Secreto 5- Mi silencioso amor.
La primera vez que noté que amaba a Robert teníamos seis años, éramos dos niños inmaduros que no sabíamos nada de la vida, pero cuando ese pequeño con quien compartía todo se me acercó en el parque mientras yo hacía un castillo de arena y me dijo que tenía novia, sentí una rabia increíble.
Robert es hijo del mejor amigo de mi papá desde que estaban en la secundaria, estudiaron la misma carrera, trabajaron en la misma empresa, se casaron el mismo año y la vida fue tan curiosa que sus esposas salieron embarazadas juntas y dieron a luz con dos horas de diferencia. Esta situación causó que Robert y yo fuéramos criados como gemelos, aunque no podíamos ser más diferentes uno del otro.
Robert es un niño delicado con rasgos finos y cuerpo delgado, en la adolescencia no cambió mucho y solo creció hasta los 170 cm, haciendo que su negro cabello que lleva ligeramente largo y sus ojos almendrados le den un aire infantil, yo soy todo lo contrario.
Tengo el cabello rojo fuego con ligeros rizos, desde niño lo llevé largo hasta el mentón, de adolescente empecé a recogerlo en una media cola. Mis ojos verdes oscuros se ven brillantes, pero esto no me hace delicado, por el contrario, el contraste de estas características con una piel aceitunada, 185 cm de estatura y músculos desarrollados por la natación, hicieron de mí un hombre impactante en varios aspectos.
Por eso terminaba llamando más la atención que Robert y yo nos juntáramos tanto, pues mientras yo soy deportista, él es escritor. Con el tiempo las personas se acostumbraron a vernos juntos, éramos Christian y Robert para donde fuera, pero nadie notaba el dolor que eso me causaba.
Desde aquella ocasión cuando teníamos seis años, una tristeza se implantó en mi corazón al saber que Robert nunca me vería como más que un amigo, y yo tendría que esconder mis deseos de tomarle de la mano, besarle, hacerle mío. Era la única forma de quedarme a su lado y no me importaba el sacrificio. Con los años fui acostumbrándome a la presencia constante de esa punzada de dolor, hasta que hoy con 20 años, ni siquiera recuerdo lo que era vivir sin esa sensación en el pecho.
Empecé a salir con otros chicos cuando tenía 13 años y salí del closet ante mi familia con 15, todos se lo tomaron bien, aunque Robert estuvo enojado conmigo durante dos semanas porque no hablé con él primero. Solía hacer eso a menudo, enojarse porque no le daba prioridad, prestaba absoluta atención o contaba toda mi vida antes que a nadie, pues él hacía eso conmigo. Supongo que jamás se dio cuenta de cuánto me dolía cuando me daba detalles de sus citas, relaciones e incluso encuentros sexuales.
Salgo de la piscina, es invierno y se supone que no debo de exceder mi tiempo en el agua, pero sigo viniendo porque nadar es la única manera de despejar mi mente. Voy a las duchas y me lavo toda el agua clorada, mi pelo se ha vuelto más rebelde con el tiempo por el cloro, pero no me importa. Luego de vestirme y recoger mis cosas, salgo del local revisando mis notificaciones, tengo tres llamadas de Robert y dos mensajes de Raúl.
Raúl es mi pareja actual, un chico agradable que conocí hace seis meses y con quien llevo saliendo los últimos cinco. De mis relaciones todos estos años, esta es la primera que logra hacer tambalear el pedestal de mi amor platónico por Robert. Leo los mensajes de Raúl, me está contando que sus amistades le han invitado a beber y a él le haría ilusión que me uniese.
Sonrío por los tres stickers felices que tienen un puchero, antes de poder contestarle que sí, mi celular vuelve a vibrar con una cuarta llamada de Robert. No me tomo ni tres segundos en contestarle mientras voy de camino al parqueo donde dejé mi moto.
— Ro…
— ¿Por qué no contestabas?— pregunta sin dejarme saludarle siquiera, suspiro cansado ante esa reacción tan usual de él y me limito a quitarle el seguro a la moto y sacar el casco.
— Estaba nadando, sabes que debo mantenerme en forma.
— Se supone que no debes nadar en exceso en invierno— me reprocha en ese tono entre enojado y preocupado que siempre usa cuando hago algo que él considera riesgoso.
— Estoy bien, Robert. ¿Querías algo?— pregunto ya trepado en la moto y esperando terminar la conversación para ir donde Raúl.
