~Hasta que tu existencia se apague, yo seguiré manteniendo viva la luz por tí~
Miró al cielo, sentado al lado izquierdo de la cama, junto a su joven acompañante que al fin podía descansar.
Llevaba toda la noche luchando con una tos de perro infernal, que no lo dejaba en paz durante semanas e intentó recobrar los ánimos, distrayéndose con aquel gris paisaje que apenas amanecía. Sus pensamientos, revoloteando como mariposas, mantenían en constante contacto la angustia de su adulta vida y la terrible resignación que se iba acercando.
Kiku, aquel chico tan exasperante de alas marchitas, se estaba muriendo en la cama y se dejaba morir sin poder hacerle nada. Sin que él, pudiese darle todo.
Dormía plácidamente, con la boca ligeramente entreabierta y las ojeras moradas pintando su pálido rostro, escondían aquel terco carácter de no dejarse cuidar por nadie y ser infinitamente independiente con lo que sea.
Ni aunque el mundo se le cayera, o las bestias se le pusiesen en su contra, jamás se dejaría mostrar débil, aun si por ello su vida y orgullo tuviese que sacrificar.
Llevaban una larga historia recorrida juntos, conjunto de grandes peleas y discusiones constantes por la enemistad que se llevaban el uno con el otro donde los tiempos de incomprensión abundaban y, ninguno se tomaba la paciencia de entender al otro, hasta que los días los hicieron cada vez más unidos.
Cualquier término a su relación, era absurdo. Sólo les bastaba sentir que existía algo vivo.
Belluce, quitando de lado sus pensamientos giró la cabeza para comprobar el estado del muchacho y le acomodó la frazada que se había desviado de su lugar. Mostraba una ligera mejoría, pero su pesimismo, le hacía creer que sólo era mentira.
Con cada día que pasaba, el tiempo que debía estar en cama era más largo, y con cada paso de su enfermedad, la depresión lo marchitaba más, carcomiéndose la esperanza.
Ahogó sus lágrimas, y se preguntó hasta cuando ese dulce ser soportaría su vida sin apagar la luz, que solo ya no sostenía.
-¿Belluce...?
Su nombre, brotaba esporádicamente en aquellos labios suaves que fueron interrumpidos por un nuevo ataque de tos. Antes de que pudiese hacer algo, el sueño engañoso volvió a envolverlo en sus fantasías, y la vida se le escapaba una vez más.
Le acarició la mejilla, y prometió que jamás lo dejaría, aunque él fuese lo último que le quedaba y ya nada en este mundo le hiciese brillar una vez más.
Se encargaría de mantener viva su luz hasta el último momento, sólo con tal de no verlo desistir.
~Fin~
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro