Capítulo 18: 'Dos para dos'
Adrer.
Entro al baño al escuchar el sonido del agua cayendo en la ducha.
Llego andando hasta allí pasando por el espejo que me permite ver las marcas en mi cuerpo desnudo por todo lo sucedido anoche; tengo la espalda roja, arañada.
Oigo los tarareos de Bella y abro la puerta de cristal que me deja ver a la pelirroja desnuda.
—¿Al final has venido, eh? —farfulla mirándome con ojos de fingida inocencia.
—Claro. —murmuro metiéndome a la ducha y poso las manos en sus caderas, acercándola hasta mí. —Una mujer como tú no debe ducharse sola si desea hacerlo con alguien más.
Nuestros cuerpos se funden y mi boca viaja hasta la suya apoderándome de ella. El beso es apasionado, salvaje. Busco saciarme con su lengua; ni siquiera el chorro de agua bajo el que estamos aplaca la necesidad que tengo de Bella. No apaga ese fuego que surge en mí al verla.
Ese beso candente provoca en mi una erección. Bajo la mano cubriendo su sexo con la palma.
—¿Estás mojada porque te pongo o por la ducha? —cuestiono riendo irónico.
—¿Tú qué crees? —jadea cuando aprieto. —Apenas me gustas.
Sonrío de lado y flexiono las piernas, bajando unos centímetros.
—Abre las piernas y veremos si te gusto o no.
Me hace caso abriéndose para darme paso. Tomo mi pene por el tallo y entro directamente robándole un jadeo.
Vuelvo a mi altura normal y comienzo a moverme de adelante hacia atrás, sosteniéndola de las caderas mientras choco contra ella. El calor de su canal cerrado cubre mi miembro por completo arrancándome gemidos con los choques que le ofrezco.
Echa la cabeza hacia atrás dejando su cuello a mi merced; lanzo besos húmedos y dejo pequeñas marcas para que siempre recuerde estos momentos.
Continúo moviéndome durante unos minutos más, cada vez con más fuerza y se agarra de mi culo.
—Hasta tu culo está bien hecho. —gimotea apretándome las nalgas con fuerza. Sentir sus manos sobre mi culo me excita bastante.
—Lo sé. —jadeo con bufonería.
Reparto embestidas durante unos minutos más, tomando sus senos con las manos y entre mis labios.
Mi orgasmo va acumulándose.
—Bella... voy a... —gimo cuando noto como se acerca cada vez más.
En ese momento, se separa y se agacha rápidamente. Suspiro cuando toma mi longitud y se la mete a la boca. <<¡Joder!>>
Comienza a mover la mano desde el tallo hacia arriba repetidas veces mientras pasea la lengua por el glande y siento que voy a desvanecerme.
—¡Joder! —gimoteo poniendo la mano en su cabeza. Empujo hacia dentro y noto el chorro caliente salir. Siento su lengua seguir moviéndose, paseando por el glande que ya tiene en la boca.
Flexiono las piernas hacia arriba, dejando mi peso sobre los talones y es un movimiento que no puedo evitar a la hora del orgasmo. Trato de anclar el pie al suelo para mantener el equilibrio y mi pene sigue llenando la boca de la pelirroja. Mi cuerpo es una bola de fuego ahora mismo.
—Si supieras la imagen que me das... —jadea ella desde abajo cuando se saca mi miembro de la boca. —Corriéndote en mi boca, flexionando todos los músculos de tu cuerpo y poniendo esas caras intensas que denotan placer. —susurra mordiéndose el labio y metiendo las manos en dirección a su sexo. —Me gustas mucho.
Sonrío y curvo la espalda hacia abajo tomando su cara y escupiendo en su boca para luego darle un beso.
Minutos después, salimos de la ducha (habiendo completado el baño) y me visto para salir del cuarto seguido de la pelirroja, que se pone ropa cómoda.
—Ya he pedido el cambio de sábanas al servicio del hotel. —dice. —Estaban hechas un Cristo.
—Nunca mejor dicho. —me bufo. —Ayer estábamos rezando en esa cama y se ha ensuciado.
Ríe negando con la cabeza.
—Tienes un humor de mierda.
—Pero te hago reír, al menos.
—Algo tendrías que hacer bien. —farfulla acercándose a mi y poniendo sus manos alrededor de mi cuello. Se lanza a mis labios capturándolos entre los suyos. Yo anclo las manos a su cintura siguiendo el beso.
Se oye una puerta pero no nos separamos hasta que oímos la voz de su amiga decir:
—¿No habéis tenido suficiente esta noche o qué? —Martinee sale de su cuarto vestida de chándal.
—Pues como te parece que no. —gruñe a su amiga. —Creo que es la primera vez que estáis tan cerca. —nos dice refiriéndose a mí y a Martinee. —Martinee, este es Adrer.
—Oh, sí. El hombre del que vives hablando. Es muy guapo para ti, ¿eh?
—Adrer... —voltea los ojos ignorando su comentario. —Esta es Martinee. Mi amiga... y el castigo divino que Dios me impuso por algún motivo.
—Por monja de clausura seguro que no fue. —dice Martinee y siento el calor subir a mi cara.
—Cállate. —gruñe la pelirroja.
—Un gusto, —digo tendiéndole la mano y aguantándome la risa. — soy Adrer Bulshoy.
—Martinee Statham. —musita su amiga recibiendo su mano.
Se sueltan segundos después y alguien se oye dentro del cuarto de mi amiga.
—¿A quién te has traído? —pregunta Bella.
—A un tipo que estaba en la fiesta. —pone cara de enamorada. —¡Es tan majo! Y folla bien... —dice arrastrando la 'n'.
—¿No te habías ido con Adâo?
—Uy, calla. Tengo que contarte que...
La puerta se abre de nuevo revelando el polvo de Martinee y este tipo de cosas me hacen creer en que la vida nos gasta bromas.
—¿Ahmed? —cuestiono con sorpresa al verlo saliendo con la camisa desabrochada y los pantalones bajados del cuarto de la amiga de Bella. —¿Qué haces aquí?
—¡Adrer! —se sorprende. Se acerca hasta mí dándome un abrazo como si no nos hubiésemos visto literalmente ayer. —¿Qué haces tú aquí?
—Espera, —habla Martinee. —¿Os conocéis?
—Es mi mejor amigo desde hace años. —le explica Ahmed.
—Ahmed, —le tomo del brazo llevándolo hasta Bella. —Esta es Bella. Mi... una amiga. —completo.
El muchacho entrecierra los ojos observándola.
—Ah. —habla por fin. —Ella es amiga...
—Mía. —completa Martinee. —Básicamente nos hemos hecho un dos para dos sin saberlo.
—Entiendo. —le tiende la mano. —Soy Ahmed Bassur.
—Un gusto. —dice la pelirroja tomándola. —Soy Bella Jones.
—Bien, ahora, todos presentados... —habla Martinee. — ¿qué hacemos? Hoy es festivo y nosotras no trabajamos.
—El Bazar también cierra hoy. —murmuro yo.
—Sí, yo también tengo el día libre hoy.
—Pues venga, hoy por la noche, cita doble. —espeta la muchacha. Mira a Ahmed y le toma de la cara plantando un beso casto en sus labios. —¿O no quieres verme más porque esto ha sido un polvo de una noche y solo has usado mi vagina como un agujero donde correrte?
—Sí, sí que quiero verte más. —contesta mi amigo sonriente.
—Me parece genial. —sonríe ella. Ahora, mira a Bella con una expresión de pena. —Necesito 200 liras para...
—La pastilla del día después. —bufa la pelirroja. —Menuda inconsciente. ¿Y tu cartera?
—Tengo billetes grandes y no quiero romperlos por doscientas liras de nada...
—Bueno, perfecto. —dice la abogada sacando el dinero de su cartera. —Ahora, creo que deberíamos ordenar un poco los cuartos. Están hechos un cuadro y ahora vienen a cambiar las sábanas. Hay ropa por el suelo, y la verdad es que huele un poco a... —me mira de reojo. —humanidad.
—Ostias. Es verdad. —Martinee nos mira a ambos. —Vosotros dos ir a por la pastilla y nosotras ordenamos las habitaciones.
—Pero... —Trata de hablar mi amigo.
—Venga, no me discutas. —Le interrumpe.
—¡Venga! —dice la pelirroja subiendo las escaleras.
Salgo del ático con Ahmed terminando de acomodarse la ropa. Entramos al ascensor.
—Espera. —le digo metiendo la camisa por dentro del pantalón. —¿Qué tal con Martinee?
—Es una tía de puta madre. —sonríe. —No la conozco mucho como supongo que sabrás, pero el poco tiempo que estuve con ella me lo he pasado genial.
—¿Cómo resultaste liándote con ella? —cuestiono. —Pues es que le había echado el ojo, desapareció un rato y luego volvió. Nos liamos en el baño y vinimos a su hotel.
—Bueno, me alegro entonces...
—Pero de verdad. Es fantástica. Y folla que no veas.
—Si es amiga de la pelirroja me hago una idea.
—¿Y tú qué? —dice palmeando mi hombro. —Ni una palabra me habías dicho sobre la pelirroja.
—Ya, bueno... —resoplo. —Es que habían pasado cosas y tal... pero ayer arreglamos las cosas y todo bien.
—Y te la has tirado.
Ladeo la cabeza sonriendo irónico.
—Un poco.
—¿Y qué?
—Una maravilla. —río alzando los hombros. —Conectamos genial en absolutamente todo.
—Me alegro, hermano. —palmea mi espalda y salimos del ascensor para posteriormente llegar a las afueras del edificio.
—Mira, allí hay una farmacia. —señalo una en la esquina de la manzana aledaña al Nydia.
Andamos hasta el lugar y nos paramos en la entrada.
—Entra tú. —dice Ahmed extendiéndome el dinero.
—¿Por qué? Entra tú, que no te de vergüenza, no somos adolescentes. —río. —Venga.
—Que no.
—Ahmed, el que ha metido el pene sin fundita has sido tú. —empujo su mano. —Venga. ¡Si no te van a decir que no!
Refunfuña en bajo como un niño pequeño antes de entrar.
Apoyo la espalda en la viga de la entrada de la farmacia y automáticamente mi mente rememora todo lo que ha sucedido en estas horas.
Ha sido fantástico; si quitamos el placer carnal (que tampoco ha sido poco) ha sido algo único. La unión sentimental que esto connota es algo que... no se siente con cualquiera.
Un mensaje me saca de mis soliloquios.
Es Hassu.
¿Estás bien o tengo que llamar a la policía por tu desaparición?
Entro al mensaje contestando.
Estoy perfectamente. Simplemente he dormido en casa de la abogada.
Contesta segundos después.
¿Perdón?
Sonrío de medio lado.
Sí. Cuando llegue a casa te cuento.
La puerta de la farmacia se abre dejándome ver a mi amigo con la cajita en la mano.
—Listo. Que vergüenza he pasado.
—Exagerado.
√
Arribo a mi portal sobre las dos del mediodía.
Dejé a Ahmed en su hogar y me dirigí inmediatamente al mío.
He quedado con ellos tres, en modo cita doble, hoy a las once. El plan es visitar un bar de buena música cerca de su hotel y luego disfrutar de la noctambulidad de Estambul.
Abro la puerta de mi casa, cerrando con cuidado.
Me giro y siento mi alma salir de mi cuerpo al ver a mi hermana cruzada de brazos frente a mí.
—¡Joder! —grito. —¿Qué coño haces ahí agazapada como un tigre de bengala?
—¿Has usado protección?
Ruedo los ojos andando hacia la cocina.
—Me lo he pasado genial, gracias por preguntar.
—Eso ya lo sé. —murmura. —¿Te has puesto gomita o no?
Bufo.
—Qué sí, mamá.
—¿Que tramas con la abogada? ¿No estabais enfadados?
—Recién nos estamos conociendo.
—Pues su cama la tienes muy conocida ya, ¿no?
Ruedo los ojos de nuevo.
—Pues sí. ¿Y qué? —contesto. —Todavía nos estamos conociendo pero hoy hemos quedado. Además, Ahmed se ha liado con su amiga y vamos a estar los cuatro.
Mi hermana me escudriña con la mirada.
—Espero no tener un sobrino. —es lo último que dice antes de levantarse.
—¡Que no!
√
22:00 de la noche del día uno de noviembre. En media hora, debo estar en el Nydia para salir con los tres, pero tengo que pasar ahora a buscar a Ahmed a su casa, así que salgo ahora.
—¡Adiós, Hassu! —le grito antes de salir. La oigo corretear hacia mi.
—¡Hermano, adiós! —me abraza exagerando como si me fuese a la guerra.
—Hassu, me voy a cenar, no a la guerra siria. —farfullo.