— Vanessa alargó el viaje con sus padres, llega mañana al mediodía así que pensé invitarte a cenar conmigo y quedarnos viendo películas— me dice.
Siento un nudo ahogado formarse en mi garganta, Vanessa es la novia de Robert desde hace un año y ocho meses, se conocieron en la universidad y no tardaron nada en empezar a salir. Creí que sería como las otras novias que él había tenido, ninguna duraba más de dos meses, pero cuando cumplieron el año me di cuenta que ella era diferente.
Fue en ese entonces donde finalmente dejé ir mis sentimientos por Robert y acepté la relación con Raúl, al inicio tenía miedo porque Raúl me hacía sentir casi tan débil ante él como Robert.
— No puedo— digo haciendo uso de toda mi fuerza de voluntad y manteniendo mi tono plano.
— ¿Cómo qué no?— protesta, sé que está haciendo un puchero como siempre, pero me niego a caer en esa imagen.
— Ya quedé con Raúl— explico y sé que se va a enojar, por algo lo conozco tanto, en segundos veo que no me defrauda lo que sé de él.
— Eso no importa— dice con firmeza— Llámalo y dile que no irás, que surgió algo— es una exigencia que en otra época no hubiese dudado en cumplir al instante, pero ya no más.
— No, te dije que no puedo ir— aseguro sin dar mi brazo a torcer y lo siento refunfuñar por lo bajo.
— Pero…— intenta disuadirme, pero le interrumpo rápidamente.
— Robert, si fuera Vanessa quien tuviese una cita contigo, tú jamás la dejarías plantada por mí, ¿cierto?— su silencio es toda la respuesta que necesito— entonces no entiendo cómo puedes pedirme que yo sí lo haga por ti. Tengo que colgar, hablamos mañana. Adiós.
No le doy chance a decir nada más, la verdad es que pensé que sería más difícil, pero desde que estoy con Raúl negarle cosas a Robert y seguir adelante se ha vuelto más sencillo. Le envío un mensaje a Raúl pidiéndole la ubicación, segundos después me llega la dirección y un sticker de corazones que me hace sonreír.
Me pongo el casco y arranco la moto, no me tardo en llegar al local, un recinto de karaokes privados cuyos espacios se alquilan y puedes consumir lo que quieras. Parqueo la moto y entro, por lo que me mandó en el mensaje, están en el cubículo 5 del segundo piso. Me dirijo hacia allí a paso firme, mi corazón se acelera cuando le veo.
Su largo cabello castaño claro trenzado en espigas, su ropa en tonalidades claras que contrastan con sus accesorios negros, anda con esas botas de tacón grueso que le gusta usar con todo, tiene cientos de ellas, y el azul oscuro de sus uñas se marca por cada gesto que hace. Raúl es lo contrario al tipo de chico en el que yo me había fijado hasta el momento, pero su carisma y forma de ser fue más atrayente que cualquier otra cosa, es la segunda persona que me hizo pensar en la palabra hermoso con solo verlo.
Sus ojos cafés se enfrentan a los míos cuando alguien le señala que estoy aquí, aparentemente llevo mirándolo más de lo socialmente correcto, pero él no se molesta, en cambio me recibe con una gran sonrisa y corre hacia mí hasta colgarse de mi cuello. Yo me rio y lo abrazo, la verdad se siente magnífico estar así con él.
— Pensé que no vendrías— dice apartándose un poco.
— No me lo perdería— admito y le doy un beso que dura unos segundos, dejándome con deseos de más.
— Me alegra que vinieras— esa sonrisa sincera cuando me habla y sus manos acariciando los indicios de mi barba me tranquilizan.
— Eh, tortolos— grita uno de sus amigos— se buscan un cuarto o se unen a nosotros— ambos nos reímos y Raúl me da la mano para que nos acerquemos a los demás.
El resto de la noche es un borrón de bebidas, risas, bromas infantiles, karaokes que dan pena ajena y mucha evidencia en fotos y videos que terminó en las redes sociales. La verdad es que me divertía mucho con esos chicos, normalmente soy una persona hosca que no se relaciona con muchos.
Más allá de Robert solo tengo otro amigo, Dylan, un compañero de natación que conocí en la preparatoria y quien sabe todo lo que he sentido durante estos años. De hecho fue él quien me presentó a Raúl por casualidad, pues ambos trabajan en proyectos conjuntos en la Universidad.
