Un día en la vida de Anubis
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Relatamos a continuación un día cotidiano en la vida de Anubis.
Soñó con una pizza que semejaba el mundo; ajolotes que levitaban en su misticismo sobre el sinsentido de la quinta dimensión; o, mejor dicho, «un tiempo y un espacio entre un espaciotiempo».
Anubis despertó de su letargo. Y, saliendo raudamente de su sopor y del lecho donde horas antes habíase refocilado con un buen libro, dispúsose a tratar de finiquitar las labores domésticas, a saber: barrer, trapear, lavar los platos de la noche anterior, cocinar, lavar la ropa, etc. Todo esto era horrísono; empero, Anubis se lo tomaba con suma levedad.
Después de esto, le daría una vuelta al giratiempo (artilugio de la saga Harry Poter capaz de rebobinar el tiempo) para recomenzar el mismo día; haría huerta y leería un buen libro.
En el horario del almuerzo, se cocinó un pescado con un arroz sofrito en verduras al wok. Tomó la leche de almendras de la heladera solo por placer, puesto que las deidades egipcias no necesitaban comer; en la caja acartonada de la leche, en la parte de la caja que estaba dando para la pared de la heladera estaba ilustrada la foto de Seth, y abajo de esta foto rezaba en caracteres mayúsculos y rojos la palabra «DESAPARECIDO». Seth era una deidad maligna, de una soberbia cuodlibetal que pretendía someter todo misterio y toda grandeza a la criba del sic et non.
Mientras tanto, Bastet dormía acurrucada en el futón y Thot leía un libro sobre Yuval Noah Harari o Byung-Chul Han.
Concluido el prosaico trajín de hogaño, Anubis dispúsose a arrellanarse en el sillón junto a Bastet y diole al giratiempo. El día reiniciose.
Ya repantigado en su solaz en la epítome del hedonismo, Anubis, no exento de longanimidad y en una confortable sensación de reposo, entregose con modesta displicencia a deslizar gratamante su magín con celeridad por la plurivocidad del texto. Fluyendo raudamente por letras, palabras y párrrafos, encontró uno de estos susodichos que le plugo sobremanera, el cual exacerbó su refocilo.
Era, en rigor, un texto de superlativa elocuencia, escrito modestamente y con un discreto uso de las palabras. El texto trataba sobre teología y rezaba lo siguiente:
«La concepción del dios bíblico heteropatriarcal de otrora feneció; ahora, se propone una cosmovisión totalmente disímil de los preceptos hieráticos preconcebidos, ínsito de del magín de la arbitrariedad social; sumado a esto, llega sublevando al anterior y proliferando sobre todas las mientes, el arquetipo divino que, sustancialmente, elucida con superlativa elocuencia la exégesis del mañana».
Luego de esto, Anubis se bañó ungiendo su cerúleo pelaje, el cual cuidaba con esmero, con Protect & Care. «Chocolate & Protect & Care», ese era el sentido de la felicidad.
Ahora centremos este relato en el Humano.
El Humano, antaño, consideraba escueta y acerba la condición del consueto y tedioso vivir. Su vida era un sinsentido, un atropello al ánimo. Empero, su vida sufrió un súbito cambio cuando llegó a su vida Anubis. Hogaño, su vida se restableció económicamente y pudo pagar sus deudas.
Por esto, Anubis ese día se le ocurrió la maravillosa idea de traerle un ramo de flores. Ponderando la contingencia, desde su casa hasta la de su pareja habían quince cuadras, por lo que tardaría quince minutos aproximadamente en llegar.
En el decurso que había entre esos quince minutos fue pensando sobre su vida cotidiana. Pensó en esa vez que destruyó el sol por un estornudo debido a que no se había cubierto la boca con el pliegue del codo, por lo que tuvo que rebobinar el tiempo unos minutos y hacerlo correctamente.
También pensó en la vez en que, recientemente, tuvo que exiliar con la ayuda de Thot de sus dominios al protervo Seth, porque el caos intergaláctico que estaba causando empezaba a comprometer al planeta Tierra, haciendo que vaya en detrimento de sus leyes naturales.
Cuando llegó, tocó el timbre. Esperó un poco golpeando su patita trasera sobre el asfalto en un gesto de tedio hasta que apareció el Humano. Se dieron un beso y Anubis le entregó el ramo de flores, y le sonrió con sus belfos retraídos. Anubis lo invitó a su casa, a lo que el Humano accedió.
Anubis hizo huerta por unas horas y luego se puso a leer. Eran las cuatro p. m. Anubis, para la merienda, se terminó lo que quedaba de leche de almendras, comió unas galletitas y se tomó un vaso de kvas.
A la noche, Anubis y el Humano se acostaron en la misma cama para dormir.
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