? Pues porque va tan envuelto en ropa que solo es reconocible por esto.

— Hola, lamento la demora— dice ocupando el asiento frente al mío y quitándose algunas capas de ropa. Le hace seña a algún mesero detrás de mí y luego se vuelve enfocar en mi persona. Yo me limito a verlo con una ceja levantada— ¿Qué?

— Podrías ser menos ufano sobre lo que pasó anoche— comento sonriendo descaradamente y él se sonroja.

— ¿Cómo sabes tú lo que pasó anoche?— pregunta desviando la mirada.

— La marca roja en tu cuello y visibles rasguños por el borde del escote de tu suéter— puntualizo dejándole saber qué me reveló el motivo tras su buen estado de ánimo.  Se acomoda la bufanda nuevamente para tapar las marcas y creo que va a decir algo, pero en ese momento nos interrumpe el mesero.

— Buenas tardes, ¿qué les gustaría ordenar?— pregunta y la verdad es que yo ni siquiera he mirado el menú que estaba depositado en la mesa cuando llegué, pero eso es lo de menos en estos momentos.

El aire se escapa de mis pulmones y siento como si el tiempo se hubiese detenido cuando el joven mesero nos habla. Es delgado y puedo decir que es una cabeza más bajo que yo, sus mejillas y nariz están sonrojadas y sus labios tienen un brillo claro que creo reconocer como bálsamo. Tiene unos ojos increíblemente bellos, son cafés con un aro verde alrededor de ambos iris y me siento como si me estuviesen arrastrando.

El uniforme se le ajusta a la curva de sus caderas, dando un aire afeminado. Sus manos son pequeñas con dedos delgados que parecen frágiles, todo él parece frágil. Su rostro es suave, con rasgos finos, y cuando su mano lleva hacia atrás de su oreja parte del cabello oscuro que cae en libres ondas del mismo largo que el mío, siento que este chico es mi perdición personificada.

— ¿Dylan?— la voz de Christian me trae a la realidad— ¿Qué ordenarás?— me repite la pregunta que el mesero me hizo.

— Quiero la elección del chef— digo sin poder hacer que mi cerebro se concentre, mi mente estaba muy ocupada observando al muchacho que hacía contacto visual conmigo durante escasos segundos y se veía algo nervioso cada que retiraba la vista.

— Yo pediré lo mismo— informó Christian, soy consciente que él no se está perdiendo ni un instante del intercambio entre el mesero y yo.

— Muy bien. ¿Desean algo más?— preguntó por protocolo y casi gimo cuando escucho su voz detalladamente, era suave, con un tono melodioso.

— ¿No se puede ordenar también tu número de teléfono?— pregunto con aire coqueto, tenía que hacer un movimiento y por las miradas del muchacho, no parece indiferente a mí.

El efecto es inmediato, su rostro se ha puesto rojo hasta las orejas y él se pasa la lengua por los labios, humedeciéndolos sin ser consciente de la imagen tan hermosa que me da ese gesto. Aprecio sus manos aferrándose a la tabilla donde apunta los pedidos hasta que sus dedos se tornan amarillentos, mueve el peso de su cuerpo de un pie a otro y yo me limito a sonreír de lado. Ciertamente tengo el mismo efecto en él, que él en mí.

— Enseguida les traeré la orden— informa, ignorando mi pregunta y se retira rápidamente.

— ¿Tenías que hacer eso?— pregunta Christian en tono de reproche, pero veo en su expresión que no está enojado.

— Se me hizo irresistible— admito sin vergüenza ninguna. Desde muy temprano en mi vida tuve que defenderme solo y afrontar las consecuencias de mis decisiones. Esto me enseñó a no esconderme ni avergonzarme de nada de lo que me guste.

— Se nota— asegura Christian y yo sonrío. Decido dejar de lado momentáneamente mi flirteo con el mesero y centrarme en él.

— ¿Qué sucedió? Y no me vengas con tonterías de que me extrañabas— le advierto antes de que se vaya por la tangente.

— …— lo veo vacilar unos instantes antes de toser para aclararse la garganta— estoy con Raúl— afirma seriamente.

— Me alegra que después de cinco meses finalmente notases que estás con Raúl— comento de forma irónica.

