Capítulo 23: 'Malignidad'
Bella.
26 de noviembre, dos días después desde que ganamos el juicio contra Yendal; Fatma está más que contenta con su padre, a pesar de echar de menos a la desquiciada de su madre.
De hecho, hoy me encuentro con ellos dos. Ella juega en una alfombra verde en el suelo y yo hablo con Adrer en el sofá unos metros más allá.
—¿No sabéis nada de Deniz? —me pregunta. Niego lentamente.
—Absolutamente nada. No sé sabe si sigue en el país o si acaso ha huido. Nada.
Chasquea la lengua.
—No puede andar demasiado lejos. —me mira a los ojos. —¿Tú crees que está metido en la mafia?
—No lo sé. —contesto sincera. —Solo quiero que lo atrapen pronto. Amantic sigue abierto, pero no durará demasiado. Es su fuente de dinero, y están investigando por blanqueo de dinero.
Adrer se me acerca al oído.
—¿Cuándo llevaréis a cabo el plan? —susurra.
—Mañana es el día.
Se separa, asintiéndome suavemente y es entonces cuando veo a Fatma dirigirse hacia el piso de arriba.
—Cariño, —la llama su padre— ¿Dónde vas?
—Voy al baño —contesta seca dando una sonrisa que noto falso.
Adrer mira al reloj con cierto deje de preocupación.
Se queda embobado y la niña va subiendo las escaleras.
—Adrer, —le digo, sacándolo de sus pensamientos. —¿qué pasa?
—¿Eh...? —Trata de volver en sí. —Es que... Fatma lleva desde el juicio yendo a las 20:20 al baño. Siempre, a la misma hora.
Ladeo la cabeza extrañada.
—¿A la misma hora?
Asiente lentamente.
Me levanto instintivamente; desde el juicio... Me suena extraño.
—Bella, ¿dónde vas? —pregunta Adrer.
—Espérame aquí. —es lo único que digo antes de subir por las escaleras sigilosamente.
Ando encorvada con cuidado de no hacer ruido, es entonces cuando oigo la voz de Fatma desde su habitación con la puerta entreabierta.
—¡Él no tiene la culpa de que no me lo preguntaran!
Oigo unos susurros ininteligibles, para que luego ella vuelva a decir, ahora sollozando:
—Eres malo. —oigo una suave risotada. —¡Te odio! ¡Déjale en paz!
En ese momento abro la puerta de golpe, encontrando a la niña al lado de la ventana abierta, hablando con un hombre de unos treinta años, subido a la rama aledaña a su habitación.
Se sorprende e instantáneamente trata de bajarse.
—¡Ey! —le grito, haciendo que se baje al instante. Logro captar sus facciones; aunque no en su totalidad, puedo distinguir que es moreno y de ojos oscuros, con una tez ligeramente quemada. —¿Qué hace? ¡Deje a la niña!
Corro hasta la ventana, viendo como se baja del árbol de un salto y se pierde por el patio exterior de la casa.
Miro a Fatma, tomándola de los brazos con suavidad.
—Fatma, cariño, —la abrazo. —¿Estás bien? ¿Quién era ese hombre?
—Bella, sí, estoy bien... —farfulla con el pecho subiendo y bajando por el nerviosismo. —No me ha hecho nada, pero... —respira agitada.
—Fatma, cariño, cálmate. —le digo tratando de tranquilizarla. —¿Quién era ese hombre?
Frunce los labios antes de dar un respingo con la nariz. Abre la boca varias veces pero no consigue decir nada.
—Él... él es Akim. —siento la sangre bajar de mi cabeza, dejándome pálida ante las palabras de la cría. —Akim Morozov.
El corazón se me altera, me empieza a doler la cabeza y me tiembla el cuerpo entero. Intento aparentar normalidad. <<El mafioso. El hombre con el que Yendal le fue infiel a Adrer.>>
—¿Qué... qué hacías hablando con Akim?
—Él es la pareja de mi madre... —solloza con una expresión que denota culpabilidad. —A esta hora hablamos, él viene aquí... Me amenazó el día del juicio para que dijera que quería irme con ella, pero como no me lo preguntaron, ahora va a hacerle algo a papá...
Cualquier tipo de expresión se borra de mi cara y me pongo de pie, tomando a la niña de la mano y bajando las escaleras corriendo.
—¡Adrer!
Grito cuando llego al piso de abajo, Fatma se tapa la cara ante la imagen y la dejo atrás abalanzándome sobre el hombre que asfixia a Adrer contra el sofá con sus propias manos.
—¡Déjalo!
Mis codos viajan a su espalda y mis dedos a sus ojos; él grita, enfurecido, tratando de bajarme pero me aferro con todo y no dejo de soltar golpes a su espalda. Adrer tose en el sofá y Fatma llora. Akim logra llevarme contra un mueble y se estampa con fuerza.
Mi espalda cruje contra la viga y caigo al suelo ante el impacto. Mis manos viajan a mi espalda y recibo una patada en el estómago que me quita el aire.
—¡Entrometida de mierda! —me chilla dando otro golpe que siento que va a sacarme los órganos del cuerpo. Fatma chilla asustada y Adrer se levanta hacia él, dándole la vuelta al tomarlo del hombro y asestándole un puñetazo que le parte el labio.
