Secreto 14- Mi compañero de primeras veces.
Suspiro cansado apenas cierro la puerta, ha sido un día largo en la reunión familiar. Hablar con Elian me trae pensamientos que no me agradan últimamente, es mi hermano menor y lo amo, pero cuando me describe su relación fantástica que tardó un mes de citas en consolidarse y lo feliz que es, me recuerda lo que a mí me falta.
No es que me falten oportunidades, no soy alguien falto de atractivo, tengo el cabello castaño y los rasgos un poco más marcados que mi hermano menor, compartimos el mismo color carmelita claro de ojos, la misma piel blanquecina y tendencia a sonrojarnos por cualquier cosa. Esto ha sido objetivo de deseo tanto para hombres como para mujeres. El problema soy yo.
Cuando era adolescente pensaba que había algo raro en mí, no lograba hallar a las mujeres atrayentes en lo absoluto, un día vi a dos chicos de un año superior besándose en el gimnasio escolar, esa imagen se grabó a fuego en mi mente y se repitió hasta el hastío, convenciéndome de mi atracción hacia los hombres. Con una familia tan abierta y un hermano menor terrible para ocultar su sexualidad, no pensé que me costaría tanto aceptarme, pero así ha sido.
Recuerdo perfectamente aquel día, pensaba confesármele a Fran, un amigo mío, si me rechazaba, al menos pasaría la experiencia y pensaba que nada tenía que cambiar por eso, había visto decenas de chicas confesarse a chicos y seguir siendo amigos luego del rechazo.
Había recorrido los pasillos durante más de veinte minutos buscándolo, cuando lo vi me sentí feliz de haber dado con él, hasta que noté lo que estaba haciendo. Él y un grupo de otros cuatro muchachos tenían a un chico sujeto en el suelo, mientras se turnaban para darle golpes.
— Esto es lo que te mereces por maricón— gritó Fran. Yo me había quedado inmóvil, pensaba que cualquier indicio de vida en mi podría atraer su atención— Esto es lo que todos ustedes quieren.
No pensé que existiera algún tipo de valentía en mí, pero cuando vi a Fran abrirse la cremallera mientras los otros bajaban el pantalón del chico en el suelo, tomé un tubo de hierro de los que habían dejado apilados debido a las obras de mantenimiento escolar y fui hacia él. Lo golpeé con el tubo por la cabeza, cayó al suelo y estaba sangrando, esto asustó a los otros chicos, que afortunadamente corrieron lejos.
Ante la sangre, el miedo volvió a apoderarse de mí y solté el tubo, cayendo al suelo de rodillas y empezando a llorar. Unos brazos firmes me sujetaron al cabo de lo que para mí fueron segundos, alejándome del cuerpo de Fran, me tomó varios minutos comprender lo que sucedía. A Fran se lo llevaban los paramédicos, el chico que había sido golpeado y casi violado estaba al lado de sus padres hablando con la policía y los brazos fuertes que me sujetaban eran los de mi padre abrazándome.
Mis padres prometieron no decirle nada a mi hermano y yo intenté ir a terapia, pero no lograba abrirme con ningún psicólogo y antes de darme cuenta, en mi cabeza se creó una especie de cerca alambrada eléctrica que contenía todos mis sentimientos y atracción hacia hombres, como si esto fuera un pase directo hacia una situación violenta y abusiva.
Por eso a mi edad, nunca he tenido ningún tipo de relación romántica o sexual, de hecho ni siquiera he dado un beso. De todo aquel desastre solo salió una cosa buena, hice un buen amigo. Neil, el chico que había sido golpeado y el motivo de que nada más grave pasara luego de mi lapsus violento.
Él vio la forma en que lo defendí y el estado en que quedé después, así que superando su propio sufrimiento, logró correr en busca de los profesores y estos rápidamente tomaron medidas. Neil es el único que sabe que me gustan los hombres, bueno, y su novio Dylan, al que conoció en uno de sus turnos en el restaurante en el que trabaja como mesero.
