Recordando al héroe
¡¡ALERTA DE SPOILER!!
El siguiente archivo contiene spoilers de la saga de Percy Jackson, Los Héroes del Olimpo
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Portada:
Prólogo:
Hubo una batalla más, una pelea contra el mismo abismo, y para ganar, se tuvo que sacrificar el héroe más grande de todos los tiempos.
Nadie se acuerda de Percy Jackson, nadie le conoce, y por eso, hoy leerán su historia.
Capítulos: 3
1- Es simple desear estar en paz cuando debes pasar tu vida luchando, y eso Percy Jackson lo sabía perfectamente, porque incluso allí, en medio de la batalla contra Tártaro, incluso cuando todos sus amigos habían dejado de pelear porque ya no les quedaban fuerza, el deseaba simplemente ser un mortal común y corriente.
Más sus amigos corrían peligro, rodeados de monstruos, con el mismo Tártaro en persona, los dioses estaban acabados, los mortales, los semidioses, las ninfas y los sátiros, todos ellos morirían, y Percy no podía evitarlo. Tenía miedo ¿Y cómo no? La primera vez que él había visto al Tártaro en persona su espada había caído.
Pero sus amigos... sus amigos estaban en riesgo, su familia estaba en peligro. Annabeth, Clarisse, Grover, Jason, Tyson, Reyna, Nico, Leo, Piper... Percy debía encontrar una manera de salvarlos ¿Pero cómo?
Y así se le ocurrió una idea, así comenzó todo...
Hace muchos años, en el olimpo, Atenea le había dicho que su defecto fatídico era la lealtad personal, y que si no aprendía a controlarlo, le llevaría a la ruina.
~Claro~ pensó Percy ~Me llevará a la ruina, a mí, no a los demás~.
-¡¡Hey Tártaro!! ¡¡Te propongo un trato!! - Y la lucha se detuvo, los dioses, los semidioses y todas las criaturas que habían, monstruos y deidades, se le quedaron mirando.
-¿Conque un trato eh? Ja ¿Qué puedes ofrecerme a mí, Perseo Jackson?- Se rió el Tártaro, Percy hizo una mueca ante la mención de su nombre real, pero dio un paso adelante.
~Es por tus amigos~ pensó ~Mientras ellos estén bien, todo da igual~ dio otro paso, y otro más, poco a poco, quedando frente a él.
-Mi vida, te doy mi vida, puedes hacer conmigo lo que quieras, pero a ellos déjalos, a todos ellos déjalos- Todos le observaron sorprendidos
-¿Tu vida?- Tártaro se mantuvo en silencio durante unos segundos, saboreando la idea -Bien, lo acepto- Percy observo a los semidioses en el suelo, dispuestos a levantarse y alegar, dispuestos a dar la vida por él.
~No, eso tengo que hacerlo yo~
-Percy- Escucho a Annabeth hablar detrás suyo, y se obligó a no mirar, sus amigos eran su debilidad, y también serían su fortaleza.
-Solo te pido una cosa, que ellos no se acuerden de mí, que no se acuerden de nada de esto- El Tártaro le miro sorprendido, y después sonrió, Percy se sintió temblar ante esa sonrisa, pero aunque quisiera echarse atrás ya no podía, era demasiado tarde.
-¡Percy no!- El grito de Annabeth, antes su novia, ahora su mejor amiga, le partió el alma, pero tenía que salvarla, tenia que salvarlos a todos, era un héroe, y los héroes reales siempre hacían lo que era correcto, a costa de su propia vida.
-Tengo una mejor idea- Percy tembló de nuevo al oír eso, junto a un mal presentimiento que recorría su cuerpo -Vivirás, hijo de Poseidón, sin recuerdos, olvidaras todas y cada una de las cosas, y ellos también , todos se olvidaran de ti, tu madre, tu hermano, tus amigos... Estarás solo, Perseo Jackson, para siempre- Percy cerró los ojos, y una pequeña lágrima se deslizó por su rostro.
~Mejor yo que alguien más, mejor yo que alguno de ellos~ extendió su mano hacía el Tártaro, ya había tomado una decisión -Hecho- y el trato se cerró.
Segundos después solo se escucho una risa, malvada, antigua, y muy, muy poderosa, nada más... Percy Jackson fue borrado de todas las mentes, dejando un vació que jamás se podría llenar, y una herida que nunca podría sanar...
