Como pecas pagas - La Historia de Arturo Franco
Arturo siempre tuvo una vida acomodada, ya que había nacido en el seno de una familia de buena situación, él era el único hijo de una familia ligada al turismo, siempre recibió total atención de sus padres y conseguía con facilitad todo lo que quería. En el proceso de su formación recibió una educación de primer nivel en el colegio Santiago College, lugar donde paso toda su vida escolar y donde conoció a sus más grandes amigos.
Él se caracterizaba por tener una excelente relación con sus compañeros, era una persona afable y generosa, que tenía la capacidad de generar amistades de calidad sin mayores esfuerzos. Muy participativo de actividades sociales y políticas de su vida escolar, siendo parte siempre en los centros de alumnos por la capacidad de encantamiento que tenía sobre las otras personas, era un buen encantador de serpientes desde muy chico. Dueño de un carisma más que particular, siempre fue el miembro de su grupo de amigo que tenía las novias más guapas y simpáticas. Con sus amigos tenían un grupo muy cercano al cual llamaban la cofradía, y él, por su perfil carismático era uno de los lideres positivos dentro del grupo, ya que siempre estaba disponible para dar un consejo o apoyar a alguno de ellos.
Después de un paso exitoso por él colegio, y de mucho análisis interno buscando el que hacer con su vida, Arturo toma la decisión de estudiar Ingeniería Civil Industrial en la Universidad Católica de Chile, una de las más prestigiosas de Latinoamérica. Gran parte de su red de contactos ingreso a la misma casa de estudios, por lo que siguió existiendo una cofradía hermética entre los ex alumnos del Santiago College. Su paso por la Universidad fue exitoso en lo académico, en su relación con los profesores, conocidos y gerentes de las empresas donde realizó cada una de sus prácticas profesionales, él era de trabajar durante todas sus vacaciones, no teniendo necesidad económica para hacerlo. El gusto por el trabajo y su dedicación lo hacían destacar donde se encontrará.
En su tiempo libre se dedicaba a obras de carácter social, visitando campamentos en zonas marginales de la capital, para ayudar a la gente que tenía problemas de vulnerabilidad, su especialidad en este mundo era generar equipos de trabajo voluntario para construir viviendas sociales dignas y temporales para las familias que vivían al margen de las soluciones estatales, mientras esperaban una solución definitiva. El siempre considero completamente injustas las desigualdades sociales, y su forma de ser era uno de los más grandes orgullos de sus padres.
Franco era y siempre fue un gran tipo, cariñoso y preocupado de sus amigos y amigas, una pareja cariñosa y leal con sus novias, un hijo preocupado y colaborador de la familia, con una fibra especial en que destacaba la consciencia social y la búsqueda contante de espacios para movilizar una visión de igualdad de oportunidades en un país sin equidad social y brechas abismantes entre las distintas clases sociales. Él no podía entender por qué Chile, siendo un país solidario cuando se le requería a causa de los grandes desastres naturales a los que estaba expuesto por su geografía, era tan desigual en temas como educación, acceso a salud de calidad y pensiones. En su idealismo el creía que su trabajo debía enfocarse en construir un país mucho mejor para todos los que vivían en él.
Así fue como el joven logra el mejor examen de grado entre todos los alumnos de su promoción en la Universidad, obteniendo como premio una beca que le permitió viajar a la Universidad de California, en la Ciudad de los Ángeles, Estados Unidos, para realizar un MBA enfocado en el mundo de la salud y gestión de Hospitales Públicos y Privados, su visión era mejorar el mundo de la salud en Chile. Por lo inquieto que era, prefirió permanecer 5 años en el país del norte, obteniendo distinciones en su universidad y trabajando en el sistema de seguridad social para conocer cómo se manejaba y pensaba la salud en un país desarrollado y del primer mundo.
Arturo se mantenía en contacto todos los días con los miembros de su cofradía a través de Twitter y Facebook. Tanto él como sus amigos estaban pendientes de los altos y bajos que sufría cada uno en sus inicios laborales y su vida personal. Por sus contactos, los que habían tomado la opción de quedarse en Chile estaban ya con muy buenos trabajos y en muchos casos compartían su día a día en las mismas empresas, ya que había una preocupación de ayudar con trabajo a los amigos. Llegaba a ser divertido que en algunas instituciones bancarias llegaban a haber diez de sus compañeros del mismo colegio ocupando cargos importantes. Pero así se manejaban las cosas, el haber estudiado en un colegio y en una universidad de prestigio habría puertas con facilidad en el mundo laboral, sin importar en un inicio el nivel de competencias que tenía cada uno.
Fue así, como después de enterarse que su novia, Alejandra, estaba con cuatro meses de embarazo producto de lo bien que lo habían pasado en su último viaje a Tailandia, Arturo Franco toma la decisión de repatriarse en Chile, para así formar su propia familia y sacar provecho de los años de esfuerzo académico que había mantenido desde sus inicios escolares hasta finalizado su MBA. Ya podría regresar en otro momento a vivir fuera del país cuando se sintiera preparado para realizar un doctorado. Hoy su foco estaba en la familia y en poner en práctica todo lo bueno que había aprendido del sistema de salud americano, entendiendo que es complejo y también tiene carencias, pero según él había lecciones realmente buenas que podían ayudar al país.
Sus amigos hicieron rápidamente las gestiones para colocar a Arturo en un buen trabajo, iba a ser padre y tenía habilidades que no generaban ninguna aprensión en recomendarlo las veces que fuera necesario, ya que todos sabían que era difícil que él decepcione con su trabajo. Para la cofradía encontrar un buen trabajo para uno de sus líderes y fundadores era fundamental, sobre todo por el cariño que tenían hacia él y la dedicación que este mostro durante toda su vida por cada uno de ellos.
Los esfuerzos dieron frutos y la oportunidad laboral en Chile apareció rápidamente, la especialización que el joven había realizado en el mundo de la salud y la coincidencia de que parte importante de su cofradía trabajara en la Isapre más importante de Chile, le abrieron las puertas de lado a lado para ingresar a un excelente puesto y en una condición económica muy favorable que le permitiría invertir desde un primer momento en un departamento acomodado y financiar su nueva vida, ya que estaba ad portas de casarse. Si bien él había sido criado en medio de grandes comodidades nunca había tenido un apego real al dinero, siempre tuvo en mente que la felicidad estaba por sobre lo material, eso le permitía ser feliz y contagiar con esa misma felicidad al resto que lo rodeaba. Iniciar con una gran remuneración le parecía favorable ya que podría darle una vida buena a su nueva familia sin depender de sus padres que, si bien tenían recursos económicos de sobra, no quería molestar, ya que habían tenido bastante con financiar su educación y criarlo siempre con comodidades.
Pasaron dos meses desde su regreso a Chile y ya estaba frente al altar, junto a su hermosa Alejandra, el sueño y amor de su vida. El joven Ingeniero había tenido muchas novias bellas, pero Alejandra destacaba por sobre todas, no sólo por su parte externa, ya que ella era una chica adorable, cariñosa y gran compañera. El matrimonio fue catalogado como uno de los eventos sociales más importantes del año, asistieron un poco más de seiscientas personas, la música electrónica sonaba por todo el salón de eventos, era un día para festejar, por lo menos hasta que la novia con seis meses de embarazo aguantara cómoda el ritmo desenfrenado de la celebración.
Con el regreso de Franco a Chile, la cofradía volvía a reunirse en pleno, todos con una vida laboral de éxitos y desempeñándose felices en sus distintas vocaciones, había Ingenieros, Médicos, Sacerdotes. El joven estaba satisfecho de haber tomado la decisión de regresar y poder compartir con las personas que hacían sentido en su vida y por sobre todo reencontrarse con su mejor y gran amigo de infancia, Marcos, un médico cirujano con un futuro promisorio, que se caracterizaba por tener un humor negro casi maldito, ese tipo de humor le encantaba a Arturo y es lo que mantenía su relación siempre a un nivel de alegría plena. Eran los mejores amigos que uno pudiera conocer, desde los cinco años casi no se habían separado ni peleado, solían celebrar los éxitos del otro y ser buenos compañeros en los momentos en que el otro necesitaba consuelo y compañía. El médico lo había pasado mal mientras su amigo estaba en el extranjero, ya que se habían formado como dupla desde muy pequeños y había sentido el vacío de no contar con Franco durante tanto tiempo, ambos eran hijos únicos y su relación era muy parecida a la de dos hermanos, que era lo que ellos veían cuando estaban juntos.
El tiempo fue pasando y a medida que nacían los hijos, las habilidades y preparación de Arturo siguieron trayéndole réditos positivos, rápidamente llego a cargos gerenciales dentro de la Isapre, su conocimiento de la industria de la salud a nivel global, su inglés fluido, seguridad y facilidades de comunicación, lo hicieron destacarse frente a los otros ejecutivos y hacerlo visible en el directorio de la compañía. El Ingeniero cada vez tenía más peso en la toma de decisiones de la Isapre, por lo que su renta se incrementó en forma exponencial y comenzó a recibir dividendos por las utilidades de la compañía, eso para él fue un reconocimiento más que positivo, sentían que al hacerlo parte de las ganancias el directorio reconocía y daba mérito a sus esfuerzos, lo tenía feliz el ser visible para las planas más altas de la compañía, le daba el sentido de que el tiempo invertido había valido la pena.
A medida que había más incentivos, la calidad de vida del matrimonio conformado por Arturo y Alejandra se comenzó a incrementar cada vez más, lo que les permitió vender su departamento y adquirir una casa de diez habitaciones en uno de los sectores más acomodados de la capital, además, cada día optaban por más comodidades, mejores viajes, la posibilidad de ahorrar y hacer importantes inversiones que aseguraban el futuro de sus hijos. Para poder incrementar más las arcas de la familia, Arturo comenzó a trabajar cada vez más, llegando a altas horas de la noche a casa y en muchas oportunidades quedándose a dormir en la misma oficina, eso comenzó a alejarlo lentamente de la mayoría de sus amigos, eso sí, sin dejar nunca de lado a su querido Marcos, quien, como un hermano, en su rol de médico le recomendaba a Arturo bajar el ritmo de trabajo, ya que podría traerle consecuencias familiares y en su salud.
En noviembre del año dos mil diez, por fin ocurriría un hito esperado por toda la cofradía, Marcos después de años de noviazgo con Paola habían tomado la decisión de ir al altar, fue la posibilidad de reunirse con los amigos y una liberación para Arturo de las extensas horas de trabajo que estaba teniendo en la oficina. La fiesta estuvo a la altura de lo que todos esperaban y los amigos se perdonaron las ausencias, disfrutando como si siguieran estando en el colegio. La relación entre Alejandra y Paola se había hecho muy estrecha, eran de salir juntas de compras, al gimnasio y acompañarse durante el día mientras sus maridos trabajaban. Se acompañaban como muy buenas amigas y solían conversar como iba su relación matrimonial mientras fumaban marihuana escondidas en el patio como reviviendo su periodo universitario, eso las llevaba a un estado de catarsis en el cual Paola debía acompañar y contener con mucha psicología los dolores que tenía Alejandra por la ausencia de su marido debido a lo trabajólico que este era, ella estaba agradecida de todo lo que él le daba pero con el pasar de los años el matrimonio se había puesto distante y sentía que el Ingeniero compensaba el tiempo fuera de casa con cosas materiales y lujos, sin embargo, no se daba el tiempo de estar con ella ni siquiera a nivel sexual, ni menos dedicando tiempo para compartir con sus cinco hijos. El matrimonio no estaba bien y la depresión embargaba a la joven, lo que enfurecía a Arturo quien no entendía como su esposa no estaba feliz, si él le entregaba todo lo que necesitaba y la había alejado del mundo laboral para que disfrute de su vida y de sus hijos en forma plena. El ingeniero no era capaz de comprender cómo teniendo la casa que tenían, con cuatro empleadas domésticas para cuidar a los niños, ella estuviera siempre triste, amargada y sin ningún apego a todo lo que le había dado con el fruto de su trabajo, sentía que la situación no tenía lógica sin escuchar los consejos de su amigo médico que le recomendaba dedicarle más tiempo a su esposa e hijos.
En enero del año dos mil doce Arturo es promovido como director de la Isapre, el sentía que por fin llegaba a la mesa grande, donde se tomaban las decisiones de verdad y se podría sentir más cómodo forjando la rentabilidad de lo que para él ya era su verdadero hogar, atrás habían quedado los tiempos en que en la vida del Ingeniero lo social era importante, en su mente no quedaban ni trazos de las razones por las cuales hizo su MBA en salud, ni recuerdos de sus apostolados en poblaciones marginales. Hoy lo importante era hacer crecer la empresa para la cual trabajaba y que los accionistas sintieran que estaba en las mejores manos, lo que implicaba tomar decisiones que dieran cada día más valor a las acciones, de hecho, una de sus primeras medidas como director fue solicitar un sofá cama, un mueble para su ropa y un baño con ducha en su oficina. El tiempo ahí era demasiado valioso como para ir a casa en forma frecuente. Esta situación fue alejando aún más a la pareja y distanciándolo de sus amigos a medida que pasaba el tiempo. El único amigo que se mantenía fiel al Ingeniero seguía siendo Marcos, el cual, por el contrario, pasaba un excelente periodo en su matrimonio, estaba cada vez más enamorado de Paola y veía la vida de una perspectiva más constructiva, lo único que lo aquejaba, era la imposibilidad que tenia de tener hijos, por más intentos y tratamientos que hacían Marcos y Paola seguían siendo una pareja sin descendencia, lo que indignaba al médico cuando veía que su amigo desperdiciaba el tiempo y no compartía con los suyos. Él no comprendía como Arturo no veía el valor en lo que él no podía tener y se farreaba la oportunidad de disfrutar a los cinco pequeños.
La relación entre Alejandra, Paola y Marcos fue creciendo, la esposa del ingeniero se sentía cada día más abandonada y sus amigos estaban con ella casi todas las semanas dándole apoyo y soporte en su depresión, el médico hacia el rol de padre que Franco no llenaba en esa casa y cuidaba de la salud de los hijos de su amigo cada vez que se enfermaban, yendo a casa a revisarlos, regalándoles los remedios y ayudándolos con sus estudios. Los niños amaban a los amigos de sus padres ya que estaban siempre ahí preocupados y dándoles el amor que ya no recibían de su padre. Marcos era muy dedicado a ellos, de hecho, era el padrino de todos los menores, a quienes veía con los ojos del hijo o hija que no podía tener.
Arturo seguía completamente obsesionado con su trabajo y el dinero que este le estaba generando, no pensaba en ese dinero para disfrutarlo, de hecho, no se daba el tiempo para salir, gozar de la vida, tener intimidad con su mujer. Su obsesión solo era aumentar su fortuna, el abrir todos los días su cuenta corriente y verla más abultada, realizar inversiones en propiedades para mantener su patrimonio en el tiempo. No tenía amante ni veía prostitutas, tampoco hacía deporte, su vida era tan simple como gobernar una megaempresa, hacerla crecer y de paso crecer el mismo, lo otro eran completos sentimentalismos de juventud, idilios para los cuales el consideraba no estar disponible. Su foco hizo crecer el valor de la empresa para la cual trabajaba, pero a su vez hacer que la misma incrementara los cuestionamientos por parte de sus clientes y la superintendencia de salud.
Para ganar más, Arturo había tomado decisiones impopulares que empeoraban las prestaciones de salud de quienes estuvieran como clientes en la Isapre, a cambio de que esta última rentara mucho más. El miraba el negocio con la billetera y cada afiliado a la Isapre era un siempre número que ojalá nunca se enfermara ni tuviera algún tipo de problemas, así todo iba directos a las arcas del negocio.
Arturo Franco cada vez fue ganando más poder dentro del directorio, sus decisiones habían llevado a la Isapre a la cima de utilidades, eran históricas, en un periodo en que la economía del país estaba entrando en un ciclo de desaceleración. Su método era simple, aumentar sistemáticamente el costo de los planes de salud de los afiliados, bajar el nivel de cobertura para obtener precios más bajos por parte de los hospitales y clínicas, multando con intereses usureros a las personas que no pudieran pagar sus cuentas ni plan de salud a tiempo y demandando a cada cliente que presentara morosidad.
Con estos cambios, daría un giro al negocio, a más aumentaba el costo de los planes y a más se enfermaban las personas, más se llenarían sus bolsillos, tendiendo a dar cada vez menor cantidad de cobertura, si eso implicaba dar soluciones deficientes y tener problemas con los reguladores estatales, como la superintendencia, eso le daba absolutamente lo mismo al ingeniero, para eso estaban los abogados de la compañía y al final de cuentas eran los clientes quienes tomaban la decisión de si querían seguir en la Isapre o no. Además, el ya sabía que gran parte de su cartera tenía prexistencias en lo individual o en su familia, lo que los transformaba en clientes poco rentables para la competencia, lo que dejaba a los afiliados de su Isapre esclavos a las decisiones del ingeniero.
Para cuidar el negocio mantenía siempre felices a los directores de los hospitales y clínicas, la relación con ellos era fundamental he integrada, ya que mostrándoles que el negocio era bueno para todos, podrían obtener aún más de los clientes. Esta forma de operar genero aprensiones dentro de los otros miembros del directorio, los cuales lo encaraban en las reuniones y le intentaban hacer ver que estaba llevando el negocio a un abismo en que en algún momento podrían caer, esa reacción de sus pares molestaba mucho a Arturo y la comento en una reunión de accionistas quienes estaban felices por el trabajo y resultados del mismo, demostrándole su respaldo y ascendiéndolo a Director General, para que tome las decisiones de quienes debían seguir en el directorio, dándole carta blanca para formar su propio equipo de trabajo y la fuerza suficiente para dirigir la compañía en el camino que más le acomodara.
De los diez directores que tenía la Isapre, cuatro pertenecían a la cofradía en la cual Arturo milito, he incluso lidero en alguna oportunidad, habían sido amigos desde niños, eran profesionales de nivel, pero él no perdonaba que cuestionaran su visión. De esta forma a tres semanas de haber asumido su nuevo rol, despidió a todos los miembros del directorio, para formar uno completamente nuevo, con profesionales de perfiles agresivos pero alineados completamente a lo que creía que la empresa debía ser, sobre todo obedientes y sumisos a las decisiones que él tomara.
Fue tacaño a la hora de desvincular a sus pares, los castigo económicamente lo más que pudo y tuvo las conversaciones que estimo necesarias con los otros miembros de la industria para bloquear las opciones laborales de los que en algún momento lo habían ayudado a conseguir trabajo y se dieron el tiempo de entrenarlo en sus funciones. No tuvo piedad en lo que hizo, los quería a todos fuera de su industria. Cualquiera que pudiera copiar sus métodos o trasmitir conocimientos a la competencia era un enemigo para él.
Su próximo paso como líder del negocio seria reducir la participación de los médicos en las ganancias por consulta realizada, lo que no gusto para nada al organismo que los colegiaba, teniendo serias disputas que terminaron a favor de Franco por ser el dueño de la cartera más grande de afiliados, principalmente por el éxito de las campañas de marketing que planeaba mientras pasaba noches sin dormir en su oficina, ya que a casa no iba en toda la semana, ni llamaba a su familia para ver cómo estaban.
Cuando Marcos lo iba a ver, le daba mucho dolor el estado en que se encontraba su mejor amigo, se lamentaba de las pocas luces que quedaban de él, pero permanecía fiel y convencido de que las cosas cambiarían para mejor. Y que Franco en algún momento le perdería el sentido al dinero y volvería a ser la persona que siempre fue. Muchos de la cofradía se alejaron del Médico por mantener la relación con su mejor amigo, pero Marcos como cualquier hermano permaneció siempre fiel aun sabiendo las barbaridades que su amigo había realizado, él siempre le tuvo fe y no se convencía de perderla en este momento.
El primer semestre del año dos mil catorce fue completamente oscuro para el médico, aparte de no haber podido cumplir su sueño de ser padre, su esposa y gran amiga sufrió un brusco desmayó mientras trabajaba. Sus colegas tuvieron que llamar una ambulancia para llevarla en calidad de urgencia a un hospital o clínica cercana, ya que ella no era capaz de reaccionar y convulsionaba sin que pudieran reanimarla. Marcos no podía creer lo que estaba ocurriendo, envío un WhatsApp a Alejandra y Arturo para contarles lo que estaba ocurriendo, necesitaba contención urgente ya que sólo no podía.
Una vez que supo hacía que clínica llevaban a su esposa llamo un taxi, ya que se sentía imposibilitado para conducir, por los nervios que tenia de que ella no llegara bien al centro asistencial. Siendo médico, tenía claro que lo que había ocurrido podía ser muy grave lo que aumentaba su ansiedad por llegar donde su esposa mientras iba dentro del taxi, sudoroso, con miedo y con el estómago apretado.
Cuando Marcos llego a la clínica Alejandra ya estaba esperándolo, ella estaba nerviosa por la salud de su amiga y abrazaba a Marcos para que no se desvaneciera, dándole fuerza y ánimo. Al salir el médico que recibió a Paola en urgencias, este le comento que la situación era delicada, que vaya urgente a admisión a firmar unos documentos para después poder ingresar a ver a su esposa ya que le estaban haciendo exámenes, para ver qué tan necesario era ingresarla a pabellón para operarla, cosa que el afligido esposo hizo en forma inmediata. Por su parte Alejandra llamaba insistentemente a su marido, necesitaba que apoyara a sus amigos, pero cada vez que marcaba Arturo le colgaba el teléfono, lo que hace mucho tiempo se había transformado en una costumbre.
Marcos por fin pudo ingresar a ver a Paola, al mirarla no podía creer que estuviera llena de máquinas para mantenerla con vida, si esa mañana ella había salido de casa tan contenta y le había dado un beso tan cariñoso. Al llegar su colega y médico a cargo de su esposa este le pidió al afligido Marcos que lo acompañara a una sala privada que estaba al lado de urgencias, le fue a buscar un café y hablo con sinceridad: "Estimado colega, ambos somos médicos así que no intentare mentirle ni aminorar lo que está ocurriendo, hemos controlado el estado de su esposa pero sigue con riesgo vital, no entendemos como la leucemia que ella padece reacciono de manera tan violenta y tan rápida, no habíamos visto un caso así hace mucho, pero si no hacemos un trasplante de médula en forma rápida tenemos altas posibilidades de perderla, nosotros no creemos que podamos contener más de un par de días la situación, por eso urge movilizarse rápido para conseguir la médula ósea que necesita.
De verdad lamento decirle esto, más, si la enfermedad apareció de la nada y sin aviso, pero tú sabes que desde ahora no tenemos ningún minuto que perder. En la situación que esta una quimioterapia y radioterapia no revertirán el estado de ella, además, está demasiado débil, por lo cual hay que acelerar los procesos y buscar una médula YA". La noticia desplomo al médico quien no podía imaginar su mundo sin la mujer de su vida, al regresar a verla postrada con los ojos cerrados y máquinas que la ayudaban a respirar le destrozaba el alma. Sabía que debía mover el mundo para conseguir lo que necesitaba para el trasplante, gracias a dios, contaba con su amigo que lo podría ayudar, Marcos tomo su teléfono y comenzó a llamar desesperado a Arturo para solicitar su apoyo, de algo que sirviera que su cómplice de infancia fuera el Director General de su Isapre, de hecho, la eligió justamente porque su amigo trabajaba ahí.
Marcos observaba el reloj que había en la pared de la sala y mareado por sus emociones veía el segundero moverse en cámara lenta, su respiración se hacía pesada y el ruido del lugar se hizo lejano, casi como si estuviera dentro de una película, sentía que su alma o estaba fuera de sí o la misma se había apagado para frenar el sufrimiento. Marcaba nervioso el número de teléfono de su amigo, pero este no se dignaba a contestar. Con dolor, salió a darle las malas noticias a Alejandra y a ver si Arturo había llegado, entendió con solo ver la cara de ella, que el Ingeniero no le estaba contestando a nadie, y no estaba enterado de la situación. Como necesitaba un abrazo de su amigo en ese momento.
Marcos, completamente desecho, se sentó en una silla de la sala de espera, tomo su cabeza con ambas manos y se puso a llorar, ¡eran tan felices juntos!, ¿Qué haría si ella no volvía? Mientras Alejandra lo consolaba y le daba esperanzas de que saldrían de esta. Pasaron unos minutos y Marcos llamo al médico tratante para ver si había alternativa de conseguir la médula que necesitaban en forma rápida, era importante que fuera compatible y estuviera en buen estado, sin embargo, en todo Chile no había disponibilidad en ese momento, por lo que la alternativa más realista era traerla por avión en forma urgente desde España. Utilizando todos los protocolos médicos que pueden ayudar a apresurar ese tipo de procedimientos. El médico le pidió firmar un documento y partió a realizar la gestión que pudiera mantener con vida a Paola. Lo que sabían era que, entre la tramitación y la llegada de la médula, pasarían a lo menos cinco días en los que tendrían que mantener sedada y estable a su esposa, evitando generar estrés en ella o sobresaltos que pudieran empeorar aún más su situación, o dañar otro órgano que pudiera poner en riesgo la esperada intervención.
El equipo médico de la clínica hizo la gestión con el ministerio de salud español y solo quedaba esperar. Pasaban las horas en la clínica y comenzaban a llegar los amigos de Marcos y Paola, llego toda la cofradía, menos Arturo, lo que no impresiono a nadie, pero si mantenía decepcionado a Marcos. Así pasaron los días de espera, sin que su mejor amigo llamara o apareciera en la clínica, como debía ser lógico, a darle algún tipo de consuelo o por último a acompañarlo en silencio. El ingeniero había leído los mensajes de texto que le envío, pero estaba más preocupado de generar dinero en su oficina, y no dimensionaba la gravedad de lo que estaba ocurriendo por la imposibilidad de sentir que embriagaba su corazón. No era capaz de ponerse por un momento en los zapatos de quien fuera su mejor amigo.
Después de la operación, Paola fue internada en la unidad de cuidados críticos de la clínica, debían evaluar en forma constante la evolución del trasplante y sus signos vitales. Era imperioso hacer el seguimiento del aumento de glóbulos blancos para así asegurarse de que la médula había sido bien recibida y asimilada por la paciente. Habían pasado ya ocho días desde que ella se desvaneció, y durante todo ese tiempo Marcos había estado a su lado acompañándola como un perro fiel. Arturo seguía sin aparecerse en la clínica para ver cómo se encontraba la salud de la esposa de quien fuera lo más cercano a un hermano y el padrino de todos sus hijos. Él se mantenía distante, lo que fue el detonador para que Alejandra le pidiera el divorcio, ella no podía entender la insensibilidad del ingeniero y el abandono en el que tenía a su familia en lo afectivo, ya que de lo económico no se podía quejar. No podía entender la soledad en que mantenía a quien fue su mejor amigo, lo insensible e inhumano que era.
Cuando a Franco le llego la notificación de la solicitud de divorcio por parte de su compañera de años, cito a sus abogados y les dio la instrucción de llegar a un acuerdo rápido, pero que fuera por el menor monto en dinero posible, él ya no sentía nada por su familia y creía injusto desprenderse de lo material, ya que consideraba que sólo él había obtenido con su crecimiento y esfuerzo todo lo que tenían. En lo que el ingeniero cedió inmediatamente fue en la casa, ya que no le interesaba volver a vivir en ella, prefería un pequeño departamento cerca de la oficina lugar donde se sentía mejor y más pleno. El arreglo fue extrajudicial, ya que Alejandra no soportaba más la situación y quería llegar a un quiebre inmediato, evitar que se dilatara la situación en el tiempo, por el dolor que podía producir en sus hijos y la exposición que estos podrían tener si eran citados a declarar.
No fue necesario enfrentarse por la tuición de los pequeños ya que a Arturo no le interesaba hacerse cargo de los que consideraba una mochila para su desarrollo. Ni siquiera dio algún tipo de lucha por verlos, aunque sea una vez a la semana, transfiriendo todos los derechos sobre ellos a su ahora exmujer. Todas estas gestiones las realizaron los abogados ya que nunca se volvieron a ver.