— No me refiero a eso— me aclara, es allí que noto que hay algo diferente en él, tiene un aire melancólico que se mezcla con felicidad— Estoy con él, Dylan— separa las palabras dándole mucho énfasis y finalmente me doy cuenta de lo que quiere decir.

— ¿No más Robert es el amor de mi vida?— pregunto anonadado.

— No, ya no— esa seguridad al hablar me dan una tranquilidad inigualable.

Cuando le presenté a Raúl en una reunión de amigos no pensé que algo surgiría entre ellos, pero cuando lo hizo le advertí a Christian que no podía herir a Raúl, es también mi amigo y no se lo merecía. Contrario a lo que esperé, Christian se comportó en todo momento, pero no por ello pude pensar que este día llegaría.

— Me alegro por los dos— digo sinceramente.

— Perdonen, con permiso— se anuncia el mesero bonito y Christian sonríe al ver como vuelvo a perderme observándolo, en los segundos que el chico está poniendo los cubiertos, servilletas y platos con carne a término medio perfectamente decorados delante nuestro, mis ojos solamente tienen como objetivo su persona— Disfruten— antes de retirarse hace contacto visual conmigo, aprovecho y le doy un guiño, haciéndolo sonrojar violentamente.

— ¿Crees que está interesado o que se siente intimidado por ti?— pregunta Christian, sabiendo que esa seguridad y libertad que tengo al coquetear abiertamente ha ocasionado que más de un chico tímido tenga reacciones similares solo por sentirse intimidado de forma no violenta.

— Quiero pensar que está interesado— admito sintiéndome confiado y procedemos a comer.

— Pues no veo su número por ninguna parte— se mofa.

— Pues vuelve a mirar— digo y una sonrisa de triunfo genuinamente sincera ilumina mi rostro, el nombre Neil y su número están apuntados en la servilleta que me colocó. Saco mi celular y guardo su contacto antes de seguir almorzando.

Pasamos el resto del almuerzo de forma entretenida, mas admito que gran parte de la conversación me pasa desapercibida, pues mis ojos se mueven en derredor cada que percibo a Neil ir hacia alguna mesa o llevar nuevas órdenes. Por momentos él también me mira, aunque es solo un segundo, sé que lo hace por el rojo hermoso que cubre su rostro.

Christian también lo nota y me sonríe burlonamente, pues mi yo usual no suele prestar tanta atención a un ligue. Finalmente terminamos y pedimos la cuenta, por supuesto que yo me apresuré a pagar, dejando entre los billetes uno con mi número de teléfono y nombre como propina.

Miro al chico una última vez antes de salir al frío de la calle, este clima despeja mis ideas nada decentes, pero no por ello me noto menos interesado en el mesero. Me despido de Christian y subo a mi auto, una de las cosas que compré con el dinero de los premios al ganar competencias.

Conduzco hasta mi casa manteniendo la mente en blanco y paso el resto del día haciendo mi rutina de ejercicios y encargándome de unos proyectos de la universidad, al final entré en Licenciatura en Ciencias del Deporte, algún día ya no podré competir, pero seguiré en lo que me gusta.

Veo que son cerca de las seis de la tarde cuando termino, decido que es hora de usar el nuevo contacto que conseguí hoy, pero al no saber a qué hora termina su trabajo, le envío un mensaje donde le digo quién soy y que si está interesado en salir conmigo, me llame.

Estaba sentado delante del televisor cuando suena mi celular, me inclino sobre la mesa para tomarlo y siento como mi pulso se acelera al ver el nombre de Neil en la pantalla. Así que sí me llamó.

— Hola— contesto con un tono entre entusiasmado y sensual.

— Hola, soy…Neil— me dice y prácticamente puedo observarlo delante de mí, seguro está sonrojado.

— Sé quién eres, estuve esperando tu llamada— le aseguro en un tono juguetón y no puedo evitar sonreír ampliamente— Entonces, Niel, ¿te interesaría salir conmigo un día?

— Eh, sí— no hay titubeos en su voz, solo un rasposo tono avergonzado que me hace sentir idiotizado.