Akim gruñe furioso y, a pesar de ser unos centímetros más alto que Adrer, lanza golpes que este esquiva con facilidad y el turco le lanza un rodillazo en el estómago que lo dobla.
En ese instante yo me levanto y cojo un cenicero que le quiebro en la cabeza. Los cristales salen disparados por el salón y Akim empuja a Adrer contra una viga para girarse y tomarme de la nuca, estampándome la cabeza contra una estantería.
Caigo al suelo, mareada y con un dolor que me atraviesa el cráneo. Toco la sangre que emana del golpe y comienzo a ver borroso. Los veo batallando unos metros más adelante.
Mi corazón late frenético y trato de levantarme pero trastabillo. Oigo un arma amartillándose y levanto la mirada para encontrar a Akim apuntando a Adrer. Fatma llora en una esquina y me trato de levantar, tropezando de nuevo y con un inmenso dolor que cruza todo mi cuerpo.
Oigo un disparo y noto mi pecho arder, el músculo que habita en él se destroza cuando alzo la mirada y encuentro a Adrer con un disparo en el lado derecho del abdomen. Se va hacia atrás, trastabilla y cae al suelo respirando lentamente.
—¡Adrer! —grito desgarrándome las cuerdas vocales.
—¡Papá! ¡No! —Fatma grita yéndose hacia él, pero Akim con una máscara de completa frialdad se gira y dispara contra la niña, que cae al suelo, muerta.
—¡No! ¡Fatma! —chillo con el corazón desgarrado.
—Yo... —oigo a Adrer farfullar. —Yo no me quiero morir...
Es lo último que dice antes de dejar caer todo su cuerpo al suelo. Las lágrimas me nublan la vista y siento mi alma desangrarse.
—¡No! —grito ardiente en pena. —¡No! ¡No! ¡No!
Logro arrastrarme hasta su cadáver.
—Adrer, tranquilo, vamos a estar bien... Los tres... Tú, Fatma, yo... —me acerco a él tocándole la mejilla. Tiene la cara empapada en sangre. —Vamos, despierta, por favor... No me dejes...
—Vamos. —se acerca Akim tomándome del torso. —Son órdenes del superior.
<<Él... Deniz...>>
—¡Suéltame! —le chillo rabiosa. —¡Suéltame! ¡No quiero ir contigo a ningún sitio! —trato de morderlo pero recibo una bofetada que me atonta. —¡Adrer! ¡Fatma...!
Lloro con unas ganas crecientes de dejar de vivir mientras Akim va sacándome de la casa, dejando allí a los dos, muertos, y dejándome a mí muerta en vida.
—¡Bella!
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Despierto exaltada; tengo el cuerpo envuelto en una fina capa de sudor, la boca seca como un desierto y el corazón me late a mil enviando palpitaciones que me provocan escalofríos por todo el cuerpo.
—Bella, cariño... —me dice Adrer a mi lado en la cama de su cuarto. Toma unos mechones de mi cabello pelirrojo y los manda hacia atrás. —¿Qué pasa? Estabas gritando.
—Yo... —trato de hablar pero la boca se me vuelve a secar al pensar en lo que he soñado.
—Ey, cálmate... ¿Estás bien? —trata de tranquilizarme pasándome la mano por la cara. Miro el reloj, son las 08:34.
—He tenido una pesadilla. —suspiro. —Lo he pasado bastante mal.
—Bueno, cálmate, solo ha sido un mal sueño. Todo está bien.
Lo miro con ternura.
—Pues sí, solo ha sido un mal sueño. Y menos mal.
Suspiro y observo al hombre a mi lado durante unos segundos.
—¿Qué?
—Nada. —le digo posando la mano en su mejilla izquierda. —Solo me gusta ver lo guapo que eres.
Me sonríe con picardía. Me levanto, dirigiéndome al baño. Me lavo los dientes y vuelvo a la cama, sentándome en el filo.
—¿Entonces tu sueño era una pesadilla?
Asiento.
—Sin duda.
—¿De qué trataba?
Mis labios se estiran en una expresión inocente.
—No tiene importancia. Ya está, ya pasó. Lo he pasado mal, y punto.
Sus manos viajan a mi nuca, para darme la vuelta y tenderme en la cama.
—¿Estás segura? —se acerca a mí, enganchando sus piernas con las mías. —Porque... estabas gritando mi nombre. Y que yo recuerde, eso no es de pasarlo mal, ¿me equivoco?
Sonrío de lado.
—A ver si crees que eres de lo mejor del mundo.
—Voy a desayunar. —murmura pegándose contra mí; siento su erección pegada al culo y levanta las sábanas con una mano para meterse en ellas.
Viaja hasta mis piernas y deja un reguero de besos para abrirlas de golpe y bajar las bragas negras con las que duermo.
—Ah, ¿qué el desayuno soy yo? —farfullo entre risas y noto mi corazón acelerarse de nuevo cuando pega los labios a mi punto erógeno.
—Claro, ¿qué es mejor que eso? —musita antes de deshacerse de las bragas. —Menudo manjar.