Ya habían pasado dos meses desde que Paola había sido intervenida y las noticias seguían sin ser alentadoras, el trasplante no había dado resultado y habría que probar con otro. Al ser soluciones médicas no codificadas por el sistema de salud público chileno, la Isapre podía desligarse de la responsabilidad de dar cobertura por todo lo que se había hecho y se haría para salvar la vida de Paola. Era la vida de su mujer y la suma de dos millones de dólares lo que estaba en juego en ese momento en los escenarios de Marcos. Estaba obligado a intentar de obtener un arreglo con la Isapre, ya que si no conseguía la clínica no haría ningún esfuerzo en importar una nueva médula para el trasplante por el excesivo costo que este tenía.
Fue así, como con dolor, pero sin ninguna otra alternativa, el médico fue hacia las oficinas de la Isapre para conversar con quien durante muchos años compartió una vida de sueños, desafíos y felicidad.
Al llegar a la recepción del Directorio de la Isapre, la asistente de Arturo le indico a Marcos que debía esperar, que su visita no estaba agendada y haría todos los esfuerzos por que su jefe lo recibiera ese día, le ofreció un café y le pidió que se sentara a esperar.
El médico nunca había estado lejos de Paola desde que ella enfermo, pero era necesario esperar ahí sentado si quería volver a tener esperanzas. Pasaron cuatro horas y Marcos seguía sentado en la sala de espera con la intención de reunirse con Franco, de hecho, la asistente antes de ir camino a su casa por ser las diecinueve horas, le indico que no creía que lo atendieran ese día, que la máxima autoridad de la Isapre era reacia a recibir a cualquiera si no tenía una cita previa de hace semanas. Marcos le dijo que su única opción era seguir esperando, la joven comprendió conmovida y le dio un abrazo deseándole suerte, después se retiró con gestos de pena en su rostro al empatizar por la situación que estaba viviendo la persona que tenía frente a ella y no entender como su jefe no se daba un tiempo para conversar con él.
Exactamente a las veintitrés horas se abre la puerta de la oficina de Arturo Franco, quien sale con cara de concentración quedando completamente asombrado al ver que su amigo estaba ahí esperándolo, habían pasado horas y él pensaba que ya se había aburrido y se había marchado. Por lo que ante la escena que estaba ocurriendo, se acercó al médico le dio la mano y lo invito a entrar a su lujosa oficina, una vez dentro, saco dos vasos en los cuales sirvió bourbon, le paso uno de los vasos a Marcos y dejo el otro para él, se sentó en su escritorio, lo miro a los ojos y le pregunto "Marcos disculpa la espera pero mis responsabilidades no me dejan tiempo alguno para otras cosas, sé que has esperado mucho tiempo conversar conmigo, en estos momentos debía ir a una cena de negocios pero la puedo retrasar para que conversemos, por favor cuéntame que te trae por aquí"
Con lágrimas en los ojos, mucho pudor y vergüenza por tener que salir a pedir, el médico le indico con voz entrecortada: "Amigo, mi Paolita se está muriendo, el trasplante de médula no resulto y su única salvación es importar una nueva desde Europa para intentar de nuevo. Amigo, tú sabes que esto no está codificado, ya no me queda dinero alguno con todo lo que pagué a la Isapre por el trasplante anterior, no te quise molestarte nunca, por no haber recibido cobertura, nunca te pedí nada ya que tú sabes que no soy de pedir favores, pero si no hago algo ahora pierdo a mi esposa para siempre.
Con el dinero de la casa no me alcanzo para pagar todo lo que se ha hecho hasta ahora y la clínica me indico que no pedirían a España nada mientras no resolviera el tema económico. Ya había ocupado todos mis ahorros en los tratamientos de fertilidad que hicimos y no dieron resultado.
Amigo, te lo ruego, ayúdame y dame algún tipo de cobertura especial, ella es tú amiga y comadre desde hace años, siempre estuvo preocupada por tus hijos y esposa, si no pago, no hay médula y si no hay médula, no hay Paola. No me imagino la vida sin ella, no sé qué decirte, me invade la vergüenza.
No me quedan alternativas, y el tiempo corre despiadadamente para llevársela, ayúdame, dame una chance, nunca te he pedido nada, por favor te lo suplico, te lo ruego", le decía Marcos sollozando a su amigo después de que se bebiera en un sorbo desesperado todo el licor que había en su vaso.
Arturo, después de escuchar atentamente, se levantó de su asiento y mientras caminaba hacia la ventana de su oficina apretó el hombro derecho del médico, volvió a llenar hasta el límite su vaso de bourbon, y al llegar al ventanal, que tenía una vista preciosa de la noche de Santiago de Chile, quedo inmóvil, con su mano izquierda frotaba lentamente su cara mientras bebía el borbón lentamente, meditaba sobre que debía contestar, no hablaba ni se movía, manteniéndose en una posición completamente estática. Mientras tanto, su amigo lloraba de dolor, estaba desconsolado bebiendo a grandes sorbos el fuerte destilado.
El ingeniero sólo pensaba en las consecuencias que traería hacer algo para ayudarlo. Él evaluaba los efectos que podían tener en su negocio y en sus queridos accionistas, si llegaban a enterarse. ¿A cuántos había despedido solo por proponerle hacer algo así por un hijo? Mientras Arturo miraba la ciudad sin ni siquiera escuchar los sollozos del médico, tras un fuerte suspiro por fin comenzó a hablar.
"Es lamentable la situación que están viviendo, Paola es una mujer tan fuerte que parece increíble que esto le allá ocurrido a ella, por dios, nadie está libre de este tipo de cosas" comentaba Arturo mientras bebía y como momificado miraba la ciudad por la ventana.
"Marcos, para darte contexto, la ley es clara y yo siempre la he respetado, tú lo sabes mejor que nadie y de hecho además eres médico. De hacer algo excepcional por Paola, no faltara quien se entere y venga a reclamar lo mismo, tú sabes que de las pequeñas excepciones se pasa a las grandes generalidades y yo no me puedo dar el lujo de eso. Menos en la posición en la que estoy hoy. De verdad me gustaría ayudarte, pero estoy de manos atadas y por más aprecio que siento por tú esposa no veo factible el hacer nada para ayudarte.
Es más, tú sabes que un segundo trasplante podría no servir de nada, y no vale la pena arriesgar tanto por un final trágico que puede llegar de igual manera, y, es más, a un costo altísimo tanto para ti como para mí. Sin dejar de lado que eso puede alargar el sufrimiento de quien amas sin llegar al puerto que esperas.
Entiendo que esto te pueda causar resentimientos, pero no tengo nada que pueda hacer. Lo único que sé es que, si yo estuviera en tu posición, con alguno de mis hijos no seguiría adelante, no por el dinero ni el trabajo, sólo porque no creo que sea el camino indicado.
Este negocio es muy sensible, si el que lo maneja trasgrede las reglas, posteriormente no puede exigir nada a ninguno de sus colaboradores", dijo lentamente Arturo.
Marcos se levantó de la silla, atontado, ya había dejado de llorar, miro cara a cara a Franco y se retiró sin despedirse.
Sólo bastaron ocho días después de esa reunión para que llegara el fatal desenlace de Paola, no pudo aguantar sin un nuevo trasplante y se apagó como una vela, lentamente pero siempre acompañada y de la mano de su adorado esposo. Marcos lo había perdido todo, había quedado sin esposa, hijos, casa ni dinero. Había perdido de paso a su mejor amigo, a quien siempre considero como un hermano. Siendo médico y teniendo un buen pasar, por las leyes existentes no tuvo como costear una oportunidad de vida para su esposa.
Al funeral de la joven mujer asistió toda la cofradía menos Arturo, el médico no encontraba consuelo en sus amigos ni amigas, ni sus cinco queridos ahijados podían librarlo de la pena. Sumido en el dolor y en el alcohol, el médico ya no hablaba ni sonreía, había perdido lo más importante de su existencia, la mitad de él se había marchado sin vuelta atrás, lo que con el pasar del tiempo se fue transformando en odio y obsesión.
Durante las noches, quien fuera un brillante médico y extraordinario amigo se paraba en la calle frente al edificio de la Isapre, mojándose bajo la lluvia esperando ver salir a quien fuera su amigo, era una dinámica que repetía día tras días, mojado, con frio y sin dormir. Solamente por una vez, los dos examigos alcanzaron a verse, era de noche, cada uno parado en una vereda distinta, en ese momento sus miradas se cruzaron sin gestos ni palabras, solo indiferencia, vergüenza y odio.
El odio transformo el alma de Marcos y se iba potenciando cada vez más por la pena de la pérdida. Estar fuera del edificio de la Isapre se transformó en un rito que no cesaba, por lo que el equipo de seguridad del edificio estaba alertado del accionar del mismo y tenía instrucciones de informar a la asistente del Director General cuando el médico se apersonara en el lugar, eso hacía que los guardias se mantuvieran atentos de cuando éste aparecía frente a la calle. Pasaron dos años hasta que un día Marcos no volvió a aparecer, ya no había señales de él, lo que trajo tranquilidad al Ingeniero ya que por fin sentía que podría salir a la calle sin peligro alguno.
La vida laboral del ingeniero ya no estaba tan controlada, la verdad, estaba convulsionada, las decisiones que había tomado estaban trayendo secuelas que el área legal de su empresa no podía frenar, el cobro indebido de intereses a los clientes llevo a la compañía a un juicio colectivo demasiado público y la instrucción que Franco había dado a los abogados de demandar a todos los clientes morosos, tuvo un efecto bumerang que indigno a los accionistas. Nunca pensó que los afectados por la medida se unirían para protegerse en forma colectiva, el daño de imagen era serio, pero primero debían sortear lo legal, había un poco de tranquilidad eso sí, ya que el colectivo de clientes había recurrido a un abogado demasiado joven, ni siquiera pertenecía a un estudio jurídico conocido, ya que ella formaba parte de la defensoría pública, Daniela Messias, decían que a la hora de defender a cualquiera ella era implacable. La juventud de la abogada quitaba preocupación en Franco, sin embargo, la terrible habilidad de la joven, logro que los tribunales fallaran por unanimidad en contra de la Isapre, lo que obligo a la empresa de salud a indemnizar en forma millonaria a toda su cartera de clientes y hacerse cargo de las sanciones económicas duras que implementó la superintendencia de salud en contra de ellos. Fue una de las noticias económicas del año, era difícil frenar la fuga de clientes y las acciones de la Isapre caían desenfrenadamente. Era una catástrofe.
En septiembre del dos mil dieciséis, Arturo Franco estaba en la lupa de los accionistas, el valor de la compañía había disminuido por la objetividad que tenía el ejecutivo en disminuir los costos y aumentar la rentabilidad a costa de los clientes. El ingeniero tenía claro que estaba cuestionado privada y públicamente. Esta situación trajo consecuencias y el ingeniero cayó en una inseguridad que lo hacía tomar malas decisiones, ser dubitativo en las instrucciones que daba y huir de los conflictos que antes era tan dominante para resolver. Por primera vez en su vida Franco estaba frágil, y no tenía a quien abrazar para recibir ánimo y fuerzas que necesitaba. El sabía que los accionistas y parte del directorio ya estaban en busca de su reemplazo, que de no dar un golpe a la cátedra su vida laboral estaba acabada.
El día dieciséis de septiembre, Arturo intentaría lavar su imagen y la de su empresa dando una entrevista televisada por invitación del canal noticioso CNN. Estudio durante bastantes días y veía que la entrevista era la oportunidad de generar confianza en su directorio. A las catorce horas de ese día, su chofer estaba esperándolo en el todoterreno verde que era su vehículo corporativo, lo llevaría rumbo a la ciudad empresarial donde se encuentran los estudios de CNN. En el camino su jefe podría descansar para enfrentar las cámaras y resolver los problemas que lo aquejaban, podría volver a retomar confianzas y el control de la que ya consideraba su empresa.
Al salir a la calle para subirse al vehículo, Arturo levanta su vista y después de meses ve frente a la vereda la imagen de Marcos que lo estaba observando, desesperado ingresa al vehículo y le pide a su chofer que maneje lo más rápido posible hacia el canal de televisión, la imagen de quien fuera su amigo se le aparecía por todas partes, la ansiedad lo estaba afectando y necesitaba salir de ahí rápido, Marcos nunca estuvo en esa vereda ese día, sólo era su conciencia que se estaba haciendo cargo de torturarlo.
El ingeniero le pedía a su chofer que acelerara cada vez más, quería llegar rápido a la ciudad empresarial, dejar de ver la imagen de Marcos y reponerse un poco antes de la entrevista. Fue tanta la presión que puso en el conductor de su vehículo, que este lo llevo a una velocidad de ciento ochenta kilómetros por hora, lo que hacía vibrar los asientos de la máquina y mantenía muy nervioso al chofer. Franco hablaba solo, como preparándose para la entrevista, pero su voz reflejaba el miedo que este llevaba por dentro.
A medida que se acercaban a la pirámide, la ansiedad de Arturo lo hacía leer cada vez más rápido y más desesperado los apuntes que llevaba para enfrentar la entrevista, el ingeniero estaba tan concentrado y en un estado tan alterado que no oía nada a su alrededor, sólo a él mismo. Hasta que de forma imprevista vuelve a escuchar. Franco siente el grito de pánico que propina su chofer y al levantar la vista para ver que lo aterraba, ve la imagen de un camión estallando frente a ellos, al darse cuenta de que el impacto era inevitable, cerro los ojos, y rogo que el Todoterreno aguantara el golpe.
El choque lo sintió como si le dieran un fierro en la cabeza, el silbido en sus oídos era insoportable, su cabeza le dolía demasiado, sus pupilas aún estaban afectadas por lo que le costó enfocar su visión, y cuando lo logro, lo primero que vio fueron sus piernas, estas se habían aplastado con los asientos delanteros del vehículo y los huesos de estas salían de su ropa. Un frio tremendo abrazo su cuerpo e hizo un esfuerzo por retomar un poco más de conciencia, a más consciente, más sintió el dolor de sus piernas, el cual fue tan fuerte que no pudo evitar dar gritos descontrolados. Los gritos y el dolor no paraban de crecer, era cada vez más insoportable llegando a un límite tan intolerable que perdió la conciencia en instantes. Mientras su chofer se encontraba fallecido con su cráneo destruido en el parabrisas de su todoterreno.