Para cuando el sol está a menos de una hora de salir, es que decidimos retirarnos. Debido al deporte yo no bebo y Raúl solo tomó lo suficiente para achisparse, entre algunos de sus amigos, él y yo, ayudamos a los que están más borrachos a salir del recinto y subir a un taxi.
Luego de que todos se fueran le pregunto a Raúl si vino en su auto, cuando niega con la cabeza con una sonrisa traviesa, le tomo de la mano y nos subo a uno, podría llevarlo en la moto pero me da miedo que se maree o algo similar, más tarde regresaré a recoger la moto.
Llegamos a su edificio, pago el taxi y lo ayudo a subir, se ríe de cualquier tontería y tiene los ojos rojos por la bebida y el cansancio. Va cantando una canción moderna que desconozco, pero cuyo ritmo me es familiar, hasta que llegamos a su apartamento. Abre la puerta con algo de dificultad y luego siento sus brazos alrededor de mi cuello, haciéndome trastabillar y entrando con él.
— Quédate esta noche— pide en un tono sensual, y yo me sonrío.
En los cinco meses que llevamos juntos nunca hemos ido más allá de besos algo subidos de tono, sí le deseo, pero al inicio le pedí tomárnoslo despacio. Lo que Raúl me hacía sentir me descolocaba, todavía lo hace, y no quería tratarlo como a los que tuve antes. No quiero que él sea solo una forma de olvidar a Robert.
— Estás casi dormido en mis brazos— su peso recae todo en mí, parece que el alcohol acumulado finalmente hizo efecto— vamos a cambiarte de ropa y dejarte en la cama.
Hace un puchero adorable, pero yo le cargo como una princesa y lo llevo hasta el cuarto. Le ayudo con cuidado a quitarse la ropa, labor para la cual él no colabora y se limita a reírse, lo cargo hasta la cama y lo envuelvo en las sábanas para que esté cómodo. Paso mi mano por su cabello en un movimiento lento, veo cómo se va quedando dormido y el recuerdo de que he hecho algo similar antes me ataca.
Tenía 16 años y la primera novia de Robert acaba de dejarlo, tuvo una rabieta por ello que causó que le faltara el respeto a sus padres, quienes lo castigaron en la habitación sin comunicación al exterior y sobre todo, sin permiso para verme. Cada que la madre de Robert quería castigarlo severamente, le quitaba el derecho a hablarme o verme por tiempo indefinido, hasta la fecha nunca hubo castigo más afectivo con Robert.
Sabía que él se encontraba sufriendo, pensé que con que uno solo de los dos sufriera por amor era suficiente, así que llegué a su casa con sutileza, trepé por el árbol que se encuentra al lado de su ventana y me colé de un salto.
Él dio un brinco al sentirme, pero afortunadamente no gritó, sus ojos estaban rojos y su voz ronca se rompió cuando dijo mi nombre. Esa noche yo me acosté a su lado en la cama y me pasé toda la noche acariciando su negro cabello hasta que Robert se durmió.
Suspiro hondamente al ver mis dedos pasar por las finas hebras castañas. Raúl es un chico único, no sé por qué todavía tengo este conflicto interno, pero no se merece que lo tome sin antes haber resuelto mis sentimientos. Es más que un simple cuerpo al que follar, es una persona que me ha hecho sentir más allá de mis límites.
Me quito los zapatos con los pies y me acomodo a su lado en la cama. Así tenga que reescribir cada puñetero recuerdo que tengo, quiero intentar hacerlo todo hasta que llegue el día en que solo piense en este chico.
El sonido molesto de mi celular me despierta y en mi somnolencia puedo notar que el sol ya está alto en el cielo. Uno de mis brazos está siendo usado como almohada por Raúl y me muevo lo menos posible para no despertarle, estirándome para tomar mi celular.
Es Robert. Suspiro resignado y lentamente muevo a Raúl, suelta una queja por lo bajo, pero se gira hacia el otro lado tapándose la cabeza con la sábana y sigue durmiendo. Con pasos silenciosos salgo de la habitación y camino hasta la cocina, pongo a hacer café y contesto la llamada.
— Te demoraste en contestar— apenas me reclama puedo decir que algo está mal, su voz está ronca y falla al hablar.
— ¿Qué sucede?— el pulso me va a mil pensando en que algo pudo pasarle, observo el reloj de la pared y me doy cuenta que son las 3: 00 de la tarde. Hemos dormido demasiado.
