Secreto 2- Mis pinturas de amor.
— Alex, no puedes refugiarte en tu burbuja por siempre, llegará el día en que tengas que salir de tu zona de confort. ¿Entiendes eso?
Mi mamá solía decirme esa frase reiteradas veces cuando era pequeño, recuerdo su rostro preocupado y su tono de voz tierno mientras me abrazaba, dándome dulces besos en la frente. Era consciente que me lo decía por su preocupación por mí, porque la maestra le había dicho que mis compañeros de aula me molestaba ya que nunca hablaba, siempre estaba en mi propio mundo totalmente distraído y me veía depresivo.
Mi apariencia tampoco ayudaba mucho, siendo pelinegro y con los ojos oscuros, como casi nunca salía de casa mi piel siempre fue de un blanco cal, marcándose mis venas y arterias en azul verdoso y morado claro. Esto me daba un aspecto cadavérico que todavía poseo a día de hoy. Unido a mi forma introvertida y silenciosa de ser, era el claro objetivo de burlas de mis compañeros de aula.
Apenas si hablaba en mi casa y con mi madre, ciertamente no iba a hacerlo con un montón de extraños que para empezar no me caían bien. Al final mamá decidió permitirme ser así por un tiempo más, ella pensaba que a medida que creciera eso iba a cambiar, pero para mis 11 años seguía siendo exactamente igual.
Fue en esa época que me refugié en el salón de artes de la escuela, era un lugar alejado y silencioso donde no me buscarían, allí podía tener paz. Como no tenía mucho que hacer con mi tiempo, empecé a merodear alrededor de las esculturas, lienzos, pinceles y artesanías del Club de Arte.
Para alguien tan frío e inexpresivo, que vestía siempre de colores oscuros de invierno, me sentí extrañamente atraído hacia los colores brillantes de la paleta de pintura. Al inicio no hacía más que verla, pero con el tiempo y mis repetitivas visitas al salón, empecé a jugar con los pinceles. Me gustaba tanto como se veía que luego de unas semanas cargaba con papeles para pintar y me escondía en el salón de arte, dedicándome a usar los colores y pinturas para plasmar lo que se me ocurriese en el papel.
Llevaba haciendo lo mismo durante ya tres meses cuando me vi sorprendido por el maestro de arte, en ese momento juro que sentía como si mi corazón fuera a salirse de mi pecho. Tenía miedo de que me regañaran, me llevaran a dirección, de que alguien más se enterase de mi gusto por los colores y lo usaran en mi contra, pero sobre todo, tenía miedo de perder mi lugar seguro.
— Tienes mucho talento, Alex— fue lo que dijo el maestro Roque— Siéntete libre de venir cuando quieras, separaré un lienzo para ti y podrás usarlo— me dijo sin más mientras me sonreía, con la misma se estiró bostezando y se alejó moviendo su mano descuidadamente en un gesto de despedida.
El maestro Roque siempre había sido un hombre extraño en comparación con los demás profesores, vestía colores escandalosos, reía con los estudiantes, lo veías motivar a sus alumnos, sus clases eran ruidosas y siempre había risas. Que alguien así me dijera que tenía permitido usar el salón, que ya no era un intruso, se sintió increíblemente bien.
Pasé mucho tiempo en el salón de arte luego de aquel día, solía pintar lo que más me motivara y el maestro siempre venía a felicitarme y observar mi progreso. Los demás miembros del Club de Arte me aceptaron sin problemas, aunque no hablaba mucho con ellos y seguía mostrándome serio, al final había logrado hacer amigos. Mi vida había empezado a ir mejor, en ocasiones incluso sonreía delante de los demás, era casi utópico para mí, pero todo se destrozó cuando cumplí 13 años.
Era mi cumpleaños, iba camino a casa luego de salir del Club de Arte, donde mis amigos y el profe Roque me habían hecho una especie de celebración de cumpleaños, me había retirado temprano porque debía de ir a celebrar con mi mamá. Desde pequeño habíamos sido ella y yo, así que cada año siempre lo festejábamos nosotros solos. Cuando llegué a casa había una patrulla afuera, no recuerdo muchos detalles de aquel momento, solo los oficiales explicándome que mi mamá había muerto por causa de una caída que había reventado un aneurisma.