La verdad es que la primera vez que vi a Dylan, con su tez morena y cabello blanco, altura impresionante y aura imponente, me asombré, pero vi lo tierno que puede ser por complacer a Neil y esto me hizo confiar en él.
Constantemente ambos insisten en que debo dejar atrás el pasado, Neil alega que si él pudo sobreponerse, yo también puedo, pero no es tan sencillo. Otro suspiro derrotado escapa de mis labios y finalmente decido rendirme con el tema e ir a dormir, no hay forma de que logre estudiar esta noche para mis exámenes de primer año de residencia de Gineco-obstetricia.
Cuando la mañana llega, tengo terribles ojeras producto de las pesadillas con los recuerdos y mi cuerpo se siente como si una aplanadora le hubiese pasado por encima. Al ver que voy atrasado, me doy una ducha rápida y cojo la primera ropa que consigo, unos jeans algo gastados, zapatillas prácticas, un suéter azul zafiro y un abrigo negro por encima, tomando mi bolso para las guardias previamente preparado y corro fuera de la casa.
Manejo en el límite de velocidad permitido hasta el hospital, no sé cómo agradecer a mis padres por haberme regalado el auto cuando terminé la Universidad, porque al tener que pagar la especialidad no me quedaba mucho dinero.
Entro al hospital en mi límite de tiempo, corriendo hasta llegar a los vestidores para cambiarme al pijama de guardia azul oscuro y la bata de médico. Apenas he cerrado la taquilla con el pensamiento de que estoy unos minutos tarde, pero que seguro nadie lo notaría, cuando escucho alguien aclarándose la garganta detrás de mí.
— Buenos días, Dr. Pons.
— Buenos días, Dr. Rodríguez— saludo, girándome hasta enfrentar a mi más vívido tormento.
Rodolfo Rodríguez es el médico especialista al que la Dirección de docencia colocó como mi tutor, aparentemente alguien escarbó en mi mente en busca de mis fantasías más profundas, porque es la personificación de mis deseos. Su piel oscura, con rasgos ligeros, mirada negra profunda que siempre tiene una marca traviesa, mucho más alto que yo y con rastas finas y largas que siempre tiene recogidas en una especie de coleta.
La primera vez que lo vi entrar al Departamento de Docencia para que me lo presentaran como mi tutor encargado tuve un orgasmo mental, algunas veces he fantaseado con él cuando me masturbo, pero me hace sentir tan inmoral y sucio que ya no lo hago.
— Veo que ha llegado tarde— comenta, apoyándose de brazos cruzados en la pared, en una posición desganada demasiado atrayente.
— Tuve un retraso— justifico vagamente, en serio no pensé que entre tantos residentes él notaría mi tardanza.
— Sus ojeras muestran que el retraso más bien fue de sueño— lo veo separarse de la pared y dar dos pasos hacia mí, lo que hace que yo trague grueso intentando no quedarme embobado mirándolo— ¿Qué estuvo haciendo anoche?— pregunta con un matiz insinuante en su voz.
— Estudiando— respondo lánguidamente, desviando la mirada.
— ¿Por qué siento que miente?— insiste, dando otro paso hacia mí, me mantengo en el lugar a fuerza de voluntad, me niego a mostrarme vulnerable.
— No lo hago— afirmo e incluso yo tengo que admitir que mi voz salió débil.
— Dígame la verdad, Dr. Pons— él sigue, acercándose la distancia que nos separa, quedando a menos de veinte centímetros.
— Yo…
— Dr. Rodríguez, Dr. Pons— una tercera voz nos sobresalta a ambos, al parecer no soy el único que se había retraído en su burbuja— El turno ya ha empezado— avisa el Dr. Taylor, es un especialista muy agradable y que siempre está coqueteándome abiertamente.
— Enseguida vamos, Dr. Taylor— asegura el Dr. Rodríguez y puedo jurar que hay un resentimiento en su voz.
