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Felicidad (Harry Potter)

—¡Listo!

—¿Cómo nos quedo, mami?

—Les quedó hermoso

En la residencia Snape, los hermanos Eileen (10 años) y Alexander (5 años) estaban terminando el regalo de cumpleaños para su padre, Severus. Afuera el clima era frío y estaba nevando, pero de un modo tranquilo que permitía a la gente salir. La madre de los pequeños, Alejandra, terminaba de preparar todo para el desayuno; el cumpleaños de su esposo cayó en fin de semana, por lo que fue fácil apagar su alarma y de ese modo dejarlo dormir un poco más, además de darle tiempo a la familia para preparar todo.

Una vez la mesa puesta y los niños recogieron lo que utilizaron para terminar el regalo, los tres subieron al segundo piso, a la habitación del matrimonio, a despertar al festejado. Antes de entrar, Ale se llevo un dedo a los labios para indicarle silencio a sus hijos a lo que los pequeños respondieron con una pequeña risa.

La madre abrió la puerta con cuidado para no hacer ruido y entonces lo vieron: Severus estaba acostado boca arriba, su antebrazo derecho cubría sus ojos, la camisa negra de su pijama estaba abierta de los primeros tres botones revelando su blanca piel surcada de algunas cicatrices en su pecho bien formado, su largo cabello (que ahora lo tenía a la altura del pecho) esparcido en la almohada y la sábana cubriéndole de la cintura para abajo.

La mujer miró a sus hijos y con un asentimiento de cabeza los animó a que se acercaran con cuidado al hombre dormido en la cama. Eileen y Alex subieron a la cama y se posicionaron a cada lado de su padre y con cuidado lo sacudieron.

—Papi, despierta —dijo la niña

—Ya es de día —dijo el pequeño

Severus dejó escapar un mohín y se recostó sobre su costado izquierdo de cara a su hijo. Eileen hizo un puchero, se acercó a su padre, lo tomó del hombro y lo movió con más insistencia.

—Papi, ya despierta

Pero el hombre no reacciono. Ale miraba todo desde el marco de la puerta con suspicacia, su esposo no era alguien de sueño pesado, así que no era posible que esta vez lo fuera, además de que el día anterior no había tenido mucho trabajo por lo que agotamiento laboral no podía ser.

Los niños se resignaron al ver que su padre no despertaba, se alejaron de él y se acercaron a la orilla de la cama mirando a su madre.

—¿Ahora qué hacemos? —preguntó preocupada Eileen—. Papi no despierta

—Mami ¿papi está enfermo? —preguntó preocupado Alex

Su madre iba a responder, pero de pronto sus hijos gritaron y enseguida comenzaron a reír: Severus los sorprendió por detrás haciéndoles cosquillas en el estómago a sus hijos. Los pequeños le pedían al mayor que los soltara, pero el azabache no cedió, pidió como "demanda" que su esposa se acercara y le diera un beso. Los niños "rogaron" por la ayuda a lo que la latina, siguiendo el juego, se acercó a su esposo, tomó su rostro y le plantó un cálido beso en los labios. En cuanto vieron sus oportunidad, los niños se "liberaron" alejándose un poco de sus padres.

El matrimonio terminó el beso y se sonrieron.

—Feliz cumpleaños, Severus

—Gracias, pequeña

—¡Feliz cumpleaños, papi!

Severus volteó hacia sus hijos, pero enseguida su visión fue obstruida por un par de cabelleras, una negra y otra castaña, a la vez que sentía un par de bracitos rodearlo. Los pequeños rompieron el abrazo y cada uno besó una mejilla de su padre.

—Gracias, pequeños

—¡Vamos a la cocina a desayunar y ahí te daremos tus regalos! —exclamó emocionada Eileen

—De acuerdo, vamos —dijo Severus

Los niños bajaron emocionados de la cama y fueron rápido a la cocina, apenas escuchando a su madre advirtiéndoles que no corrieran en las escaleras. Al verse ignorada, la latina soltó un suspiro de resignación a lo que el azabache sonrió con burla.

—Solo porque es tu cumpleaños no te lo reprocho —dijo Ale haciendo un puchero

Severus se levantó de la cama, tomó a su esposa de la cintura y le plantó un beso, a lo cual la mujer correspondió enseguida abrazando a su hombre por el cuello. Estuvieron por intensificar el beso cuando escucharon a sus hijos llamarlos; antes de que su esposo tomara su varita para cambiar su pijama por otra cosa, le paso su bata verde botella diciéndole que después se arreglaría. El hombre aceptó la prenda, se la puso y bajo a la cocina de la mano de su esposa.

La familia desayuno entre risas disfrutando de ese ambiente familiar. Al terminar, la familia recogió y limpio la cocina y fueron a la sala; los niños tomaron dos pergaminos que habían dejado en la mesa de centro y se las entregaron a su padre. Los dos habían hecho un dibujo cada uno; el de Eileen era de Severus haciendo pociones y el de Alex era también de Severus, pero lanzando hechizos y en una pose heroica en palabras del niño. Los hermanos Snape habían crecido con la historia de la Batalla de Hogwarts y todavía la gente seguía tratando como héroes de guerra a sus padres.