Los días que siguieron a aquel evento están en mi memoria como un borrón. Mi tía Martha, la única pariente que todavía se mantenía en contacto con mi mamá, vino con su marido a buscarme, pues se habían convertido en mis tutores legales. No podía seguir viviendo en mi casa, así que creo que ella me ayudó a recoger todo lo que yo consideraba importante, lo demás lo metió en cajas que fueron a parar a una de esas unidades de almacén pagadas, según ella para si algún día me interesaba algo de lo que había allí.
La casa fue vendida y yo me mudé con su familia, todavía asistía a la misma escuela y seguía en el Club de Arte, pero ya no pintaba, pese a ello el maestro Roque no hizo nada por expulsarme, solo solía tocarme el hombro en un gesto cariñoso que suponía darme ánimos.
La vida en mi nueva casa no era mala. Sergio, el marido de mi tía, era un hombre agradable y silencioso, en ese aspecto bastante parecido a mí, por lo que congeniamos bien pues ambos simplemente interactuábamos para lo mínimo.
Mi tía solía visitarme mucho, pero aprendió a darme mi espacio y cuando supo que me gustaba pintar, me dio la habitación libre de la casa para que la usara de cuarto de pintura, compró lienzos y todos los útiles. Se preocupaba mucho por mí y se lo agradecía infinitamente. Cuando estaba allí nadie solía molestar, aunque yo solo miraba los lienzos en blanco sin pintar.
Mi prima Rosie era un mundo aparte, dos años mayor que yo, una chica chillona, entusiasta, extrovertida y con mucha energía. Al inicio solía intentar que hiciéramos cosas juntos, presentarme a sus amigos, incluso pidió que me cambiara de escuela ya que la de ella quedaba más cerca. Ante aquel ofrecimiento tuve una crisis de ansiedad, luego de eso su madre le ordenó que no intentase convertirme en ella ni me presionara más.
Desde la parte de arriba de las escaleras escuché como la regañaba por no aprender que hay que aceptar las características de los otros y no imponernos a ellos. Me sentí mal porque mi prima solo no llegaba a comprenderme y yo no quería ser una molestia, quería disculparme, pero antes de poder hacerlo Rosie estuvo parada delante de mi puerta con un cartel de brillantes colores que decía “Lo siento” y tenía un dibujo de ella dándome la mano. Aunque parecía de un niño de primaria, yo me sonreí por primera vez en meses desde la muerte de mi mamá.
Después de ese día las cosas fueron mejorando, la convivencia se volvió amena, ellos se acostumbraron a mí y yo a ellos. Mi paz había vuelto de cierta forma, aunque seguía sin poder pintar, hasta que un día eso cambió.
Estaba sentado en el cuarto de pintura sin hacer nada más que escuchar música y mirar el lienzo en blanco, estábamos en fin de semana y yo todavía me encontraba sensible porque mi cumpleaños número 15 acaba de pasar, junto con el aniversario de la muerte de mi mamá.
Me dio hambre así que bajé a la cocina para preparar algo de comer, nunca pensé que me tropezaría con Rosie en la sala con un chico. Ambos estaban riendo entusiastamente a carcajadas mientras veían una película que yo no reconocí, intenté ignorarlos pero Rosie no me lo permitió.
— ¡Alex!— gritó con fuerza— Me alegra que bajaras, cada vez que Louis está en casa siempre estás ausente o en el cuarto de pintura, al fin podrán conocerse— Louis es el mejor amigo de mi prima, la había escuchado hablar mucho de él, pero era cierto que hasta ese día nunca lo había conocido— Louis, este es Alex, mi primo. Alex, él es Louis, mi hermano por parte de vaca.
Quizás en otras circunstancias hubiese dicho algo de la mala broma de mi prima, pero en aquel momento no podía siguiera respirar. Louis, el chico del que tanto hablaba mi prima, era un muchacho un poco más bajo que yo, posiblemente midiese como 1.70 m, tenía el cabello de la parte alta largo hasta por la nuca, recogido en una media cola alta que dejaba ver sus tres colores de cabello, el castaño natural en la base, el rubio claro en el centro y las puntas rosadas.
