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Secreto 17- Mi secreto peor guardado.

Suspiro por quinta vez en la última hora y media. ¿En qué mierda estaría pensando cuando accedí a esta tortura? Paso mis manos por mi rostro buscando relajarme, estoy al borde de salir por la ventana corriendo.

Gruño con fuerza y frustración al darme cuenta que estoy divagando como idiota. Me dejo caer en el asiento cerca de la ventana, respirando según mi conteo mental, una técnica de relajación que no sirve en lo absoluto. Dos toques en la puerta me sacan de mi mente.

— Adelante— murmuro con desgana.

— ¿Primo?— la voz de Celia, mi prima por parte materna, me hace levantar la cabeza.

La veo adentrándose en la habitación usando un vestido rosa de flores rojas que contrasta con su piel canela y cabello castaño, no tengo idea de por qué alguien consideraría eso bonito, pero no digo nada.

— Dice la tía que bajes, Amelia ya llegó— mi piel se eriza con esa frase y yo asiento con la cabeza.

— Dile que ya voy— logro susurrar, mirándome en el espejo de la cómoda.

Mis ojos cafés están irritados, tengo ojeras visibles y mi cabello negro no coge forma de ninguna manera, no me lo he cortado en dos meses y se acomoda sin sentido acorde al momento, pero no me importa.

Mi piel tiene un tono lívido preocupante, siento que he bajado de peso desde que anunciaron esta cena, el estrés carcomiéndome. Tengo una sensación de picor en las costillas izquierdas, justo debajo del corazón, pero soy consciente que es meramente psicológico.

— Ale, no tienes por qué hacer esto— comenta mi prima, sentándose en el reposamanos de mi asiento y pasando su brazo por mi hombro.

— Tengo que hacerlo— rebato, consciente de que no hay otra opción.

— No, no es cierto— sé que solo quiere ayudarme, pero esa seguridad que muestra me pone nervioso.

— ¡ALEJANDRO, CELIA!— el grito de mi madre hace a Celia respingar y yo me limito a suspirar nuevamente antes de tomar la determinación de ponerme de pie para bajar las escaleras.

Observo por última vez mi atuendo, que consiste en unos jeans azul claro y un suéter delgado negro, cuyas mangas arrugué por la mitad de mi antebrazo, y repasando que los cordones de mis tenis estén bien amarrados, en caso de que huir sea una opción.

— Ale, en serio, puedes retirarte— comenta Celia mientras descendemos las escaleras.

— No mamita, no puedo— le respondo con confianza y ella solo me da una mirada triste que oculta de todos cuando llegamos a la planta baja.

En la sala de la casa están reunidas todas las personas que desearía que no estuvieran. Mi madre va repartiendo bebidas a todos los invitados mientras mi hermana se dedica a discutir con su novio Josué en una esquina. Estamos celebrando el Gender Reveal del embarazo de mi prima mayor, Saida, por lo que fueron invitadas todas mis tías insufribles y por supuesto, parte de la familia del marido de mi prima.

Mis ojos corren en derredor por la habitación, observando a los diferentes miembros de la familia compartir entre ellos antes de que mi visión sea bloqueada por un par de manos. La sensación de los anillos y las finas palmas me marea por un momento, antes de escuchar su voz animada saludándome.

— ¿Adivina quién soy?— me incita y se me hace estúpido el juego.

— Amelia— digo y me doy cuenta de inmediato que mi tono fue frío y cortante, Amelia retira las manos y yo giro para observarla, se ve preocupada y dolida.

— ¿Sucede algo?— pregunta, llevando sus manos a mis mejillas y yo trago grueso intentando no apartarme.

— Reunión familiar— respondo sencillamente, desentendiéndome de cualquier otra cosa.

— Lo entiendo, yo tampoco soporto reunirme— comenta comprensivamente y yo tengo que forzarme a sonreír, sintiendo un dolor en el pecho, como si se me fuera a hundir de repente.

— Ale, ve a abrir la puerta por mí— mi mamá pasa detrás de mí dándome órdenes y por primera vez estoy contento de obedecerla.

Sin mediar palabra, salgo de la sala hacia el pasillo que lleva a la puerta principal, respirando tranquilamente al dejar atrás al grupo sofocante de personas, pero me doy cuenta que canté victoria demasiado rápido en el segundo en que el aire sale de mis pulmones en una exhalación agitada cuando abro la puerta.

— Hola, Ale— su voz suena alegre, como si nada de esto le afectase y yo con solo verlo siento un mareo capaz de derrumbarme.