—Con protección, por favor. No quiero ser tía.
—Que sí, mamá. —salgo por la puerta. —Hasta luego.
—¡Adiós! ¡Mándame fotos! —dice con tono irónico. Me giro para mirarla, para encontrarla riéndose. —¡Venga, no hagas esperar a tu noviecita!
Sigue riéndose antes de cerrar la puerta. <<Menuda idiota>>
Salgo del portal, divisando el coche unos metros más arriba.
Ando un poco pasando al lado de un callejón para llegar hasta el coche.
Sin embargo, alguien me golpea con algo metálico en la cabeza y caigo al suelo rozando mi ropa.
—Ah... mierda... —jadeo sobándome la parte dolorida del cráneo. Me toman desde atrás alzándome. Me dan la vuelta dejándome frente a alguien que no se deja ver. —¿Quién eres?
La luz oscura le tapa las facciones, apenas se ve algo y me arrastra dentro del callejón. Es alguien bastante más alto que yo, y eso que yo estoy cerca del metro noventa.
Me encuella y me pega contra una pared del callejón.
—Da igual quién sea, mercader. —murmura. —Lo único que voy a advertirte de una cosa; ya te metiste en problemas con la mafia turca por deudas. —se me acelera la respiración. —No te metas en problemas con la mafia griega.
—¿La mafia griega? —digo extrañado tratando de que me suelte. Me alza ligeramente robándome el aire. Comienzo a respirar desacompasadamente. —Pero... yo...
—Sí, la mafia griega, Adrer. —farfulla. —¿Acaso quieres que visite a tu querida Fatma?
Niego rápidamente.
—A mi hacedme lo que queráis... —hablo entre tos con el poco aire que me queda. —Pero dejadme a Fatma tranquila...
—Si eso es lo que quieres... Deja en paz a Bella Jones. —se me cae el mundo encima, los oídos comienzan a pitarme y las sienes me martillean al oír el nombre de la abogada. —Esa mujer no es tuya. No vuelvas a poner tus manos de pobre sobre ella, y todo estará bien. ¿Me has oído?
No hago nada, no contesto tampoco y me suelta dejándome caer al suelo.
—Yo...
—Dile que hoy no puedes ir a vuestra quedada. Y ya verás que Fatma estará a salvo. —me levanto del suelo. —Es la única advertencia que vas a tener.
Me lanza una patada que golpea mi estómago, robándome el aire. Me doblo del dolor y cuando alzo la cabeza de nuevo, el hombre ha desaparecido.
Toso repetidas veces y saco el teléfono, buscando el nombre de Bella en la app de mensajes. <<Bella, lo siento en el alma, pero me ha surgido un imprevisto y no puedo ir. Fatma está enferma. Perdóname, besos>>
<<Espero que pueda perdonarme de verdad porque no voy a poder alejarme de ella>>
√
Martinee.
31 de octubre.
Me quedo mirándolo fijamente pensando en que coño es lo que hace Adâo Caveira en la casa de un letrado.
Lo observo sacar el humo del puro, ejerciendo fuerza en los músculos de su garganta al estirar el cuello. Ese simple acto me hace sentirme empapada. El atractivo del portugués es magnético, sus ojos y el tono de su pelo es oscuro, tiene un aura negra que se me hace demasiado atractivo. El traje negro aprieta sus músculos, la americana deja ver su torso bien formado.
Decido acercarme.
—Chicas, ahora vengo. —le digo a Lara y Arlequin que asienten sin preguntar.
Me levanto andando hasta el sofá donde está el portugués.
—Sí, claro... —habla con su compañero antes de verme. Se levanta y me abre los brazos. —¡Menina! —me dice. —¿Cómo estás, Martinee? Me alegro de verte otra vez, querida.
Sonrío con falsedad. Ambos sabemos que he venido buscando.
—Bien, bien. —contesto recibiendo su abrazo. —¿Qué haces por aquí?
—Nada, es que Demir me sacó de un problema hace tiempo, y somos un poco cercanos... Nada especial, menina. ¿Y tú?
—Nada, Demir es mi jefe.
—Oh.
Me sonríe mostrando sus dientes perfectos.
√
Pulso el botón que abre el coche de Adâo en lo que sus labios tocan mis pechos descubiertos.
—Adâo... —jadeo cuando sus dientes pellizcan mis pezones. Me apoyo en el coche y mete la mano por la parte baja del vestido.