El azabache aceptó los regalos y abrazó a sus hijos. Ahora era el turno de su esposa de darle su regalo. Ale le entregó un paquete rectangular envuelto en un papel de espiral blanco y negro con un lazo negro. Lo abrió y lo primero que vio fue un DVD que contenía los cortos «Vincent» y «Frankenweenie» Edición Especial; eso hizo que a la mente de Severus viera el recuerdo de cierto verano antes de iniciar su quinto año en Hogwarts. Miró a su esposa y por la sonrisa que ella le dio comprendió que la latina también lo recordaba. Los niños tomaron el DVD con curiosidad y aprovechando la distracción de los pequeños Ale se acercó a su esposo y le habló al oído.

—Esto es solamente una parte, en la noche recibirás el segundo

Suponiendo de que se trataría, Severus la miró seductoramente a la vez que se relamía los labios.

Después de los regalos, la familia fue a arreglarse para salir y pasar un día familiar. Obviamente por ser su cumpleaños, Severus decidió qué harían y opto por que la mayoría del día la pasaran en el mundo muggle para tener mayor tranquilidad, ya que si iban al mágico, muchas personas los atosigarían por ser héroes de guerra y quería pasar su día con la mayor tranquilidad y privacidad posible.

Pasaron la mayor parte del día en el centro de Londres, incluso dándole justo a su familia yendo a lugares que les gustaba visitar, una de ellas era la famosa calle 221b Baker St, Marylebone e ir directamente al Museo de Sherlock Holmes. Con el paso del tiempo Severus descubrió que su esposa era una gran fanática del genero policiaco (lo cual explicaba sus locas aventura con sus amigos en sus años en Hogwarts) y ese mismo gusto se lo transmitió a sus hijos aunque tenía cuidado de no dejar que los niños vieran las películas y series debido a que eran demasiado pequeños para tanta violencia.

En la tarde-noche fueron a pasear al Callejón Diagon y, como lo predijo, mucha gente se les acercaba a tal punto de colmarles la paciencia y amenazarlos con lanzarles maleficios sino lo dejaban en paz a él y a su familia.

Regresaron casi a las diez de la noche a casa, los niños se habían dormido en el camino por lo que los llevaron a sus habitaciones, les pusieron las pijamas y los metieron a la cama. Una vez listos los hijos, el matrimonio fue a su propia habitación. Severus le recordó a su esposa sobre el "segundo regalo" que había mencionado en la mañana a lo cual Ale lo empujó hacia la cama, se colocó sobre su esposo y comenzó a besarlo con pasión. No importaba los años que pasaran, la pasión nunca se apagaría.

Después de ese "candente regalo" Ale casi enseguida se quedo dormida recostada sobre el pecho de su esposo. Severus le acariciaba la espalda mientras observaba el techo, después levantó su mano izquierda y observó su anillo de casado; a pesar de llevar diez años de matrimonio todavía seguía pensando si estaba en algún tipo de sueño o si Nagini había lograrlo matarlo y se encontraba en el paraíso puesto que después de toda la oscuridad que lo rodeo toda su vida todavía no podía creer que finalmente pudiera vivir en paz y tranquilidad.

Bajó su mano y miró a su esposa dormida. La chica que había aparecido de la nada cuando era adolescente y del mismo modo desapareció, pero regreso varios años después, ahora como su alumna y veinte años menor, descubriendo que la chica había viajado involuntariamente al pasado y por eso mismo la espero por veinte años, haciendo que valiera la pena.

De repente sintió un pellizco en su nariz haciendo que saliera de sus pensamientos y se encontrara de frente con unos ojos castaño que lo miraban con amor.

—Estoy empezando a preocuparme que a estas alturas de la vida sigas creyendo que estas viviendo un sueño

Severus sonrió, se acomodó en la cama para estar acostado de cara a su esposa. Le acarició con amor la mejilla y le dio un beso en los labios.

—Lo siento, pero es que me da miedo que un día al despertar este solo en mi vieja casa de la Hiladera descubriendo que nada es real

Ale abrazó a su esposo, ocultando su rostro en el fuerte pecho de su hombre haciendo que Severus sintiera su aliento cálido al hablar.

—Los niños y yo siempre nos aseguraremos de hacer que dejes de preocuparte y disfrutes tu vida —se apartó un poco de su esposo para poder mirarlo a los ojos—. Los príncipes siempre viven de lo mejor, y tú, mi Príncipe Mestizo, vivirás como siempre lo has merecido: con amor

Severus abrazó a su esposa a la vez que un par de lágrimas de alegría recorrían sus mejillas. No solo su cumpleaños, todos los días eran los mas felices de su vida y nunca los desaprovecharía.

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