Él está aquí, vestido con unos jeans apretados, suéter negro y un abrigo ligero con un mosaico de colores brillantes que se mezclan imitando el agua, donde predomina más el violeta, que se ve acorde a su delgado, pero musculoso cuerpo, y lo hace ver ligeramente más bajito, aun cuando él es 20 cm más alto que yo.

Se ve precioso con su cabello amarillo con toques anaranjados que le llega hasta un dedo por encima de los hombros, recogido en una media cola baja con una liga morada que reconozco enseguida, se la regalé yo.

Su piel está bronceada desde la última vez que lo vi, tengo entendido que ha pasado estos tres meses en la playa, pero no me es beneficioso por la forma en que sus ojos verdes grisáceos resaltan más en estos momentos.

— ¿No me invitas a pasar?— pregunta insinuante, elevando la ceja derecha donde tiene un piercing plateado con gemas rosadas, al lado de la línea afeitada, y yo siento como la boca se me seca.

— ¿Qué haces tú aquí?— mi voz sale en tono acusador, pero no puedo evitarlo, de todas las personas que sabía que no soportaría ver hoy, él es la única para quien no estaba mentalmente preparado.

— ¿Qué formas son esas de saludar a tu mejor amigo de la infancia?— se burla de mí, se piensa que para mí esto es un juego.

— Lo digo en serio, David— repongo con la voz ronca y cerrando el puño alrededor de la manija de la puerta hasta que mis nudillos se ponen blancos.

— A veces creo que se te olvida que soy más que solo tu amigo de la infancia— afirma y mi piel se eriza ante sus palabras— soy también el hermano menor del futuro papá, las coincidencias de la vida son así de maravillosas— añade y mi enojo aumenta, hizo la pausa innecesaria después de la primera oración a propósito, pero antes que pueda responderle Amelia aparece detrás de mí.

— Cariño, te demorabas— comenta, rodeando mi torso con sus brazos antes de reparar en David— David, llegaste— le saluda risueña y se acerca para darle dos besos en las mejillas, que David devuelve efusivamente, haciéndome enojar más.

— Mi auto se descompuso y tuve que llevarlo al taller temprano, lo recogí antes de venir— explicó mientras Amelia me hacía a un lado para dejarlo pasar— Pero me alegro de haber podido llegar— agrega de momento, dándome una mirada significativa que me hace temblar.

— Amor, vamos, estamos al hacer el Gender Reveal— dice Amelia, tomándome de la mano y cerrando la puerta, para luego tirar de mí por el pasillo, haciéndome plenamente consciente del cuerpo de David caminando a dos pasos atrás.

Él se desenvuelve naturalmente entre los presentes, saludando a todos con entusiasmo y una gracilidad innata, y yo gruño por lo bajo. Siento la mano de Celia en mi hombro, debo de ser muy obvio sobre mis sentimientos si ella considera que debe consolarme.

Amelia suelta mi mano para ir a buscar el pastel mientras todos salimos al patio a hacer el Gender Reveal. No puedo entender por qué haríamos esto, pero si los futuros padres así lo han decidido, no hay más que decir.

— Escojas lo que escojas, estoy aquí— me susurra Celia antes alejarse para ir con mis tías y yo siento un nudo en la garganta que no baja.

En el patio me limito a colocarme cerca de uno de los asientos para jardín mientras la feliz pareja de un año de matrimonio se posiciona en frente de una caja gigante negra y toman las cintas doradas que la cierran, veo a mis primos rodearlos con las serpentinas y bengalas de humo. Cuando todo sea abierto, un color revelará si será un niño o una niña el nuevo integrante de la familia.

Todos tienen los ojos fijos en la gran revelación, pero mi mirada se pierde más allá, justo enfrente de mí del otro lado del patio, David se apoya casualmente con una bengala de humo en la mano, sin dejar de mirarme profundamente. Los recuerdos y deseos me invaden, pero no permito que mi mirada se aparte de la suya.

El sonido desaparece para mi percepción, es como si alguien hubiese tocado el botón de Mute en el control del televisor de la vida. No dejo de mirarlo, ni él a mí, aun cuando puedo verlo disparar la bengala y un humo azul cubre todo mientras globos dorados y azules se elevan hacia el cielo desde la caja negra abierta.

Mi único objetivo son sus ojos, los míos escuecen cuando las lágrimas se acumulan y me toma unos segundos darme cuenta que nadie puede notar nada, así que aprovecho la efusiva respuesta de alegría que tiene a todos entretenidos y me retiro sigilosamente hacia el baño de la planta alta.

