Secreto 16- Mi deseo de Navidad.
Atención pequepinkypitufos, este capítulo es un especial de Navidad, por ende es más extenso de lo usual. Espero que les guste. ¡FELIZ NAVIDAD A TODOS!
PD: lean la N/A al final.
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La nieve finalmente empezaba a caer, el frío cubría todo afuera de la casa y cristalizaba las ventanas con escarcha, era un espectáculo digno para los ojos. Coloco mi mano suavemente contra la fría ventana, me gusta como se ve mi pálida piel rodeada de ese blanco pasivo, rara vez pienso de esa forma y era relajante verlo.
El sonido de la puerta de entrada a la casa me hace sobresaltar, girándome para ver a Cian entrando por la puerta. Su llamativo cabello largo, que recientemente ha decidido llevar morado, es lo primero que diviso de él, antes de que su cara se asome por detrás de aquella bufanda verde y él se quite el inmenso abrigo, quedando solo en un suéter blanco de cuello de tortuga y unos pantalones beige ajustados a juego con sus botas carmelitas. Su conjunto lo hace ver más alto y fornido de lo que ya es, además de que resalta su piel trigueña con tantos colores claros, es algo admirable.
— Tardaste en llegar— le recrimino, hoy precisamente teníamos planes para temprano, o eso me hizo creer él cuando me llamó desesperado para que despejase mi agenda.
— Lo siento, tuve que ayudar a mi hermano menor a elegir un regalo para su cita— comenta, girándose hacia mí sonriente como siempre— aparentemente es algo normal en estas fechas.
— Sí, eso parece— farfullo por lo bajo, desviando la mirada y apartando alguno de mis rizos negros de mi frente, ya llegan hasta mis ojos y a veces es incómodo, pero me gusta.
— Oye, tranquilo. Nos dará tiempo a todo, lo prometo— asegura, acercándose a mí y poniendo sus dos manos en mis hombros, haciéndome estremecer ligeramente— Primero lo primero, el trato es que me ayudas a decorar la casa para mañana y a cambio yo te doy mi lista de lugares para citas de Navidad, escoges uno y yo, con mis influencias, te reservo una cita para que vayas con el chico que te gusta mañana. De esta manera, cuando Andrea llegue estará sorprendida y tanto tú como yo tendremos una gran Navidad.
— Sí, efectivamente, pero esto solo puede pasar si empezamos ya— puntualizo algo molesto. Ni siquiera sé por qué me enojo, yo ya sabía que esto era así.
— Claro, empecemos— dice alegremente mientras se dirige al cuarto de los trastes, donde metemos todas las cosas que se usan poco o en lo absoluto a lo largo del año.
Cian y yo empezamos a vivir juntos a finales de mi primer año de Universidad, estudiamos carreras diferentes y nadie creería que teníamos nada que ver, pero yo tenía que irme de casa por lo difícil que se había vuelto todo a raíz de mi salida del closet algo escandalosa, de más está decir, y él necesitaba un compañero para rentar un apartamento, pues su trabajo de medio tiempo no cubría la renta.
Robert nos presentó, ya que ellos tienen la misma edad y estudiaban lo mismo. En sus palabras, Cian era un joven responsable y él estaba seguro que sería la elección correcta para resolver mis problemas. Después de una plática de convencimiento por parte de este, finalmente accedí en ir a conocer al tal Cian, quedando totalmente maravillado al verlo.
En esa época tenía el cabello azul celeste y como era pleno verano, lo recogía con una coleta alta y yo quedé sumamente impresionado. Un par de horas más tardes estaba entrando a un apartamento desconocido, con un perfecto extraño. Si alguien me pregunta si es recomendable, mi respuesta es no. Que a mí me haya funcionado no significa que algo así fuera correcto, pero situaciones extremas requieren medidas desesperadas.
Años más tarde, yo curso mi último año de Universidad y Cian y Robert llevan ya tres años graduados, por lo que me dejan saber, sus trabajos van por buen camino. Cian y yo seguimos viviendo juntos, ahora en esta casa que él compró con sus ahorros. Insistí muchísimo en pagar renta, pero él se negó rotundamente, aludiendo a que nuestra amistad no le permitía cobrarme ahora que tenía algo suyo.
De todas formas, yo me sigo sintiendo como un extraño, la tercera rueda que viene de arrastre con el hombre popular que todos quieren cerca, especialmente después de la llegada de Andrea.
Andrea es la novia de Cian, apareció cuando llevábamos un año y medio viviendo juntos, no es que para Cian ese tiempo fuera un voto de castidad, pues varias veces a la semana una chica diferente pasaba la noche en el apartamento y se iba feliz a la mañana siguiente, pero de todas, Andrea fue la única que se quedó.
Ni siquiera me di cuenta de cómo o cuándo, pero una mañana me percaté que ya me la había tropezado para el desayuno en diferentes ocasiones, hasta que todo se hizo oficial en Navidad, por eso para Cian es tan importante que todo quede perfecto para mañana y yo como buen amigo lo ayudaré.
— Jonathan, ven— su voz llamándome desde el cuarto de los trastes me saca de mis pensamientos.
He pasado mucho tiempo meditando mi situación actual. Camino a paso pesaroso hasta donde está él, observando mi reflejo en el cristal de la ventana un instante. Traigo un suéter negro que me hace ver más delgado, aun cuando mi físico no está nada mal, pues entreno para mantenerme saludable, mis rizos caen sin forma alrededor de mi rostro y, por el frío, mi nariz, mejillas y labios están rojos. Parezco todavía muy adolescente, pero uso eso a mi favor, así que no me quejo.
— Ya estoy aquí, no te desesperes— comento al entrar, encontrándomelo sumergido en una de las cajas donde guardamos todas las decoraciones de luces del año pasado.
— ¡Las encontré!— exclama emocionado, sacando la parte superior de su cuerpo de dentro de la caja y mostrando el juego de luces de muñecos de nieve con bufandas rojas, que cargan un corazón por encima de sus cabezas.
— Me alegro, pero se te olvida que no hemos movido el árbol— aclaro levantando una ceja y veo su expresión alarmarse.
— Es cierto, venga, rápido— dejando las luces encima de una mesa, sale corriendo por el pasillo hacia el garaje, dejó allí el árbol hace dos días cuando lo trajo.
Sin apurarme, recorro su misma dirección hasta llegar al garaje, entre los dos sujetamos el árbol, estratégicamente cargando yo la parte superior mientras le dejaba la inferior a él, que para algo será el más fuerte, y regresando al salón. Después de minutos debatiendo, al final colocamos el árbol cerca de la chimenea, desplazando uno de los sofás de la sala y pudimos traer las decoraciones.
Tuvimos que dar más de siete viajes al cuarto de los trates para traer todas las decoraciones pasadas. Como tradición, cada año que hemos armado el árbol, usamos las decoraciones pasadas, aun si estás se rompen, las reciclamos de alguna manera, para solo comprar una decoración nueva cada uno.
Ha sido así desde la primera Navidad que pasé con él, cuando nos vimos los dos solos en aquel apartamento, sin espíritu festivo ninguno y nada mejor que hacer, por lo que comenté que comprásemos un árbol, idea que, por algún motivo, Cian secundó.
— Alcánceme las bolas amarillas— pidió mientras terminaba de colocar la cola de gato verde brillante. Me levanté del sofá donde estaba desenredando las luces en forma de copos de nieve y le alcancé el paquete con las ocho bolas amarillas brillantes. La verdad era que este año se estaba luciendo.
— ¿Alguna celebración especial? Este año estás dando más de ti de lo usual— comento sin poder contenerme, en serio se ve mucho más efusivo con todo. Él me mira como si no comprendiera lo que quiero decir, así que suspiro y me explico— Ayer me hiciste colocar luces por toda la parte exterior de la casa, hoy te has dedicado al árbol mientras yo decoro cada mesa, sillón, cuadro y figura del salón, es más de lo que hacemos normalmente. Repito mi pregunta, ¿alguna celebración especial?
Cian respira hondo, dejando la última de las bolas amarillas en el árbol antes de girar hacia mí, metiendo la mano en su bolsillo y sacando una bolsa pequeña de seda con las letras doradas de la marca Cartier afuera. La abre lentamente y cuando aquel aro dorado con una piedra brillante cae en su mano, yo siento como si el mundo se paralizara y el aire no entrase a mis pulmones.