— ¿Puedes venir? Por favor— Robert jamás pide nada por favor, la situación es seria.
— Estoy en camino— le aseguro y cuelgo.
La cafetera ya ha colado, así que me sirvo una taza de café que tomo rápidamente y entro al baño. Me doy una ducha de cinco minutos para ponerme la misma ropa del día anterior, tomando prestado un bóxer de Raúl. Cuando salgo del baño Raúl ya está despierto, bebiendo del café que yo colé y sensualmente vestido con un albornoz celeste.
— Tienes prisa— comenta jocosamente, y yo me sonrío.
— Tengo que pasar a por el motor al recinto de Karaoke y llevarle un encargo a Robert— explico, es una mentira a medias, pero no puedo decirle que mi amigo está mal y voy corriendo por eso.
— ¿Vienes esta noche? Haré comida italiana— me dice coquetamente y yo le beso sosteniendo su rostro entre mis manos y sintiendo el calor de la taza de café que él sostiene entre nosotros.
— Aquí estaré— aseguro, dándole un beso rápido y saliendo del apartamento.
Encontrar un taxi me fue fácil, regreso al recinto por mi moto y acelero al máximo permitido hasta llegar a casa de Robert. Tengo copia de la llave, por si alguna emergencia se daba, así que no me molesto en tocar, simplemente entro y me dirijo a su habitación, donde lo encuentro llorando, acurrucado entre las almohadas.
— Ey, estoy aquí— digo acercándome a la cama, él inmediatamente se incorpora y me abraza, aferrándose a mi torso, llorando más fuerte. Paso mi mano por su espalda mientras tarareo bajito una canción de cuando éramos pequeños. Al cabo de unos minutos los sollozos bajan de intensidad— ¿qué sucedió?
— No…no quiero…— entiendo que no quiere hablar de ello, pero si no me dice yo no puedo ayudarle.
— Por favor, Robert, estoy aquí para ti. Dímelo— es una petición sincera, me duele el corazón de verlo así. Solloza más fuerte y luego dice las palabras que más le duelen.
— Vanessa me dejó.
Eso fue un golpe que no esperaba, tanto como yo sabía su relación iba de ensueño, él incluso estaba más entusiasmado con planes futuros de lo que lo había visto nunca y yo me alegraba por ellos, aunque doliera. Lo dejo llorar un rato sin decir nada, no sé qué decirle, no tengo experiencia para aconsejarle. Pasan los minutos sin que ninguno de los dos hable, cuando finalmente lo siento más calmado, me animo a preguntar.
— ¿Qué sucedió?— me contengo comentarios del estilo iban perfectos, pensé que todo estaba bien y demás, pues es obvio que algo estaba fallando.
— Ella… yo intenté ocultarlo, pero se dio cuenta y me dejó, dice que no puede… que… argggg— gruñe al final de esos balbuceos mezclados con lágrimas.
— Robert, no entiendo nada— comento con calma, creo que ni él mismo está entendiendo lo que ha dicho.
— Es que ella… no podía continuar conmigo— me explica, pero yo solo me siento más confundido. Le paso la mano por la espalda y uso mi otra mano para hacerlo mirarme, sosteniendo su rostro por la barbilla. Sus ojos llorosos me miran suplicantes y el dolor se refleja en ellos.
— Te juro que quiero ayudarte— le digo suavemente— pero no te entiendo. ¿por qué Vanessa te tenía que dejar?
— Porque…— veo la vacilación en su rostro, entonces un dolor mayor se refleja y la determinación aparece— porque me gustas.
Me quedo de piedra ante esa frase, intento reaccionar a tiempo, pero sus dulces labios mojados por las lágrimas tocan los míos en un beso y yo no logro hacer nada. Mueve sus labios contra los míos y sus brazos rodean mi cuello, mantengo mis ojos abiertos y veo que tiene su cabeza ladeada y sus ojos cerrados, está temblando ligeramente e intenta por todos los medios profundizar el beso.
Cientos de recuerdos de los años de vida que tenemos juntos saturan mi mente, nuestras primeras bicicletas, el primer diente que perdimos, la primera pelea, el primer día en la escuela, la primera salida al acuario, las horas de juego en el parque de arena, la primera borrachera , la primera cita y finalmente un recuerdo que intenté borrar de mi memoria, el primer beso.