Durante unos segundos todo permanece en silencio, pero cuando se hace obvio que el Dr. Taylor no piensa moverse hasta que le acompañemos, el Dr. Rodríguez suspira por lo bajo y se inclina hacia mí.
— Terminaremos esta conversación luego, Eilan— susurra en mi oído y un escalofrío recorre mi columna, erizando mi piel.
Pasamos el resto del turno de la mañana atendiendo a las pacientes, acorde a nuestro horario todos los partos serán naturales y se llevaran a cabo en la tarde y noche. Debido a las muchas pacientes a atender de nuestro grupo de especialistas y residentes, además de dos partos imprevistos, el horario de almuerzo se ve interrumpido y pasamos toda la tarde ocupados en las salas de parto.
Me resulta fascinante la facilidad con la que el Dr. Rodríguez logra pasar de ser un hombre de mirada traviesa e insinuante a ser un médico profesional, capaz de calmar a sus pacientes y actuar con seguridad.
Finalmente, sobre las 9: 15 pm, logro tener un tiempo para comer y llamar a mi hermano, quien está curiosamente borracho y feliz cantando karaoke con mi madre y su suegro, mientras papá, Toni y su mamá aplauden al fondo, animándolos. Me río por la imagen tan estúpidamente feliz que crean y siento un pinchazo de envidia, quisiera que fuera tan fácil para mí.
— Un dólar por tus pensamientos— dice el Dr. Taylor, sorprendiéndome. Me mira sonriente y yo solo atino a devolver la mirada a mi celular.
— Estaba analizando cosas personales— digo vagamente, viéndolo tomar asiento al lado mío en la mesa de la cafetería.
— Me encantaría ser parte de esas cosas personales— comenta, sonriendo ladinamente y yo me quedo mudo por un instante.
— No creo que eso sea prudente— repongo, intento ignorar la incomodidad que crece en mí.
— ¿A quién le importa la prudencia?— pregunta sugerentemente, estirando una mano hacia mí y rozando la mía. Retiro mi mano con rapidez y me pongo de pie bruscamente.
— Tengo rondas que hacer, con permiso— digo a forma de disculpa y salgo de la cafetería, pero él parece no tener intensiones de dejarme ir.
— Espera, Eilan— lo siento trotar hasta alcanzarme, sujetándome por un brazo— Solo quiero saber si estás libre mañana, quiero invitarte un trago— su sonrisa persiste y yo me aparto, separando nuestro contacto.
— No tengo tiempo, perdone— me excuso, intentando alejarme de él.
— Vamos, sería solo uno— insiste y yo siento como el aire se hace más pesado.
— Dije que no— reafirmo, dando un paso hacia atrás hasta que mi espalda toca la pared.
— Prometo que te divertirás— susurra, acercando su rostro al mío y yo me mareo, todo me da vueltas.
La visión se me pone nublosa y solo percibo el frío del piso. La imagen del Dr. Taylor se aparta de delante de mí, creo que veo al Dr. Rodríguez a su lado, parecen estar discutiendo, pero los oídos me zumban y me cuesta diferenciar mi entorno. Llevo mis manos a mis oídos, intentando apartar el ruido y sostener mi cabeza.
— Te advertí que te alejaras de él.
El aire se condensa más, tengo un sabor metálico en la boca, la saliva se me espesa y tragar es dificultoso.
— No actúes como si te importara. No eres más que un hipócrita, Rodolfo.
Cada latido acelerado de mi corazón soy capaz de sentirlo en mis oídos retumbante, un frío me invade y los temblores comienzan a apoderarse de mi cuerpo.
— Si te vuelves a acercar a él, te voy a reventar Taylor, no es una broma.
Un sudor frío cubre mi piel y mi visión tiene puntos blancos brillantes, cierro los ojos fuertemente, penando para que todo se detenga, la cabeza me duele demasiado.
— Sí me importa, no te vuelvas a acercar a él.