Se separa y me da una bofetada suave.
—Menina...
—Nos están viendo. —farfullo tratando de recomponerme el vestido. —Ven, vamos a tu casa...
—No. —contesta perdido en mi cuello. Su mano palpa la tira de mis bragas.
—Vamos. Aquí no.
Logro entrar al coche y él sube a regañadientes.
No me dice absolutamente nada hasta que llegamos a su casa en diez minutos más o menos. Nada más me bajo, me recibe con un beso violento que me pone a probar el sabor de la sangre cuando me muerde el labio. Se me escapa un gemido y entramos a su casa.
Me besa en las escaleras, metiendo las manos por mi vestido con intenciones de tocarme hasta el alma.
—Ven, vamos a tu cuarto.
Subimos hasta su habitación dónde me tira a la cama con fuerza.
—Menina...
Jadea sacando el bicho que ya molestaba en sus pantalones.
Babeo cuando se termina de quitar la ropa y se tumba sobre la cama.
Desabrocho mi vestido y me subo a la cama, gateando hasta la erección que se cierne sobre mí.
—Métetela entera a la boca, menina. Yo sé que lo deseas.
No tardo en obedecer, cogiendo la polla del tallo y metiéndola en mi boca. Paseo la lengua por el glande y por toda su extensión. Adâo jadea y repito la acción, ejerciendo fuerza con los labios para hacer efecto de succión en la punta hinchada.
Casi no me cabe en la boca, tiene que estar cerca de los veinte centímetros.
—Você vai me matar, menina.
Sigo ejerciendo los mismos movimientos, apretando los labios. Los talones de sus pies se anclan en la parte baja de mi espalda, me toma del pelo hundiéndome la cabeza contra su polla. El aire se me escapa y una arcada me ataca pero la controlo con perfección y apenas se nota. Tira de mi pelo hacia arriba poniéndome a arder el cuero cabelludo. Da empellones violentos hacia dentro que hacen que su miembro endurecido toque partes muy adentro mías. Gime complacido repitiendo los movimientos que me roban el aire. Succiono su glande y comienza a retorcerse. Su cuerpo tatuado se remueve de gusto.
Tira de mi cabeza hacia dentro, no queda nada más que meterme a la boca y apenas tengo aire. Se me saltan las lágrimas pero cada vez estoy más empapada. Mi lengua no frena con sus movimientos y arquea la espalda, transformando su mueca a una de placer que me excita por completo. Siento el chorro caliente que sale disparado perdiéndose por la profundidad de mi garganta. Gime entrecortadamente y me clava los talones en la espalda.
Me separo de él recuperando el aire y pasando el dorso de la mano por mis ojos, limpiando las lágrimas que se me querían salir. Él respira desacompasadamente y me mira con esos ojos que podrían reflejar la más oscura de las noches.
Me toma del cuello con fuerza, me quita otra vez el aire y me acerca hasta su boca, pegando mi cuerpo al suyo, completamente desnudos. Mi sexo queda cerca del suyo, el cual, se pega a mi abdomen cuando me escupe en la boca, para luego darme una cachetada suave y apoderándose de mi boca después como un salvaje.
—Coloque-se em 4. —me habla en portugués pero entiendo el mensaje.
Obedezco sintiendo su mano encima de mi cabeza, pegándome contra el colchón. Es entonces cuando se pone de rodillas. Siento su pene acercándose a la entrada de mi sexo, sgundos después siento la invasión que me roba un gemido acallado por el colchón.
Comienza a moverse y desde un inicio es violento, como siempre, chocando contra mí repetidas veces con mucha fuerza. Se me escapan los gemidos solos y mi sexo se va ampliando, pero hasta que lo logra por completo siento molestias a los lados. Sigue chocando contra mí, cada vez más fuerte, soltando gemidos varoniles que no hacen más que excitarme más.
Pero de repente, para abruptamente sacando el pene al descubierto de mi sexo, llevándose el calor que me daba. Me giro mirándolo extrañada.
—¿Qué haces? ¿Por qué paras? —le pregunto y noto que está aún más pálido que de normal. Está de puntillas en la cama, con la polla tiesa y la punta brillando a causa de mi excitación. —¿Qué te pasa?