Cierro la puerta y apoyo las palmas en el lavamanos, permitiéndome un momento de debilidad que se muestra rápidamente en mi llanto. Observó mi reflejo en el espejo, tengo las mejillas, nariz y ojos rojos, mi labio inferior tiembla y parezco como si estuviese sufriendo la muerte de algún familiar.

Mi vida es una broma mal hecha y yo siento derrumbarme en cualquier segundo. Aun con la respiración agitada, alcanzo con mi mano el bote donde guardo todos mis materiales para afeitarme, extrayendo la navaja filosa que nunca he usado para su verdadero propósito, no es que lo necesite, soy lampiño de naturaleza.

— Das pena— me digo a mí mismo antes de levantar más arriba la manga derecha de mi suéter y presionar la navaja contra mi piel.

Solo un corte pequeño, es todo lo que requeriría volver a tener el control por un rato, ni siquiera recuerdo cuándo me di cuenta que esto era una salida para mis crisis, que me ayudaba a fingir mejor la mentira constante que vivía. La piel empieza a sangrar a medida que paso el filo de la navaja y en ese instante siento la puerta abrirse de un empujón.

Giro bruscamente, sosteniendo con firmeza la navaja en la mano, y veo la figura de David mirándome con expresión de terror. Cierra la puerta rápidamente y le coloca pestillo. ¿Cómo fui tan imbécil de no acordarme de hacer lo mismo?

— ¿Qué demonios haces?— brama la pregunta con furia mal contenida y yo me sonrío irónicamente, no sé exactamente qué me es tan gracioso.

— Creo que es obvio— respondo de manera condescendiente y enseguida siento su fierro agarre en mi brazo, haciendo fuerza con su otra mano para retirar la navaja de la mía.

— ¿Crees que esta mierda te salvará?

Su tono de reproche no se me pasa por alto, su agarre se vuelve más recio alrededor de mi brazo y yo hago una mueca de dolor. Está demasiado cerca, es el máximo contacto que hemos tenido en seis meses.

— ¿En serio crees que esto cambiará algo?— sus ojos están fijos en mí y me siento con el alma desnuda, como si todo mi mundo fuese absorbido por ese verde gris profundo que demuestra el horror que siente ante lo que acaba de descubrir y por primera vez en seis meses, me rompo.

El llanto llega sin contención, temblores dominan mi cuerpo y los sollozos ahogados me asfixian por instantes. De un tirón, David me estrella en su pecho, envolviéndome con sus brazos y siento el sonido metálico de la navaja al caer al suelo.

Pierdo la cuenta del tiempo que paso llorando, solo me dedico a inundar mis sentidos con él, su olor, su calor, su tacto, el sonido de su voz repitiendo que todo iba a estar bien y el color de sus ojos cuando finalmente levanto la cabeza, mostrándome el dolor que él también siente con esto.

Mis labios encuentran los suyos antes de poder razonarlo, sinceramente no me interesa pensar en nada más que en sus suaves labios moviéndose al compás de los míos, siguiendo una forma sin ritmo, pero que igualmente nos hacía sentir plenos. Sus brazos pasando por mi cuerpo, el calor aumentando a medida que nuestras lenguas se deslizaban una contra la otra, los gemidos que ahogábamos en los labios del contrario y el dulce sabor de ese encuentro.

El bullicio de la planta baja finalmente llega a mis oídos y me doy cuenta de lo que estamos haciendo. En un movimiento firme y desesperado le aparto de mí, respirando agitadamente y volviéndome hacia el espejo. Mis ojos se ven más vivos y brillantes, mis mejillas están coloreadas de forma alegre y mis labios algo inflamados, me veo ligeramente feliz y no el cadáver que era hace unos minutos.

— No podemos hacer esto— afirmo y esas palabras me arden en la garganta. Observo su fría mirada desde el espejo y él solo asiente antes de recoger la navaja, guardársela en un bolsillo y salir del baño sin decir nada.

Me tomo otros 15 minutos para mí, calmando mi respiración, enjaulando lo que acaba de pasar en una caja mental que nunca abro, donde están guardados los cientos de encuentros anteriores.

David y yo empezamos como algo tan natural que ni siquiera me había dado cuenta, los roces casuales llevaron a sostenernos las manos, los juegos de fuerza a rozar nuestros cuerpos y el compartir comidas y bebidas a unir nuestros labios.

Todo se sentía perfecto y real, hasta que un día vi a mi madre desearle la muerte con todas sus fuerzas a uno de mis primos por ser homosexual, para luego darme una larga charla de como yo era el único hombre en la familia después de la muerte de mi padre y que no debía decepcionarla.

Cualquiera diría que esa frase no era para tanto, pero estamos hablando de la misma mujer que forzó a su hija de 17 años a abortar, y cuando mi hermana se negó, le dio una paliza con el plano de un machete hasta que consiguió que el embarazado cesara. Puede que yo tenga 22, pero mi hermana todavía es menor de edad y no puede irse de casa, no la puedo dejar sola, no puedo estar con él, es muy alto el riesgo.

Por eso terminé lo nuestro, me conseguí una novia que ayudase a fomentar la imagen de macho que mi madre tiene y aquí estamos, seis meses después, viviendo entre crisis de ansiedad, cortes con una navaja y el incesante dolor por desear lo que no puedo tener.

Echo agua en mi rostro y salgo del baño, descendiendo las escaleras solo para ver como la mesa ya está servida y mi madre tiene una expresión de reproche dirigida hacia mí. Paso por su lado susurrando la única excusa que se me ocurre, me sentía mal del estómago, creo que me cree o simplemente no quiere hacer un espectáculo hoy con tantos invitados.

Me siento a la mesa, justo al lado de una sonriente Amelia, enfrente mío están David y Celia, veo la mirada triste de mi prima puesta en mí y niego ligeramente, si me sigue observando así no podré resisitir.

La comida queda servida y todos empiezan a hablar de varios temas a la vez, la mayoría de las conversaciones rondan en torno al nuevo bebé mientras que mi hermana se mantiene en silencio en todo momento, al igual que yo. El bullicio es acompañado de los sonidos de cubiertos contra los platos y todos están muy metidos en sus conversaciones, incluso Amelia, algo que agradezco, pues significa que no tengo que lidiar con ella.

Miro con desgana hacia el puré de papas, es lo único que posiblemente pueda tragar el día de hoy, así que resignándome, alzo levemente la voz.

— Mami, ¿me pasas el puré?

Mi mente está demasiado atolondrada para notar lo que va a ocurrir sino hasta que ya ha pasado, mi novia, mi prima y mi madre extendieron sus brazos a la vez para alcanzar el plato con puré, llegando a tocar sus manos entre ellas y recogiéndolas rápidamente por la impresión, quedando la mesa en silencio y las tres mirándose con extrañeza.

Me regaño mentalmente por no escuchar a mi hermana hace años, cuando me comentó que debía de tener un apodo para cada una para evitar situaciones como esta. La observo un segundo y veo la diversión en su rostro, ella también está pensando lo mismo.

— Toma— su voz me hace temblar y desvío mi mirada hacia David, quien me extiende el plato con puré sin dejar de mirarme por entre sus largas pestañas. Lo tomo y me sirvo, devolviéndoselo y viendo como él lo coloca de nuevo en la mesa.

— Gracias— murmuro suavemente y creo que todo va a quedar allí, pero David tenía otros planes.

—:De nada, mi amor— suelta sin medirse y yo siento la sangre perderse de mi rostro, de repente me siento mareado y nauseoso, puedo percibir el incómodo silencio que prosigue a esa frase y sé que mi madre está trabajando en no estallar.

— David, te apreciaría que no hicieras comentarios como esos en nuestra mesa. Aquí somos personas decentes— suelta mi madre y yo me empiezo a sentir peor, solo puedo rezar mentalmente que esto no siga.

— No veo el comentario indecente en ello, señora Olga, pero si le molesta que insinúe que algo sucede entre su hijo y yo, puede estar en paz. Soy muy feliz con mi novio desde hace dos meses, no voy a coquetearle a su macho alfa familiar— el aire no entra a mis pulmones cuando escucho a David decir eso con esa pose de superioridad.

No es su contesta a mi madre, ni la expresión triunfante o la forma en que se pone grácilmente de pie para largarse lentamente de la casa, dejando detrás una discusión colosal entre el marido de mi prima, que es el hermano mayor de David, y mi madre, con ocasionales comentarios de algunas tías y miembros de ambas familias. Nada de esto llega a mi mente, lo único que se repite como un mantra cíclico son las palabras de David: Soy muy feliz con mi novio desde hace dos meses.

¿Lleva saliendo con alguien dos meses? ¿Ya me ha olvidado? ¿Lo perdí para siempre?

Fue mi culpa, yo le dije de terminar, pude haber tomado otros caminos, pude incluso haberle pedido esperar a que mi hermana tuviera edad para irse de casa y entonces hacer todo de manera más segura, pero el miedo se apoderó de mí y terminé escogiendo romperlo todo. Un dolor sofocante se instaura en mi pecho, pero antes de que la crisis comience siento una mano posarse en mi brazo y observo a Amelia.