Siento unos brazos firmes envolverme, como aquella vez en la secundaria, una sensación de seguridad me cubre y toda mi mente queda en negro. Puedo percibir que estoy moviéndome en los brazos de alguien, algunos susurros alrededor mío, el sonido de una puerta que se abre y cierra y luego solo queda el silencio.
Algo blando recibe mi cuerpo, tardo unos instantes en darme cuenta de que es una cama, los brazos no dejan mi cuerpo, sino que se desplazan hasta que dos frías manos sostienen mi rostro y yo empiezo a reaccionar nuevamente. Unos grandes ojos negros preocupados son lo primero que veo.
— Eilan, ¿estás bien?— pregunta el Dr. Rodríguez y de forma inconsciente coloco mis manos sobre las suyas.
— Sí— logro vocalizar.
Él suspira aliviado y lentamente mi cuerpo empieza a despertar, recuperando su estado normal. He tenido una crisis, hacía años que no me pasaba, no puedo creer que no supe comportarme maduramente en esa situación.
— Gracias por ayudarme, Dr. Rodríguez— le digo luego de unos segundos, cuando mi voz se recupera.
— Dime Rodolfo, creo que tenemos algo más de confianza luego de esto— comenta, tomando asiento en el borde más alejado de mí en la cama de la litera, recién noto que estamos en el dormitorio de los médicos— Discúlpame— dice, mirando fijamente el suelo con un semblante oscuro.
— ¿Por qué?— pregunto confundido.
— Sabía que algo así podía pasar, es su estilo creerse irresistible y ligar con los residentes hasta que estos caen rendidos a sus pies, pero tu caso es especial— su confesión me sorprende, pese a los constantes coqueteos, jamás pensé que el Dr. Taylor fuera así.
— ¿Por qué sería yo diferente?— pregunto en voz baja, quitándome la bata y acomodándome con las piernas flexionadas.
— Porque hace dos años su novio le dejó por mí, era un muchacho que conocí y me gustó, ni siquiera sabía que tenía pareja, menos aún que fuera él, pero no me creyó. Hoy en día no estamos juntos, pero él ha continuado su rivalidad conmigo, algo que se extendió hasta ti en cuanto él vio que me interesabas— pasa sus dedos por entre sus rastas, parece sentirse culpable, pero mi mente solo procesa la última frase.
— ¿Yo te intereso?— pregunto, anonadado totalmente. Él alza la mirada y me observa con expresión confundida, hasta que su rostro se suaviza y sonríe.
— Pensé que era obvio— comenta y niego con la cabeza— Sí, Eilan, me gustas mucho y me encantaría conocerte fuera del trabajo, coqueteaba contigo precisamente para que te relajaras a mi alrededor y me dieras una oportunidad— su semblante se ensombrece y su mirada baja hasta sus manos— No quiero ser nada similar a él, prometo no hacer ningún comentario no profesional de ahora en adelante— se pone de pie y pasa por mi lado tranquilamente— Quédate aquí a descansar, te avisaré si algo se presenta.
Lo veo caminar hacia la puerta para irse y me doy cuenta de la diferencia entre mi vida actual y mi pasado. Ya no soy más ese niño que se hacía ilusiones de nada, aquel día defendí a un chico que se convirtió en un gran amigo, he seguido luchando adelante a mi ritmo, no puedo estancarme ahora. Delante de mí está el hombre al que he tenido en mi mente por los últimos meses y me niego a dejarlo ir.
— Espera— logro decir, viéndolo detenerse en la puerta— ¿Tienes algo que hacer pasado mañana en la noche?— Rodolfo me mira confundido, hasta que parece comprender la situación y niega con la cabeza— Hay una exposición de un pintor famoso que recién está empezando, Alex, no sé si habrás oído de él. Me interesa ir a verlo y dicen que tiene una sorpresa preparada, pero no quiero ir solo— Rodolfo gira totalmente hacia mí, prestandome absoluta atención y yo inspiro profundo buscando el valor para mi propuesta— Me gustaría que me acompañaras.
— Claro, te pasaré a recoger— no duda ni un segundo en aceptar y yo siento mi corazón a punto de detenerse, pero cuando él sale del dormitorio, yo todavía estoy vivo y muy emocionado.
El resto de la guardia pasa algo ajetreado, fueron cuatro partos más esa noche, afortunadamente todos naturales, cuando la mañana llega todo lo que necesito es una larga tanda de sueño, pero antes de salir del hospital le doy una mirada a Rodolfo que está terminando las historias clínicas de unas pacientes, él mira en mi dirección y me sonríe, por lo que yo me sonrojo, asiento con la cabeza y me retiro a casa.
Ocho horas de sueño después, me doy una ducha y repaso mi armario en busca de ropa decente. El anuncio decía que era obligatorio ir con ropa blanca que nos guste, pero que no pretendamos usar nunca más, por lo que sé, las advertencias en sus exposiciones deben ser tomadas en serio, así que me visto enteramente de blanco, con un abrigo por encima, y estoy listo cuando me llega un mensaje de Rodolfo diciendo que se encuentra fuera de la casa.
Al salir, lo veo vestido totalmente de blanco, apoyado en el capó del auto, con las piernas cruzadas y las manos en los bolsillos del pantalón. Es una visión embriagante. Cuando me ve, sonríe y abre para mí la puerta del piloto.
— No sé a dónde vamos, será mejor que conduzcas tú— dice.
Me parece un detalle lindo, arranco el auto destino a la plaza pública donde se hará la exhibición. En el camino contamos historias sobre nuestras experiencias en la Universidad y en la residencia, con pacientes y familiares, y las guaridas más locas que Rodolfo ha hecho. Se siente bien estar juntos sin la tensión de una llamada de emergencia y hasta el momento todo me es bastante relajante. Cuando llegamos a la plaza, ambos nos bajamos del auto y vemos las decenas de lienzos en blanco que están allí.
— Creo que tenemos que pararnos aquí— indica él un punto donde están en el suelo los números que nos dieron al comprar las entradas.
— Gracias— le digo y veo como evita adrede tocarme, no quiere hacerme sentir incómodo. Sonrío, girando la cabeza para que no me vea.
— Buenas noches a todos.
Alex, el pintor que ha revolucionado el arte, aparece en medio de la plaza llamando nuestra atención. Se viste de colores negros y se ve bastante sencillo, nada que ver con sus brillantes obras coloridas.
— Me alegra que vinieran hoy, como podrán observar no será una exposición usual. Delante de ustedes hay lienzos en blanco con un número encima que corresponde a los números que ustedes tienen, delante de cada lienzo hay latas de pintura. Cada uno de ustedes usará esas latas y sus manos para expresar lo que sienta en los lienzos, como desee.
Trago en seco, con la emoción latente apoderándose de mí mientras él continúa hablando.
— Toda mi vida me han dicho que no sé expresarme, pocas personas entendieron que mi lenguaje era el arte, llegar a ser capaz de hablar de forma sincera delante de ustedes hoy, ha sido el resultado de un largo proceso de superación personal. En honor al hombre que me ayudó a mejorar y a desarrollar mi verdadera pasión, hoy quiero que todos hagan lo que yo hago, expresen aquello que sienten en lo más profundo de la manera más instintiva que puedan. Hoy, este es mi regalo para ustedes, mi exposición es vuestra, esto es “Louis”.
Estoy al borde de las lágrimas cuando en luces brillantes aparece el nombre Louis en el suelo debajo de Alex. Soy increíblemente malo expresándome, si de alguna manera puedo hacer llegar lo que pienso y siento aquí, ahora, esta noche, quizás pueda cambiarlo todo. Estiro un poco la mano hasta rozar la de Rodolfo, lo siento tensarse y veo como traga, su mano está fría mientras él entrelaza nuestros dedos, pero se relaja cuando siente mi gentil apretón.