Claro que Tártaro no contó con que las Parcas, aquellas que escriben el destino, estuviesen dispuestas a salvar al chico que toda su vida vivió salvando a los demás, contando su historia de nuevo, solo que de una manera distinta...
Y así, mis queridos lectores, es como comienza esta historia...
2- El campamento mestizo y el campamento Júpiter se habían reunido para la anual expedición al Olimpo, en donde verían a sus padres, a las cazadoras de Artemisa, y donde pasarían la semana completa, como era su tradición desde... ¿Desde cuando? Nadie se acordaba, nadie sabía que había sucedió con un mes de su vida, sentían que algo faltaba, más nadie tenía idea qué era, y por ello, ni los hijos de Atenea le tomaban importancia.
Frank y Hazel hablaban con Nico y su novio Will. Jason iba con Leo y Piper contándose chistes, Clarisse y Chris simplemente caminaban de la mano. Quirón, que estaba junto a Grover, vigilaba a la señorita O'leary, que perseguía a Tyson y a Ella. Reyna, Rachel y Annabeth hablaban sobre nuevos diseños para la arquitectura del olimpo, y todos caminaban tranquilamente hacia el Empire State...
Por otro lado, bastante lejos de ellos, se encontraba Percy Jackson, con unos pantalones rotos y una camisa desteñida y rota, sin un zapato y con variadas cicatrices cubriendo su cuerpo.
Estaba luchando contra dos perros del infierno, era la tercera vez que un monstruo lo atacaba en el día, tenía hambre, y estaba lleno de tierra y arena.
Él sabía que algo extraño pasaba, lo presentía, sin contar que hace unos días había descubierto que con el agua se curaba, también descubrió que sabía pelear, que habían monstruos que querían comerlo, que la gente no veía a aquellas criaturas, y que, al parecer, la mayoría de los monstruos quería prepararlo en una sopa a fuego lento (Él creía que era mejor si lo comían como un bocadillo rápido, ya que así no le daban la oportunidad de escapar, pero oye, no se quejaría de tener la opción de vivir unas horas más).
Quizá estaba loco.
~Loco no, estoy demente~
Dio un giro, y con su espada (que había descubierto era el bolígrafo que siempre tenia en su bolsillo) le corto el cuello a uno, inmediatamente se sintió mal ~No, no es ella~ se le erizó el bello de la nuca, dio un giro hacia atrás mientras se agachaba, lanzó un tajo, otro monstruo menos ~¿Pero, quién es ella?~.
Una vez estuvo seguro de que no habían más monstruos, se sentó en una banca. Estaba en Central Park, rodeado de árboles que le otorgaban una sombra en la cual podía escapar de la ardiente luz del sol. Miró a una pequeña familia, un señor con aspecto de profesor caminaba junto a su esposa, una señora de aspecto dulce, pelo castaño y ojos relucientes que por un segundo se volvieron verde mar, la mujer sostenía a una pequeña niña que reía mientras le tiraba suavemente el pelo a la madre.
Percy se sentía devastado, herido en cierta forma. Añoraba el calor de una familia, aunque no se acordara de haber tenido una en primer lugar, pero para ser justos, no es como si se acordara de muchas cosas en realidad. No tenía recuerdos de su infancia, ni de su adolescencia. Solo recordaba despertar en la banca de un parque (muy lejos de donde estaba ahora, queda decir) y tener que salir corriendo por su vida tan solo una hora después.
Miró hacia los costados vigilando que no había ningún monstruo, y volvió a dirigir su mirada hacia donde antes había estado la familia, parpadeo, volvió a enfocar la vista y volvió a parpadear... ¿Era su idea o la familia realmente había desaparecido en un destello de luz? Ok, definitivamente estaba loco, de remate...
Volviendo al olimpo, los dioses estaban asombrados, las Parcas acababan de aparecer en medio de la sala del trono, con una mirada seria, o bien molesta, nadie lo sabía.
-¿Qué desean? ¿Qué ha sucedido?- Preguntó Atenea rompiendo el incómodo silencio que había en la gran sala.
-Lo que ha sucedido, Atenea, es que han olvidado- Mencionó Átropos, con clara molestia en su voz.
-¿Olvidado qué cosa, mis señoras?- Preguntó ésta vez Artemisa.
-Al héroe más grande de todos, por supuesto- habló esta vez Cloto.
-Si es un héroe tan grande como dicen, ¿entonces por qué lo olvidamos?- Preguntó Apolo extrañado. Los demás dioses movieron su cabeza en señal de acuerdo.
-Porque él así lo quizo- Comentaron las tres al mismo tiempo, y antes de que alguien pudiese comentar algo, volvieron a hablar -Dio su vida, sus recuerdos, y negoció su propia existencia con tal de salvarlos a todos ustedes. El olvido, de parte de ambas caras de la moneda, ese fue su precio a pagar-
-Y por eso estamos aquí hoy- Continuó hablando sola Láquesis -Hoy, lo traeremos a él, y a su familia mortal, para leer sus hazañas, conocerán su historia en base a unos libros que les traeremos, y recordaran poco a poco todo lo que sucedió...- Finalmente, desaparecieron en una luz dorada, y en su lugar, aparecido una familia de mortales. Un hombre con aspecto de profesor, una bella mujer con una expresión de sorpresa en su rostro y una pequeña niña en sus brazos.
-¡Presentence!- proclamó Zeus con tono autoritario, haciendo que la pequeña se pusiera a llorar.
La mujer calmó rápidamente a la pequeña y dijo, con voz clara -Mi nombre es Sally Jackson, la niña es Estelle Blofis, y el hombre a mi lado es Paul Blofis, su padre- Presentó Sally, mientras era abrazada por Paul.
-¿Sally?- Poseidón saltó en su trono.
-¿Qué? ¿Acaso conoces a esta mortal, Poseidón?- Preguntó Hades con tono inquisitivo.
-Yo... Creo que tenía un hijo con ella, pero no logro acordarme, es extraño- Comentó Poseidón todavía sorprendido.
-A lo mejor podría ser el héroe que mencionaron las Parcas y por eso no lo recuerdas- Mencionó Hades calmado mientras los demás dioses miraban a Sally.
-¡¿Tuviste hijos con una mortal?! ¡Has roto la promesa!- Gritó Zeus furioso asustando otra vez que la pequeña niña en los brazos de Sally se pusiera a llorar otra vez.
-¿Y tú de que le alegas, Zeus? Si tuviste DOS hijos con UNA mortal, y técnicamente TÚ rompiste primero la promesa, así que ahora te aguantas- Comentó Hera mientras miraba fastidiada a los mortales presentes en la sala.
Inmediatamente, antes de que alguien comentara algo más, apareció en medio de la sala, con la ropa ropa sucia y destrozada y la cara mugrienta, un joven de cabello oscuro y penetrante mirada verde mar. Zeus le miró con rabia, como si estuviese deseando atravesarle con su rayo (y probablemente así era) y habló.
-Preséntate mortal- El joven solo miro a todos confundido.
-Esto... ¿Dónde estoy? ¿Y quienes son ustedes? ¿Es alguna especie de show de televisión donde hacen bromas?- Varios semidioses se rieron ante su comentario, algunos dioses también, y todo fue risas durante unos segundos hasta que Zeus gritó, indignado.
-¡Basta! ¡¿Te atreves a burlarte de mi?! ¡Soy Zeus, Rey de los Dioses del Olimpo! ¡No dejare que te burles de mi!- Rápidamente tomó su rayo, sin pensar, y disparó en dirección al joven.
Una vez el brillo del rayo se hubiese dispersado todos se quedaron sorprendidos, el suelo en el que había estado parado segundos antes aquel joven ahora estaba completamente chamuscado y con humo, en cambio, el joven estaba 2 metros más allá de donde había caído el rayo, con una espada de bronce en la mano derecha y un escudo protegiendole.
Los semidioses presentes empezaron a murmurar asombrados "Esquivó el rayo de Zeus" "¿Cómo hizo eso?" "¿Tiene una espada y un escudo de bronce celestial?" "¿De dónde sacó eso?" "Lo viste cuando..."
-Eh... lo siento... yo... ¿De dónde salieron esos libros?- Ante esas palabras todos los presentes miraron hacia la misma dirección del joven, habían unos 10 libros apilados al lado de la hoguera de Hestia.
-¡Esos deben ser los libros de los que hablaban las Parcas!- Exclamó Hermes sobresaltando a varios semidioses y a unos cuantos dioses que todavía tenían su mirada fija en el chico de ropas andrajosas.
-¿Parcas? ¿Cómo esas que se usan en la lluvia?- Preguntó Percy, todavía bastante asombrado y perdido por lo que acababa de suceder.
-No idiota, hablamos de las Parcas de la mitología Grecorromana- Comentó Ares mientras algunos semidioses se reían del comentario del chico y el resto se asombraba por lo tonto que parecía ser.
El chico, todavía sin identificar, frunció el ceño ante el "idiota" y preguntó -¿Y bien? ¿Alguien me va a decir que es lo que hago acá, sin que se rían de mi o me ataquen como histéricos de ego débil?- Algunos presentes contuvieron la respiración, Zeus se enderezó en su asiento, molesto, y Poseidón y Hera lo detuvieron que su mirada, antes de que pudiese invocar otro de sus rayos.
-Las Parcas te trajeron para leer la historia de un héroe, eso significa que debes de ser el héroe del que vamos a leer, o alguien importante para él- Respondió Annabeth dando un paso al frente para tomar el primer libro de toda la pila.
-¿Qué es lo que dice la portada hija?- Le preguntó Atenea, impaciente por saber.
Y Annabeth lo leyó en voz alta y clara -Dice, Percy Jackson y el ladrón del rayo-.
3- -¿Qué?- La pregunta de Percy rompió la atmósfera de tensión que se había formado luego de leer el titulo -¿Esos libros hablan de mi?-.
-Wow, wow, wow, espera ¿Tú eres Percy Jackson?- Preguntó Leo apuntando a Percy.
-Si, es decir, supongo- Respondió este encogiéndose de hombros.
-¿Cómo que supones?- Interrogó Artemisa.
-No lo sé, desperté hace unos días sin memoria y no sabía quién era, pero en cuanto ella- apuntó a Annabeth- leyó el título las memorias me vinieron a la mente.
-¿Quieres decir que lo recordaste todo?- Preguntó Poseidón, que sentía la extraña necesidad de proteger al chico.
-No- Percy negó con la cabeza y luego frunció el ceño, como si estuviera recordando algo, miró a Sally, que todavía sostenía a su hija en brazos, y luego miró a Paul, para volver su mirada a Sally inmediatamente -¿Mamá?-.
Sally pareció reaccionar ante eso, como si le hubiesen dado una pequeña descarga eléctrica, parpadeó varias veces antes de preguntar, de forma lenta y temerosa -¿Percy?- Sus ojos empezaron cubrirse de lágrimas, inmediatamente le pasó a Estelle a Paul y fue a abrazar a su recién recordado hijo -Oh, estás tan grande, el último recuerdo que tengo de ti es con 12 años, y estabas en Yancy, oh Percy, como te pude olvidar- Sally y Percy volvieron a abrazarse.
-¿Percy? ¡Percy!- Un sátiro salió corriendo desde el fondo de la multitud para dar un gran abrazo de cabra al chico de ojos verde mar.
-¿Grover? ¡G-Man! ¡Eres mitad burro!- Grover puso cara de ofendido y le baló a Percy, pero antes de que él o Sally le pudiesen explicar algo, una voz interrumpió.
-Es un sátiro, idiota, es mitología griega básica- Percy miró al origen de la voz, la chica rubia que había cogido el libro le miraba con superioridad, y Percy se habría intimidado seguramente si no tuviera el presentimiento de que se había enfrentado a cosas peores que esas.
-Fijo, señorita princesa sabelotodo- Sally miró con reproche a su hijo, Percy suspiró ante su mirada y comentó -Bien, da igual, no recuerdo mucho así que no me importa si resulta que soy mitad perro o algo así- Luego apuntó a la pila de libros y comentó -Se supone que esos libros cuentan mi historia ¿No? y yo quiero saberla ¿podemos empezar a leer?-
Todos asintieron, los dioses sintiéndose un poco molestos por ser ignorados, pero permitieron que los semidioses se ordenaran mientras Grover murmuraba algo como >Jamás pensé oírte decir esas palabras< eh iba a sentarse al lado de Sally y Percy que hablaban sobre Paul y la niña que jugaba en sus brazos.
-Bien, yo empezare- La chica rubia cogió el libro nuevamente y leyó el título del primer capítulo - Capítulo 1, Accidentalmente vaporice a mi profesora de introducción al álgebra... ¿Es enserio? ¿Cómo es que...?- Se cayó al ver la mirada rápida de fastidio que todos le enviaron -Ok, da igual- Respiró hondo, y comenzó a leer -Mira, yo no quería ser mestizo- Annabeth alzo una ceja ante esto, pero siguió leyendo -Si estás leyendo esto por que crees que podrías estar en la misma situación, mi consejo es éste: cierra el libro inmediatamente. Créete la mentira que tu padre o tu madre te contaran sobre tu nacimiento, e intenta llevar una vida normal. Ser mestizo es peligroso. Asusta. La mayor parte del tiempo sólo sirve para que te maten de manera horrible y dolorosa- La mayoría de los semidioses asintió ante lo dicho, y algunos dioses pusieron una expresión extraña en su rostro -Si eres un niño normal, que está leyendo esto por que crees que es ficción, fantástico. Sigue leyendo. Te envidio por ser capaz de creer que nada de esto sucedió. Pero si te reconoces en estas páginas —si sientes que algo se remueve en tu interior—, deja de leer al instante. Podrías ser uno de nosotros. Y en cuanto lo sepas, sólo es cuestión de tiempo que también ellos lo presientan, y entonces irán por ti.
No digas que no estás avisado. Me llamo Percy Jackson. Tengo doce años -¿Doce años? Eso explicaría porque tienen recuerdos solo hasta esa edad, supongo que a medida que vayamos leyendo iremos recordando las cosas- Atenea asintió conforme con la teoría de su hija, tenía sentido, después de todo -Hasta hace unos meses estudiaba interno en la academia Yancy, un colegio privado para niños con problemas, en el norte del estado de Nueva York ¿Soy un niño con problemas? Sí. Podríamos llamarlo así.
Podría empezar en cualquier punto de mi corta y triste vida para dar prueba de ello- Algunos presentes miraron con pena y extrañeza a Percy por ese comentario, éste solo opto por esconder la cabeza en el cuello de su madre para no ver a la gente mirándolo -Pero las cosas comenzaron a ir realmente mal en mayo del año pasado, cuando los alumnos de sexto curso fuimos de excursión a Manhattan: veintiocho críos tarados y dos profesores en un autobús escolar amarillo, en dirección al Museo Metropolitano de Arte a ver cosas griegas y romanas. Ya lo sé: suena a tortura- Algunos semidioses hijos de Atenea y la propia diosa miraron mar al azabache, sin embargo, otros presentes asintieron en señal de que pensaban lo mismo -La mayoría de las excursiones de Yancy lo eran. Pero el señor Brunner, nuestro profesor de latín, dirigía la excursión, así que tenía esperanzas. El señor Brunner era un tipo de mediana edad que iba en silla de ruedas motorizada. Le clareaba el cabello, lucía una barba desaliñada y una chaqueta de tweed raída que siempre olía a café- Percy se quedo mirando al centauro, queriendo comentar algo, pero decidió que todo era muy extraño como para molestarse en entenderlo realmente -Con ese aspecto, imposible adivinar que era guay, pero contaba historias y chistes y nos dejaba jugar en clase. También tenía una colección alucinante de armaduras y armas romanas, así que era el único profesor con el que no me dormía en clase. Esperaba que el viaje saliera bien. Esperaba, por una vez, no meterme en problemas. Anda que no estaba equivocado. Verás, en las excursiones me pasan cosas malas. Como cuando en quinto fui al campo de batalla de Saratoga, donde tuve aquel accidente con el cañón de la guerra de Independencia americana. Yo no estaba apuntando al autobús del colegio, pero por su puesto me expulsaron igualmente. Y antes de aquello, en cuarto curso, durante la visita a las instalaciones de la piscina para tiburones en Marine World, le di a la palanca equivocada en la pasarela y nuestra clase acabó dándose un chapuzón inesperado. Y la anterior... Bueno, te haces una idea, ¿verdad?- Algunos presentes rieron imaginando las escenas -En aquella excursión estaba decidido a portarme bien. Durante todo el viaje a la ciudad soporté a Nancy Bobofit, la pelirroja pecosa y cleptómana que le lanzaba a mi mejor amigo, Grover, trocitos de sándwich de mantequilla de cacahuete y ketchup al cogote. Grover era un blanco fácil. Era canijo y lloraba cuando se sentía frustrado. Debía de haber repetido varios cursos, porque era el único en sexto con acné y una pelusilla incipiente en la barbilla. Además, estaba lisiado. Tenía un justificante que lo eximía de la clase de Educación Física durante el resto de su vida, ya que padecía una enfermedad muscular en las piernas. Caminaba raro, como si cada paso le doliera; pero que eso no te engañe: tendrías que verlo correr el día que tocaba enchilada en la cafetería-
-Oh- Percy miró las piernas de su amigo, que sonreía nervioso -Bueno... supongo que eso lo explica-
Annabeth ignoró la interrupción y siguió leyendo -En cualquier caso, Nancy Bobofit estaba tirándole trocitos de sándwich que se le que daban pegados en el pelo castaño y rizado, y sabía que yo no podía hacer nada por que ya estaba en periodo de prueba. El director me había amenazado con expulsión temporal si algo malo, vergonzoso o siquiera medianamente entretenido sucedía en aquella salida. —Voy a matarla —murmuré. Grover intentó calmarme.—No pasa nada. Me gusta la mantequilla de cacahuete.—Esquivó otro pedazo del almuerzo de Nancy.—Hasta aquí hemos llegado. —Empecé a ponerme en pie, pero Grover volvió a hundirme en mi asiento-
-Me habrías dejado pegarle- murmuró Percy a Grover mientras hacia un puchero, Grover solo negó con la cabeza y respondió.
-Gracias por querer protegerme, pero no era necesario-
Y de nuevo, ignorando las interrupciones, Annabeth siguió leyendo —Ya estás en periodo de prueba—me recordó—. Sabes a quién van a culpar si pasa algo. Echando la vista atrás, ojalá hubiera tumbado a Nancy Bobofit de un tortazo en aquel preciso instante. La expulsión temporal no habría sido nada en comparación con el lío en que estaba a punto de meterme- Sally y Poseidón se mostraron preocupados ante eso, pero no comentaron nada y se limitaron a mirar a su hijo -El señor Brunner conducía la visita al museo. Él iba delante, en su silla de ruedas, guiándonos por las enormes y resonantes galerías, a través de estatuas de mármol y vitrinas de cristal llenas de cerámica roja y negra súper vieja. Me parecía flipante que todo aquello hubiese sobrevivido más de dos mil o tres mil años. Nos reunió al rededor de una columna de piedra de casi cuatro metros de altura con una gran esfinge encima, y empezó a contar nos que había sido un monumento mortuorio, una estela, de una chica de nuestra edad. Nos habló de los relieves de sus costados. Yo intentaba prestar atención, porque parecía realmente interesante, pero los de más hablaban sin parar, y cuando les decía que se callaran, la otra profesora acompañante, la señora Dodds, me miraba mal-
-¿Que te miraba mal? ¿Pero por qué? Si es ella la que debería encargarse de callar al resto de los alumnos- Cuestionó Demeter mirando a Percy.
-Resulta que la señora Dodds era un caso algo... especial, como profesora, Lady Demeter, y no posee un gran aprecio por los semidioses- Respondió Quirón, dejando conforme a Demeter y al resto de los presentes, pero confundiendo más a Percy.
Una vez se hubiesen callado todos, Annabeth siguió leyendo -La señora Dodds era una profesora de matemáticas procedente de Georgia que siempre llevaba cazadora de cuero, aunque era menuda y rondaba los cincuenta años. Tenía un aspecto tan fiero que parecía dispuesta a plantarte la Harley en la taquilla- Se escucharon algunas risas en la sala -Había llegado a Yancy a mitad de curso, cuando nuestra anterior profesora de matemáticas sufrió un ataque de nervios. Desde el primer día, la señora Dodds adoró a Nancy Bobofit y a mí me clasificó como un engendro del demonio. Me señalaba con un dedo retorcido y me decía «y ahora, cariño», súper dulce, y yo sabía que a continuación me castigaría a quedarme después de clase. Una vez, tras haberme obligado a borrar respuestas de viejos libros de ejercicios de matemáticas hasta media noche, le dije a Grover que no creía que la señora Dodds fuera humana. Se quedó mirándome, muy serio, y me respondió: «Tienes toda la razón.»- Annabeth se auto interrumpió -¿Enserio Grover? Se supone que no debe saber nada ¿Y tú le das la razón? Debes protegerlo, no hacer que le ataquen-
-¿Protegerme?- Cuestionó Percy mirando hacia Grover -¿Protegerme de qué?-
-Eh... bueno Percy... Seguro lo explican más adelante ¿Si? sigamos leyendo- Respondió Grover con un nerviosos balido de cabra.
Annabeth negó con la cabeza y continuó -El señor Brunner seguía hablando del arte funerario griego. Al final, Nancy Bobofit se burló de una figura desnuda cincelada en la estela y yo le espeté:—¿Te quieres callar? —Me salió más alto de lo que pretendía. El grupo entero soltó risitas-
-No lo entiendo ¿Por qué se rieron?- Preguntó Hermes confundido.
-Bueno, verá, como me salió más alto de lo que pretendía, parecía que estaba mandando a callar al profesor, no a Nancy- Explicó Percy mientras algunos en la sala también se reían y Sally solo suspiraba, rendida, por la mala suerte de su hijo.
Annabeth volvió a negar con la cabeza, suspiró (como por decima vez) y retomó la lectura -y el profesor interrumpió su disertación.—Señor Jackson —dijo—, ¿tiene algún comentario que hacer? Me puse como un tomate y contesté:—No, señor. El señor Brunner señaló una de las imágenes de la estela.—A lo mejor puede decirnos qué representa esa imagen. Miré el relieve y sentí alivio porque de hecho lo reconocía.—Ése es Cronos devorando a sus hijos, ¿no?—Sí —repuso él—. E hizo tal cosa por...—Bueno... —Escarbé en mi cerebro—. Cronos era el rey dios y...—¿Dios?—Titán —me corregí—. Y... y no confiaba en sus hijos, que eran dioses. Así que Cronos... esto... se los comió, ¿no? Pero su mujer escondió al pequeño Zeus y le dio a cambio una piedra. Y después, cuando Zeus creció, engañó a su padre para que vomitara a sus hermanos y hermanas...—¡Puaj! —dijo una chica a mis espaldas.
-Es una buena forma de describirlo, Puaj- Comento Hera mientras asentía con la cabeza
—... así que hubo una gran lucha entre dioses y titanes—proseguí—, y los dioses ganaron.-
-Supongo que, para ser una batalla de eones, esa es una buena forma de resumirlo- Dijo Quirón -Aunque se podría explicar mejor- Le hizo un gesto a la ojigris para que siguiese leyendo.
-Algunas risitas detrás de mí, Nancy Bobofit cuchicheó con una amiga:—Menudo rollo. ¿Para qué va a servirnos en la vida real? Ni que en nuestras solicitudes de empleo fuera a poner: «Por favor, explique por qué Cronos se comió a sus hijos.»—¿Y para qué, señor Jackson —insistió Brunner, parafraseando la excelente pregunta de la señorita Bobofit—, hay que saber esto en la vida real?—Te han pillado —murmuró Grover.—Cierra el pico —siseó Nancy, con la cara aún más roja que su pelo. Por lo menos habían pillado también a Nancy. El señor Brunner era el único que la sorprendía diciendo maldades. Tenía radares por orejas- Quirón se sonrojo un poco -Pensé en su pregunta y me encogí de hombros.—No lo sé, señor.—Ya veo. —Brunner pareció decepcionado—. Bueno, señor Jackson, ha salido me dio airoso. Es cierto que Zeus le dio a Cronos una mezcla de mostaza y vino que le hizo expulsar a sus otros cinco hijos, que al ser dioses inmortales habían estado viviendo y creciendo sin ser digeridos en el estómago del titán- >La mejor infancia del mundo ¡Yupi!< mascullo Hades por lo bajo con un tono sarcástico -Los dioses derrotaron a su padre, lo cortaron en pedazos con su propia hoz y desperdigaron los restos por el Tártaro, la parte más oscura del inframundo—
Percy tembló ante la mención de aquel lugar y sin darse cuenta se abrazo a si mismo y murmuró -Ese lugar es horrible- Todos los presentes cercanos a él se quedaron en un silencio sepulcral mirándolo, y de a poco el resto de la sala siguió el ejemplo -¿Qué?¿Porque me miran?-
-Percy, yo, esto... tú... ¿Haz estado en el Tártaro?- Le preguntó Grover, con pánico en su mirada.
-Eh... yo, no, es decir, no lo sé, no me acuerdo... yo...- Al notar lo nervioso que estaba Percy, Jason le hizo un gesto a Annabeth para que siguiese leyendo.
-Bien, ya es la hora del almuerzo. Señora Dodds, ¿podría conducirnos a la salida? La clase empezó a salir, las chicas conteniéndose el estómago, y los chicos a empujones y actuando como merluzos. Grover y yo nos disponíamos a seguirlos cuando el profesor exclamó:—¡Señor Jackson!— Lo sabía. Le dije a Grover que se fuera y me volví hacia Brunner.—¿Señor? —Tenía una mirada que no te dejaba escapar: ojos castaño intenso que podrían tener mil años y haberlo visto todo.—Debes aprender la respuesta a mi pregunta —me dijo.—¿La de los titanes?—La de la vida real. Y también cómo se aplican a ella tus estudios.—Ah.—Lo que vas a aprender de mí es de importancia vital. Espero que lo trates como se merece. Sólo voy a aceptar de ti lo mejor, Percy Jackson. Quería enfadarme, pues aquel tipo sabía cómo presionarme de verdad. Verás, quiero decir que sí, que molaban los días de competición, esos en que se disfrazaba con una armadura romana y gritaba «¡Adelante!», y nos desafiaba, espada contra tiza, a que corriéramos a la pizarra y nombráramos a todas las personas griegas y romanas que vivieron alguna vez, a sus madres y a los dioses que adoraban. Pero Brunner esperaba que yo lo hiciera tan bien como los demás, a pesar de que soy disléxico y poseo un trastorno por déficit de atención y jamás he pasado de un aprobado... No; no esperaba que fuera tan bueno como los demás: esperaba que fuera mejor. Y yo simplemente no podía aprenderme todos aquellos nombres y hechos, y mucho menos deletrear los correctamente. Murmuré algo acerca de esforzarme más mientras él dedicaba una triste mirada a la estela, como si hubiera estado en el funeral de la chica-
-Quizá si lo estuvo- murmuró Percy para si mismo-
-Me dijo que saliera y tomase mi almuerzo. La clase se reunió en la escalinata de la fachada, desde donde se podía contemplar el tráfico de la Quinta Avenida. Se avecinaba una enorme tormenta, con las nubes más negras que había visto nunca sobre la ciudad. Supuse que sería efecto del calentamiento global o algo así, por que el tiempo en Nueva York había sido más bien rarito desde Navidad. Habíamos sufrido brutales tormentas de nieve, inundaciones e incendios provocados por rayos. No me habría sorprendido que fuese un huracán. Nadie más pareció reparar en ello. Algunos chicos apedreaban palomas con trocitos de cookies. Nancy Bobofit intentaba robar algo del monedero de una mujer y, evidentemente, la señora Dodds hacía la vista gorda. Grover y yo estábamos sentados en el borde de una fuente, alejados de los demás. Pensábamos que así no todo el mundo sabría que pertenecíamos a aquella escuela: la escuela de los pringados y los raritos que no encajaban en ningún otro sitio.—¿Castigado? —me preguntó Grover.—Qué va. Brunner no me castiga. Pero me gustaría que aflojara de vez en cuando. Quiero decir... no soy ningún genio. Grover guardó silencio. Entonces, cuando pensé que iba a soltarme algún reconfortante comentario filosófico, me preguntó:—¿Puedo comer me tu manzana? Tampoco tenía demasiado apetito, así que se la di. Observé la corriente de taxis que bajaban por la Quinta Avenida y pensé en el apartamento de mi madre, a sólo unas calles de allí. No la veía desde Navidad. Me entraron ganas de subir a un taxi que me llevara a casa. Me abrazaría y se alegraría de verme, pero también se sentiría decepcionada y me miraría de aquella manera. Me devolvería directamente a Yancy, me recordaría que tenía que esforzarme más-
-Exacto Percy, porque yo confió en ti, se que puedes esforzarte más, y aunque me duela debo mantenerte alejada de mi- Le explicó Sally mientras abrazaba a su hijo.
-¿Por qué deberías alejarte de mi? No lo entiendo- Murmuró Percy dolido.
-Ya lo explicará el libro, hijo-
Ignorando esa conversación Annabeth seguía leyendo...
Explicaciones:
-Esta historia es un "leyendo" por si no lo captaron. Por eso contiene spoilers y tal.
-No mi mejor trabajo, honestamente, ni siquiera está cerca, pero comencé a escribirlo en una época en la que estaba estancada leyendo este tipo de fanfics y quería escribir el mío propio.
-No hay Percabeth, por que no me gusta el ship ni siquiera canónicamente. Pero siento que son una gran amistad.
-Por si no quedó claro, los personajes iban a ir recuperando su memoria a medida que se leyeran los libros. Así que cuando se leyó el título del primer libro Percy recuperó su memoria de desde antes de que comiencen los libros.
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