— Ve a por él— dice y su voz es audible aun con la gritería del fondo, yo niego con la cabeza ligeramente y ella sonríe-— Lo necesitas y mereces, ve a por él.

Trago grueso antes de tomar una decisión, no soy sutil, simplemente me pongo de pie de forma brusca y salgo corriendo por la puerta, escuchando los gritos de mi madre llamándome y las porras alentadoras de Celia y mi hermana Alexia.

No sé en qué dirección me dirijo, simplemente me dejo llevar por mis pies golpeando el asfalto velozmente, arde al respirar, la vista se me nubla por las lágrimas y el picor en mis costillas, justo debajo del corazón, aumenta considerablemente.

Luego de más de veinte minutos corriendo sin rumbo, me siento desesperanzado. Estoy en el muelle, está desierto, como normalmente en estas fechas, el sudor recorre mi cuerpo y respiro erráticamente. Lo he perdido. Me doblo sobre mí mismo, agachándome y llevando mis manos a cubrir mi rostro.

¡Mierda, mierda, mierda!

— Te ves en muy mal estado— levanto la cabeza súbitamente al escuchar la forma calmada de su voz, poniéndome de pie con dificultad cuando le veo a unos tres metros de mí, apoyado contra una de las casetas de madera que hay por el muelle— Debes hacer más ejercicio— comenta, como si fuera una conversación casual que no tiene nada de raro, pero yo no tengo esa capacidad.

— ¿En serio eres feliz con tu novio?— prácticamente vomito la pregunta y me quiero golpear por eso, pero no puedo contenerme.

— ¿Por qué eso debe de importarte? Fuiste tú quien terminó conmigo— sé que su señalamiento es correcto, pero mi desesperación no me deja razonar.

— Por favor, necesito saber— suplico con la voz rota— Si la respuesta es sí, te dejaré en paz. Mereces ser feliz y mi sufrimiento es algo que me gané a pulso, pero necesito saber— David observa mi rostro unos segundos antes de negar con la cabeza ligeramente.

— Lo intento— admite posteriormente— él da todo de sí mismo y yo intento apreciarlo, pero no lo consigo.

— ¿Por qué?— pregunto, su mirada furiosa me dice que no le gusta que lo fuerce a admitir lo ya sé, pero necesito sus palabras— Por favor— insisto.

— Porque todavía te amo— conviene luego de meditar unos instantes y yo siento la vida volver a mi cuerpo— pero eso ya no es suficiente.

— Te amo— afirmo sin vacilación, es la primera vez que lo digo desde que todo esto empezó hace dos años y puedo ver la impresión en su rostro— Sé que no merezco nada de ti, pero si me lo permites, quisiera volver a empezar. Esta vez adecuadamente, desde el inicio, lento.

Mis palabras se traban en algunos momentos, pero logro decirlo todo con convicción y permanezco totalmente expuesto ante su escrutinio. David baja la mirada y traga, puedo verlo incluso desde mi distancia. Su silencio me perfora y creo entenderlo, perdí mi oportunidad. Asiento con la cabeza, aceptando mi propio destino y me doy media vuelta, no puedo derrumbarme totalmente delante de él de nuevo.

— Cortaré con Hugo— lo escucho hablar, girándome rápidamente para verle de nuevo, su mirada fija en el suelo se eleva, haciendo encontrar su verde gris contra mis ojos cafés y un escalofrío recorre mi cuerpo— Vuelve a pedirlo mañana.

No dice más nada, se limita a caminar por el muelle rumbo a su auto y yo me quedo allí de pie, sonriendo como un bobo enamorado. No desperdiciaré mi oportunidad, sin importar qué suceda, él es todo lo que amo.

Con esa determinación, finalmente logro sentir el picor de mis costillas calmarse y llevo mi mano derecha lentamente hacia ese lado de mi cuerpo, repasando con los dedos el liso tatuaje del rey de las castas de corazones con el nombre de David debajo.

***********
A un día para el fin del año, les traigo este regalito. Honestamente me gustó mucho esta historia, había repasado ese secreto broma cientos de veces y solo anoche me logré inspirar con él.

¿Qué opinan del resultado?

Recuerden dejarme sus estrellitas y comentarios para yo saber si les gusta, es lo único que pide esta humilde alma.

Besitos, nos leemos mañana, que pretendo actualizar absolutamente todo como regalo de fin de año para esos que, como yo, no sabemos qué hacer en las fiestas familiares.

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