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La carta.

Bella.

Punta Cana, República Dominicana.

13 de marzo de 2020.

El sol acaricia mi piel y tomo de mi Morirsoñando mientras me mezo en la hamaca. Las gafas hacen que los rayos se tornen más oscuros y no me molesten en los ojos. Intento no pensar en nada, pero la tarea se me dificulta al imaginar su voz a mi lado. La voz de ella, la voz de él o los ladridos del cánido. Me paso la mano por la peluca marrón tratando de que el aire me dé un respiro.

Frunzo el ceño intentando desviar mis pensamientos al caso que estoy llevando en el país: una mujer condenada a cárcel por estafa para poder alimentar a su hijo. Hoy es jueves; aterricé ayer desde Río de Janeiro y el jueves de la semana que viene abandono el territorio dominicano. Aunque evada los pensamientos, me cuesta no pensar.

Aunque hace mucho que ya no tengo pensamientos intrusivos; Martinee ya no entra sola a mi mente, sino que cualquier cosa me recuerda a ella. Su muerte, su vida y sus anhelos forman parte de mí y hasta lo más ínfimo que pueda estar relacionado a ella me hace acordarme y me llena los ojos de lágrimas. Han pasado cuatro meses desde que se fue, pero la extraño como el primer día. Ella se llevó muchas cosas; la Bella fiestera, dicharachera y prácticamente feliz se arrancó de mi ser y cierta parte se fue con ella el día que la enterramos.

Por otra parte, mi desamor con el mercader me vació por completo. En poco tiempo me enganché a él, los sentimientos aflorados crecían cada vez más rápido y como si estuviera ejercitándome, al parar abruptamente me dolió a posteriori. Se grabó a fuego en poco tiempo, y el sentimiento no perece porque ha sido con una potencia que ha superado el sello en el corazón y me ha quemado. Jugué con fuego y me quemé, me quemé tanto que mi cuerpo se convirtió en una bola de fuego que dejó mi persona en cenizas latentes completamente distintas a quién era.

Fría, calculadora, y sin encariñarme de nadie porque todo es pasajero. To. Do.

Menos él; a veces siento que el mercader jamás saldrá de mi cabeza. Ni viajando por todo el puto mundo he logrado borrar los recuerdos que hacen crecer el deseo ardiente en mí; los recuerdos de él besándome, tocándome o entrando en mí de una manera hipotética ya que también se grabó en mi cabeza y se adueñó, a su vez, de los calores que me recorren cuando pienso en él.

Un movimiento más brusco al que me había habituado con la hamaca, me mece más de lo normal y me yergo buscando el causante de que casi me caiga. Encuentro a Bimba, mi perro de raza mezclada entre un American Stanford y un Golden Retriever, moviéndose como una loca contra la hamaca. Los pensamientos se esfuman cuando sube las patas a la hamaca y amenaza con tirarme de ella.

-¡Bimba! -grito zarandeándome. El animal no deja de mover la cola con felicidad y me trae recuerdos.

Necesitaba tener otra mascota. Tenía que sacarme de la cabeza a Max, tener otra raza de animal, distinta, que no me recuerda diariamente que mi perro ya no está conmigo.

Estambul me ha dejado secuelas; no he vuelto a probar el alcohol. Su mero olor me trae recuerdos de todas las payasadas que hice estando bajo sus efectos. Besar a Deniz, estar con Julio... Me arrepiento de no tener un control, y ese líquido me lleva de nuevo a esas malas épocas y me inunda los ojos de lágrimas.

De solo pensarlo, las lágrimas se asoman a mis ojos y sigo acariciando al perro que saca la lengua feliz. Intento sonreír, pero no me sale. En verdad estoy vacía; siento que mi cuerpo transpira aire, que no hay sangre dentro de mi y que perdí todo yéndome de esa ciudad, perdiendo a mi perro, a mi mejor amiga y al hombre que quería.

Ni la playa dominicana, ni el sol haciendo arder mi piel ni la relajación o el placer de viajar por todo el mundo semanalmente. Nada ha sido capaz de llenarme.

He estado en Sudáfrica, en Portugal, en Brasil y en Tailandia, entre muchos otros... y creo que nada podrá llenarme jamás de la forma que lo hacía la costumbre de estar con Martinee, con Max, con Adrer... o simplemente el hecho de estar en Estambul, ciudad a la que creo que no podré volver.

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Teherán, República Islámica de Irán.

26 de mayo de 2020.

El velo transpira aire y siento algo de brisa rozando mi cabeza. El clima de Teherán me recibe cuando salgo del hotel y un calor sofocante me azota la cara. Ayer gané el caso que m e habían asignado aquí; un hombre que mató a su mujer en un arrebato de violencia y logré llevármelo al bolsillo con un discurso en contra del machismo aún estando en un país como lo es Irán en frente a las mujeres.

Aquí no soy Bella Jones, soy la abogada Mashya 'Abibi.

En República Dominicana no fui Bella Jones, era Yeraldin Rojas.

Y desde hace tiempo que ya no soy Bella Jones, he sido mil y una abogadas distintas y hace tiempo que ya no soy la misma.

Giro la esquina del edificio y me dirijo al descampado en el que suelo relajarme.

Cuando paso por la esquina, un hombre sentado en un taburete en un bar metros más adelante y que no quita el tono lascivo de su mirada me señala con la cabeza. Asiento y el hombre alto y barrigón viene hasta mí y aguardo de pie al lado del fin del edificio del hotel.

-Hola. -me habla en persa, idioma que recientemente aprendí junto al español con total fluidez, el portugués y el mandarín. -¿Lo quieres?

Asiento lentamente.

-¿Doscientos mil veintitrés, no? -cuestiono en la misma lengua y ahora es él quién da el movimiento positivo con la cabeza.

Saco el fajo de billetes que conforman los 223000 riales iraníes del producto que estoy apunto de comprar.

Se lo entrego y asiente acercándose a mí, tomándome de la cara y plantándome un beso fétido en la mejilla que me asquea cada segundo más.

-Adiós, preciosa.

No contesto pasándome la lengua aguantándome las ganas de soltar una sarta de insultos manejados por la ira que me corroe las venas. Se pega a mí pero segundos después se aparta. <<Faltaba que me violara en plena calle>>

Se aleja lentamente y se pierde entre la poca gente de las calles de Teherán. Suspiro tragándome la rabia y decido girarme y seguir andando.

Llego a la parte trasera del hotel minutos después y busco mi lugar libre en el descampado plano. Me cuelo en la finca y me dejo caer en medio sacando el contenido oloroso de la bolsa. A su vez, saco una caja de tabaco de mi bolsillo izquierdo y agarro un tubo de nicotina que posteriormente rompo a la altura del filtro.

La marihuana suelta un fuerte olor y observo los cogollos compungidos y verdosos.

<<No me ha timado>> <<Eso es porque le gustan tus tetas>>

Si no se me ve nada...

Enrolo el porro con gracilidad y me lo llevo a los labios para encenderlo y sentir el humo mezclado con el cannabinoide que me relaja instantáneamente. Intento no pensar en nada y que el porro disipe mis pensamientos sufridos.

Continúo inhalando y me guardo la bolsa con los restos de marihuana en el sostén. Apago la colilla y, por fin, con la mente nublada y sin la capacidad de sentir dolor, saco el papel que encontré al fondo de mi maleta cuando la deshice en mi primer viaje. Ahora, en este estado, el dolor es mucho menor, por no decir ínfimo. Lo prefiero así, aunque cuando el efecto acabe el dolor sea insoportable.

Desdoblo el papel con marcas a los lados leyéndolo y notando mi corazón galopar nervioso.

Bella, tengo un mal sentimiento sobre esto.

No lo sé, siento que Deniz es un berenjenal del que no vas a poder salir. Solo quiero que sepas que daría mi vida porque tú estuvieras bien. Suena dramático, pero hay que darle sazón a esto.

Hoy es Halloween, bueno, yo acabo de estar con Ahmed y tú con Adrer. De hecho ahora estarás durmiendo, pero solo quiero decirte que tengo malas vibras sobre el final de esta historia.

Hoy me he acostado con Adâo. Horas antes de estar con Ahmed, estaba en casa del portugués pero justo llegó su esposa. Me echaron de allí como si fuese un perro de la calle, pero mientras bajaba, vi unos papeles en el piso intermedio en la mesa de Adâo. Es un contrato con unas constructores con el apellido de su esposa -sí, está casado, con una mujer llamada Elsa Sandoval-, es decir, Constructora Sandoval. Solo de ver el nombre, decidí llevarlos. No puedo dártelos ahora, es ponerte en más peligro del que ya estás... Deniz estaba allí. No sé qué era lo que planeaba hacer con Adâo, pero lo vi en su sofá sentado. No puedo decirte nada más, pero recuerda... Mis cosas favoritas siempre guardan secretos, nena.

Martinee, 31 de octubre, aunque bueno, más bien, 1 de noviembre a la madrugada.

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Adis Abeba, República de Etiopía.

21 de julio de 2020.

Más de medio año desde que abandoné Estambul. Desde que Martinee, Max murieron. Desde que no volví a ver al mercader.

Lo que más merodea por mi mente es que jamás pude encontrar los papeles de Adâo, en ningún sitio. Busqué en los bolsos, zonas y lugares pero jamás pude encontrarlos. Cómo no esten en la guantera del Ferrari, que quedó a manos del concesionario...

Jamás los encontraré. Ya lo tengo asumido. nunca encontraré la prueba de que la muerte de Martinee fue un asesinato. Jamás.

Bimba se me echa encima lamiéndome las manos cuando intento apartarla y me saca de mis dolorosos soliloquios.

-Bimba...

Miro a mi alrededor y agarro al animal cuando el conductor del Jeep sobrepasa un bache haciendo una voltereta con la camioneta.

Sonrío a mi perro que abre mucho los ojos y le beso la frente.

Tomo aire puro y observo el paisaje del atardecer cayendo sobre la sabana del Gran Valle del Rift.

-Wow... -pronuncio y uno de los guías sentado frente a mí ríe.

-¿Le gusta? -cuestiona en amárico y asiento. He conocido las expresiones básicas del idioma. Ahora, domino el inglés, español, portugués, ruso, francés, y me defiendo en el chino, griego, persa, árabe, finés, irlandés y lituano. Ah, y por supuesto, el turco. Aunque no sé para qué, ya que no voy a volver allí.

Han sido meses tortuosos donde me he movido por zonas que manejan el mismo idioma para poder fortalecerme, pero ha valido la pena. Ahora, siento que puedo comunicarme con el mundo.

-Sí. -contesto finalmente. -, es precioso.

Y en verdad lo es. A un lado, un gran descampado con colores de hierba como el verde, el amarillo o el anaranajado, con animales correteando en grandes manadas mientras otros descansan bajo altos árboles como los leones.

Al otro lado, junto a un estanque de agua, los elefantes juegan con sus trompas y el líquido que se lanzan y metros más allá, las jirafas van de lado a lado mientras el sol cae sobre las tierras etíopes y vuelve el cielo anaranjado.

El camino de tierra por el que el Jeep se mueve sufre de algunos baches y evidentes desperfectos. Nos encontramos a 150 kilómetros de Addis Abeba, pero esto merece la pena. Es verdadera belleza natural. Inspiro el aire de nuevo y el conductor me mira.

-Me alegro de que le guste, señorita. -me dice en inglés. -Se lo merece después de ganar tal caso.

Sonrío en señal de agradecimiento y en verdad sí ha sido complicado, el caso era sobre una serie de robos en los bancos más famosos de Addis Abeba, y si unimos que solo tengo una semana para prepararme, y mis traumas con ladrones y cleptómanos, he sufrido de varios ataques de ansiedad. A todo esto, no he vuelto a probar un porro. Me puse en manos de uno de los psicólogos de Cebi, ya que también dotan de ayuda para abogados pasantes por la dureza del trabajo. Visité a mi familia en España hace dos meses, eso también me fue de ayuda. Ver a mi abuela y a mis tíos fue reconfortante.

Ahora, me encuentro centrada en mí. Esta es mi vida, y debo asumirlo. Yo, Bimba, y llamadas de Joao mensualmente. Jamás tendré un amor fructuoso, no va con el estilo de mi vida. ¿Quién estaría dispuesto a andar de país en país cada semana?

Yo creo que nadie.

Ya estoy acostumbrada. Extraño a Max, a Martinee y a Adrer, pero intento acomodar dichos sentimientos dentro de mí para evitar algo de dolor y prepararme porque la semana que viene me toca viajar a Bangalore, en La India.

*****

Sí, se que ha pasado tiempo desde que no subía nada a este libro. Ni a ninguno en general. Tuve problemas con mi ordenador, y no podía escribir demasiado, pero estamos de vuelta. Aquí tenéis el extra que os prometí, aunque igual para el manuscrito es un capítulo más... Me lo estoy planteando. Creo que es importante. Veremos.

Pronto regresa Mar de Corazones y con potencia. Lo prometo.

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