Secreto 21- Mi compañero de verano
Me levanto de la cama dejando las sábanas caer al suelo, hoy es otro día de verano, nuevamente estoy aburrido en la casa, no puedo creer que todos mis amigos se hayan ido de vacaciones y yo, por andar cursando cursos extra debido a mis malas notas, me haya tenido que quedar.
Voy hacia la cocina, sirviéndome el cereal y la leche mientras paso mis dedos por mi enredado cabello que se para en todas direcciones, con algunos rizos rebeldes tirando de aquí y allá, finalmente me está creciendo después de haberlo tenido que rapar constante por el servicio militar, a quién se le haya ocurrido que debía ser obligatorio, espero que la casa se le caiga encima.
Desayuno; al parecer estoy solo en casa una vez más, mis padres deben de andar disfrutando de la visita a la casa de la abuela, con sus pasteles recién hechos y la nueva cosecha ya recolectada. Creo que lo único bueno de haberme quedado tiempo extra en exámenes en mi primer año de Universidad es que no tuve que trabajar en la finca, mi hermano siempre se queda por trabajos de docencia que aumentan su currículo. Joseph siempre ha sido el intocable, inteligente y perfecto, yo no me preocupo tanto por las cosas, y aprendí a sobrellevar las comparaciones desde la infancia, no es que mi importe, amo a mi hermano y nos llevamos bien.
Friego los platos y voy hacia la nevera, tomando directo del cartón de leche, sé que si mamá estuviera aquí me pelearía. Regreso a la habitación restregando mis ojos, mi vista ha ido empeorando considerablemente con el tiempo, apenas si veo bultos sin mis espejuelos, una pena, lo único que me gustaba de mi apariencia era lo brillante de mis ojos verdes en contraste con mi piel color canela.
Entró a mi habitación y tomó mis espejuelos, dirigiéndome al baño para asearme apropiadamente. ¿Hace cuánto no me afeito la barba? Paso la crema por mi rostro y tomó la rasuradora, pongo la música alta mientras la cuchilla pasa por mi piel, dejándola lisa y sin pelos, por suerte ya la etapa de acné juvenil ha pasado.
Tardó cerca de dos canciones en tener todo el rostro afeitado, vale la pena, detesto la barba que me suele salir, irónico, porque mi hermano daría lo que fuera porque la de él creciera. Me quito los pantalones de dormir para meterme a bañar, notando que en el toallero falta mi toalla. Me la llevé a mi cuarto anoche mientras me secaba el pelo. Dejo escapar un suspiro, saliendo del baño para ir a mi cuarto a recogerla.
—Henry, te tengo dicho que no pasees así —reclama mi hermano, haciéndome saltar en el lugar.
—No sabía que habías llegado —respondo, sin importarme lo que dice al respecto.
—Con esa música es imposible que escuches nada —rebate él, a lo que yo le doy una mirada sarcástica, él llega a poner la música más alto incluso.
—Hordy, ya encontré el documento —dice una voz suave, mis ojos se dirigen hacia el joven que entraba por el pasillo. Es alto, de piel pálida y unos increíblemente bellos ojos azules que se clavan en mí de inmediato.
—¡Mierda! —exclama mi hermano, tapándole los ojos luego de que nuestras miradas se encontrasen durante dos segundos—. Henry, vete a tu cuarto a ponerte decente —ordena mi hermano, ganándose que yo le haga una seña con el dedo medio antes de entrar en mi habitación, cerrando la puerta y apoyando la cabeza contra esta. No entiendo cuál es el problema en que su amigo me vea, ambos somos hombres.
—¿Ese es tu hermano? —escucho que pregunta el chico rubio que no reconozco, pero que obviamente viene con mi hermano.
—Sí, es menor que nosotros por tres años —explica Hordy, soltando un suspiro cansino—. Lo lamento por eso, no suelo trae muchas visitas.
—No importa, pero, ¿puedo coquetearle? —la pregunta me toma por sorpresa, haciéndome casi atragantar con mi propia saliva mientras escucho un golpe fuerte y luego una risa suave que sé que no pertenece a mi hermano.
—No digas tonterías, manos fuera de mi hermano menor, Lucían, no es una broma —amenaza mi hermano y yo no puedo evitar sonreír. Oh, hermano querido, te aseguro que yo daría lo que fuera porque semejante bombón de facciones finas y porte elegante me pusiera las manos encima.
Escucho como se van alejando, hacia la habitación de Hordy, antes de tomar mi toalla y regresar al baño, metiéndome a la ducha y dejando que el agua caliente despeje mis ideas. Pensándolo mejor, recuerdo que mi hermano es demasiado exigente con sus amistades, le tenía prohibido a nuestro hermano mayor que se metiera con sus amigos, por suerte Harry siempre tuvo mayor tendencia por los profesores y encontró al hombre que se convirtió en su marido antes de salir para la universidad, así que Hordy no tuvo mucho que decir, pero cuando yo salí del closet como gay, enseguida armó una noche de chicos solo para dejarme claro que cualquiera de su círculo social estaba fuera de los límites.
Para cuando salgo de la ducha, las voces ya no se escuchan en la casa y todo vuelve a estar en silencio. Me decido por vestirme con unos jeans gastados y un suéter verde viejo, junto con una chaqueta antes de salir a la calle, dejándole una nota a Hordy de que estaré fuera. Paseo sin rumbo un tiempo, compro unos videojuegos nuevos y almuerzo algo en una cafetería antes de decidir volver a casa. Apenas entro, lo primero que veo es una maleta, luego localizo a mi hermano hablando por el teléfono de la casa.
—Mamá, es necesario —afirma, colocándose la chaqueta mientras yo cierro la puerta—. No, Henry se puede quedar solo, no es un niño, no tienen que volver —asegura, dándome una mirada que me indica que me quede donde estoy—. Te llamaré cuando llegue, un beso.
—Asumo que te vas de viaje —comento, soltando las llaves en el llavero y quitándome la chaqueta.
—Me salió una presentación urgente del proyecto que estamos haciendo Lucían y yo, uno de los dos debe ir a exponerlo y perdí en el piedras, papel o tijeras —explica Hordy, y yo me rio apenas escucho lo último.
—¿Disputaron quién iría con piedra, papel o tijeras? —pegunto de forma burlesca, divirtiéndome con la expresión mortificada de mi hermano.
—Cállate —reclama, cargando el maletín en su hombro y acercándose a la puerta—. Estaré fuera una semana, no hagas nada irresponsable.
—Sabes que siempre me porto bien —protesto, pero la sonrisa traviesa en mi rosto, que contrasta con la mirada escéptica de Hordy, deja claro que sabemos que no es así.
Lo veo irse cuando el taxi llega, y, apenas sé que no va a regresar, tomo la cartera y salgo a la tienda más cercana, comprando una docena y media de cervezas. Paso la noche viendo películas malas y bebiendo, hago una video llamada con mis amigos a medianoche y termino durmiendo el en sofá.
Me duele todo el cuerpo cuando el sol entra por la ventana, pero no es eso lo que me está despertando. Me siento en el sofá, tomando una de las pastillas de menta que compré junto con la cerveza, y que siempre me ayudan con la resaca, dejando que haga efecto. Solo entonces noto que me he despertado porque alguien está tocando la puerta.
Avanzo revolviendo el nido que tengo por cabello, y al abrir me quedo sin palabras al encontrarme a Lucían, impoluto con un traje negro y su cabello perfectamente peinado hacia atrás. Por un instante, soy dolorosamente consciente de que yo ando con unos pantalones holgados de hacer yoga, descalzo y sin camisa, despeinado y oliendo a alcohol. Debo parecerle un vagabundo.
—Hordy no está —es lo primero que suelto y me palmeo mentalmente, ahora pensará que no lo quiero aquí.
—Sí, sé que anda para la presentación del proyecto, me mandó a que recogiera un pendrive de su habitación y le enviara unos documentos que estaban en este —explica Lucían y yo quiero gritar de frustración, por supuesto que no vendría a verme.
—Claro, adelante, ya sabes dónde está su habitación —digo, apartándome de la puerta y viéndolo entrar. Lloro por dentro al ver el desastre que hay en la sala, pero él solo lo ignora y va directo a la habitación de mi hermano.
De repente, me encuentro a mí mismo correteando por todos lados de la sala, metiendo las botellas vacías en bolsas de plástico y tirándola caja de la pizza que me comí yo solo. Desecho todo en la basura y regreso corriendo al baño, echándome agua en la cara y cepillándome los dientes; para cuando salgo, ya más refrescado, Lucían está en la sala y observa el lugar con atención.
—No iba a decirle a tu hermano que habías convertido esto en una pocilga, no tenías que correr para recoger —comenta; se ve tan fuera de lugar en la sala de mi casa que, por un segundo, casi me río.
—Tampoco es que quisiera que vieras eso, la idea era que nadie lo viera —repongo, acercándome y apoyándome en el espaldar del sofá, cruzándome de brazos y mirándolo con aire casual.
—Hordy me dijo que no habías ido de vacaciones con tus amigos porque estabas en exámenes extra —dice y lo veo pasearse dos pasos por la sala, quedando en la pared que está frente a mí—. ¿Es esto lo que harás entonces?
—Mientras mi hermano no esté —afirmo, asintiendo con la cabeza y sin dejar de mirar a sus azules ojos.
—¿Por qué no adelantas el trabajo de verano? Si mal no recuerdo de mi inicio en el segundo año de la universidad, es lo primero que recogen el primer día —dice, apoyándose en la pared y tirando la cabeza hacia atrás, dándome una vista perfecta de su cuello pálido.
—Estuve en exámenes extra, eso te dice que no entiendo las materias, tengo que esperar a que mis amigos regresen y me ayuden a hacerla, para mí los libros esos están escritos en mandarín antiguo, son ilegibles —explico, separando los brazos y apoyando cada palma a mi lado, sobre el espaldar del sofá.
—Yo hablo mandarín antiguo —admite, mirándome con un brillo de diversión que me hace sonreír.
—Por supuesto que lo haces —replico, viendo como él me sonríe de vuelta, y yo siento que mi corazón se va a latir a mi estómago.
—Lo que intento decir es, si quieres, que yo te puedo ayudar. No tengo nada que hacer de cualquier modo —su propuesta me toma algo desprevenido, y creo que se me nota en el rostro, porque él se ríe quedamente.
—No seré yo quien niegue la ayuda —accedo, porque sí necesito que me guíen y porque, además, quiero conocer a este chico. Es el primero de los amigos de mi hermano que parece interesante.
—Pero a tu hermano… —advierte Lucían, señalándome con el dedo, y yo contengo una risa mordiéndome el labio.
—Ni una palabra —termino por él, concordando en que mientras menos Hordy sepa, menos podrá darnos dolores de cabeza—. ¿Cuándo quieres empezar?
—Báñate, ponte decente y trae los trabajos, empezamos ahora —su voz suena como una orden, y siento el instinto de desobedecer de inmediato, pero lo veo avanzar con aire regio hacia la cocina, quitándose la americana y alisando su camisa negra y no puedo; antes de saberlo, me veo obedeciéndolo.
Si hacer trabajos escolares hubiera sido siempre tan divertido, yo sería la persona más aplicada del planeta. A lo largo de la semana, Lucían y yo nos encontramos de forma diaria, con él ayudándome a comprender en cuestión de horas lo que durante meses los profesores explicaron, pero yo no entendí.
Sin embargo, lo que me gustaba era el tiempo con él, la risa queda que dejaba salir ante mis chistes malos, el aire de superioridad que lo englobaba cuando explicaba algo, la seriedad con la que se tomaba la tarea y la manera en que sabía burlarse de mí sin que fuera ofensivo. Se suponía que serían dos horas de estudio diario, pero durante toda la semana terminó quedándose a comer mientras yo demostraba mis habilidades culinarias, y descubría que Lucían podía quemar hasta el agua si le dejaban la estufa sola.
El último día antes de que mi hermano volviera, salimos de la casa, estuvimos horas conversando en una cafetería que queda algo lejos de mi casa, hablando de cómo se conocieron él y mi hermano, de lo mal que se llevaron al inicio y de cómo, debido a un trabajo en grupo, terminaron entablando la amistad que hoy tenían. Me quejé del servicio militar, sobretodo porque no pude conocerlo desde el primer año en que se hizo amigo de mi hermano y me sentí volar cuando vi sus mejillas ponerse rojas. En efecto, estaba jodido, Lucían me gustaba.
Habíamos quedado en que, una vez que mi hermano regresara, no volveríamos a compartir tiempo juntos, ya que ambos teníamos prohibido interactuar, así que fue una sorpresa para mí que, una semana después del regreso de Hordy, Lucían me escribiera invitándome a un bar. Di una mala excusa en casa y fui a su encuentro, estuvimos hablando tranquilamente, entre copas ligeras que nos achisparon, pero no nos emborracharon, contándonos la semana y riéndonos de las personas a nuestro alrededor.
Estos encuentros siguieron dándose, a veces salíamos a cafeterías, otras simplemente Lucían venía a la casa en un horario en que sabía que Hordy no estaría. No siempre conversábamos, resultó que encontré una paz extraña en jugar videojuegos mientras él se sentaba en el sillón de mi habitación a leer alguno de esos sofisticados libros que yo no entendía, su presencia en sí misma era tranquilizadora.
Por eso, en algún punto, me vi a mí mismo pausando los videojuegos y sentándome en el reposamanos del sillón, pidiéndole que leyera en voz alta y perdiéndome en la tranquilidad de su voz; así, por primera vez en diez años, no me dormí mientras escuchaba a alguien leyendo en voz alta sobre historia.
—Perdona, ¿qué dijiste? —pregunto; estamos sentados en el suelo de mi cuarto, Hordy dijo en la mañana que saldría durante todo el día con solo Dios sabe quién, y yo le avisé rápidamente a Lucían por si quería venir.
—¿Qué si quieres venir a mi casa? —repite la invitación y yo siento mi cuerpo calentarse por dentro. Llevamos saliendo juntos como amigos durante todas las vacaciones, el nuevo semestre inicia en tres días y este jodido chico que me tiene flotando en las nubes me invita a su casa. El mundo debe de haberse vuelto loco.
—¿Estás seguro? Nunca habías mencionado eso antes —deseo ir, pero me confunde tanto su actitud que prefiero asegurarme que se siente cómodo con ello.
—Mi casa es… muy diferente a la de ustedes. He tenido compañeros en otras ocasiones que terminan cambiando mucho en su forma de actuar luego de verla. Si no te invité antes fue porque tenía mis reservas sobre cómo reaccionarías —veo como baja la mirada mientras habla.
Me imagino con él más pequeño, sintiéndose dolido porque sus amigos se apartan debido a que se sienten amenazados por su dinero, o sintiendo como lo usan para obtener beneficios, y siento como si alguien tuviera mi corazón en sus manos y lo estrujara. Antes de darme cuenta me impulso hacia adelante, cerrando el espacio entre nosotros y tomando una de sus manos, entrelazando los dedos con los míos.
—Eso no pasará conmigo —afirmo, viendo la vulnerabilidad en sus ojos azules, que me miran buscando una base sólida para creerme—. No soy una persona conocedora de modas, pero soy lo suficientemente consciente de mi entorno como para entender que alguien que anda con trajes casi todo el tiempo, y cuando no, usa pantalones de pinza y pulóveres más suaves que cualquiera de mis pijamas, no vive en una casa como la mía. Hablas como si fueras de otra época, poco más y te pregunto si eras familia de Edward Cullen —sonrió cuando lo veo reírse de mi mal chiste, es simplemente hermoso—. No voy a cambiar ni me iré a ningún lado, el dinero que tengas o el castillo en que vivas no cambia quién eres para mí.
—¿Y quién soy para ti? —la pregunta me toma desprevenido, pero sus ojos están fijos en los míos y yo no puedo desprenderme de él, de esa conexión extraña que se fue formando con visitas diarias y largas charlas nocturnas por teléfono.
—La persona más increíble que he conocido —admito, sintiendo como mi mano tiembla enlazada a la suya, ¿o es la de él la que tiembla? No lo sé, ya no importa verdaderamente.
Me siento más cerca de él, percibo lentamente como el espacio entre ambos disminuye hasta que su aliento y el mío se mezclan. Mi corazón late desaforado y todo mi cuerpo se tensa, he soñado decenas de veces con este momento, me he imaginado la suavidad de sus labios rosados contra los míos como una utopía nocturna, pero cuando siento el roce cálido de su boca, el mundo desaparece y todo lo que queda es ese instante que se sostiene en el tiempo.
El sonido nos toma por sorpresa, es la puerta de mi habitación siendo abierta de forma estrepitosa. Ambos nos sobresaltamos, tomando espacio uno del otro y mirando aterrorizados a Hordy, que está en la puerta, sosteniendo en sus manos el bolso de una asa y obviamente caro que Lucían había traído hoy.
El recuerdo de él soltándolo en el sofá cuando llegó y yo arrastrándolo hacia mi habitación poco después, dejando el bolso olvidado en la sala, llega a mí, pero ya es demasiado tarde. Los ojos de mi hermano muestran llamaradas de ira candente y Lucían y yo nos ponemos de pie, incapaces de hablar. ¿Qué diríamos, de cualquier forma? ¿No es lo que parece? Es una frase ridícula y un insulto a la otra persona, permanece callados es la mejor opción.
El silencio se extiende entre los tres, pesado y espeso.
—Lucían, sal de mi casa —demanda mi hermano, tirándole el bolso, que afortunadamente Lucían atrapa a tiempo.
—Espera —le detengo, tomándolo de la mano—. Podemos hablar esto como personas civilizadas.
—¡Lucían, sal de mi casa! —demanda mi hermano, pero sus ojos están fijos en mí, su rabia me tiene como objetivo.
—Será mejor que me vaya, me escribes luego —dice Lucían, y yo puedo ver como esa sola frase echa combustible a la ira de Hordy, pero no me importa, asiento quedamente, viéndolo salir rápido de la habitación, ninguno habla sino hasta que el sonido de la puerta principal cerrándose llega a nosotros.
—¿Se puede saber qué mierda te pasa? —pregunto, dejando que el enojo se filtre a través de mi cuerpo también.
—Eso pregunto yo, ¿por qué mierda estaban…? ¿Qué coño estaban haciendo? —exige él, y antes de contestar veo la figura más alta de nuestro hermano mayor aparecer detrás suyo.
—¿Qué está pasando aquí? —pregunta Harry, entrando a la habitación y mirando a Hordy y a mí de hito en hito.
—¡Que te lo diga él! Es quien anda besuqueándose con mis amigos —espeta Hordy y yo cierro mis manos en puños cuando siento el calor insano cubrir mi cuerpo.
—¡No hables así de él! Estaba a punto de besarme con Lucían, sí, pero no porque sea tu amigo o ninguna mierda, sino porque es una persona increíble que genuinamente me gusta y tú no tienes nada que decir al respecto —bramo con fuerza, viendo el rostro de mi hermano contorsionarse ante mis palabras.
—No lo permito, yo le dije claramente que no se acercara a ti —declara, su pecho subiendo y bajando acelerado ante lo errática de su respiración.
—Es que eso no lo decides tú, Hordy, es algo entre él y yo —repongo, escuchando claramente el gruñido que sale de su garganta.
—Hordy, basta ya —intervino Harry, acercándose a Hordy y colocando una mano firme y pesada, en la cual destella su anillo de matrimonio, sobre su hombro. La fuerza parece ser suficiente para que Hordy cambie su expresión a una ligeramente adolorida antes de mirar a Harry—. Hablemos tú y yo afuera.
No dicen más nada, pero así han sido las cosas siempre en mi familia, allí donde ni mis padres podían poner orden, Harry siempre pudo. Siendo el más loco, fiestero y promiscuo de todos, también fue el más centrado, tanto que nunca dudó de su amor cuando conoció a Matt, por eso llevan tantos años felizmente casados.
Me quedo en mi habitación, cierro la puerta de un empujón y me tiro en la cama, el sol está poniéndose a través del horizonte, y mientras lo veo, todo lo que puedo pensar es en que Lucían iba a besarme.
No llego a enterarme de qué hablaron mis hermanos, pero Harry es quien único cena conmigo esa noche, asegurándome que todo estaría bien, que le diera tiempo a Hordy, y felicitándome por mi posible nuevo novio antes de que Matt llegara a buscarlo.
Me doy un baño de agua fría, buscando despejar la mente mientras el recuerdo de la tarde me invade; cuando regreso a mi habitación, me quedo solo en bóxer y me tiro en la cama, el cansancio finalmente invadiendo mis sentidos. El sonido de mi celular a mi lado me hace reaccionar, tomándolo y sintiendo la sonrisa que se dibuja en mis labios.
—Lucían —contesto, hablando en voz baja y sin poder dejar de sonreír.
—Hola, ¿qué tal todo? —me pregunta, su tono pasivo usual, pero la preocupación es palpable.
—Harry se encargó de Hordy, solo hay que darle tiempo —aseguro, colocándome de lado en la cama y abrazando una almohada.
—Me vio cuando salí de la casa, supuse que hablarían —comenta él, quedando ambos en silencio luego de eso; los minutos pasan y yo siento como su respiración se agita, la mía también, ambos nos sentimos igual.
—Oye, Lucían, ¿puedo visitar tu casa mañana? —pregunto, sé que es una sugerencia atrevida, pero no estoy dispuesto a perderlo, no a él.
—Sí —su respuesta llega suave, y yo logro escuchar la sonrisa en su voz. No estoy seguro de qué hablamos después de eso, pero lo que fuera, no importaba, porque lo estaba hablado con él.
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Hola, he regresado por aquí, sinceramente no pensaba poder hacerlo, conseguir estos secretos me es difícil y por eso solía pedirles a los lectores que buscaran si querían que yo hiciera alguno.
Encontré este por fb y decidí hacerlo, iba a subirlo antes, pero el internet en mi país lleva dos días de asco. En fin, espero que les guste y si alguien quiere, por favor, díganme qué les pareció. Un beso.
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