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Secreto 12- Mi atormentado vecino.

Los gritos y el ruido de algo rompiéndose es lo primero que escucho. El cielo sigue oscuro y el reloj digital con grandes números rojos en mi mesa de noche marca las 3:11 am.

Doy un suspiro y me levanto desacomodando mi cabello negro con puntas verde azul con las manos. Camino hasta la ventana y la abro, puedo ver la discusión de mis vecinos, como si los gritos no fueran suficientes, veo también su cabellera castaña que sale al patio y brinca la valla, corriendo hasta los árboles del inicio del bosque que se encuentra detrás de nuestras casas.

Regreso dentro de la habitación cuando percibo el primer golpe de la noche por parte de Nelson hacia su mujer. Hemos presentados quejas en otras ocasiones, pero cuando la policía viene ella simplemente lo niega todo y dice que somos unos chismosos, metiéndonos en lo que no nos importa. Varias señoras de por aquí, entre ellas mi mamá, intentaron hablar con ella a solas, pero Diana jamás las quiso escuchar y cuando presentó la denuncia por difamación a una vecina, todos dejaron de intentar ayudar.

La luz que entra por la ventana ilumina la habitación y puedo ver perfectamente mi reflejo en el espejo de pie que está en la esquina, me siento en la orilla de la cama, con los codos sobre las rodillas, inclinado hacia adelante y con los dedos entrelazados frente a mis labios, sirviendo de soporte a mi cabeza.

Puedo distinguir mi piel blanca, con ligeros tonos grises por la falta de iluminación, el negro de mis uñas, los tatuajes que cubren mi cuerpo, totalmente visibles por solo vestir ropa interior y me pregunto si alguna vez siendo yo solo un mocoso de 16 tuve la oportunidad de ayudar en algo más.

— No lo hagas, por favor, no lo hagas— me suplico a mí mismo, sabedor de que es inútil, pues cuando las palabras dejan mi boca ya estoy tomando los jeans que dejé en la silla, metiendo los pies dentro de los tenis y sacando un pulóver verde desgastado y una chaqueta.

— ¿Vas a ayudarle?— pregunta mi mamá cuando me ve bajando las escaleras, intentaba ser sutil y no despertarla, pero parece que es imposible dormir esta noche.

— No puedo dejarle solo— es lo que respondo, sé que ella no lo entiende del todo, pero al menos tampoco me juzga ni intenta detenerme.

— Hay galletas en la alacena, dale saludos de mi parte— me dice poniendo su mano en mi hombro y dando un ligero apretón. La veo subir las escaleras para su habitación y solo sonrío, soy muy afortunado de tenerla como madre.

Recojo las galletas porque sé que le gusta comer cuando está deprimido, por más que lo niegue, y salgo veloz por el patio, brincando mi cerca y corriendo en la dirección en la que él se fue. Al cabo de unos minutos llego al sitio de siempre, llevamos viniendo aquí desde hace un año unas tres o cuatro veces por semana, cada que a su padre le da un ataque violento.

Por un momento me pierdo en su figura adornada por la luz de la luna, todo encorvado sobre el suelo de la casa del árbol, precariamente arreglada por él mismo solo con el fin de esconderse aquí, los temblores de su cuerpo que delatan que está llorando, todo me parece tan irrealista. Este era el chico del que yo me escondía a inicios de la preparatoria.

Recuerdo esa época, él y yo nunca fuimos de llevarnos bien aun siendo vecinos, cada uno tenía su vida y sus gustos. Yo con mi estilo roquero y guitarra eléctrica y él con su equipo de fútbol americano y papel de chico de oro, perfecto y sin fallas.

Nunca nos habíamos metido uno con el otro, hasta la preparatoria, donde dárselas de inteligente y poderoso se volvió más importante que respetar a los demás. Yo sabía la verdad, mientras más violencia había en su casa, más su actitud se deformaba y la pagaban los chicos débiles de la escuela. Quizás por eso es que fue detrás de mí.

Al inicio las ofensas eran infantiles, cosas como decirme niño tonto, freak y roquero mugroso, luego pasaron a meterse con los colores de mi cabello y uñas, entonces me volví el afeminado maricón de closet.

Curioso, porque él tiene una cara mucho más femenina que la mía, además es más bajito que yo por varios centímetros. Uno al lado del otro y nadie diría que yo soy el de closet. A medida que pasaba el tiempo, el bullying empeoraba, hasta que tuve miedo de que se volviera algo físico, así que decidí frenarlo.