Teníamos 12 años y Robert se había acercado a mí diciendo que había visto que todos hablaban de lo maravilloso que era besar y él quería aprender, así podría hacerlo bien cuando fuera con alguien que le gustara. Yo iba a negarme, pues sabía que era demasiado para mi púbero corazón, pero Robert se abalanzó sobre mí y no me dejó opción.
Finalmente detiene el beso y se aleja unos centímetros, me observa con mirada suplicante y es como si esperara algo, pero yo no sé qué. En mi cabeza las preguntas se acumulan. ¿Desde cuándo? ¿Cómo lo notaste? ¿Sabías que me gustabas? ¿Por qué salías con ellas si yo te gusto? ¿Pensabas decírmelo?
Ensimismado en mí mismo como estaba, llego a la conclusión de que nada de eso importa ya, solo tengo una verdadera pregunta por hacerle. Lo miro y noto que en algún momento me puse de pie y alejé de la cama dos metros. Paso mi lengua por mis labios y hablo con toda la seguridad posible.
— ¿Por qué ahora?— permanece en silencio mirándome unos segundos antes de hablar.
— Porque cada día que estás con Raúl, más lejos estás de mí. Aparentemente ya no pude disimularlo más y Vanessa se cansó, yo también estoy cansado de fingir. Te amo, Christian— esa seguridad al decirlo me asegura que me está siendo sincero y sin embargo, cuando sus palabras llegan a mí me doy cuenta de que ya es muy tarde.
— Y yo te amo, Robert— lo veo sonreír por mi confesión— como un hermano— su sonrisa se desvanece y se ve confundido.
— Pero… no, estoy seguro de que tú me amabas como algo más— afirma y sé que debe de haber sabido sobre mis sentimientos durante mucho tiempo, pero prefirió callar los suyos antes de sacarme de mi miseria.
— Lo acabas de decir, te amaba como algo más— digo y veo como las lágrimas vuelven a su rostro— pero ya no más. Ahora es muy tarde.
— ¿Lo amas a él?— pregunta en un tono derrotado, ya no me está mirando y veo las lágrimas caer en sus puños.
— Sí, lo amo a él— y cuando pronuncio esas palabras el peso de la realidad me oprime— Adiós, Robert.
Sin esperar más salgo de su casa, no sabía que me había demorado tanto, el sol se está poniendo cuando me subo a la moto y acelero en dirección al apartamento de Raúl. ¿Cuánto tiempo pasé idealizando un amor platónico? Estaba tan centrado en mi dolor que no vi en que momento este fue desplazado, pero cuando Robert se me confesó me di cuenta de que ya no me sentía de esa forma por él.
Lo único que pude pensar fue en Raúl, en su rostro sonriente, la forma en que siempre está conmigo y lo maravilloso que me siento a su lado.
Paro delante del edificio y salgo corriendo hacia dentro, subiendo las escaleras de tres en tres, cuando estoy delante de su puerta la aporreo. Raúl abre asombrado de verme sudado, jadeando por el esfuerzo de subir, pero con una sonrisa tonta que se engrandece al verlo. La emoción se desborda por mis poros.
— Christian, ¿qué…?
No sé qué iba a preguntar, no me interesa, tomo su rostro entre mis manos y le beso profundamente, con una pasión que hasta el momento se había mantenido oculta. Adentro mi cuerpo en el apartamento y le sigo besando, siendo correspondido en cuestión de segundos. Cuando sus brazos cruzan mi cuello y pegan más nuestros cuerpos, una corriente recorre mi espalda, esto era lo que necesitaba.
Vamos dando tropezones sin forma hacia la habitación, dejando nuestras ropas desperdigadas por los pasillos de la casa. El colchón nos recibe entusiasta y nos reímos como tontos por el bote que damos en el impacto. Nos seguimos besando, manos ajenas recorriendo nuestros cuerpos, descubriendo cada detalle del otro por primera vez y al hacerlo mío totalmente, tengo la absoluta certeza de que yo soy de él y que nada ha sido más correcto en mi vida que este instante.
*******
Pequepinkypitufos, ¿qué tal?
¿Les ha gustado este capítulo?
Por favor déjenme saber su lea gustó el giro argumental, o si preferían algo más estilo amor de mejores amigos. 🥺.
Recuerden dejar su estrellita para alimentar a esta pobre alma en desgracia (ya entré modo Ursula) y nos leemos mañana.
Besitos💙💚💜
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro