LA MEJOR PELÍCULA DE NAVIDAD

Por: K. Rodríguez

Ella se colocó sus calcetines peludos y se arropó los hombros con su manta preferida. La taza de chocolate caliente yacía sobre la mesa de noche. It's a Wonderful Life se reproducía en la pantalla del televisor. El ambiente navideño estaba preparado. Su Navidad soñada se estaba cumpliendo. Desde que se fue de la casa de sus padres había figurado en su cabeza esta escena: nuevo trabajo, primer apartamento pagado por ella; una taza de chocolate, pijama puesto, una película y a disfrutar de los días festivos. Era un buen plan. Ya no tenía que escuchar el alboroto de los de su alrededor; ya no tendría que emperifollarse para pasar toda la noche sentada en el sofá de la sala comiendo entremeses. No tendría que escuchar las críticas de su tía por su peso. No habría más preguntas sobre "el novio". Ella era la eterna solterona de la casa, aunque, de todos modos, nunca traería un novio a esa locura llamada familia.

La película seguía reproduciéndose, pero ella no estaba conectada en la misma. En su cabeza se repetía una y mil veces que así era como deseaba celebrar la Navidad. Sin embargo, algo no se sentía correcto. De pronto, pensó en el primo loco de la familia; ese que hacía reír con sus ocurrencias, todos los primos pequeños se mataban por jugar con él. Y eso que era un hombre de 30 años; el eterno niño le decía ella. Recordó a la otra prima que no hacía más que juntarse con su hermana para quejarse de la universidad. A veces se preguntaba si esas dos se habían matriculado solo para subir estados y memes a Facebook sobre la dura vida universitaria y también para tener temas de conversación. También pensó en su madre que siempre terminaba como tuerca riéndose de cada pendejada y en su abuela reganándola como si de una niña pequeña se tratase. Recordó a su abuelo ebrio hasta el tuétano y a sus primos pidiéndole dinero, aprovechándose de su estado. Ríe al imaginarse a su hermana sacándose selfis frente al árbol.

Casi pudo oler el aroma que emanaba de la cocina el día de Navidad. Pernil asado, arroz con gandules, ensalada de papa, y su plato favorito, la receta tradicional de su abuela, flan de calabaza. Mientras pasaba todo eso, de fondo siempre estaban las canciones de Nito Méndez. Esas que siempre juró odiar, pero que ahora no le parecen tan malas.

Ella se descubrió sonriendo ante la reproducción de recuerdos en su cabeza. La chica tomó su celular en ese instante y llamó. El teléfono dio tres timbrazos y cogieron la llamada.

— Hola mami, prepara el cuarto que voy pa' allá.

Se emperifolló y se fue. Verá la mejor película de Navidad sentada en sillón de la sala de sus padres.