Me mira, yo le sonrío y tiro de él entre los lienzos, una música instrumental emocionante a la vez que emotiva suena de fondo y las personas empiezan a usar sus latas de pintura. Yo logro localizar nuestros lienzos, están uno frente al otro de forma en que nos podamos mirar, pero no podamos ver lo que el otro pinta.
— ¿Quieres hacerlo?— pregunto, pues no estoy seguro si sea su estilo.
— ¿Bromeas? Esto suena fantástico— sonríe genuinamente y yo siento algo desbloquearse dentro de mí.
Dejo ir su mano, caminamos cada uno hasta su lienzo, lo veo tomar las latas de pintura y poco a poco ir moviendo sus manos, no sé qué hará, pero prefiero concentrarme en lo que haré yo. Miro el lienzo en blanco varios segundos, descifrando qué quiero exactamente mostrar. Decido dejar de pensarlo, mi mente se hunde en el blanco y dejo que las emociones me llenen, arrojando la pintura sin forma alguna sobre el lienzo.
Miedo. Verde.
Ira. Rosa.
Tristeza. Azul.
Rechazo. Morado.
Alarma. Naranja.
Asombro. Verde oscuro.
Confianza. Verde claro.
Alegría. Amarillo.
Serenidad. Blanco.
Respiro erráticamente, observando las salpicaduras que son mi obra de arte, estoy cubierto de pintura que ha manchado mi ropa y se va secando, pero no me importa. Esa tormenta delante de mí, ese soy yo y eso es lo que siento.
— Es hermoso— Rodolfo está parado al lado mío, mirando directamente al cuadro y yo sonrío.
— Sí, lo es— concuerdo, mirándolo a él en lugar de la pintura.
Puedo apreciar más allá su propio lienzo girado en mi dirección, es un gran fondo amarillo felicidad con manos de diferentes colores y no pudo evitar sentirme apreciado en tantos niveles. Devuelvo mi mirada, encontrándome con la suya.
— Sí, lo eres— rectifico, ya no hay nada que esconder.
— ¿Puedo besarte?— pregunta, aunque hay medio metro de distancia entre ambos, mi piel se eriza con la pregunta.
— Sí— aseguro sin vacilación.
Rodolfo lentamente camina hacia mí, siento su calor envolverme, sus manos manchadas de pintura se aferran a mis caderas, su nariz juega rozando la mía y yo inclino mi cabeza hacia él. Por unos segundos no hacemos más que rozar nuestros labios, pero entonces la distancia desaparece.
Sus labios se mueven guiando los míos, inexpertos, en un movimiento lento y profundo que me hace sentir mareado, su lengua pide permiso con un suave roce y yo abro mi broca, dejándolo invadir con su lengua, que hace a la mía seguirle un ritmo parsimonioso. Mis manos se desplazan por sus brazos hasta sus hombros, aferrándose a su cuello y nos envolvemos uno en el otro, olvidándonos de todo.
Nos separamos suavemente, buscando no romper el momento, hasta que la música que suena vuelve a mis oídos, acompañada de los aplausos de los presentes que nos observaban. Me sonrojo inmediatamente, pero Rodolfo simplemente sonríe y hace una reverencia en dirección a todos, sin soltar mi mano.
Yo lo miro sin poder parar de reír, sintiéndome libre por primera vez, y me doy cuenta de que esta noche fue solo la primera de muchas primeras veces que experimentaré a su lado.
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Hola pequepinkypitufos, la verdad es que no hay mucho que yo pueda decir de este capítulo.
Expuse un poco más de las vidas de los personajes de Mi cita angelical y Mi suerte en forma de helado, como he ido haciendo con cada One-shot, mentando personajes de otros, entrelazándolos. En este en particular damos una mirada a un pasado triste y traumático, pero vemos la superación del personaje, espero que les haya gustado y que me dicen si creen que se adapta al secreto expuesto.
Os quiero, nos leemos❤.
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