— Repite lo que has dicho— su voz había sonado algo temblorosa en su vano intento de parecer fuerte.

— Si sigues molestándome le diré a toda la escuela lo que sucede en tu casa— repetí con seguridad— Tengo un video donde se ve tu padre golpeando a tu madre y luego lanzándote un jarrón a ti. Deja de molestarme o todos sabrán la verdad del niño duro de fútbol— no vacilé en aquella amenaza y él simplemente apretó los puños y se fue.

Después de ese día no volvió a molestarme, no es que estuviese orgulloso de lo que hice, pero la paz que vino luego de aquello en mis días escolares me hizo matar cualquier indicio de culpabilidad en mi consciencia. Él y yo dejamos de tratarnos, nos ignorábamos activamente y así debía de quedarse, pero en la fiesta de fin de curso de primer año de preparatoria las cosas cambiaron.

Había ido porque unos amigos me insistieron de no perdérmelo, a mitad de la noche la mayoría estaban borrachos y yo solo quería salir de allí. Tenía la boca con un sabor extraño por la bebida, así que fui a la cocina para buscar azúcar con el plan de comer un poco y luego irme, casi me da un paro cardíaco cuando al abrir la puerta lo vi besándose con otro chico al que había visto ocasionalmente.

— ¿Jack?— su nombre dejó mis labios antes de poder procesarlo, en serio no quería que supiera que los sorprendí, pero la impresión fue tanta que no pude evitarlo.

— ¿Lucas?— su rostro deformado en una expresión de pánico es algo que nunca olvidaré— No digas nada, por favor— se acercó a mi velozmente y apretó mis brazos con fuerza, zarandeándome como si mi palabra fuera la seguridad que necesitaba para seguir vivo.

— Yo…me voy— fue lo único que dije aquel día, di media vuelta y me fui.

No supe qué pasó después de eso durante la época de vacaciones, a veces lo veía correr más allá de la cerca de su casa, rumbo al bosque, cuando su padre se ponía violento, se veía cada día más enfermo y seguía con los entrenamientos intensivos de fútbol.

Honestamente pensé que colapsaría en cualquier momento, incluso mi mamá estaba preocupada, pero decidí no meterme en ello por miedo a cómo podría reaccionar. Pese a todo, seguía pensando que era un chico traumado por las circunstancias, jamás pensé lo mucho que las cosas se saldrían de control.

Al inicio fueron rumores suaves, palabras susurradas por los pasillos, escritas en notas, las personas empezaron a hablar de que Jack estaba con Nathan, así se llamaba el muchacho con quien lo encontré besándose. Jack a veces me miraba como si quisiera matarme, pero realmente yo no había sido quien habló.

Era de preverse que pronto el rumor era un chisme sustancioso que todos decían sin miedo y en voz alta, por lo que, para mediados de segundo año de preparatoria, este llegó a los profesores y lamentablemente, a los padres.

Recuerdo que aquel día yo llegaba de mi trabajo de medio tiempo en la heladería, la casa de Jack estaba extrañamente tranquila, el silencio sepulcral me hizo estremecer con fuerza, pensé que eran ilusiones mías, pero cuando abrí la puerta de la casa mi mamá estaba como loca caminando de un lado a otro con su vestido de casa blanco manchado con sangre. Todas mis alarmas mentales de dispararon y corrí hacia ella sujetándola por los brazos para saber si tenía alguna herida.

— ¿Qué te ha pasado? ¿Estás bien? ¿Por qué tienes sangre?— pregunté en carretilla.

— No es mía— mi mamá sollozaba y se aferraba a mí en temblores— es de Jack— esa confesión me erizó, me quedé helado sosteniéndola sin comprender lo que ella intentaba explicarme— Su padre montó en cólera hoy porque…porque alguien le dijo que su hijo era gay. Por Dios, Lucas no sabes la cantidad de cosas horribles que dijo. Le dio una paliza que en serio pensé que lo mataría, escapó antes de que la policía llegara, yo fui a ayudar a Diana a curar a Jack y la ambulancia se lo llevó luego. Lo peor es que ella no quiso denunciarlo. ¿Entiendes eso, Lucas? Casi mata a su hijo y no lo denunció.

Mientras abrazaba a mi madre esa noche, un sentimiento de empatía y dolor me llenaba por dentro. Ser Jack no era algo fácil. Él estuvo un mes fuera de la escuela y se dijo que lo habían asaltado en la noche, cuando se reincorporó parecía un ser diferente, más frío, más cruel.

Fue allí que se desató el caos, él mismo empezó a contar historias sobre lo que pasó con Nathan, diciendo que el chico lo había intentado drogar y demás cosas. Todos le creyeron, el bullying hacia Nathan fue indescriptible y en más de una ocasión estuve tentado a decir la verdad, pero el miedo de que si lo hacía volviese a pasarle a Jack algo similar me dejó congelado y antes de darme cuenta Nathan había desfasado el año por enfermedad, aunque mi madre me dijo que se debía a estrés, había hecho una depresión severa.

No sé bien de dónde salió la valentía, pero aquel día en que Nathan se dio de baja, cuando en la noche escuché los gritos y golpes, me asomé por la ventana y volví a ver su cabello castaño correr hacia el bosque y lo seguí. Fue así que di con la casa en el árbol que Jack había arreglado de mala manera.

— ¿Por qué lo hiciste?— él se sobresaltó con mi voz, pero al verme no hizo ningún movimiento más, ni siquiera para ocultar las lágrimas que corrían libres por su rostro— ¿Por qué dijiste todas esas mentiras sobre Nathan?

— Por su propio bien— fue lo que contestó y al parecer la forma en que lo miré le aclaró que no me creía esa respuesta, porque continuó sin que yo dijera más— Mi padre amenazó con matar al causante de los rumores de la deformación de su hijo, lo más seguro para Nathan era estar lo más lejos posible de mí, no querer defenderme, no guardar ningún sentimiento bueno, no estar siquiera en el mismo año. Yo no puedo reprobar, la Universidad es mi única oportunidad de salir de ese manicomio, pero si lograba que Nathan me odiara y a la vez se atrasara, él estaría a salvo y yo podría irme.

— ¿Por qué eres sincero conmigo?— mis pensamientos cuando me confesó la verdad solo fueron de tristeza, no era quién para juzgar sus decisiones, cada uno usa la baraja que la vida le da como mejor puede, no creo que haya una forma única y correcta de hacer las cosas.

— Porque tú sabías la verdad y no la dijiste.

Aquella noche algo cambió, yo no hice más que largarme luego de eso, pero la próxima vez que los gritos empezaron y él corrió, yo corrí tras de él. Ahora, un año después, a dos días del baile de graduación, todavía sigo corriendo hacia este lugar cuando escucho los gritos y golpes.

Trago en seco y subo la escalera de cuerda que cae de la casa, al inicio tenía que llamar desde abajo para que él supiera que estaba aquí, con el tiempo él empezó a dejar la escalera suelta porque sabía que yo vendría y yo empecé a luchar contra mí mismo por los sentimientos que había desarrollado hacia él. Intenté dejar de venir, en serio lo hice, pero no tengo la capacidad de dejarlo solo.

Cuando llego arriba recojo la escalera y camino hacia él, mis pasos hacen que la madera rechine, y este es el único sonido que rompe la calma de sus sollozos bajos. Me siento a su lado y le paso la mano por encima, atrayéndolo hacia mí y dejándolo que llore en mi pecho mientras hago círculos con mis dedos en su espalda y miro las estrellas.

Sentirme impotente es algo que no había experimentado antes de tratar con Jack, ahora que sé lo que siente puedo asegurar que es una de las peores cosas del mundo.

— Mi mamá te manda galletas— comento con tranquilidad luego de dejarle llorar sobre mí por más de treinta minutos.

— Gracias— su voz está rota y sus ojos verdes están rojizos por el llanto, el resto de su rostro está inflamado y me siento terrible por pensar que se ve adorable. Lo veo comer con pasividad un par de minutos hasta que finalmente vuelve a hablar— Me queda poco.

— ¿A qué te refieres?— pregunto sin alterarme, porque calma es lo que Jack más necesita ahora.

— Conseguí una beca por el fútbol para la universidad, me iré antes porque quieren que me adapte al campus— no puedo evitar sentirme aliviado de saber que va a irse de ese infierno, aún si es lejos de mí.