Traía las uñas de una mano verdes y las otras negras, era delgado, los rasgos de su cara eran delicados, con grandes ojos azules claros que expresaban emociones sin problemas. Vestía una camisa rosada con unos pantalones negros ajustados que tenían rotos en las rodillas y un abrigo ancho de animal print, todo esto contrastando con su piel de color saludable como el verano. En resumen era todo lo opuesto a mí.
— Hola, mucho gusto— me saludó sonriendo mientras extendía su mano hacia mí para que yo le diera la mía
— Eh, yo…eh.
Esos míseros balbuceos fueron los que salieron de mi boca cuando intenté hablar, me puse tan nervioso que simplemente atiné a salir corriendo escaleras arriba y encerarme en el cuarto de pintura. Me apoyé en la puerta respirando con dificultad, las piernas me flaquearon y terminé arrastrándome por la madera hasta quedar sentado en el suelo, sentía mi corazón latir con fuerza contra mis costillas y me temblaban las manos. Mi rostro ardía, sentía mucho calor y dolor en mi rostro por estar sonriendo como idiota.
Luego de pasar algunos minutos relajándome y dejando que la adrenalina se fuera de mi sistema, me puse de pie y me detuve delante del lienzo en blanco, no tenía claro qué quería pintar exactamente, pero las manos me picaban por hacerlo, así que tomé el pincel, lo sumergí en la pintura rosa y empecé a trazar líneas. Esa noche cuando me acosté, todavía la pintura no estaba ni cerca de estar terminada, pero al menos ya sabía qué estaba pintando. A Louis.
Ya han pasado dos años de aquel evento, lamentablemente, a mis 17 todavía mis habilidades sociales no han mejorado para nada y cargo con las consecuencias de mi estúpido actuar de aquel día. Louis se llevó una mala impresión de mí, algo que mi prima trató de ocultarme, pero que yo escuché en una de esas noches en que él se quedó a dormir en casa. Yo iba pasando por el pasillo hacia mi cuarto y los escuché hablar en la habitación de Rosie, que tenía la puerta entreabierta.
— Te lo estoy diciendo Ro, tu primo es un homofóbico estúpido y me detesta— afirmaba Louis con su melodiosa voz.
— No es eso, Lu— rebatía Rosie— él no es como nosotros, por eso le cuesta más tratar contigo.
— ¿Y me mira con cara de asco como si me quisiera matar también por eso? No lo intentes defender Ro, es un imbécil, pero yo no voy a dejarme hacer por él, eso seguro. Puede ser muy bonito y lo que sea, pero no va a pasar por encima de mí.
Las palabras que escuché aquella noche me dolieron, no es que yo lo odiase, simplemente que me gustaba, no solo su físico, sino él. Lo había observado cuando venía a la casa, solía vestir siempre extravagante y colorido, con mucho animal print, siempre reía a carcajadas y decía lo que pensaba sin tapujos, aun en presencia de mis tíos.
Hacía comentarios altisonantes en las películas, comía chucherías en cantidades y tenía un gato que traía con él cuando venía a dormir y al cual mimaba como si fuera lo más preciado del planeta. Era todo lo opuesto al pálido, frío y apático yo. ¿Cómo podría siquiera hablarle de forma normal? Así que aquí estoy, dos años después y sin poder hacerle entender que definitivamente no le odio.
Suelto un suspiro cansado mientras repaso los detalles de mi última pintura, esta vez es un parque de diversiones en plena lluvia y Louis está corriendo con una sonrisa infantil como si fuera a salir del cuadro, sosteniendo unos globos de colores. Está basado en una foto que mi prima subió a las redes sociales de la salida que hicieron ella y sus amigos de la universidad hace unos días.