— ¿Cuándo tienes tiempo? Estoy libre estos días— no me gusta andarme por las ramas y esperar sería algo ilógico, sobre todo cuando este chico me ha atraído tanto.

— Mañana no tengo trabajo— me dice y percibo que lo hace como si me estuviera consultando.

— Entonces te invito a almorzar— es una oferta que nunca hago, normalmente invito a beber a un bar. No sé qué bicho me ha picado para andar tan impulsivo.

— Sí, eso… suena bien— accede y me encuentro a mí mismo sonriendo como tonto.

— Te recojo sobre las 11, envíame tu dirección.

— Puedo ir solo, no tienes que molestarte— dice tímidamente y yo aprieto la mano en un puño, conteniendo el escozor ansioso que siento por tocarlo.

— Es una cita, Niel, déjame malcriarte un poco— bajo mi tono gradualmente hasta adoptar esa marca sensual que uso. Pienso en que ha pasado mucho tiempo desde la última vez que me interesó alguien más allá del plano físico.

— Está bien, te la envío ahora— cede finalmente— Hasta mañana, Dylan— me muerdo el labio inferior cuando lo escucho decir mi nombre. No pensé que podía oírse tan bien en un ámbito diferente a cuando lo están gimiendo. Este chico es algo más.

— Hasta mañana, Niel— pronuncio con deliberada lentitud y luego ambos colgamos. Segundos después me entra un mensaje con una ubicación, el cual respondo con un sticker sonriente.

En la mañana dedico un considerable tiempo a elegir la ropa que usaré, quiero dar una buena impresión. Me decido por unos pantalones oscuros, un suéter blanco que combina con mi cabello y un abrigo largo de color marrón por encima.

Salgo de mi casa con tiempo para llegar puntual a recoger a Niel, si algo valoro es la puntualidad, manías que se me quedaron de cuando era más joven y tenía que trabajar en lo que pudiera para ganar dinero, poco antes de empezar a competir. Me detengo delante de la casa, es un hogar pequeño cuya fachada verde grisácea me resulta relajante.

Salgo del auto y camino decidido hasta que estoy delante de la puerta, doy dos toques firmes y espero. Escucho pasos dentro, algo que se cae, risitas y como alguien manda a callar en un fuerte shhh a otra persona. Contengo una risa ante la situación, y finalmente se abre la puerta. Por un instante me quedo sin aliento, el día anterior me había parecido bonito, pero en estos momentos no hay una palabra que pueda describirlo.

Viste unos pantalones azules sencillos, un suéter cuello de tortuga de color violeta y un abrigo ancho de un tierno color lila, que le queda abombado y tapa sus manos. Ha recogido parte de su flequillo hacia un lado con una horquilla con piedras que hacen una flor y sus ojos se muestran brillantes.

Puedo sentir el momento exacto en que mi corazón se acelera y el calor cubre mis mejillas, él parece también nortarlo, pues abre los ojos y luego desvía la mirada, sonrojándose más.

— Buenas, mucho gusto— intervino una chica físicamente muy similar a Niel— soy Nells, la hermana de Niel.

— Mucho gusto, soy Dylan— me presento y le extiendo la mano, ella me sonríe y la estrecha.

— No creo que haga falta decirlo, pero por si acaso— inicia y su sonrisa se vuelve maquiavélica— mi hermanito tiene que volver en una pieza y feliz como un niño en su cumpleaños, de otra manera…

— Lo entiendo— afirmo y siento un escalofrío recorrer mi cuerpo—  Deberíamos irnos, si quieres— digo hablando directamente con Niel.

— Sí, claro— su voz suena dulce y yo trago seco, lo conozco de nada y está tan cerca de tenerme envuelto alrededor de su mano.

— Disfruten— grita Nells antes de cerrar la puerta.

— Por favor— digo, adelantándome y abriéndole la puerta del copiloto, Neil musita un ligero gracias antes de entrar. Yo sonrío y cierro la puerta, dando la vuelta y entrando al auto. Enciendo el motor y arranco prestando atención a la calle por un segundo— ¿Alguna preferencia por algún tipo de comida?

— No— dice y veo sus manos aferrarse al borde del abrigo, intento ocultar la sonrisa que me causa. Me quedo mirándole unos segundos, parece darse cuenta que su respuesta no es convincente, así que suspira— me gusta la comida japonesa.

— Conozco un restaurante familiar que es genial— comento con una sonrisa coqueta y él se me queda mirando unos segundos— Entonces, ¿algún otro familiar que vaya a pedir mi cabeza si al final del día no te gusto o solo tu gemela?— le veo esbozar una sonrisa más tranquila. Sí, rompí el hielo.

— Nells es un poco intensa, me disculpo por eso. No suelo salir casi nunca y menos a citas, así que cuando le he dicho que lo haría…pues…— señala con sus manos su vestuario y ese gesto me da ternura.

— ¿No es de tu gusto?— pregunto, me gusta que las personas vistan y actúen acorde a lo que verdaderamente desean.

— Sí, lo es, lo que pensé que no…sería de tu gusto— no me mira al decir esto, pero puedo ver el rojo de su rostro y me aferro firmemente al volante para mantener el control de mi mente.

— Te aseguro que lo es— mi voz sale ronca hasta para mis oídos, él me mira y de repente me siento nervioso— Te aseguro que tú lo eres— continúo. ¿Cuándo fue la última vez que coquetear con alguien me puso así de nervioso?

El resto del camino lo pasamos hablando de su trabajo como mesero en el restaurante donde nos conocimos, es un trabajo temporal por el año sabático que tomo antes de empezar a estudiar Diseño escenográfico. Puedo imaginar que sus creaciones han de ser magníficas, pero lo que más disfruto es la manera en que empieza a perder la timidez y describe con soltura lo que le gusta.

Una vez en el restaurante le dejo elegir lo que desee, me mira dubitativo durante varios segundos, pero le sonrío y permanezco en silencio hasta que él se convence. No sé cómo es delgado, pide tantos platos que ni en mi día más hambriento podría acabar, pero él sí lo consigue.

El tiempo en el restaurante lo pasamos conociéndonos, le conté sobre mis proyectos en el deporte y las competencias que se acercaban para finales de invierno, además de mi amistad con Christian, pues quería dejar claro que solo somos amigos. Él me cuenta sobre su fascinación por las colecciones de objetos pequeños y hermosos, su gusto por la cultura japonesa y sus deseos de viajar a Japón algún día.

Mientras lo escucho, me limito a absorber toda la información posible sobre él. Su voz que se vuelve más suave y enérgica a medida que me va cogiendo confianza, al hablar hace gestos con las manos, mayormente juntando las puntas de los dedos.

Come velozmente y admite adorar la comida caliente, sin embargo yo solo puedo apreciar como sus cachetes se inflan cuando lleva comida a su boca de forma adorable y uso mi mano para cubrir la sonrisa que me surge sin control.

Hablamos de gustos más sencillos, colores, mascotas, hacemos algunos cuentos sobre nuestras amistades, coincidiendo en que no son muchas. La vergüenza inicial había sido sustituida por diversión absoluta y yo había dejado atrás mi fachada de seductor galán y mostrándome tal cual era.

Pagamos la cuenta y volvimos al auto, donde Neil no tardó en pedir poner música, afirmé con la cabeza incorporándome al tráfico.

— Quiero llevarte a otro lugar. ¿Es posible?— pregunto deseando que diga sí, la idea de llevarle a este sitio me estuvo repiqueteando en la mente durante todo el almuerzo y por esta ocasión me dejaré llevar por mis instintos.

— Sí— se ve mucho más relajado y yo siento la tensión irse de mis hombros cuando él accede.

El resto del camino lo hacemos con sus elecciones musicales de fondo, admito que nuestro gusto no es muy similar, pero verlo cantar alegremente mientras imita un micrófono con su mano es invaluable.

— ¿Un acuario?— pregunta, sin comprender, cuando detengo el auto.

— Quería que vieras todo de mí— confieso y me sorprende la sinceridad en mis palabras. Hay algo en su inocencia que hace que sea imposible para mí no querer mostrarle todo.

— Tú guías— me asegura y yo sonrío.

Salimos del auto y vamos caminando lado a lado, pago los tickets de entrada y pongo una mano en su espalda para guiarlo dentro. Todo el local es oscuro, iluminado por las luces azules que se encuentran dentro de las piscinas donde viven los animales. Lo llevo por un pasillo que daba las escaleras de los niveles inferiores y cuando llegamos a los túneles veo la sorpresa iluminar su rostro.

Los túneles te llevan a caminar por el suelo de las grandes piscinas con paredes y un arco por techo, todo transparente, teniendo a los peces nadando justo por encima de ti. Le voy identificando cada pez a medida que caminamos, y rio quedamente cuando lo veo poner sus dos manos contra la pared y pegar su rostro.

— ¿Por qué me has traído aquí?— pregunta suavemente, estamos parados en la sección de los tiburones y yo me he quedado callado observándolos moverse tranquilamente.

— Mi mamá solía traerme, decía que si alguien le concediera un deseo, escogería ser una sirena y vivir en el mar- comento y trago seco antes de continuar- era bióloga marina, cuando yo tenía nueve años fue a una expedición a las profundidades, pero algo salió mal. Hubo un desprendimiento de unas rocas y una chocó contra su tanque de oxígeno, mi mamá se ahogó. Durante años renegué de todo lo que fuera el agua o animales marinos, hasta que en la secundaria Christian me insistió para que nadara en la piscina.

Siento su mirada atentamente en mí, sé que está escuchado con detenimiento. No pensé mostrarle esta parte de mí a nadie, menos aún a un chico que apenas conozco, pero esa ternura en él me hace recordar mucho a quien yo era antes de la muerte de mi madre, su inocencia me calma y me limito a dejarme llevar.

— Cuando nado, siento como si volviese a estar cerca de ella— me explico y tomo una profunda respiración para lo que diré a continuación— sin embargo, no había vuelto a este lugar desde hace 11 años.

— ¿Por qué decidiste venir hoy?— pregunta con cautela, levanto mi mano hasta que toco el frío de la pared, como si pudiera atravesarla.

— Porque a medida que he ido tratando contigo, he reencontrado una parte más tranquila y sentimental mía. Realmente sentí que debía aferrarme a ello, así que pensé en mostrarme a ti.

Por unos segundos todo queda en silencio, entonces su mano toca la mía en la pared, la diferencia de tamaño es llamativa, pero yo sonrío al ver su intento por envolver mi mano. Despego mi toque de la pared y entrelazo nuestros dedos, su otra mano envuelve la parte que queda expuesta de la mía y él observa esa conexión entre los dos. Sin darme cuenta nos hemos girado hasta quedar uno frente al otro, su mirada se alza lentamente hasta que nuestros ojos se encuentran.

Él se acerca más a mí, yo desciendo un poco mi cabeza, Neil se levanta en puntas de pie, nuestras narices se rozan, nuestros alientos se mezclan y uno nuestros labios con una delicada parsimonia que desconocía en mí. Al inicio es un mero roce, luego los movimientos lentos nos unen y la suavidad de sus labios da calidez a mi ser. Nuestros labios se mueven a un mismo compás, mi lengua perfila el borde de su labio inferior y él abre ligeramente la boca, dándome acceso.

No hago nada por acelerar el beso, mi lengua se adentra y lentamente juega con la suya. Puedo percibir el latido de mi corazón, el temblor de mis manos que comparto con las suyas y mi cuerpo se siente como si levitara.

Dejamos de besarnos y nos quedamos uniendo nuestras frentes, respirando suavemente. Abro los ojos y observo los suyos, es en ese momento que me doy cuenta que esa mirada angelical es lo que le faltaba a mi vacía vida. Sonrío abiertamente y permanecemos mirándonos, rodeado de tiburones que continúan con sus vidas en el agua, y por primera vez en más de una década, siento que yo también tengo una vida con la que continuar.

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Hola, pequepinkypitufos.

¿Opiniones sobre el capítulo de hoy?

Me siento emocionada y nerviosa. El capítulo de hoy fue petición especial de una amiga/lectora, a quien dediqué el capítulo obviamente y me interesa mucho saber qué piensa de lo que mi mente creó a partir del secreto que ella me envió.

Si alguna tiene sugerencias recuerden que pueden escribirme♥️.
Dicho esto, nos leemos mañana mis bolas💚💜💙.

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