— Planeo pedírselo hoy— afirma y mi pulso va disparado, puedo escuchar mis latidos hasta en mis oídos. Trago grueso y paso mi lengua por mis labios, buscando calmar mi nerviosismo.
— Me alegro, es un paso importante y si has decidido hacerlo, significa que estás preparado— no sé cómo, pero logro que esas palabras dejen mis labios y lo convenzan de que apoyo todo esto. No lo hago— Voy a ver si se nos ha quedado algo más en el cuarto de los trastes, no quiero que nada falte si va a ser tan especial.
Antes de que Cian pueda decir algo, ya me he alejado totalmente, pasando rápidamente por los pasillos hasta el cuarto de los trastes. Cuando entro, cierro la puerta y apoyo mi cuerpo de espaldas en ella, respirando profundamente para contener las lágrimas que amenazan con salir.
¿Cuándo me enamoré de él? No lo sé exactamente, pensándolo, creo que fue un proceso lento.
Me enamoré en esas noches en que se quedaba conmigo viendo películas porque sabía que sufría de insomnio, cuando llegaba con una chica y al verme con los ojos rojos de llorar, no dudaba un segundo en despedirla para atenderme, para luego cocinar algo de mi gusto y hartarnos comiendo, rompiendo su tan preciada dieta saludable para mantener su peso y masa muscular.
Cada vez en que íbamos de compras y él siempre buscaba la forma de portarse infantil por divertirme, o las salidas entre amigos en las que jamás me excluyó en lo absoluto. Esas conversaciones profundas a lo largo de la madrugada y la cantidad de veces en que vino a dormir a mi cama porque me escuchaba llorar mientras yo tenía una pesadilla.
No soy imbécil, no soy como Robert tampoco, sé perfectamente que Cian es hetero y jamás va a mirarme, por eso nunca dije nada a medida que sentía esos sentimientos crecer dentro de mí. Por eso, cada que traía una chica a casa me acercaba a su puerta, quedándome sentado en el pasillo, escuchando el rechinar de la cama, el choque de cuerpos y los gemidos de ambos. No era algo morboso, sino mi masoquista forma de hacerme entender que no podía tener esperanzas. Aun así, esto duele.
Respiro un par de veces profundamente, buscando calmarme, no puedo encerrarme aquí el resto de la noche. Me pongo de pie y remuevo un par de cajas, mayormente hay libros que ya no usaremos, ollas y utensilios de cocina que son repuestos de emergencia, algunas latas de pintura y unas cajas que nunca he abierto.
Estaban en el apartamento ya cerradas cuando yo me mudé y permanecieron cerradas hasta el momento. Nunca he visto a Cian tocarlas, pero me parecía una indiscreción de mi parte hacerlo yo o preguntar al respecto.
— Aquí no hay nada— comento en voz alta, dando una palmada en una de las cajas grandes y girando para irme.
Todo pasa demasiado rápido, siento algo duro debajo de mi pie cuando piso y el dolor, más la mala pisada, me desequilibran lo suficiente para caer hacia atrás, chocando estrepitosamente contra las cajas selladas y tirando algunas por el suelo.
— ¡Mierda!— maldigo, me duele la caída, pero es lo de menos, le he estropeado las cajas a Cian.
Rápidamente empiezo a organizarlas, revisando que no haya roto nada, las sacudo buscando el sonido de algo frágil que se haya fragmentado, pero no hay nada. Finalmente, la última de las cajas es una pequeña que empujé al caerme, haciéndola abrirse y parte de su contenido está por el suelo.
Me arrodillo en el suelo y la enderezo, empezando a colocar dentro los libros que tenía, algunos cuadros familiares donde se ve a Cian joven con su familia, hasta que me detengo en un cuadro en particular.
Cian se ve adolescente, está delgado y sentado en una silla de ruedas, su cabeza no tiene ni un solo cabello, nada que ver con la melena lacia que siempre trae pintada de colores a modo cortina hoy en día. Su piel se nota más pálida y la mujer a su lado, su madre hasta donde tengo entendido, aunque sonríe, se ve destrozada. Coloco el cuadro dentro de la caja, observando el libro que ha quedado debajo. Sé lo que es cuando lo tomo en las manos, pero no por eso me detengo.
17 de septiembre.
Me han diagnosticado finalmente, tengo cáncer, leucemia. No saben si podré salvarme.
24 de octubre.
Los médicos quieren ser optimistas, no me dan una respuesta de si la quimio está funcionando o no.
Rompí los espejos de la casa, detesto verme de esta manera.
30 de noviembre.
La quimio no ha funcionado, quieren intentar un tratamiento más invasivo.
Vi a mamá llorar hoy, no quiero ser una carga mayor, me portaré mejor para que tenga bonitos recuerdos míos.
31 de diciembre.
Lo hemos pasado en el hospital, he presentado una complicación y me han tenido que ingresar. Hablé con el médico para que nos dejara poner música, no quiero que mi último fin de año con mamá sea un mal recuerdo.
2 de febrero.
Mi tratamiento se ha vuelto mayor, no me dejan salir el hospital por las posibles consecuencias. Me siento mal todo el tiempo.
11 de marzo.
Han disminuido el tratamiento, el médico dice que estamos llegando al final y pronto tendremos respuestas. No sé qué pueda decir.
15 de abril.
Es mi cumpleaños, debido a una infección mi tratamiento se prolongó, sigo en el hospital. Hoy la enfermera me sacó en la silla de ruedas para el jardín del hospital a que disfrutara, como regalo de cumpleaños. Fue muy amable tirándonos una foto a mamá y a mí, creo que la haré un cuadro para colocarla en la pared. Esto también es parte de mi vida.
24 de mayo.
El tratamiento ha funcionado, no sé cómo, pero me siento mejor. El médico dice que estoy limpio y puedo ir a casa, que mantendremos chequeos por el resto de mi vida y que tengo que estar atento a cualquier síntoma por siempre, pero que ahora mismo voy a vivir.
Mamá me estuvo besando por todo el rostro y abrazando largo rato, jamás la he visto tan feliz. Añado a mi escrito de hoy mi lista de cosas por hacer antes de morir, no sé si la necesite de nuevo alguna vez, pero me gustaría ir tachándole cosas.
Mis ojos están desbordantes en lágrimas mientras voy leyendo, solo miro de forma rápida algunas páginas al azar, leyendo por arriba lo que Cian había escrito. Mis manos tiemblan con el diario entre ellas y algunas lágrimas han corrido la tinta del lapicero. Paso mi lengua por mis labios, una manía nerviosa que tengo, y cuidadosamente desdoblo la hoja donde está la lista de cosas por hacer antes de morir.
1– Tirarme en paracaídas.
2– Hacer un viaje largo a algún sitio poco visitado.
3– Aprender algún deporte.
4– Participar en una competición de “Todo lo que puedas comer”.
5– Bañarme en una bañera de coca cola.
6– Besar a un chico, siempre me ha dado curiosidad.
7– Manejar una moto.
8– Decirle te amo todos los días a mamá.
9– Hacer las mil grullas de papel y tiraras para que vuelen, como mamá siempre quería.
Había solamente dos de los deseos sin tachar, pero incluso para mí era obvio que los dos últimos deseos habían sido añadidos tiempo después. La letra era más fluida y la tinta del lapicero diferente.
Tanto como yo sabía, Cian nunca hablaba de más sobre su madre, lo noté en las pocas ocasiones en que la mencionó a lo largo de los años que nos conocemos, no pregunté por ella por no invadir su privacidad, irónico considerando lo que ahora hago.
— Tenía 14 años— su voz me sobresalta, haciéndome soltar el diario, que hace un ruido sordo al chocar contra el suelo— me diagnosticaron a tiempo, por muchos meses creí que moriría y ese fin de año, mientras mi mamá dormía, escribí la lista de cosas que me gustarían hacer antes de irme. Es obvio que es la lista de un adolescente.
Cian estaba apoyado contra el marco de la puerta, sus manos cruzadas sobre su pecho y su mirada en mí.
— Los últimos dos deseos los añadí cuando cumplí 18 años, mi mamá enfermó, cáncer de páncreas, lo descubrieron muy tarde. Hicimos todo lo posible, desee tanto que hubiese un milagro igual al mío, pero nunca pasó.
El silencio cubrió la habitación por varios segundos que se extendieron en el tiempo desde mi perspectiva. Sabía tanto de él y a la vez había tanto que ignoraba, me costaba mucho manejar todo aquello. Sentí sus pasos mientras se adentraba en la habitación, su calor cuando se agachó al lado mío, su olor al estirarse para recoger el diario, todo él vibraba cerca de mí.
— Siempre quise poder tachar los dos deseos restantes de esta lista, pero cuando se hizo evidente que no pasaría, simplemente lo metí todo en cajas y lo olvidé—.su confesión me hace observarlo, finalmente he dejado de llorar y me limito a mantener mis ojos cafés en él.
Su expresión triste desgarra mi alma, sostiene su diario como si fuera de cristal y sus manos fueran a romperlo en cualquier segundo, me duele tanto verlo así, expuesto, vulnerable y herido. Me siento culpable por haber abierto la caja, aun siendo un accidente, le traje recuerdos demasiados dolorosos.
No sé en qué momento lo decidí, o si siquiera lo había pensado, pero antes de poder contenerme mis manos se posan en su rostro, haciendo que me mire a mí y solo a mí. Lentamente, como si fuera un hechizo que si se apura se rompe, acerco mi rostro al suyo, no pido permiso, solo lo hago.
Nuestros labios se tocan en un roce nervioso al principio, que se va transformando en un movimiento fluido con parsimonia. Mi corazón parece querer salírseme, puedo percibir los temblores que recorren mi cuerpo y me niego a abrir los ojos. Aun si me sigue el torpe beso que le estoy dando, sé que su expresión debe ser de asombro y me niego a arruinarme mi único momento confrontando la realidad.
Tan lento como empezó, terminó. Mis labios dejan los suyos, mis manos se alejan de su rostro y mis ojos permanecen cerrados unos segundos más, mientras mi mente intenta controlar mis pensamientos y emociones. Finalmente alzo la vista, encontrándome el rostro serio de Cian, no mostraba expresión ninguna y eso es peor que si mostrase algo.
Me pongo de pie y salgo de la habitación rápidamente, él no me detiene y no lo culpo. Tomo mis llaves del tazón al lado de la puerta y mi abrigo del perchero, dejando encima del sofá mi adorno de estrellas luminosas a agregar este año y saliendo rápidamente por la puerta.
— Jonathan— la voz suave de Andrea me hace detenerme en el acto, me giro para ver al taxi irse y dejar a una morena de rizados cabellos perfectos y lindos ojos azules que me sonreía alegremente y me miraba con dulzura.
¡Oh por Dios! ¿Qué mierda acabo de hacerle a Andrea?
Asustado conmigo mismo y con que ella descubriera lo que había pasado, me limito a correr como alma que se le escapa al diablo, frase que mi madre siempre repetía. No tenía muchos lugares a los cuales ir, así que corrí a donde único sabía que podrían escucharme.
Llegué al apartamento de Robert con las piernas adoloridas y ardiéndome el respirar, toqué incesantemente el timbre, rezando de que me abriera alguien, pero nadie salió. Llorando, me senté en frente de su puerta, abrazando mis rodillas y deseando que algo detuviera el tiempo allí mismo y la tierra me tragase, no merecía menos que eso.
— ¿Jonathan?— alzo la mirada para encontrarme a Robert con Tiago a su lado, la mirada preocupada de ambos me hace darme cuenta de la lastimera imagen que debo de estar dando— Vamos dentro— dice Robert suavemente, me incorporo sin decir nada y los tres pasamos al interior caliente, tan en contraste con el frío clima externo.
— Voy a preparar chocolate caliente y café— comenta Tiago para darnos espacio, lo veo irse por la cocina mientras yo coloco mi abrigo en el perchero, al lado del abrigo de Robert y de esa bufanda verde con dibujos de un horno prendido en fuego tan horrible que Tiago le había regalado y que este nunca se quitaba.
— Ven, siéntate— me indica Robert, sentándose en el sofá y haciéndome un lado, me siento a su lado, apoyando mis codos en mis rodillas y juntando mis manos, sin dejar de mirármelas.
— Hice algo malo— Robert asintió con la cabeza ante mi confesión y luego escuchó en silencio mi relato de aquella noche.
— Jonathan— dice, tocando mi hombro para que lo mirase— No hiciste nada malo— asegura lentamente— la situación en sí misma había creado un ambiente emocional que hizo que tus sentimientos salieran a flor de piel. No mereces un castigo por esto. Eventualmente iba a pasar, llevas mucho tiempo reprimiéndolo, buscando citas vacías durante Navidad para darles privacidad mientras tú te pierdes en placeres carnales que te cierren el pensamiento y sufriendo el resto del año. Ahora todo está afuera, solo necesitas analizar cuidadosamente qué harás a continuación.
— No sé qué hacer— admito, mi voz está rasposa por el llanto y la carrera.
— Lo sabrás— Tiago interrumpe desde atrás, cargando con tres tazas calientes en una bandeja, alrededor de un tazón con malvaviscos— no debes apresurarte, la vida es así, hacemos cosas impulsivas y tenemos que aprender a lidiar con ellas. En el momento no sabemos cómo, pero todo coge perspectiva con el tiempo. Por ahora, descansa, no pienses en eso, mañana todo lucirá diferente.
Por esa noche, le hago caso sin rechistar a los dos mayores de la casa. Pasamos el resto de Noche Buena charlando mientras tomábamos chocolate caliente y comíamos malvaviscos, con Tiago contándonos anécdotas de sus acciones impulsivas pasadas, muchas terminaron haciéndonos reír.
Honestamente se lo agradecía, había hecho mucho por mí esa noche y podía ver todo lo bueno que había sido para Robert conocerlo. Quizá algún día yo también tenga algo así.
Cuando se hizo muy tarde, los tres nos fuimos a dormir, yo ocupando el sofá cama que afortunadamente Robert tenía y quedándome profundamente dormido casi de inmediato.
La mañana llegó antes de que yo siquiera lo supiera, me sentía todavía cansado, la cabeza me dolía horrores y mi cuerpo resentía el exceso de ejercicio del día anterior. En la mesa de centro del salón habían dobladas unas ropas que reconocí como de Robert, solía darme su ropa cuando yo me quedaba de improviso aquí antes.
Doblando las mantas que me habían prestado, me fui al baño, esperando que una ducha caliente me despejara las ideas, saliendo 30 minutos después vistiendo unos pantalones grises y un suéter verde oscuro.
— Feliz navidad— me saludan ambos cuando entro a la cocina, Tiago estaba preparando algo mientras Robert se limitaba a dar apoyo moral, se había cortado demasiadas veces en las escasas ocasiones en que había intentado ayudar.
— Feliz navidad— devuelvo el saludo cortamente.
— Cian llamó para saber si habías pasado la noche aquí— comenta Robert de momento, con esas palabras sentí como si una estampida de dinosaurios se desatase en mi estómago— Le dije que sí, que podía estar tranquilo y que pasarías Navidad tal cual tenías previamente pensado— sé que a Robert no le gusta mediar en las cosas de los demás, pero en estos momentos estoy infinitamente agradecido que haya dicho eso, yo realmente no sé qué hubiese podido decir.
— Gracias— murmuro por lo bajo.
— Por nada, pero sí deberías de cancelar tu cita de hoy. Quien quiera que sea, no merece que juegues con él y tú no estás en condiciones de asistir— su sugerencia es sincera, pero si lo hacía entonces tendría que pasar Navidad solo. Arruinar los planes que él y Tiago tuvieran pensados no era una opción.
— Yo tengo turno en el restaurante, me temo que no podré hacerles compañía— como si pudiera leer mi mente, las palabras de Tiago abrieron el cielo para mí.
— Entonces, iré a llamar por teléfono— anuncio, excusándome de la cocina ante la mirada atenta de la pareja.
Me tomó 15 minutos y muchas disculpas de por medio el cancelar mi cita, realmente me sentí muy alegre de que Joshua no me insistiera, aceptó mi cancelación con madurez y eso ayudaba a que yo no me sintiera tan mierda.
Me dejo caer en el sillón mientras suspiro cansado, el día apenas empieza y yo ya estoy agotado. Unos toques fuertes en la puerta me hacen brincar en el lugar, Robert sale de la cocina ante mi mirada interrogante y se dirige directo a abrirla, mostrando la figura de Cian en su totalidad.
Está usando una gabardina beige por encima de su suéter azul claro, sus pantalones blancos y botas negras. Su morado cabello recogido en una media cola baja que hace que varios flecos rebeldes caigan por su rostro, tapando un poco la expresión cansada y evidentes ojeras.
— Jonathan, te buscan— informa Robert sin decir más, retirándose nuevamente hacia la cocina mientras me da una mirada comprensiva.
— ¿Podemos hablar?— pregunta Cian desde la puerta.
— Aquí no— digo, poniéndome de pie, tomando mi abrigo y saliendo con él hacia el balcón lateral exterior del edificio, usado por muchos para fumar en paz, que en esos momentos se halla desierto— ¿Qué sucede?— pregunto, haciéndome el desentendido.
— ¿En serio preguntas eso después de lo de ayer?— inquiere Cian, visiblemente frustrado.
— Lo de ayer fue un impulso, el ambiente se había puesto muy emotivo y pensé que podía ayudarte a…— era una explicación vaga, pero si la decía bien podía lograr que él me creyera, sin embargo, mi voz temblorosa e incapacidad para mirarlo tiraron por el suelo mi mentira, y mi excusa se vio interrumpida por él.
— ¡Deja de mentir!— exclama con fuerza— Lo de ayer no fue un impulso sin sentido. ¿Crees que no pude sentirlo? ¿Piensas que ese beso no transmitió más sinceridad que tú en todos estos años?— se mostraba enojado y yo me sentía acorralado por sus palabras, una furia poco sana surgiendo dentro de mí, haciéndome estallar finalmente.
— ¿Si tanto puedes sentirlo, qué mierda haces aquí?— espeto enojado— ¿Te vienes a burlar de mí? ¿Para qué buscas explicaciones que ya tienes? Me gustas, me enamoré de ti hace tiempo y lo había ocultado bien durante todos estos años. ¿Era eso lo que querías escuchar?
— Sí.
Sus manos aprisionan mi rostro y sus labios impactan con los míos, no era un beso suave, no tenía nada que ver con el beso entre lágrimas y dolor de la noche anterior. Eran sus labios fundiéndose con los míos mientras su calor cubría todo mi cuerpo, empujándome hasta que mi espalda tocó la helada pared al fondo.
Sus labios no daban descanso a los míos, moviéndose enérgicos y furiosos, hasta que su lengua perfiló el borde de mi labio superior, un suspiro salió de mi boca y Cian aprovechó eso para introducir su caliente lengua. Mi lengua intentaba torpemente seguirle el ritmo pasional de la suya, que se enroscaba y movía contra la mía de forma voraz.
Mis manos se enredaron en su largo cabello, tirando de él hacia mí con mayor fuerza, me paré en puntas de pie, buscando acortar la diferencia de estatura mientras sus fuertes manos pasaban por mis caderas, aferrándose a mi espalda hasta que sus brazos me rodearon en un apretado abrazo.
Jadeantes, cortamos el beso con la misma tempestuosa forma en la que inició. Una de sus manos subió hasta acariciar mi rostro, deslizando suavemente el pulgar por mis inflamados labios.
— Me gustan las mujeres— dice de repente y yo tiemblo, después de un beso así decir eso era romperme en mil pedazos— pero me encantas tú— alzo mi mirada, observándolo atónito. No puedo creer lo que escucho— Pasé meses cuestionándome a mí mismo mientras soñaba contigo, dejando todo de lado por cuidarte, sintiendo como nacía dentro de mí ese sentimiento absorbente que me colmaba entero cuando estaba a tu lado. Me sentía mal por eso, supuse que no veías de esa manera, sino como un hermano mayor, viendo como aceptabas algunas citas y hablabas de planes que querías hacer con otros.
El recuerdo vago de que algo así había pasado en los inicios de nuestra convivencia vuelve a mi mente. En sus principios era por mera diversión, pero a medida que me había ido enamorando de él empecé a decir esas cosas más a menudo, como una forma de recalcarle que, aunque era gay, no me gustaba él, buscando con eso que no sospechara la verdad y me echara de la casa. Cuan idiota había sido.
— Empecé a salir con todas esas chicas buscando controlar mis impulsos, temía perder el control y confesarte la verdad, o peor aún, besarte y mostrártela. Cuando Andrea apareció, me sentí aliviado, hablar con ella era relajante y se sentía muy diferente, me ayudaba a enfocarme, así que decidí mantenerme a su lado. Con el tiempo un sentimiento nació, pero que no se acerca ni a un 10 % de todo lo que yo siento por ti. Había dispuesto vivir así mi vida, aun cuando te viera partir, pero después de lo de anoche, ya no puedo ocultarlo más.
— Pero… ¿y Andrea?— la cabeza me zumbaba intentando procesar una confesión como aquella.
Yo le había hecho sentir lo mismo que él a mí, ambos nos habíamos herido y sanado uno al otro sin darnos cuenta, pero no era tan inconsciente como para no saber que ella seguía presente.
— Tenías planeado pedirle matrimonio...— sus dedos vuelven a tocar mis labios, callándome mientras niega con la cabeza.
— No te voy a mentir, Jonathan— asegura en un susurro firme— después de todo este tiempo, claro que la amo, llegué a sentir mucho por ella con la convivencia y el apoyo, es una gran chica y una increíble amiga, pero falta algo, ella no es tú. La amo, pero no se acerca al amor que siento por ti, puedo vivir sin ella, puedo acostumbrarme a que ya no esté y eventualmente ese amor morirá, porque nació de la costumbre y la necesidad de alguien a mi lado para distraerme, pero no puedo perderte a ti, no puedo vivir sin ti. Si me das un tiempo, todo sentimiento que tenga por ella desaparecerá, y volveremos al inicio, a lo que siempre debió ser, con mi mente y alma llenas solo de ti.
Mis labios tiemblan y por mis mejillas cursan silenciosas y finas lágrimas de felicidad. Sus sentimientos por Andrea eran inevitables, pero yo lo había llevado hasta eso, no podía juzgarlo. Si él había llegado hasta aquí, esto no era un juego. Mis manos temblorosas se posan en sus mejillas, mis ojos siguen observándolo y una sonrisa suave curva mis labios, haciendo que Cian relaje su expresión inmediatamente.
— Cuando llegue la primavera, vamos a tirar mil grullas de papel por la montaña— pronuncio suavemente, como un secreto que solo los dos debíamos saber.
Cian sonríe, con una lágrima bajando por su mejilla derecha mientras sus brazos afianzan el agarre sobre mi cuerpo, y mi sonrisa se amplía.
Quedaba mucho camino por recorrer para ambos, había muchas inseguridades creadas por los años de negación y malos entendidos de por medio, pero algo era seguro, el camino que recorreríamos desde ese momento en adelante, lo haríamos juntos. Sin mentiras, sin disfraces ni mascaras de por medio, solo dos personas amándose sinceramente. Nuestra historia comenzaba ahora, en esta inusual Navidad nevada que marcaba un inicio nuevo para los dos.
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Hola, hola, no sé si alguien siga todavía la historia o piense que ya la tengo abandonada.
No abandoné la historia, he estado de clases hasta ayer, día 24 de diciembre, y al estrés de la escuela había que sumarle que por mi mal internet me dificulta mucho conseguir imágenes de secretos para este libro, por lo que me cuesta escribir. Aparecen muchas en google, pero mayormente sexuales o las mismas repetidas. Estaré haciendo mi mayor esfuerzo por sostener una buena actualización estos días.
Dicho esto, este capítulo fue más largo porque era mi regalo de Navidad para ustedes y la disculpa por mi demora en actualizar, espero que lo hayan disfrutado mucho.
Nos leemos en la próxima.
¡¡¡FELIZ NAVIDAD A TODOS!!!
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