Tengo la música puesta alta, como siempre que me encierro aquí y por eso no me sorprendo al ver que mi prima me está llamando al celular en lugar de tocar la puerta. Antes ella simplemente pasaba sin más, pero cuando empecé a pintar a Louis decidí ponerle seguro con llave a esta habitación. Cuelgo su llamada y apago la música, me dirijo a la puerta y al abrirla ella está allí sonriéndome de lado.
— Louis va a venir en un momento para que hagamos un proyecto y no hay nada para merendar— dice haciéndome ojitos.
— ¿Y qué quieres?— pregunto con mi tono usual, aunque ella ya no se lo toma mal, sabe que soy así— Te acabaste todo anoche con tu tanda improvisada de películas de terror.
— No seas malo, Alex por favor. Si Louis llega y yo no estoy porque ando para la tienda me va a matar— dice haciendo puchero y yo sonrío, nos llevamos bien, contrario a nuestros inicios. Simplemente no puedo negarle nada.
— Está bien, está bien— accedo y ella felizmente tira de mi brazo sacándome del cuarto.
Va hablando locuras sin sentido mientras me hace bajar las escaleras y me alcanza su cartera con dinero, pues sabe que yo gasto todo en mis materiales de pintura. Me hace ponerme una chaqueta por encima del abrigo y me sigue empujando rápidamente fuera de la casa, una vez que he pasado la puerta ella me detiene y desordena mi cabello.
— Has crecido mucho mocoso— me dice sonriente— te ves bien.
— Lo que sea— contesto aunque siento mis mejillas ponerse un poco calientes.
Me voy antes de que diga más nada, prefiero ir caminando y así despejo un poco la mente. No suelo pensar en nada, me gusta la paz que trae mantener la mente en blanco. Cuando voy a entrar a la tienda luego de varios minutos de caminata, observo mi reflejo por un momento.
Cierto que he crecido hasta llegar a los 1.85 m, pero mi piel sigue de un blanco enfermizo, tengo ojeras ligeras bajo los ojos, mi oscuro cabello cortado sin forma y algo largo me hace ver como un vampiro de antaño, soy flaco y no tengo nada de gracia. No entiendo qué quiso decir Rosie con que me veo bien. Doy un largo suspiro y entro a la tienda, compro la nada pequeña lista de comida chatarra de Rosie y emprendo el mismo camino a casa.
Cuando llego me limito a dirigirme a la cocina, al pasar por el sofá veo que está el bolso de leopardo de Louis tirado allí y siento mi corazón acelerar a la par que aparecen las mariposas en el estómago. No le doy más importancia porque si no, sé qué puedo pasarme fantaseando tonterías durante horas, pero cuando entro a la cocina y veo la nota de Rosie en la encimera diciendo que tuvo que salir un momento por un problema en su trabajo de medio tiempo y dejaba a Louis en casa, siento como prácticamente tengo un infarto.
Dejo las bolsas en la meseta y releo la nota, tardo unos minutos en alcanzar a comprender que Louis y yo estamos solos en casa, pues mis tíos se han marchado por dos semanas de vacaciones.
No me da tiempo a ponerme nervioso, rápidamente el pensamiento de que Louis lleva en la casa quién sabe cuánto tiempo me ataca. No estaba en la sala y no está en la cocina, es posible que esté en el cuarto de Rosie, pero entonces recuerdo que no llegué a cerrar el cuarto de pintura porque Rosie me sacó apresuradamente de allí y siento una ansiedad crecer dentro mío.
Salgo corriendo escaleras arriba velozmente y me detengo con el corazón en la boca al ver la puerta del cuarto más abierta de lo que debería. A paso lento me acerco, siento mi cuerpo temblar y como un peso duro se asienta en mi estómago, cuando entro en la habitación Louis está delante del cuadro que recién terminé hoy y dándome la espalda.
— Tienes talento— dice finalmente, luego de que yo lleve más de un minuto observándolo con ansiedad.
No logro hacer que ningún sonido salga de mi garganta, simplemente percibo las lágrimas acumularse en mis ojos y mi rostro ponerse caliente mientras miro al suelo.
— No sabía que pintabas tan bien— dice nuevamente, al parecer intenta sacarme conversación. Yo toso aclarándome un poco la garganta, necesito forzarme a hablar.
— Gra…gracias— le digo y me doy cuenta que es la primera vez que logro decirle algo diferente a un hola casi inaudible.
— Vaya— dice girándose para encararme.
Me deleito por un segundo en la imagen de su cuerpo bañado por el sol que entra por los grandes ventanales del cuarto, haciendo que su ropa, en esta ocasión una camisa animal print, con pantalones azules y una chaqueta ancha negra, resalte en contraste con su cabello colorido.
— Así que puedes hablarme.
— Yo…— no sé qué decirle, me limito a observar el suelo unos segundos hasta que decido caminar donde el lienzo y pararme delante para taparlo de su vista, como si eso fuese a cambiar algo cuando él ya lo ha visto todo— No se suponía que…lo vieras.
— Creo que te he malinterpretado Alex— dice suavemente y por la forma que percibo su voz, sé que se ha girado y está mirando mi espalda— Pensé que me odiabas y que me estabas haciendo la guerra, al nunca haber conocido alguien como tú me fue difícil entenderte. Te pido disculpas.
— No… pasa nada— me las arreglo para decir mientras intento controlar los espasmos nerviosos de mi cuerpo. Debe de pensar que soy un bicho raro ahora más que antes, además de un acosador.
— Sí, sí pasa— rectifica— Quiero empezar de nuevo. ¿Podemos?— no estoy seguro de lo que esa pregunta implica, pero me limito a asentir con la cabeza— por favor, gira hacia mí— su petición suave me toma con la guardia baja, antes de razonarlo ya me estaba dando la vuelta, mostrándole mi cara roja y ojos húmedos que lo evadían— Hola, mi nombre es Louis, tengo 19 años, estudio artes escénicas y soy mejor amigo de tu prima— dijo extendiendo nuevamente su mano hacia mí, esperando como el primer día que yo le devolviese el gesto.
— Mucho gu…gusto— le digo mientras mi mano temblorosa se acerca hasta tocar la suya— Alex, 17 años, quiero estudiar pintura— logro balbucear en un tono más menos audible y siento una electricidad correr por mi cuerpo en el segundo en que sacude mi mano, lo miro de reojo y me está observando sonriente. ¡A mí!
— Un placer, Alex. Espero nos podamos volver amigos— dice con seguridad y puedo jurar que es como si estuviera brillando— y por cierto— se acerca cerrando el espacio entre nosotros y yo abro los ojos impresionado mientras su perfume frutal invade mis sentidos y su calor corporal viste mi cuerpo, aunque lo único de nosotros que se tocan son nuestras manos— me encantó la pintura Alex, espero poder verme más a través de tus ojos.
Dicho esto me da un suave y fugaz beso en la mejilla, yo me quedo en estado de shock a la par que siento el calor de mis mejillas expandirse por mis orejas y parte de mi cuello. Él se limita a sonreírme y entonces el sonido de la puerta y el grito de mi prima anunciando su regreso hacen que Louis me suelte y camine fuera de la habitación, no sin antes detenerse en la puerta y mirarme por encima del hombro unos segundos, sonreír y guiñarme un ojo, saliendo finalmente del todo y dejándome sumamente perdido.
Siento como si donde sus labios tocaron me ardiera la piel y esa sensación prevalece aun cuando monto otro lienzo y empiezo a pintar sin control, intentando plasmar la imagen de Louis cuando entré al cuarto y el sol bañaba su cuerpo, sin detenerme aunque sentía como nuevamente me dolían los músculos del rostro. En definitiva estaba sonriendo, realmente era feliz.
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Hola pequepinkypitufos, tal como dije actualizaría diario, lamento la demora, hoy andaba de festejo pues a mis 20 años soy nuevamente hermana mayor 😂 estoy muy contenta, pero en el corre corre me demoré más en editar el capítulo. No puse nada de mayor contacto porque sentí que no pegaba con la historia, espero que eso no os haya decepcionado.
Déjenme saber qué opinan y si les está gustando este proyecto. Un beso desde la Pequepinkypitufialdea 🤣
(Los nuevos, por favor ignoren mi grado de tontería)
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