Su lengua viaja robándome suspiros; toca mi entrada con cada parte del músculo blando que mueve y pone rígida. Sus labios tocan el clítoris excitado que envía reacciones que se sienten eléctricas; Se me empinan los vellos y un escalofrío recorre mi espina dorsal cuando los aprieta contra mí.
—Adrer... —jadeo cuando introduce un dedo en la cavidad empapada.
—¿Qué pasa, pelirroja? —bufa. Arqueo la espalda cuando recibo un hilo de saliva que moja aún más la zona y mueve el dedo para después introducir otro. —Me encanta verte retorcer de placer. —se acerca hasta mi pecho liberando uno de mis senos con la mano izquierda. Llega hasta él para lamer la aureola. —No voy a parar hasta que te corras. —gimotea sin sacar los dedos y se pega contra mí.
Lo siento todo: noto su erección maltratando las zonas sensibles de mi entrepierna, la tela del bóxer con el que duerme amenaza con romperse con la dureza y longitud que desea surcar todo mi cuerpo.
—Mira como me tienes. —suelta un quejido liberándola y dejándome sentirla piel contra piel contra mi.
Sigue moviendo sus dedos, apretándolos contra el clítoris ansioso que creo que cada vez se excita más, cierne su cuerpo desnudo sobre mí y quedamos cuerpo contra cuerpo, se deshace de mi blusa y quedamos completamente al descubierto.
Sin ropa, con toda nuestra anatomía unida. Respirando al mismo compás, juntos en una bola de fuego, fuego que refleja la lujuria, el deseo, el máximo esplendor de la sexualidad y carnalidad que despierta nuestra cercanía. Sus muslos quedan rozando mis inglés, mis piernas entrelazadas con las suyas y nuestros pies tocándose; pechos unidos, siento su corazón y el mío agitándose. Me invaden unas ganas candentes de tocarlo, de lamer su cuerpo entero, de no abandonar este calor abrasante pero placentero que me toma ahora mismo. Necesito que sea mío, ahora, siempre.
Noto su polla hinchada contra mí, el glande engrandecerse, deseoso de estar dentro de mí de nuevo y poder formalizar su deseo.
Mis manos viajan a su culo, agarrándolo y clavando las uñas en sus nalgas, que parecen de acero.
Me penetra, suave pero con movimientos rectos y virulentos, apoya el empeine del pie en la cama para embestirme, duro, lento, haciendo sonar su carne contra la mía por el cuarto.
Estoy demasiado excitada, todo mi cuerpo se encuentra en llamas, me siento en un horno y siento que en cualquier momento estallo con los deliciosos choques que me otorga. La cama se mece, sus muslos chocan contra mis ingles repetidas veces, pero no cambia el ritmo, clavándose cada vez más dentro de mí pero con mayor lentitud.
—Me vas a matar... —jadeo, el sentimiento de invasión es una presión en mis adentros que se torna en placer cuando se mueve. Le sonrío. —¿Hoy no hay música ni luces rojas?
Se ríe invadiéndome cada vez con mayor lentitud pero movimientos más fuertes y certeros.
—Estoy demasiado cachondo para poner luces o música. —gimotea cuando mi canal se contrae.
—Imagínate como me tienes, que ni nos ha dado tiempo a ponernos condón. —sonrío llevándolo contra mis labios, besándolo y formando una ardiente prisión en la cama. No quiero salir de aquí. Quiero estar todo el día con él, haciendo esto a cada rato.
—Esta disputa será piel con piel, pelirroja. —me toma del cuello cortando el paso del aire y acallando los gemidos que suelto cuando se mueve con la misma potencia pero con mayor rapidez. —¿Lo sientes? ¿Notas como estoy de excitado? ¿Estás sintiendo el mismo fuego que yo?
No logro articular palabra y ejerce más fuerza, no dejándome hacer ruido. Comienza a moverse cada vez con mayor rapidez y dando las embestidas duras que me hacen querer gritar. Me muerdo los labios sin poder articular palabra y se viene contra mí lanzándome besos y mordidas por el cuello junto con un hilo de saliva posterior.
Su mano se entorna en mi cara, dejándome respirar de nuevo y se apoya sin cesar en los choques.
—Dios, Bella. —gime. Veo el orgasmo cuando siento que me rompo. Mi canal vaginal comienza a contraerse, mi estómago comienza a repartir cosquilleos que bajan hasta esa zona y los escalofríos me ponen a sudar. Su mano derecha viaja hasta mi manojo de nervios y lo aprieta. —Podría morirme aquí, entre tus brazos, entre tu sexo; y te juro por mi vida que moriría feliz.
Mi canal cada vez está más apretado, siento su glande contra ambas paredes y es entonces cuando estallo. Exploto en gemidos, jadeos, sintiendo mi corazón salir desbocado, sintiendo mi alma salir de mi cuerpo para viajar a otro universo donde el placer así es entregado diariamente. Soy consciente de que mis fluidos manchan la sábana, me sonrojo con la cantidad de corrida que se desliza por mi entrada pero no quiero que acabe y Adrer tampoco, que sigue embistiendo.
Noto como mi sexo se estruja con la polla dentro del hombre que me hace sentirme así, me mareo, mis ojos se vuelven blancos directamente y solo oigo mi cuerpo palpitar, solo oigo a Adrer gemir; me tiemblan las piernas y arqueo la espalda por instinto, clavando los talones en el colchón, disfrutando del cosquilleo que me quema por dentro, por fuera, y por todos lados. ¡Joder! Se me va el aire, el placer perfora cada músculo, cada extremidad y me lleva a lo máximo, siento que se me escapa la vida entre los dedos y la habitación se inunda en una cacofonía de gemidos cuando se corre dentro de mí. El chorro caliente sale disparado, llevándome al éxtasis máximo en nuestra unión de fluidos.
Poco a poco, el aire cala en mis pulmones de nuevo, permitiéndome volver a la tierra, a la imagen carnal de Adrer sobre mí con una mueca de placer extremo al correrse dentro de mí.
—Joder... —gime respirando acelerado. —Ni siquiera he tenido tiempo de sacarla.
Río.
—No pasa nada, mañana tomaré la pastilla. —le guiño un ojo, dándole un beso calmado antes de que se eche a un lado.
Busco mis bragas por la cama y las encuentro, resquebrajadas a un lado.
—Siento que estén rotas, cariño. —me habla él aún recuperando su respiración. —Era eso o penetrarte con ellas puestas.
—¿No tenías tiempo físico de quitármelas? —bufo.
—No. Necesitaba estar dentro ya de ti. —me sonríe mostrando los hoyuelos que me hacen sonrojarme. —Quería follarte ya.
Entrecierro los ojos y niego lentamente antes de meterme al baño, para posteriormente abrir la ducha con agua caliente y meterme dentro.
Siento el líquido cálido relajar mis músculos; aún me tiemblan las piernas después de tremenda follada. ¡Madre de Dios! ¿Desde cuándo los hombres son tan útiles?
Toco el jabón y lo llevo a mis zonas, lavándolas con calma.
Sin embargo, en medio del relajante baño, siento al turco detrás mía. Me giro mirándolo con una sonrisa.
—¿Vienes a ducharme o a follarme otra vez?
—Tengo un límite, ninfómana.
hago una mueca.
—Ambos sabemos que eso es mentira.
Me muevo hasta quedar contra él y mi mano viaja al miembro relajado que cuelga entre sus piernas.
—¿ves como eres una ninfómana? —jadea cuando comienzo a moverla lentamente.
—Esto es solo culpa tuya. —río. —Tú me has vuelto un animal en celo que desea tener sexo a cada rato.
—¿Eso significa que lo hago bien, no?
Sonrío de lado.
—Nadie me ha hecho correrme así nunca. —sus labios quedan cada vez más cerca de los míos mientras me voy poniendo de puntillas. —Te lo debo, ¿no crees?
Me voy agachando lentamente hasta el pene que tiene una erección en menos de diez segundos.
La boca se me hace agua, pero literalmente, es entonces cuando la llevo a mi boca y la paseo por mis labios.
—Dios... —miro hacia arriba cuando lo oigo gemir. —Qué imagen tan majestuosa.
Enrosca mi pelo en una mano, su longitud penetra mi garganta con violencia y hago fuerza cerrándola en torno a su polla. Dejo unos centímetros del miembro fuera para colocar los labios sobre el glande hinchado. Succiono con fuerza y suelta un quejido.
—¿Te gusta? —pregunto mirando desde arriba.
—No. —me alejo un poco al oírlo. —Me encanta.
Sonrío siguiendo con la tarea y nos ponemos rudos cuando hunde mi cabeza contra su erección. Noto las venas hincharse en mi boca, mi lengua viaja por toda la extensión de su glande y mis labios succionan la zona. Coloco la mano en el principio del tallo y la agito mientras el músculo de mi boca hace círculos sobre la cabeza hinchada.
Él toma mi pelo en un puño y echa las caderas hacia adelante y mi cabeza hacia adentro. La polla me toca la campanilla pero corro con la suerte de tener una garganta extremadamente profunda.
Entra y sale de mi boca, salivo para lanzar un cúmulo líquido y seguir succionando; su mano cada vez empuja más mi cabeza y comienza a gemir y a mover las caderas con más fuerza y potencia.
No ceso con los movimientos y se corre dentro de mi boca, transformando su expresión en una de puro placer al llegar al orgasmo por segunda vez.
Después de esto, nos duchamos con normalidad y salimos del baño sobre las nueve y cuarto.
Bajo a la primera planta para encontrar a Hassu y Fatma desayunando.
—Buenos días. —las saludo y Fatma me saluda con la mano con la boca llena de cereales.
—Buenos días, Bella. —me devuelve la palabra Hassu.
Me dirijo hacia la cocina y me sirvo un café.
Hoy a las diez he quedado con los agentes JJ y Caistar en la comisaría de policía. He quedado con Deniz, él me escribió ayer para contarme todo lo que ha estado sucediendo en su vida, a las once y media en el parque de Gulhane, cerca del Bazar de las especias.
—¿No desayunas? —me pregunta Hassu.
—No. —contesto haciendo un gesto con la cabeza. —He quedado a las diez en la comisaría y a las once y media en Gulhane. —le cuento. —Adrer irá conmigo donde los policías, luego me llevará a Gulhane y después irá hacia el Bazar.
—Ah, bueno. —contesta ella. —Mucha suerte.
Le doy una sonrisa de boca cerrada y es que en verdad me va a hacer falta buena suerte: estoy muy nerviosa, siento que el traicionar así a Deniz va a desatar su ira y va a ser capaz de hacerme cualquier cosa a mí, a Adrer o incluso a ellas dos.
No dejo de pensar en eso, ¿sería capaz de matar a una niña? O de mandar a alguien a hacerlo, tal y como en esa maldita pesadilla que se repite una y otra vez en mi cabeza.
—¿Estás bien? —La voz de Hassu me devuelve a la realidad. Está en frente mía, con el plato vacío en la mano. Estaba tan sumergida en mis pensamientos que no me he dado cuenta de que se ha levantado de la mesa.
Abro la boca para contestar, pero las palabras no salen.
—Hassu... —logro vocalizar. —Estoy muy nerviosa. —confieso. —Tengo miedo de que traicionarlo así desate una ira furibunda y os haga algo.
—Bella, tranquila, ¿vale? —deja el plato en el fregadero y posa una mano en mi hombro. —Estoy segura de que Deniz no es capaz de hacer nada. A nadie. Y menos a ti, o a la gente que quieres. ¿Él es mala persona?
Su pregunta me hace buscar indicios en mi mente, pero los resquicios de los recuerdos que tengo con él me indican todo lo contrario; sí, puede ser que asesinara a Julio Roberçi pero no es malo, eso lo tengo claro. Al menos conmigo.
No es mala persona, está obsesionado conmigo pero sé que eso le impediría hacerme daño.
—No. —contesto finalmente. —No lo es.
—Pues ya está. —me da un abrazo que recibo cálidamente. —Tranquila, todo estará bien.
Se separa de mí y me sonríe con ternura.
—Vámonos, pelirroja. —aparece Adrer bajando las escaleras. —Queda un poco lejos y tenemos que llegar a la hora.
Asiento, tomándome el resto del café de un sorbo y dejando la taza vacía en la fregadera.
—Adiós, guapa. —me despido de Fatma dándole un beso en la coronilla. —Hasta luego, Hassu. —agito la mano despidiéndome de ella.
—Adiós.
—¿La llevas tú al colegio, no? —le dice Adrer a su hermana y ella asiente. —Gracias, eres la mejor.
Sacamos las cajas que han estado arribando a casa del mercader en estos días con productos para el espionaje: micrófonos, chaleco antibalas, taser... Las metemos en el maletero y ponemos rumbo a la comisaría.
Adrer y yo salimos por la puerta y montamos al coche. Él enciende el motor del vehículo y salimos de la calle para dirigirnos a la comisaría.
La mitad del trayecto es casi mudo, hasta que él habla.
—Bella, tienes que estar tranquila, ¿vale? —me dice sin despegar los ojos de la carretera. —Lo mejor que puedes hacer es estar calmada. Deniz no te hará nada.
—¿Pero por qué todos estáis empeñados en decirme lo mismo? —refunfuño. —Deniz me hará algo si lo desea; sí lo ve necesario para tenerme cerca. Es capaz de hacer lo que sea, ¿no te acuerdas? Matar a un hombre, hacerme vudú o pincharme el teléfono. ¿Quién dice que no es capaz de secuestrarme para tenerme a su lado?
—Pensando así no vas a salir de ese cuadro andrajoso. —contesta. —Sí quieres verlo así, hazlo, pero entonces solo te queda confíar en la policía y en su protección.
—¿Y qué pasa con vosotros? ¿No te da miedo que os haga algo?
—Deniz no tiene nada en contra de nuestra familia, Bella. —declara como si no le fuese suficiente su obsesión enfermiza y el hecho de que él está conmigo. —También estaremos protegidos. Tu haz lo que tengas que hacer y ya, ¿me entiendes?
Bufo dirigiendo mi mirada a la ventana sin querer hablar más.
Adrer debería tener más miedo que yo, incluso. La obsesión de Deniz lo ciega, le quita el poder de razonar como una persona normal y eso significa que puede hacer lo que quiera si eso conlleva tenerme a su lado. ¿No se dan cuenta?
Estar a mi lado significa problemas, al menos hasta que este hombre y sus nuevos amiguitos mafiosos no estén encarcelados.
No decimos nada más hasta que llegamos al Istanbul Police Department.
Es un gran edificio cuadrado al lado de la carretera, aparcamos enfrente del lugar y miro hacia todos los lados antes de entrar.
—No nos ha seguido nadie, te lo aseguro. —me dice Adrer. —Me he encargado de comprobarlo por la carretera.
Me guardo la sonrisa y entramos al edificio después de sacar las cajas del maletero.
JJ y Caistar nos esperan sentados al lado de la secretaria.
—Buenos días, señorita Jones. —me saluda el agente JJ. —Un gusto verla. —se dirige a Adrer. —Mucho gusto, soy el agente Charles JJ.
—Buenos días. Soy su pareja, Adrer Bulshoy. —le da la mano.
—Yo soy el agente Lawrence Caistar. —se presenta el otro, dándole la mano cuando el de tez oscura se aparta.
—Nos están esperando dentro, señorita Jones. —abre una puerta que da a unas escaleras hacia abajo invitándonos a pasar. —¿Vamos?
Asiento y los cuatro bajamos las escaleras, llegando a un largo pasillo de paredes blancas y marmóreas con varias puertas.
JJ abre una de ellas y entramos a una sala con una pantalla y un proyector, el cual, ya está en funcionamiento y se encuentra reflejando la estructura de Gulhane. Solo hay una persona en dicho cuarto. Dejamos las dos cajas sobre la mesa cuando se gira de su silla para hablarnos.
—Buenos días, Bella. —se levanta un hombre trajeado y me tiende la mano. Unos cincuenta años, con una boina y ya supongo quién está aquí dentro. —Soy el general de la tropa de Caistar y JJ, Jackson Staffordshire.
—Buenos días, general. —tomo su mano agitándola repetidas veces. —Soy la abogada Bella Jones, como supongo que sabrá. —me echo a un lado revelando a Adrer cuando me suelta la mano. —Él es mi compañero sentimental, Adrer Bulshoy.
—Mucho gusto, general Staffordshire. —lo saluda él.
—Igualmente, señor Bulshoy. —suelta su mano. —Tomad asiento, por favor. Voy a explicaros el plan para capturar a Deniz Devrim.
Obedecemos al policía, y nos sentamos al fondo de la alargada mesa enfrente al proyector.
El general se pone al lado de la pantalla, sacando una larga vara de madera con la que nos indica.
—Bien, señores. —comienza señalando un banco a unos centímetros del lago de Gulhane. —Este es el banco en el que te vas a sentar, Bella. —enseña una papelera al lado. —Tiene que ser especialmente este, con la papelera al lado y a unos metros, una farola pintada de verde.
—¿Por qué? —cuestiono extrañada.
—Porque así los policías infiltrados podrán llegar más fácilmente. —me explica Caistar.
—Vas a estar asediada por unos cuantos policías, todos infiltrados. El vendedor de perritos, la señora del chihuahua, el que da de comer a los patos... —Sus palabras me tranquilizan. —Así que estate relajada; no vas a estar sola.
Me encorvo por inercia al relajar la espalda.
Noto la mano de Adrer sobre la que apoyo en el muslo. Lo miro y me guiña un ojo disimuladamente. Suspiro antes de que Staffordshire continúe.
—Recuerda, Bella: tienes una misión, tenla presente. —me dice. —Tienes que sacarle a Deniz la mayor cantidad de información posible. Sobre todo lo que lo rodea: el asesinato del griego, la mafia, porque huyó...
—¿Y cómo hago eso? —pregunto en un tono de total inestabilidad.
—por favor, señorita Jones, no nos tome de tontos. La hemos visto en sus juicios, el arte de la manipulación no es algo demasiado complicado para usted.
Bufo al oírle. ¡No es lo mismo!
—Entiendo. —Accedo finalmente.
—Me alegra de que sea así. —pasa la imagen mostrándome una que señala todas las partes de un chaleco antibalas. —Ahora, quítese la blusa, vamos a enseñarle como se pone el chaleco antibalas sin que se vea.
—¿Perdón? —decimos al unísono Adrer y yo. Me sonrojo y lo miro de reojo aguantándome la risa.
—No se ponga celoso, señor Bulshoy. Esto es meramente educativo. —habla JJ.
—Además todos hemos visto tetas alguna vez. ¿Lleva sujetador, no es así? —asiento y oigo a Adrer bufar como un toro embravecido.
Staffordshire se acerca hasta la caja y saca el chaleco de ella. Miro a Adrer, rojo de los celos y le guiño un ojo antes de sacarme la blusa.
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Ha llegado la hora. Tomo aire antes de colocar la mano en la puerta, pero Adrer me detiene, girándome la cara y dándome un beso candente, enredando sus labios con los míos.
Cuando se separa, respira desacompasado.
—Mucha suerte, cariño. —me dice. —Te quiero.
Sonrío.
—Yo también te quiero. —bajo del coche, agarrando el móvil y viendo el mensaje de Martinee que me hace sonreír.
'Te juro que si ese maldito italiano te hace algo le descuartizare'
Apago el teléfono, guardándolo en el bolsillo y dirigiéndome a la entrada de Gulhane. Me giro por última vez, mirando el coche de Adrer y lo veo asentir lentamente.
Me adentro en el parque perdiéndome entre su vegetación, y a pesar de saber que estoy custodiada, me siento sola y desprotegida, siendo nada más resguardada por el frío chaleco antibalas que se pega a mi cuerpo. Bien es cierto que Staffordshire tenía razón, no se nota nada; el taser que llevo en el sujetador tampoco y aunque siento algo de pánico por si se enciende y me deja electrificada, me hace sentirme mejor.
Ando hasta llegar al dichoso lago en el que nadan patos tranquilamente. Hay gente rondando la zona, los enamorados caminan tranquilamente posando sus miradas en los patos. Un hombre les da de comer, agachado, a unos metros más allá del banco al que debo ir. <<Ese es uno de los policías>>
Llego al banco y me siento allí. Respiro para calmar los rápidos galopes de mi corazón y saco el móvil.
'¿Dónde estás? Estoy en un banco cerca del lago' Es el mensaje que le envío al italiano que no tarda en contestar.
'Llegando'
Esa simple palabra me altera: mi corazón se pone a mil y miro hacia ambos lados con cuidado. Toco el micrófono oculto en mi blusa.
—Me ha dicho que está llegando. —digo con los labios cerrados.
—Perfecto. —oigo a Staffordshire por el pinganillo.
Mi corazón cada vez late más rápido y miro alrededor. Veo al vendedor de perritos y a la 'anciana' con el chihuahua. <<Cálmate, estás protegida>>
Noto una gota de sudor frío caer por mi sien y es entonces cuando una mano me toca por detrás. Me exalto y me giro encontrándome con esos ojos azules que penetran en mi como si se tratara de navajas ardientes. Lleva una gorra, ropa bastante
—¡Joder!
—¡Mi abogada! —me saluda. Se viene hasta mí dándome un abrazo. —¿Cómo estás?
No le devuelvo el abrazo y parece que se dan cuenta.
—¡Reacciona con normalidad! —me riñe Staffordshire y le devuelvo el abrazo.
—Hola, Deniz. —lo saludo seca.
—Ay, Bella. —se sienta en el banco a unos metros de mí. —Siento mucho haber estado tan ausente...
—¿Ausente? —farfullo irónica. —No, para nada. Simplemente te has saltado un juicio y una cita psicológica sin motivo aparente. Bastante presente, la verdad.
—Mira, perdóname. —me dice. —Siento mucho haberme saltado ambas cosas, pero es que he tenido muchas cosas que hacer todo este tiempo.
—No sé que sea eso, Deniz. —hablo con un claro tono de molestia. —Pero desde luego que te has lucido, tío. Ahora estás bien jodido.
—Lo sé, lo sé. —su expresión cambia a una de tristeza y no sé porque siento pena. —Pero a mi solo me vale con que me perdones.
Sus palabras me llenan de ira. ¿Esta inocencia fingida? Ha amenazado a Adrer, al hombre que amo, eso es más que suficiente para querer sacarlo de mi vida.
<<Espera, acabas de decir que...>>
—Mira, Deniz, ya puede ser buena tu explicación porque yo no estoy para perder el tiempo. —soy concisa. —Cuéntame.
Toma aire preparándose para las palabras que está dispuesto a soltar. Me aparta la mirada y frunzo el ceño.
—Bella, yo...
—¿Qué? —lo incito a seguir.
Su nuez de Adán se mueve cuando pasa saliva.
—MIra, ¿recuerdas el día que fuimos a Amantic? —cuestiona trayendo las memorias de esa noche. <<Sí, el día que mataste a Julio>>
—Sí. —me trago mis palabras.
—Ese día... —bufa. —Ese día Julio me amenazó después de que os saqué del baño. —explica. —Me dijo que él era un hombre grande y que tenía que tener mucho cuidado con él.
Arrugo la nariz.
—¿Julio te dijo eso?
—Sí. —afirma. —Ya te acuerdas de cómo se puso en el baño, ¿no?
<< Es entonces cuándo me saca una pistola con silenciador, apuntándole al centro del estómago.
—¿Cómo me has hablado? —encara a Deniz siendo consciente de en qué clan está metido>>
—Sí... —titubeo confusa.
—Pues sí, él me amenazó, me dijo que me mataría porque nadie le gritaba, y no sé qué más. —explica. —Ya sabes, orgulloso de mafiosos. —<<Mira tú por dónde>> —Total, que mandé a mis hombres de seguridad a mandarlo fuera... Pero se rebeló, dijo que le diese la cara si me atrevía y yo lo saqué del local personalmente. Se me encaró, trató de golpearme y sacó un arma... logré quitársela, pero se abalanzó sobre mí... y una cosa llevó a la otra, Bella.
Finjo sorpresa, terror... y en cierta parte son verdad. No podía evitar los pensamientos de <<Deniz no ha hecho eso, él no es así>>, pero... Me sorprende saber que sus manos sí se han manchado de sangre.
—¿L-lo mataste...? —titubeo con el corazón a mil.
—Bella, fue en defensa propia. —su voz está cargada de sinceridad así me duela creerlo. —Él iba a matarme. Por Dios, sé que estoy metido en un lío, pero no me falles tú ahora, por favor. Créeme.
Mis ojos se llenan de lágrimas, temo por mi vida, por la de Adrer y por la de Fatma.
—Sigue. —es lo único que logro articular.
—Vale... —susurra. Pasa saliva de nuevo, borra sus lágrimas con el dorso de la mano y suspira antes de continuar. —Julio era un mafioso. Era peligroso para ti, para mí... Pero las acciones tienen sus consecuencias.
<<No, Deniz, por Dios...>>
—¿Eso... qué quiere decir? —tartamudeo tratando de no unir hilos, pero se me hace imposible.
—Bella... yo soy el sustituto de Julio. Era eso... o me amenazaron con matarme a mí y a mi familia.
—Pero tú no tienes familia...
—Me amenazaron contigo, Bella. Porque vieron que eras lo más cercano que tengo.
No puedo respirar: se me forma un cúmulo de saliva en la garganta que no me deja hablar. <<No puede ser>>
—Deniz...
—Por eso acepté. —no me deja hablar. —Porque no quería que te tocasen, y mucho menos sin tener nada que ver, Bella. —me toma de la mano y la acerca a sus labios. —Perdóname, sé que está mal, pero no puedo hacer nada. Me han tenido de aquí para allá todo este tiempo, Bella... Ese es el motivo por el que he estado desaparecido.
Me tiemblan las manos, tengo los ojos inundados de lágrimas y me arrepiento segundo a segundo por haber hecho esto. <<Ahora esos mafiosos van a venir a por mí porque he sido yo la que les ha quitado el reemplazo de Julio>>
—No me toques. —rezongo apartandole la mano con violencia. —No. Me. To. Ques. —hablo separando las palabras por sílabas.
—Pero Bella...
—No quiero volverte a ver, Deniz.
—Estamos llegando con el pelotón policial para capturarlo, Bella. Aguanta un poco más.
—¿Acaso crees que no me daría cuenta? —murmuro después de las palabras de Staffordshire.
—Bella... ¿darte cuenta de que? Sí yo solo...
Mi mano viaja a su mejilla impactando con fuerza cuando trata de tomarme de la muñeca izquierda.
—No me toques, he dicho.
Se lleva la palma al pómulo golpeado y me mira con sorpresa.
—Bella, ¿qué...?
—Estás obsesionado conmigo, Deniz. —suelto finalmente al ver acercarse al hombre del camión de perritos hacia aquí. —Por eso mataste a Julio, por eso amenazaste a Adrer. —confieso con la ira corriendo por mis venas. Él me mira boquiabierto. —Por eso me pinchaste el teléfono, ¡por eso me hiciste vudú! —chillo empujándolo. —¡Porque no eres más que un loco!
—¡Pero Bella, yo sólo quiero protegerte! —trata de cubrirse con las manos pero no ceso con los empellones y manotazos que le mando. El pelo me tapa la vista pero la rabia no me deja parar.
—¿Protegerme, maldito descarado? —exclamo iracunda. —¡La mejor protección que puedes darme es morirte! ¡Ahora estoy en peligro por tu culpa!
—¡¿Pero qué dices?! —me grita él tratando de detenerme. —¿En peligro de quién?
—¡Señor Deniz Devrim, queda detenido por el asesinato de JUlio Roberçi, neexos con la mafia y el robo del Instabul Bank. Manténgase en silencio o todo lo que diga podrá ser usado en su contra. —oigo la voz de un hombre y el vendedor de perritos, el alimentador de patos y la anciana del chihuahua junto a cuatro agentes más se acercan hacia nosotros.
Deniz me mira comprendiéndolo todo: entendiendo que ahora irá a la cárcel, y no sabe cuando saldrá, y entendiendo que ahora yo estoy en peligro porque de nuevo les he quitado a Julio Roberçi, sino que ahora me he encargado de encarcelar al sustituto del hombre que él mató.
Sus ojos del color del hielo antártico penetran los míos y reflejan decepción, tristeza; sin embargo, yo no siento pena. Se ha encargado de joderme la vida, de meterme en cosas enturbiadas y además, quería tenerme a su lado quitándose a quién quisiera impedirlo de en medio. ¡Anda!
Se levanta sin decir nada más y sale corriendo hacia el lado opuesto del que vienen los policías. Me giro para ver el espectáculo que me hace aguantarme la risa: un policía sale de un arbusto llevando a Deniz al suelo, doblándole los brazos y esposándolo. Levanta la cabeza y reconozco a JJ, que me guiña el ojo queriendo decirme <<Ya estás segura>>
—¡Bella! —me llama. Me levanto lentamente y aunque un agente trata de detenerme, me zafo de su agarre. —¡Si lo hago es porque te amo, joder! ¡Me he enamorado de ti! ¡¿Qué quieres que haga?!
Me agacho acercándome al hombre que me grita cosas 'románticas'.
—Quiero que vayas a un psicólogo, porque aparte de cleptómano eres un obsesivo que no sabe distinguir un lío y una paja de una declaración de amor. —le suelto. —Y es lo que te va a hacer falta, aparte de otro abogado. Hombre, a poder ser. No vaya a ser que le jodas la vida.
Me levanto y sigue gritándome cosas.
—¡Te amo, entiéndelo! ¡Yo nunca he querido el mal para ti!
Lo ignoro y Caistar aparece con Staffordshire.
—Enhorabuena, señorita Jones. —me tiende la mano el general. —Lo ha hecho usted de maravilla. No dude en que ahora cuenta con nuestra protección, estamos a su entera disposición. Ya está usted a salvo.
Sonrío de boca cerrada.
—Muchas gracias, general.
—Has estado increíble, Bella. —me felicita Caistar dándome un abrazo.
Lo acepto y abro los ojos, distinguiendo al fondo al hombre que reconozco al instante y me nubla la vista, el conocimiento y me altera de nuevo cuando distingo quién es. Adâo Caveira, el mafioso portugués, se encuentra en la entrada del parque a lo lejos con un móvil.
Se gira, dándome la cara y mirándome a los ojos, para justo darme una sonrisa de boca cerrada que solo el mismísimo diablo sabe hacer, poniéndome el corazón a mil y contrariando las palabras del general. <<Ya usted a salvo>> No, mi general. Se equivoca. Y es que justo ahora es cuando más peligro corro.
***
Un capítulo más, un epílogo y acaba esta primera parte... :3
Nos vemos.
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