Hace un gesto casi innotable señalándome a la puerta. Frunzo el ceño girándome y encontrándome con el rostro de una mujer de pelo a la altura de los hombros, castaño y vestida de americana. Mi primer instinto es cubrirme los senos, aún erizados.
Busco mis bragas con la mirada.
—¡Mierda! —grito. —¿Quién es?
—Soy Elsa Sandoval. Su esposa. —mi tensión se va a hacer una visita al inframundo cuando la oigo. <<Está casado>> —La esposa del hombre que hace minutos te metía la polla mientras gritabas como la puta que eres. ¿Te hace feliz acostarte con hombres casados, eh?
—Perdona, Elsa, pero yo no sabía que Adâo... —intento hablar pero el portugués me interrumpe.
—Tienes razón, Elsa. Perdóname. Es una prostituta, tiene dotes de persuasión muy... arraigados. —me deja sorprendida con sus palabras. —Logró convencerme con su habladuría, con esa cara de... No sé, perdón.
Me giro mirándolo con los ojos abiertos. No se digna a mirarme.
—Maldita perra roba hombres, tienes veinte segundos para coger tu ropa de prostituta e irte antes de que te pegue un tiro.
—¿Ves cómo iba vestida? —cuestiona el portugués —Me ha provocado, en serio.
—¡No mientas!
—¡Cállate, puta! —me grita Elsa. —¡Largo de aquí!
—¡Eso, fuera! Maldita ramera provocadora. Sales enseñando cacho a la calle y provocando hombres, ¡coño!
No doy crédito. Mis ojos se llenan de lágrimas ante sus insultos.
—¡Que te vayas! ¿O no oyes? —sigue gritándome Elsa. —¡Él me quiere a mí, no quiere una puta calientapollas que no sirve para nada, solo para abrirte de piernas! Mejor vete a hacer una revisión de ETS, buscona, ¡guarra!
Bajo de la cama buscando mis bragas tratando de contener las lágrimas.
—¡Yo no soy ninguna puta! —grito molesta poniéndome mi ropa. —¡Es su marido que es un infiel de mierda!
Aún desnudo, Adâo se levanta de la cama apuntándome con la pistola. Con la de arriba, el arma. Y con lo otro aún también.
—¿Crees que voy a hacerte caso? —me dice Elsa. Me mira de arriba abajo con desdén —Sólo mira como vas vestida, con eso lo dices todo.
—Hace unos minutos me he tragado el semén de su marido porque él estaba empujándome la cabeza hasta el fondo. —entrecierro los ojos expresando gusto. Lo miro a él, que aún desnudo y con el pene erecto, me apunta a la frente. Tomo el cañón de la pistola y lo pongo bajo mi mentón. —Venga, Adâo. Mata a esta puta que has contratado para un simple polvo. Venga, dispara.
Siento que se acerca cada vez más a mí. Su boca cada vez está más cerca de la mía.
Cuando se acerca más, me aparto violentamente empujándolo a un lado. Choca contra una mesita y queda tendido en el suelo a lo largo.
Me agacho tomándolo del mentón.
—Puta tu madre, ¿me oyes? —le digo. —No quiero saber nada más de ti. Jamás.
Lanzo mi pie contra sus pelotas. El portugués tira la pistola a un lado por el dolor y se retuerce en el suelo, sujetándose sus partes.
Lo miro con desdén y paso al lado de Elsa.
—Pídele el divorcio. —le digo. —Yo no soy la única 'puta' —hago las comillas con los dedos— con la que ha estado.
—¡Maldita ramera, fuera de mi casa! —sigue gritándome Adâo en lo que bajo las escaleras. Maldito cobarde.
—¡Metiéndote en la cama de mi hombre! —recalca las palabras mi hombre cómo si a mí me interesara algo más de Adâo que no fuera su polla y su forma de violenta de darme.
Mientras bajo, voy observando cada zona y dos tramos de escaleras después quedo sorprendida al ver un cubículo con una mesa y una silla. Me acerco vigilando los alrededores y encuentro varios papeles de Adâo sobre la mesa. <<Un contrato con una constructora llamada Sandoval.>>
El apellido me hace caer en cuenta y los tomo para leerlos más despacio después. Los guardo en cualquier zona de mi bolso y sigo bajando las escaleras al oír pasos detrás mía.
Llego al piso de abajo con los tacones en la mano y miro hacia el piso de arriba para luego redirigir mi semblante a un hombre sentado en el sofá del salón, llevándome una sorpresa cuando este me mira a su vez.
—¿Martinee? —me dice Deniz Devrim sentado en el sofá de la casa del portugués. —¿Qué cojones haces aquí?
—¿Y tú? —repito la pregunta a modo de defensa. No me apetece contarle que me tiraba al mafioso.
No contesta nada mirando hacia otro lado y oigo los pasos del portugués que baja las escaleras, ya vestido.
—¿Todavía no te has ido? Te dije que fuera, no quiero que prostitutas como tú manchen el suelo de mi casa. ¡Fuera! —se gira para mirar al hombre que lo espera. —Deniz, siento este bochornoso espectáculo, la reunión está apunto de comenzar. —Se gira encarándose de nuevo. —Vete antes de que te entierre un tiro en el entrecejo.
—Atrévete. —le reto en un susurro casi ininteligible.
Finalmente salgo de su casa y saco mi móvil, buscando el número de los taxis de la ciudad. Me limpio las lágrimas con el dorso de la mano. He sido sometida a tal humillación, pero no sé porque esperaba algo mejor de un puto mafioso.
—¿Sí? Deseo un taxi para el Barrio Esenyurt, Calle 34, Portal A. —digo. —Lo más rápido posible, por favor.
—Listo, señorita. Allí estaremos lo antes posible.
—Gracias.
Me dirijo a las afueras de la casa, sin embargo, oigo la puerta. Me giro encontrándome al portugués con la camisa desabrochada. Si no fuera tan gilipollas... está muy bueno.
Se acerca hasta mí y mi primer instinto es soltarle el bofetón que le voltea la cara.
—¡Gilipollas! —le grito molesta. —Das asco.
—¿Qué querías que le diga? —cuestiona sobándose la zona adolorida. —Elsa es una loca, no podía decirle la verdad...
—La humillación hacia mi era necesaria, ¿no? Ahora soy la traga pollas que te provoca a ti, porque para nada eres tú el que me ha buscado las dos veces que ha pasado algo, ¿no?
—No podía decirle la verdad, Martinee, entiéndeme. —me toma de la mano. —Su matrimonio es algo importante para mis negocios, por favor, no te enfades...
—Me has humillado. —le digo apartando la mano abruptamente. —Me has tildado de puta mil y una veces.
—Tú me has dado una patada en la polla. Eso es estar ya a mano.
—¡No es lo mismo, te lo tenías merecido! —le reprocho. Limpio las lágrimas de mis ojos con el dorso de la mano. —Te has pasado. Pero, ¿que podía esperar de ti? Si no eres más que un mafioso de mierda que sólo sabe matar y traficar.
Mis palabras parecen no hacerle efecto.
—Martinee...
Oigo el taxi llegar a la acera y lo empujo ligeramente hacia atrás.
—Adiós, Adâo. No vuelvas a llamarme, por favor. —es lo último que le digo dándome la vuelta para entrar al taxi y dirigirme de nuevo a la fiesta.
Dentro del vehículo, cuando se pierde en las calles, saco los papeles leyéndolos con detenimiento.
<<Contrato con la Constructora Sandoval.
Este contrato adjunta el consentimiento de la constructora para llevar a cabo la construcción de varias sedes médicas en países como Mendefera, Eritrea, Hawassa, Etiopía y Solenzo, Burkina Faso con su nombre en el frente y con disposición a nuevas edificaciones>>
Dejo de leer, frunciendo el ceño extrañada. ¿Sedes médicas? Eso será de todo menos médico, eso lo tengo claro. Niego con la cabeza y meto los papeles de nuevo dándome cuenta de que esto que acabo de robar puede ser de gran ayuda para el bien.
Bajo la mirada pasando por encima de unos cuántos párrafos, encontrando la firma del representante legal de la Constructora Sandoval, el padre de Elsa, y de otro hombre que, al leer su nombre, frunzo el ceño extrañada.
<<Elmer Sandoval y Akim Morozov>>
√
Me doy agua en la cara tratando de aliviar la ira que me recorre entera ahora mismo.
—¡Maldito! —grito pensando en la cara del maldito portugués. —¡Maldito cabrón!
Pateo el suelo y lleno mis palmas de agua para pasarmelas por la cara de nuevo.
Decido escribirle a Bella para contarle lo que ha pasado.