Fue tal su estado de desvanecimiento que no sintió la explosión ni el fuego que vino acompañado con ella, no sintió los gritos ni las sirenas, estaba completamente apagado. No soñaba, no pensaba, todo era negro.
Fue así como Franco se transformó en el tercer y último pasajero en estado de coma, que despego en el primero de los helicópteros de emergencia que salieron del lugar del accidente. Pradenas, Messias y Franco estaban a un paso de la muerte.
Al aterrizar el primero de los helicópteros en la clínica, paramédicos, enfermeros y médicos corrieron a recoger a los tres pacientes que venían en estado grave, ya que tenían los pabellones listos y a los equipos médicos preparados y esperando.
Los paramédicos bajaron en primer lugar a la joven Daniela Messias, posteriormente a Cristóbal Pradenas y en último lugar a Arturo Franco.
Al bajar a Franco y colocarlo en su camilla, automáticamente lo tomo el equipo médico que había sido asignado para estabilizarlo. El ingeniero venía con ambas piernas con fracturas expuestas, contusiones varias en él resto de su cuerpo y se temía que hubiera derrame cerebral.
No se veía en buenas condiciones y su respiración se notaba dificultosa, él no había despertado en todo el trayecto, sin embargo, la dosis que le dieron para inducir el coma fue la equivocada y justo en ese momento pudo abrir sus ojos intentando hablar sin poder lograrlo. Las enfermeras le pedían a Franco que se calmara, él estaba completamente desconcertado y en shock, no sabía dónde estaba y la desorientación lo hacía desesperarse, lo que aumento sin control su presión arterial y sus pulsaciones cardiacas llegaron a niveles límite, por lo que rápidamente una de las enfermeras le dio la dosis de morfina, para apaciguar un poco los dolores del Ingeniero, eso logro ir calmándolo lentamente.
Cuando Franco logro relajarse con la droga que le administraron, pudo mirar al médico que estaba a cargo de atenderlo. Deja Vu, entro en pánico, pero la droga no permitía que nadie se diera cuenta, intentaba pedir ayuda y gritar, pero la misma dosis se lo impedía, estaba descontrolado mentalmente y solo podía mover sus ojos, pero cada vez más lento por el efecto del sedante. Las vueltas de la vida son increíbles, su médico tratante no era nadie más que el mismísimo Marcos, quien al confirmar quien había caído en sus manos no tuvo dudas en esbozar una sonrisa y aplicar una inyección directamente en el cuello de Franco que lo apagaría en forma inmediata.
Franco parecía estar en coma, sus signos vitales se estabilizaron lentamente, sin embargo, el medicamento que le suministro quien fuera su amigo, no le hizo perder la conciencia ni dejar de sentir dolor, sólo lo mantenía callado y con los ojos cerrados, haciendo parecer a todo el resto del equipo médico que el Ingeniero por sus signos vitales estaba en sueño profundo, lo que realmente no era así y solamente lo sabían quienes por años fueron hermanos.
El ingeniero sentía que estaba completamente consiente y cada movimiento que realizaban las enfermeras para movilizarlo le generaba un dolor agudo, sin embargo, podía escuchar todas las conversaciones del equipo médico, lo que le dejo claro que estos pensaban que estaba descansando y sin sufrimiento.
Marcos dio la instrucción de ingresarlo a pabellón, había que intubarlo por su dificultad para respirar, solo después podrían comenzar a corregir las fracturas de sus piernas. Cuando llego el anestesista al pabellón el médico le indico que no era necesaria su presencia, que Arturo Franco ya estaba sedado, que el mismo se había encargado.
Mientras las enfermeras comenzaron a intubar, Franco sentía un dolor desgarrador en su garganta a medida que iba ingresando él tubo dentro de su cuerpo. Mentalmente estaba angustiado ya que por más que quería no podía pedir ayuda, no le salían las palabras, no podía hacer ningún movimiento. En ese momento y sin que en el pabellón las enfermeras se dieran cuenta, Marcos se acerca a su oído y silenciosamente de dice: "¿te acuerdas de Paola?, si no la recuerdas te prometo que hare que no se te quite su imagen de tú cabeza durante ningún segundo de lo que te queda de existencia". Lo que horrorizo al momificado Ingeniero.
Para preparar la intervención, Marcos pedía con voz fuerte y clara a las enfermeras los implementos que necesitaba, la idea era que Arturo escuchara que este pedía sierras, taladro, martillo y los elementos necesarios para intervenir las fracturas expuestas. Al comenzar a cortar con la sierra las partes astilladas de los huesos de las piernas del paciente, Franco sintió el dolor más grande que una persona pudiera tener en su vida, era un dolor desgarrador que cruzaba todo su cuerpo, sin embargo, después al sentir el ruido del taladro sabía que se pondría todo peor. El procedimiento duro cuatro horas, horas en que el ingeniero se encontraba completamente lucido sintiendo la tortura más grande de su vida. Marcos podría haberse demorado mucho menos, pero prefirió hacerlo lento y equivocarse en procesos que nunca se equivocaba.
La idea era que Arturo Franco sobreviviera a la operación, así que, después de mantenerlo consciente durante todo el procedimiento Marcos lo sedo aún más. Fue así como el gran Director General de la Isapre pudo descansar del maldito procedimiento y del maldito día que estaba viviendo.
Fueron tres intervenciones dentro de pabellón en un periodo de dos días para poder estabilizarlo, todos pensaban que lo mantenían en coma inducido para que su cerebro y órganos trabajaran lo menos posible. Sin embargo, Marcos se encargaba de tenerlo consciente y sintiendo todo el dolor, las veces que él quería. Permaneciendo las veinticuatro horas del día en la clínica para asegurarse de que su paciente se fortaleciera, quería mantenerlo vivo el mayor tiempo que pudiera, lo que logro con creces. Tampoco se quería a arriesgar a que otro médico tomara el caso, Franco era sólo para él.
El día veinte de septiembre comenzaron a inducir el despertar del ingeniero, la idea era que fuera lento, él se encontraba en una habitación aislada, en un sector de la clínica donde estaban los cinco pacientes trasladados por aire desde el accidente. Los enfermeros y enfermeras asignados para los cinco pacientes eran los mismo, cada médico tenía exclusividad con uno de ellos. Por lo cual Marcos tendría a Arturo Franco todos los días para él, ya había logrado arreglar y sacramentar esa situación. Lo que por supuesto hizo en un momento en que el ingeniero lo pudiera escuchar.
Marcos era un excelente químico, por lo cual tenía bastantes mezclas de medicamentos preparadas para hacer entretenida la venganza hacia el hombre con que alguna vez jugó a la pelota siendo pequeños. El médico se quedaba en la habitación de Arturo día y noche, sin dormir, observándolo mientras sostenía en su mano una fotografía de quien fuera su esposa.
Marcos antes de ingresar a trabajar en dicha clínica había pasado por un periodo oscuro en el que se intoxicaba con alcohol y morfina, había perdido todo lo que el valoraba en su vida y por su mente muchas veces paso la idea del suicidio, sin embargo, no lo hizo ya que pensaba que tarde o temprano el círculo de la vida se encargaría de traer ante él, la posibilidad de ajustar cada una de las cuentas pendientes.
Y así fue, sólo llevaba tres semanas trabajando en ese centro asistencial y tenía frente a él a la persona que más odiaba en el mundo. Por lo mismo, no se despegaba de su lado, estaba atento y preparado para cuando Franco abriera los ojos, quería que la primera cara que viera siempre fuera la de él. El día veintidós de septiembre a la primera hora de la madrugada se abren los ojos del ingeniero, cuando ve que Marcos lo enmudece poniendo una de sus manos en su boca aún herida por el accidente, no pudo evitar poner una mirada de terror.
"Te estoy inyectando una mezcla que hice para ti, es un invento que usan para torturar a la gente en Guantánamo, estos gringos están completamente locos, es una linda droga, que tiene un efecto bien particular pero divertido. No se usa para obtener información, no no no. La gracia es que no podrás hablar, por más que quieras, tu boca no podrá moverse y no podrás moverte casi nada, parecerás un vegetal.
Así que serás mi mudito personal, lo lindo de esto es que podrás ver, escuchar, oler y sentir todo lo que te hare, pero no podrás pedir ayuda a nadie. No te preocupes no te matare, aunque te aseguro que en poco tiempo rezaras y te darás cuenta de que hubiera sido mejor haber muerto en ese accidente", fue lo que dijo Marcos mientras inyectaba su mezcla química directamente en la arteria aorta de Arturo. El efecto era rápido y por fin el médico pudo sacar la mano de la boca de su paciente.
Era una situación enfermiza para Arturo, estar ahí, pero sin poder comunicarse, atado de manos y pies supuestamente "por si había una convulsión". Para probar la efectividad de su formula el médico comenzó a presionar con fuerza las heridas de Arturo hasta lograr que saliera sangre del ellas, sonreía al ver que salían lágrimas de los ojos de este y ver como empuñaba fuerte sus manos por el dolor. La tortura duraría sólo una hora, para no arriesgarse a que entrara una enfermera y se supiera lo que estaba haciendo, después de jugar con Franco lo ponía a dormir profundamente, lo quería fuerte para la próxima tortura.
Durante un par días fue la forma en que Marcos pasaba el tiempo, despertando y torturando a Franco a través de sus heridas, lo realizaba tres veces, cada día, sistemáticamente, no fallaba en ello. Después lo curaba y le daba medicación para que no entrara en shock y para que se mantuviera en buen estado.
El cerebro humano es bastante inteligente y los umbrales del dolor van cambiando en el tiempo, por lo que ya no estaba siendo tan efectivo el castigo que le estaba dando a Arturo, por lo que Marcos preparo algo nuevo para su amigo. Una noche Arturo despierta desesperado, sentía que su sangre hervía dentro de sus venas y creía que su corazón iba estallar, el despertar era demasiado doloroso. Además, cada sensación y sentido se acciono en forma acrecentada. Es decir, olía todo, escuchaba más, sentía más. La razón era clara, el médico había inyectado directo a su corazón una dosis alta de adrenalina, ya que ese día lo quería muy despierto. "Veo que despertaste. Sabes Andres, lo que me gusta de la adrenalina es que pone los sentidos a mil, al máximo, yo creo que nunca te habías sentido tan vivo como ahora", después de decir eso salió una carcajada desde la boca de Marcos, "disculpa la ironía, pero la palabra vivo, como que quedo grande para ti. ¿Ves la botella de agua que tengo en la mano?, te pido por favor no hacerte ilusiones ni pensar cosas malas de mi orientación sexual, no es lo que piensas", decía el médico de forma coloquial a su paciente, quien tenía los ojos temblando por el miedo y su cuerpo completamente tensionado.
Tranquila y lentamente, Arturo bajo las sábanas de la cama de Franco, después de eso, levanto el delantal que lo cubría dejando expuesta su zona genital. Él médico que tenía una botella de agua en la mano, la abrió frente a su víctima y roció su pene y testículos con el agua.
"¿Te sientes más fresquito ahora amiguito?, te aseguro que esto te va a poner los pelos de punta de tanta felicidad", decía un Arturo cada vez más extasiado y mostrando una sonrisa cada vez más desquiciada.
Con el humor negro que lo caracterizaba, el médico saco su teléfono para poner un tema musical que acompañara tan magnífico momento, el tema elegido fue de los Ángeles Negros, coloco el teléfono en la cabecera de Franco para este pudiera escuchar claramente la canción: "no sufras másss quizás mañana nuestro llanto quede atrás y si me dices que tú amor me esperara, tendré la luz que en mi sendero alumbrara, y volveréeee como ......", el ingeniero estaba cada vez más desesperado, mientras sentía que Arturo rociaba más agua en sus genitales, si bien no sabía lo que le haría, tenía la claridad absoluta de que sería mucho peor que todo lo anterior.
Al lado de la cama de Arturo había un desfibrilador, máquina que se utiliza para activar el corazón de un paciente gracias a un choque eléctrico, se usa cuando alguien cae en paro cardiorrespiratorio. Una de las características de esa máquina, es que quien la ópera puede ajustar la potencia de la descarga, aplicando más o menos corriente eléctrica, obviamente el médico la tenía al máximo.
Marcos tomo las paletas del desfibrilador, las acerco a los testículos y el pene de Arturo y justo cuando los Ángeles Negros decían "no sufras másss..." propino una descarga eléctrica en los genitales mojados de su víctima. La imagen era desgarradora, el cuerpo de Franco estaba atado a la cama, pero aun así convulsionaba en forma terrible con cada una de las diez descargas que le propino su verdugo en un lapso de treinta minutos.
Cuando comenzó a salir espuma desde la boca del ingeniero, Marcos se detuvo, procedió a sedarlo, seco con pulcritud todo su cuerpo, dejando al paciente y su habitación tal como estaban antes de realizar la tortura, posteriormente el médico se sentó en el sillón que se encontraba al lado de la cama del paciente, para así descansar y dormir un rato, soñando con su hermosa Paola.
La mente y cordura de Marcos ya se habían perdido completamente, no era la misma persona cariñosa y compasiva que hace años vivía una vida focalizada en la felicidad y un matrimonio extraordinario que compartía junto a su adorada Paola. No era el padrino cariñoso preocupado por la salud y educación de sus ahijados. Marcos se había vuelto loco, la frustración, pena y odio lo habían transformado en una persona tan o más macabra que el mismísimo Arturo.
En ese momento eran tal para cual, en los pensamientos del médico sólo aparecían las palabras justicia y venganza. Al observar a Arturo postrado en esa cama el médico reflexionaba y pensaba que quien estaba ahí había hecho daño a miles de personas, en cambio él, más que causarle daño, estaba ajustando en la tierra y en vida todas las cuentas que pudiera tener quien fuera su mejor amigo. Él sabía que, si existía la vida después de la muerte, el ingeniero se iría directo al infierno, sin embargo, creía estar mucho más capacitado que el mismo diablo para darle castigo y purgar el alma del despiadado Arturo. Y así, sistemáticamente cada día siguió torturándolo, vengando a su amada Paola, con la canción de los Ángeles Negros sonando de fondo.
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