— ¿Dónde te quedarás?— todavía le hago círculos con los dedos en la espalda, pero él no queja, así que yo no me detengo.

— Un amigo me va a dejar quedarme en su casa— contesta aun masticando una galleta, hay migajas en el borde de sus labios y el puchero natural que hace me distrae por un instante.

— Suena a un gran amigo— es lo único que se me ocurre comentar.

— Es el ex novio de  Ángela, la gritona de mi clase que se cree superior a todos— me aclara y a mi mente viene el vago recuerdo de haber escuchado a esa chica hablar sobre su novio que la consentía en todo.

— No sabía que se habían dejado— no me podría importar menos, pero con tal de hacer conversación para que Jack no piense en su casa y lo que está pasando allí en esos momentos me vale cualquier tema.

— Ella es insoportable y Andrés es demasiado bueno— asegura con vehemencia, una pizca de celos me hace retorcer, tengo que estar feliz por él si finalmente vuelve a aceptar su propia sexualidad y sentirse bien.

— ¿Te gusta?— es una pregunta estúpida y enseguida me estoy golpeando mentalmente por hacerla, pero cuando veo a Jack mirarme directamente con expresión de incredulidad y luego reír de verdad, como no lo había visto hacer genuinamente nunca, ha valido la pena.

— No, es un buen amigo que conocí por una fiesta, nada más. Además, él anda en algo con Kabil, el amigo de Ángela que es unos años mayor que nosotros y sinceramente no quiero que alguien a quien le llego por los codos me dé un puñetazo por tirarle los tejos a su futuro novio y me deje sin lugar para quedarme— su respuesta me hace sentir como si flotara, está hablando oraciones completas y tiene una sonrisa increíble en su rostro.

— ¿Cuánto tiempo te queda?— pregunto, no quiero arruinar el momento, pero yo también tendré que irme y quiero saber.

— Una semana— contesta con añoranza.

— Me alegro de que todo vaya a mejorar— nunca hemos hablado de qué pasará cuando nos alejemos. ¿Seguiremos en contacto? ¿Fingiremos no conocernos? El miedo a las respuestas que me ha detenido cada vez que quiero preguntar me paraliza una vez más.

— No volveré a aquí— asegura y yo asiento con la cabeza, sabía que no volvería a su casa— No me entiendes— eso me confunde, por lo que le miro atentamente— No volveré a la casa del árbol, pase lo que pase el resto de la semana, no volveré a aquí— un nudo se forma en mi garganta y siento un peso indescriptible en mi estómago. Esto no lo esperaba, contaba con poder despedirme apropiadamente.

— ¿Por qué?— intento que mi voz salga neutra, pero soy consciente de que fracaso cuando su mirada adopta matices tiernos y él sonríe con tristeza.

— Porque tengo que acostumbrarme a estar sin ti, no quiero hacerlo más difícil de lo que ya es. Hoy es mi última noche aquí— su confesión me toma desprevenido, esta vez soy yo quien llora en silencio y no me oculto. Yo lo he visto más vulnerable que nadie, es justo que él me vea a mí.

— Yo quiero decirte…— sus dedos rozan mis labios y él niega con la cabeza, callándome.

— No lo digas, no podré irme si lo dices y realmente necesito irme.

Es allí cuando me doy cuenta de que no soy el único que se siente como si la esencia de su vida estuviese en el otro. Él también siente lo que yo. Asiento con la cabeza, temiendo que un gesto muy brusco pueda destruirlo todo.

— Cierra los ojos y no los abras hasta que sientas el sol— no es una orden, sino una petición, pero yo no puedo negarle nada en estos momentos.

Dejando que la claridad que ha tornado el cielo oscuro en un lienzo de matices de diferentes azules y morados me ayude a verle bien, me dejo embriagar por su rostro aniñado y hermoso, sus ojos verdes y un detalle que no había notado hasta ahora, su cabello es rubio, la pequeña raíz revela que el castaño es el realidad un tinte.

¿Cuántas más capas aplicaste en ti mismo con tal de sobrevivir?

Su imagen me calma y cumplo su petición, cierro los ojos. Siento sus dedos alejarse de mis labios, sus manos caer sobre las mías que están en mi regazo, su respiración caliente en mi rostro, su nariz rozando la mía. Mi corazón late fuerte, mis oídos zumban y el mundo desaparece cuando sus labios tocan los míos.

Es un movimiento lento, pausado, nos movemos uno contra el otro, su lengua perfila mi labio superior y yo abro la boca, dejando que se adentre y baile suave contra mi lengua. El ligero sonido de humedad y besos me llega levemente, es algo casi mágico que no pensé que podría vivir con él.

Puedo presentirlo antes de que ocurra, su lengua vuelve a su boca, sus labios dan un último movimiento contra los míos y una leve succión a mi labio inferior detiene el beso.

El frío cubre mi cuerpo cuando su calor corporal se aleja, escucho sus pasos sobre la madera que rechina, las hojas secas y pequeños palos que se rompen bajo su peso en el suelo, cada vez más lejano hasta que todo queda en silencio, ni siquiera el viento hace murmurar a las hojas de los árboles.

Es como si la naturaleza hubiese decidido respetar mi dolor en este instante y cuando el sol finalmente me ilumina el rostro, abro los ojos y lo veo salir a lo lejos, con la creciente determinación de que de alguna manera Jack y yo no hemos terminado, ni siquiera hemos llegado a empezar.

La próxima vez que escuché los gritos, me puse los audífonos y volví a dormir, tenía que respetar su decisión. Días después un auto vino y Jack se metió dentro con dos maletines pequeños, yo me reusé a pararme en la ventana y verlo, si lo hacía podría flaquear mi determinación sobre dejarlo ir libremente.

Esas vacaciones muchas cosas cambiaron, Diana finalmente decidió denunciar a Nelson, así que empezaron un largo proceso de juicio, mi mamá hizo una comida en la casa para celebrarlo y allí Diana me confesó que ella sabía el apoyo que yo había significado para Jack y que me agradecía infinitamente, porque de no ser por mí su hijo no hubiese aguantado. Esa noche lloré hasta dormirme, con mi madre abrazándome comprensivamente.

Mi inicio en la Universidad fue bastante normal, una habitación en la residencia estudiantil, muchos estudiantes intentando hacer locuras, y yo concentrado en mi música, mis clases, mis metas.

Hice amigos, salí a fiestas, disfruté, incluso hubo un par de chicos y chicas que me hicieron compañía algunas noches, pero la sensación de vacío fue tan grande que dejé de iniciar momentos pasionales pasajeros con los otros.

Así pasó volando mi tiempo en la universidad, ni siquiera me di cuenta de en qué instante me dieron el título de graduado, solo sé que me encuentro saliendo de la Universidad con un documento oficial de culminada mi carrera, un traje negro incómodo al que le quité la corbata aun con la negativa de mi madre y la última imagen de Jack en mi mente llenando mis sentidos, nunca he podido olvidarlo.

— Felicidades, roquero graduado— mi cuerpo se congela cuando esa voz suena.

Me giro lentamente, con miedo de que desaparezca la ilusión que mi mente ha creado, pero cuando le veo con su cabello rubio natural, sus ojos verdes brillantes y su sonrisa, una que no sabía que él podía tener, me resulta tan extraño y a la vez familiar que solo puedo sentir que finalmente todo ha caído en su lugar.

— Supongo que el tinte verde azul no arruinó mi cerebro— comento jocosamente y él sonríe.

— No del todo al menos— concuerda y me guiña un ojo, no puedo creer que por primera vez desde que nos conocemos estemos coqueteando.

— ¿Qué haces aquí?— pregunto, aun sonriendo.

— Venía a buscar al chico que no ha dejado mis pensamientos ni un segundo desde que tengo 17 años, pensé que ya era hora de invitarlo a una cita. Aunque no sé si me acepte— mete sus manos en los bolsillos de sus pantalones y me doy cuenta que está usando un traje igual al mío, pero gris.

— Él lleva esperando cinco años para decirte que sí— admito, me da igual que suene cursi, es la verdad. Me sonríe abiertamente y extiende una mano hacia mí.

— Entonces será mejor no hacerlo esperar más— y eso es todo lo que hace falta para que yo cierre el espacio entre nosotros, tomando su mano y uniendo nuestros labios, mezclando nuestras almas en ese gesto.

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Pequepinkypitufos, admito que este es uno de mis favoritos. Me encantó escribirlo y sinceramente hay muchos sentimientos puestos en este.

Espero que les haya gustado tanto como a mi, os quiero mucho. Nos leemos mañana. 😊🥰😍. Besitos. 

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