Abro el móvil metiéndome a WhatsApp.
Tía, he estado con Adâo y no sabes lo que he descubierto.
Es el mensaje que le mando refiriéndome al encuentro que he tenido con Deniz.
¿Está metido en la mafia? ¿Por qué iba a reunirse con Adâo? ¿Que había en su casa?
Todo esto me agobia, sumando la humillacións la que me ha sometido el mafioso y su mujer.
—¡Mierda! —grito rabiosa. —¡Mierda, mierda!
Las cosas se están complicando, Deniz está metiendo a Bella en un jardín si está adentrándose a la mafia y yo lo he jodido todo liandome con ese maldito mafioso.
Me miro al espejo y justo alguien toca la puerta, sacándome de los malos pensamientos.
—¿Hay alguien ahí? —cuestionan del otro lado de la puerta. —¿Hola?
Es la voz de un hombre. ¿Me habrá oido gritar?
—Esta ocupado. —contesto.
—Lo sé, solo... quería preguntarte si estás bien.
Frunzo el ceño. Ando hasta la puerta abriendo y observando al hombre que estaba del otro lado.
—¿Qué más da si estoy bien o no? —refuto. —No pasa nada, de verdad.
—Veo que no estás bien. —sigue. —Sé que no nos conocemos, pero puedo ayudarte. Solo si tú quieres.
La verdad es que es atractivo; bastante, de hecho. La línea de su mandíbula está bastante marcada, es alto, de ojos oscuros y pelo un poco más claro.
—Simplemente es un mal de amores simple. —contesto. —Confié en un hombre y me trató de puta para arriba.
—¿Así porque si? —cuestiona apoyándose en el marco de la puerta. Su bíceps se flexiona y comienzo a sentir fuego uterino.
—No, porque nos ha pillado su mujer en pleno polvo.
—Joder.
—Entonces me ha dejado mal a mi para salvarse él el culo.
—Menudo cabrón.
—Sí, lo sé. Portugués tenía que ser.
—Da igual de donde sea. —habla. —A una mujer como tú no se le puede tratar así.
Enarco las cejas.
—¿Perdón?
—Lo que has oído.
—¿Me estas coqueteando?
—¿Quién ha dicho eso?
—La frase 'una mujer como tú' ha dicho eso. —me cruzo de brazos.
—Solo he dicho que tienes pinta de ser una mujer fuerte, valiente... nada más.
—O sea, ¿que no me coqueteas porque no te gusto?
Pasea la lengua por sus dientes como puedo notar y se ríe mostrando una sonrisa perfecta.
—¿A ti quién te entiende?
—Para follarme no tienes que entenderme.
Ladea la cabeza.
—¿Perdón?
—Lo que has oído. —me acerco a él. —¿Que quería decir 'a una mujer como tú'?
Sonríe de boca cerrada y me mira arriba abajo.
—Queria decir que... a una mujer tan atractiva, tan guapa... —cada vez se acerca más a mí y de repente me tona de la cintura acercándome a él. — Una mujer con ese carácter no puede ser tratada así.
—No me conoces para saber cómo es mi carácter.
—No me hace falta conocerte para saber que eres una mujer dura de roer. —me pega la entrepierna al muslo, dejándome notar la dureza que sobresale. —Y eso me gusta.
—¿Acabas de decir que te gusto? —jadeo cuándo me aprieta una nalga.
—Yo no he dicho eso.
Ladeo la cabeza y arqueo las cejas.
—¿No te pongo?
—¿Quieres ponerme?
Me quedo embobada mirando sus labios cuando los relame con ímpetu.
—Si.
—¿Sí qué?
Río.
—Si quiero ponerte. Porque tú me pones mucho a mí.
Me lanzo a sus labios y él me toma la cara con violencia para abrirse paso por mi boca. Busca mi lengua para jugar con ella como le viene en gana y toquetea mi cuerpo por todas partes.
Su anatomía se cierne sobre mí y mete la mano por la parte baja del vestido.
Pero soy ágil a la hora de pararle la mano tomándolo de la muñeca y separándome de él.
—Aquí no —jadeo. —. Vamos a mi casa. Bueno, a mi hotel. Allí tengo una cama muy cómoda donde puedes darme hasta que amanezca.
Él me sonríe antes de besarme de nuevo pegando todo su cuerpo al mío.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro