Capítulo 17: 'La noche de todos los demonios'
Bella.
Su espalda choca contra la pared del largo pasillo en lo que yo me lanzo contra sus labios como una posesa.
Posa su mano en mi culo y yo coloco ambas a cada lado de su cara, manejándolo como me da la gana. Tomo una cuerda de la parte de atrás del corsé, tirando de ella para sacarlo y con la otra mano desabrocho el pantalón del mercader, el cual me abre paso pero se queda enganchado en su cadera.
—Bella... —musita contra mi boca cuando mi mano se cuela por su ropa interior.
Lo ignoro y sigo besándolo, tratando de olvidar la rabia que me hace sentir el recordar lo que vi.
—Bella, joder... —jadea cuando entorno la palma sobre su erección.
—¿Qué coño te pasa ahora? —farfullo extasiada sin soltar el falo.
No contesta pero sus ojos chocan con los míos y detengo el movimiento.
—No podemos llegar a este punto. —susurra
—¿Qué punto? —murmuro.
—¿Vamos a hacer esto estando enfadados? ¿Sin haber hablado durante días?
—¿Qué te crees? —no controlo lo que digo. —¿Que te estoy pidiendo matrimonio? Solo quiero que me la entierres y punto, no te estoy pidiendo un hijo y una vida juntos.
Ríe sin ganas.
—Deja de hacerte la que no quieres hablar de nada y que me odias, Bella, porque ambos sabemos que no es cierto.
Me separo con brusquedad apretando los dientes.
—Si vas a venir con tus charlas ridículas y no vas a echarme un polvo, me voy. No quiero oír ahora tus estúpidos discursos. —gruño molesta. Me doy la vuelta dispuesta a irme pero me toma del brazo y me lleva hasta él otra vez. —Déjame.
—Te guste o no me vas a tener que escuchar. —informa.
—Ya te he dicho que no. —me mantengo firme.
—Me da igual lo que digas, me vas a escuchar porque no voy a dejarte ir por un malentendido. —asegura acercándose a mí.
—¿Un malentendido? —río irónica. —Te estabas besando con ella, joder. ¿Eso es un malentendido?
—El día que dejes tu maldita cabezonería, —me señala la sien refiriéndose a mi cerebro. — esto comenzará a funcionar.
—O sea, te lías con tu ex ¿y encima me llamas tonta? —me hago la ofendida. Me doy la vuelta de nuevo. —Hasta luego.
—Que no, espera.
Decido detenerme y girarme. Me cruzo de brazos.
—Tienes 30 segundos.
Parece prepararse antes de hablar.
—Mira, Bella, —suspira. —lo que viste ese día es cierto, eso es obvio. Solo que no era lo que parecía. Yo no estoy con Yendal. No la quiero. No quiero volver con ella. No me interesa, ya.
—¿Entonces porque te estabas besando con ella? —farfullo rabiosa. —¿Te apeteció jugar a padre de familia de repente?
—No, joder. ¿Es que no lo deduces?
Ladeo la cabeza extrañada.
—¿Deducir el qué?
—Madre mía, Bella. —resopla abrochándose el pantalón. —Yendal iba a meterse a rehabilitación durante un tiempo. Pero ella no quería. —mi mente empieza a entender las cosas y me doy una bofetada mental <<Eres idiota>> —La única forma que logré de convencerla fue diciéndole que si iba, volvería rehabilitada y seríamos una familia feliz. Estaba fingiendo, por cruel que suene, pero era por su bien, por el mío y por el de todos.
Me quedo muda intentando que mi conciencia deje de gritarme por todos lados que soy ridícula.
—Adrer...
—Jamás quise volver a tener nada con ella. —me coge del brazo y me pega a él. —Nunca. Lo único que quería era que se rehabiltara, que iniciara una nueva vida lejos de mí y de Fatma.
Paso saliva oyendo sus palabras las cuales me hacen recapacitar. <<Menuda mierda...>>
—Adrer, perdóname.
—Bella...
—De verdad. —lo interrumpe. —Perdóname, por favor, mi impulsividad no me dejo ver más allá, la llamé, le conté, lo jodí todo, perdóname, por favor...
—No pasa nada, Bella. Te perdono. —contesta tomando mi cara entre sus manos. —Yo debería haberte contado esta parte del plan.
Ambos reímos y es entonces cuando me besa; pero ahora, es una forma completamente distinta de besar. Es un beso dulce, suave, que busca y encuentra el cariño que se profiere entre dos personas que realmente desean unirse.
Dura unos segundos más hasta que nos separamos.
—¿Recuerdas lo que te dije en el coche?
Mi mente evoca sus palabras de ese día, <<—No quiero que la primera vez sea en un coche, Bella. Aquí no puedo hacértelo hasta la saciedad.>>
Asiento con la cabeza.
—Opino lo mismo de este pasillo. —sonríe y siento que me derrito. —Vámonos de aquí. ¿Entonces todo bien?
—Sí. —asiento suavemente. —
Avanzamos por el pasillo que da a la parte trasera del salón.
—Oye, ¿qué era lo que hablabas con Demir? —cuestiono mientras seguimos andando.
—Nada en especial. —me mira. —Es cierto que quería cambiar de abogada, pero me dijo que estabas aquí y dejé el tema de lado, prefería arreglar las cosas contigo.
Sonrío ante sus palabras y llegamos al lugar donde la gente sigue moviéndose al ritmo de ABBA.
—Voy a despedirme de las chicas. —farfullo.
—¿A dónde vamos?
Mis labios se tornan en una sonrisa ladeada.
—Vamos a mi hotel, señor Bulshoy.
Me adentro entre la gente y rápidamente me encuentro a las tres.
—¡Chicas! —les grito. —¡Me voy!
—¡Maldita! —me dice Martinee. —¿Dónde te vas y con quién?
—No vayas al hotel en un rato. Me voy con Adrer.
—¿¡Con Adrer?! —gritan las tres a la vez.
Asiento con la cabeza.
—¡Sí, luego os cuento! ¡Adiós!
—¡BELLA!
Me pierdo entre la gente saliendo de nuevo y encontrando al hombre que deseo en el mismo lugar donde estaba cuando me fui.
—Listo. ¿Nos vamos?
√
Cierro la puerta del ático del Nydia con fuerza. Las manos de Adrer no se separan de mi cuerpo, sus besos pecaminosos me calientan átomo por átomo; siento que estoy en ebullición. Se pega a mi cuello metiendo las manos por mi corsé.
Unos ladridos lo detienen y es entonces cuando enciendo la luz encontrándome con Max, que mira al mercader con sorpresa.
—¡Max! ¿Cómo estás? —lo saludo. Cuando termino, mira extrañado al muchacho detrás mía para posteriormente lanzarse contra Adrer, pero moviendo la cola y moviéndose para que lo acaricie. Él comienza a reírse mientras lo soba. —Le caes bien. Y eso es raro.
—¿Cómo iba a caerle mal? —volteo los ojos ante su chulería. —Yo le caigo bien a todo el mundo.
—A mí no.
Río y lo tomo del brazo, llevándolo escaleras arriba y cerrando la puerta de mi habitación.
Me giro encontrando los labios del mercader otra vez, me busca con necesidad y sus labios visitan cada centímetro de piel descubierta. Mis senos se erizan ante el tacto de su boca, siento un calor en la zona baja de mi cuerpo que ruega por él.
Sus manos llegan a la parte de atrás de mi corsé, tirando de las cuerdas que me dejan en sujetador.
Se desabrocha el pantalón, me toma de la parte baja de los muslos y me pega contra él. Me lleva hasta la cama quedando sobre mí. Se deshace de mi falda y de mis medias, dejándome nada más en ropa interior sobre las sábanas rojas de mi cama.
Se quita el resto de la ropa, quedándose totalmente desnudo frente a mí y babeo, dejo mi móvil sobre la mesita dejándolo ligeramente apoyado sobre la lámpara y mirando la hora, <<01:46>>
Su torso está esculpido al igual que su abdomen, cubierto de una fina capa de vello. Su miembro es de un buen tamaño y aquí me pregunto a mi misma, <<¿Qué he hecho para merecerme este hombre?>>
—Hay condones en esa mesita. —señalo la cajonera del lado contrario.
Anda hasta allí, tomando el profiláctico que abre y se coloca con facilidad.
Se viene contra mí de nuevo, dejando besos húmedos por mi cuerpo. Mis piernas sobresalen por el filo del lado izquierdo de la cama, así que toma mi muslo y me mueve hacia arriba quedando de cruce sobre las sábanas.
—Adrer... —jadeo cuando una de sus manos toma las copas de mi sostén y con sorprendente gracilidad se deshace de él.
Se acerca a uno de mis senos erguidos, llevando los labios contra ellos y lamiendo, arrancándome un jadeo. Su boca visita cada centímetro de mi pecho, robándome gemidos suaves.
Lo siento contra mí, todo mi cuerpo está erizado y es entonces cuando mete su mano por mis bragas, llegando hasta el sexo húmedo que lo espera ansioso.
—Mira cómo estás... —farfulla sonriendo de lado.
Uno de sus dedos recorre la entrada empapada, mi respiración se acelera y en ese momento tira de las bragas arráncandolas de su lugar, dejándome completamente desnuda y con mi sexo a su merced.
Me mueve más al medio de la cama, arrodillándose en el suelo frente a mis piernas abiertas.
—Te mereces que te venere, Bella. —musita con un tono gutural cubierto de lascivia y deseo.
Se acerca hasta mi entrada y pasea la lengua por la zona, robándome el escalofrío que recorre toda mi espina dorsal.
El músculo de su boca se pasea por cada milímetro de la entrada, es entonces cuando interna uno de sus dedos en mi vagina y su boca se pega al manojo de nervios hinchado que ansiaba que tocase.
Suelto un gemido cuando succiona y captura el clítoris entre sus dientes. La velocidad de su dedo aumenta y los movimientos son serpenteantes. Mete otro dedo mientras su boca sigue jugando con la perla hinchada que me roba jadeos.
Su otra mano magrea mis senos, llega hasta mi cuello y aprieta ligeramente, cortando el gemido que suelto cuando su boca hace fuerza en dicho punto.
Siento latigazos de placer que me cruzan entera, mi corazón late frenético con los movimientos de sus dedos dentro de mi y de su lengua sobre mi sexo.
Sus dedos añaden velocidad a sus movimientos, comienzo a notar una acumulación en el estómago y sigue moviendo la boca sobre mi clítoris.
Me aferro a las sábanas, instintivamente mi cadera se pega más a sus labios, su mano no me deja gemir y me retuerzo de placer cuando me escurro entre sus dedos y el orgasmo que llega empapa la sábana.
—¡Adrer! —jadeo entrecortada mientras sus dedos y su boca siguen trabajando en mi zona; siento que me derrito, siento que chorreo y se me retuercen hasta los dedos de los pies. Se me arquea la espalda y no puedo evitar jadear como una loca.
La sensación dura alrededor de quince segundos, quince segundos en los que he sentido mi alma salirse del cuerpo.
—Te lo debía. —jadea levantándose. —Ábrete bien, Bella. Quiero que entre toda.
Obedezco aún tratando de calmarme, mi respiración sigue desacompasada.
Abro bien las piernas, atornillando las puntillas en la cama y levantando la pelvis.
Siento los músculos de mi sexo abrirse cuando se lanza sobre mí, dejando sus brazos a los lados de mi cabeza y entrando en mí sin cuidado.
Tardo en acostumbrarme, hace tiempo que no tenía sexo.
Mis manos viajan a su espalda, mis piernas se atornillan a la parte baja de su espalda y comienza a embestir con suavidad.
Conforme pasan los choques, aumenta la velocidad y la dureza de sus movimientos. Jadeo contra su cuello, araño su espalda cuando la mete entera. Me siento llena, noto un calor desgarrador dentro de mí el cual se torna placentero a los pocos segundos.
Sus caderas chocan contra las mías de forma grácil; cuando la mete levanta un poco las caderas y eso logra tocar puntos dentro de mi canal que me roba jadeos.
Las embestidas cada vez son más bruscas, me arranca gemidos y su boca visita mis senos cada poco.
Adrer es todo lo que no esperaba en cuanto al sexo, es bastante rudo.
Él jadea y maneja mi cara como le apetece besándome acto seguido.
—Creo que eres la mujer más apretada con la que he estado. —gime repitiendo la misma secuencia durante un rato. —Me encantas, joder.
Duramos un rato más en dicha posición, hasta que se aparta y me gira, dejándome en cuatro y con su pene apuntando a mi sexo.
Entra con violencia y toma mis caderas, moviéndolas hacia adelante y hacia atrás con los duros golpes que me da.
Mis manos aprietan las sábanas, las suyas viajan por todo mi cuerpo dejándome pequeña ante su grandeza; eso me hace empaparme aún más, pensar en lo grande que es él hombre que me está follando es algo que me excita de sobremanera.
Su mano derecha viaja a mi cuello y me levanta del torso sin dejar de dar los choques que siento que van a partirme. Oigo su respiración agitada detrás mía, sus labios tocan mi cuello de nuevo y los jadeos que me roba son incontenibles.
Su otra mano viaja hasta mi culo, dándome la nalgada que me pica y repartiendo dos más. Me hace bajar la cabeza de nuevo y me toma del pelo, no dejándome apoyar la cabeza y repartiendo rudas embestidas que me hacen ver las estrellas.
Aprieta mis senos y los magrea, jugando con ellos como si fuesen completamente suyos. <<Ahora mismo, suyos, nada más>>
Cuando se cansa, se tumba en la cama con las piernas en forma de rombo. Me monto encima de él, su pene me invade de nuevo.
—Me toca, señor Bulshoy. —jadeo moviendo las caderas de lado a lado. Balanceo las caderas sobre él, toma mis senos con sus manos y los aprieta.
Comienzo a mover las caderas de arriba abajo, dominando el movimiento cuando lo ejerzo como si me restregara contra él a la vez que las balanceo sobre su erección.
Adrer me toma del cuello y apoya los muslos en la cama, recibiendo con gusto los golpes de mi cadera contra su pene. Siento su glande hinchado dentro de mí, cada vez me balanceo más rápido sobre él.
Él suelta jadeos acompasados con los movimientos de mi cadera.
Sigo moviéndome durante un rato más, sintiendo mis muslos arder por el esfuerzo que supone.
Llega un punto en el que me detengo y me toma del cuello, siendo él el que se mueve debajo mía. Ancla los muslos chocando contra mí; el golpeteo de nuestras carnes es lo único que se oye por la habitación, unido a nuestros gemidos y jadeos.
En ese instante, me toma del cuello ejerciendo fuerza y dándome la vuelta, dejándome de nuevo en la cama con las piernas en alto.
Me toma los tobillos y se adentra en mi canal repartiendo choques que me hacen gritar. Es la vez que más adentro lo siento y noto mi orgasmo acercarse.
—¡Adrer! —jadeo.
Sus movimientos se tornan bruscos a los pocos segundos, palpa mis senos y embiste como un animal al punto de que yo misma noto mi sexo encogerse alistando el orgasmo.
No puedo parar de gemir, me mareo sobre la cama y siento que me deshago; sin embargo, es el segundo orgasmo lo que está llegando. Su mueca se transforma en una de placer cuando mi sexo se encoge soltando el chorro que me arranca mil y un gemidos. Me deshago entre sus piernas, a su antojo, el orgasmo que llega deja las sábanas manchadas.
Sus embestidas siguen y mis jugos empapan las sábanas. Él gime repetidas veces, siguiendo con los choques.
Su expresión es de puro placer cuando queda sobre mí, uniendo su pecho con el mío, su boca con la mía, todo su cuerpo toca el mío y se derrama dentro de mí soltando gemidos varoniles. La cabeza me da vueltas todavía.
Mi respiración se acompasa minutos después y me acomodo dentro de la cama junto a él. Logro estirar el brazo hasta la mesita para encontrar dos cosas; son las 03:23, y tengo un mensaje de Martinee que dice <<Tía, he estado con Adâo y no sabes lo que he descubierto>>.
No me da tiempo de contestarle, caigo dormida abrazada a Adrer, sus piernas entrelazadas con las mías, mi pecho pegado al suyo, mi sexo muy cerca del suyo... quedamos dormidos como si fuésemos una sola persona, unidos después de que se confirmase oficialmente que Adrer Bulshoy me ha hecho suya, y yo le he hecho mío.
√
Deniz.
Toco la puerta de la mansión del mafioso portugués, un soldado suyo me abre la puerta. Me llego hoy un correo de Adâo diciéndome que hoy se reuniría con el dueño de Los Padrinos de La Noche; hoy, 31 de octubre de 2019, dictaría yo mismo si entraba a cubrir a Julio Roberçi o si dejaría que, básicamente, me matasen a mí y a la abogada, ya que es la única persona cercana que tengo.
De ese mismo caso, la policía parece que no encuentra nada; el cadáver del mafioso aún no ha sido hallado y no tienen muchos sospechosos de los que tirar, no hay que tener muchas luces para saber que Julio y su panda eran mafiosos disfrazados de empresarios, lo más probable es que decreten que ha sido un ajuste de cuentas y listo.
El soldado del portugués me mira de arriba abajo antes de hacerse a un lado y dejarme pasar.
—Espere al señor Adâo en el salón, por favor. —me dice y asiento, andando hasta el sofá de terciopelo rojo en el que me siento. El boyevik se acerca. —¿Desea algo? ¿Vino, té?
—No, gracias.
<<Qué agradable>>.
Pasan varios minutos en silencio hasta que oigo unos ruidos en la parte de arriba de la casa.
—¡Maldita ramera, fuera de mi casa! —Es la voz del portugués la que grita eso.
—¡Metiéndote en la cama de mi hombre, fuera!
Oigo unos pasos bajando las escaleras a trompicones. Me sorprendo y miro de reojo, encontrándome con una muchacha vestida de rojo. Sostiene sus tacones en las manos y cuando se gira para mirar hacia el psio de arriba, me quedo sorprendido al reconocerla.
—¿Martinee? —cuestiono extrañado al verla. Es la amiga de Bella. —¿Qué cojones haces aquí?
—¿Y tú? —pregunta.
Trago saliva y más personas bajan las escaleras.
—¿Todavía no te has ido? —es el portugués. —Te dije que fuera, no quiero que prostitutas como tú manchen el suelo de mi casa. ¡Fuera! —se gira para mirarme. —Deniz, siento este bochornoso espectáculo, la reunión está apunto de comenzar. Se gira encarando a la abogada otra vez. —Vete antes de que te entierre un tiro en el entrecejo.
Martinee bufa molesta y levanta sus tacones para salir por la puerta, dando un golpe.
—Terçi está apunto de llegar, Deniz. Espéreme aquí unos minutos, ¿sí?
Asiento.
—No hay problema.
Sonríe y sale detrás de Martinee.
Me quedo sentadito en lo que minutos después, vuelve dentro.
—Todo perfecto, Devirm.—me señala el piso de arriba. —Vamos a la sala de reuniones.
Subimos dos pisos por las escaleras hasta que llegamos a una especie de desván, en el cual, hay miles de asientos, neveras, y ceniceros por toda parte.
—Hazte cerca mía. Los Padrinos de La Noche están llegando.
Minutos después, la mafia griega aparece por el lugar. Terçi Fergusson me lanza miradas asesinas, al igual que Ricco.
Han traído a tres personas más de las cuales desconozco su identidad.
—Buenos días, señor Devrim. —murmura el griego. —¿Qué ha sido de su vida? Espero que nuestros encuentros le hayan servido para tomar bien su decisión.
—De eso estoy seguro. —farfullo con frialdad.
En verdad, tengo miedo de lo que signifique mi decisión, es algo importante y lo que yo he elegido puede costarme la vida, aunque si hago las cosas bien puede que salga bien parado.
—Orden, orden... —dice el capo portugués mandando callar la algarabía que los griegos formaban. Cuando todos están en silencio, se dirige a mí —Bien, Devrim... ya sabes que tus actos tienen consecuencias y por eso, tenías que elegir entre la mafia, o la muerte. —informa Adâo. —El asesinato de Julio Roberçi ha significado algo importante para esta organización. Y ahora, Deniz, tú eliges si pagar las consecuencias con actos, o con tu vida. —suspira, mirándome fijamente. —¿Qué has elegido hacer, Deniz?
Paso saliva poniéndome de pie y mirando de reojo a todos los griegos que me observan fijamente. Suspiro hondo y contesto:
—He decidido que voy a unirme a su mafia, señor Fergusson. —hablo ahora mirando a Terçi, que mira a sus soldados con incredulidad.. —Cubriré el puesto de Julio, y de quién haga falta.
Los griegos se miran entre ellos y devuelvo mi mirada a Caveira.
—Bien. —me dice. —Eso significa que debes respetar todos los códigos que Los Padrinos de La Noche siguen, y además, eso te incluye como miembro directo de La Guerra de Las Mafias. —saca de la parrilla de su mesa un papel plastificado. —Aquí tienes un esquema de los bandos, así que espero que te lo sepas. —se levanta de la mesa. —Ahora, te dejo hablar con tu nuevo jefe. Un gusto, Deniz.
<<Que hombre tan agradable. Quién diría que es mafioso>>
Asiento y baja las escaleras del desván. Desvío mi mirada a los griegos, los cuáles me observan con desdén.
—Mire, señor Fergusson...
—Llámame Terçi. —me habla el afentikó. —No me gustan los lameculos que me hablan de usted.
—Terçi... —farfullo. —Sé que no empezamos con buen pie, eso es evidente... Pero quiero que sepas que voy a hacer todo para que podamos trabajar en paz.
El mafioso entrecierra los ojos, levantándose de golpe y sobresaltándome.
—Yo no quiero trabajar en paz contigo. —me dice. —Es más, como si nos odiamos. La única forma de la que vas a sobrevivir aquí es si haces bien el trabajo de Julio.
—¿Cuál era exactamente? —cuestiono.
—Era mi mano derecha, Deniz. —informa. —Mi sicario, contador e informante de las cosas de la ciudad. Espero que cubras bien ese puesto, llevándonos bien o mal, es la única forma de la que vas a sobrevivir.
—Bien...
—Que así sea. —dice asintiendo levemente. Parece que se va, pero se gira diciendo algo en griego que hace que sus soldados se vayan contra mí. — Κάντε το σημάδι.
—¿Qué? —me remuevo tratando de evitar a los soldados que me tumban de la silla y me toman de los brazos. —¡Parad! ¿Qué coño hacéis? ¡Basta!
—Estate quieto y será más corto...
Entre todos me levantan las mangas de la chaqueta, hay uno con las muñecas al descubierto y me permite ver la forma ovalada marcada en su piel rodeada por un cuadrado. El color que la tiñe es el de la sangre y es entonces cuando lo entiendo. <<Es la marca de la mafia. Me la van a hacer. El delta griego>>
Uno saca un palo alargado con un pequeño círculo. Otro de ellos toma un mechero y enciende el círculo y el último me clava el cuchillo en la muñeca haciendo el cuadrado que me hace gritar.
Cuando está encendido, me clava el sello en la piel y arde. Las lágrimas se me salen involuntariamente, me trago el dolor tratando de no gritar pero el ardor se torna insoportable. Me dejan eso sobre la piel durante, al menos, doce segundos de agonía.
Cuando lo retiran, huelo a piel quemada. Me sueltan, me apoyo contra una mesa tomándome la muñeca tratando de soportar el dolor y logro ver la forma del delta dibujada en mi muñeca a la perfección, con sangre alrededor y un tono rojizo tintando la letra griega.
No soporto el dolor, siento que se me va a caer la muñeca, no la puedo mover, es como si se hubiese roto en mil pedazos. Me limpio las lágrimas con el dorso de la mano izquierda y ya no siento la mano. Me han marcado como si fuese un animal.
—Listo. —dice Terçi a sus soldados. —Ya está, Deniz. Ya tienes la marca de la mafia griega. —sus soldados me toman del pelo, llevándome hasta la silla, y otra vez obligándome a mirar al afentikó. —¿Juras lealtad a esta mafia, aún así eso te costase tu propia vida?
Jadeo tratando de soportar el dolor que avasalla mi muñeca, <<¿Acaban de calcinarme la muñeca y ahora quieren que les jure lealtad eterna?>>
Trato de controlar mi respiración y el afentikó se exaspera tomándome del mentón.
—¿Lo vas a prometer o voy a tener que pegarte un tiro en el entrecejo? —continúa. —¿Prometes poner a Los Padrinos de La Noche por delante de tu vida, de ti mismo? Esto es como una hermandad y la traición se paga con traición, y sangre. Mucha sangre, Deniz.
Bufo apretando los labios.
—Lo prometo. —digo finalmente chirriando los dientes por el dolor.
—Perfecto. —me tira un papel que cae sobre mis muslos. —Este es el mapa de laboratorios que tenemos por la ciudad. Los correos te llegarán en clave, pero si tienes dos dedos de frente entenderás la ubicación y la hora. —me tiende la mano y me quedo mirándolo con desdén. —Bienvenido. —no le tiendo la mía y es entonces cuando su palma golpea mi mano herida, provocando que sienta el dolor que amenaza con partir mi mano en dos. —¡Te he dicho que bienvenido!
Finalmente, decido tenderle la palma.
—Gracias.
—Oficialmente, perteneces a Los Padrinos de La Noche. Bienvenido.
√
Llego a mi casa yendo de lado a lado.
Mi mano derecha sujeta la muñeca herida. Logro cerrar la puerta con dificultad, gruñendo por el dolor de la herida. La miro de reojo. Es horrible, el cuadrado que rodea el delta está ensangrentado, pero no brota. La marca, sin embargo, está teñida de un rojo vivo que si toco, aparte de que arde, hace brotar hilos sanguinolentos.
Subo hasta el segundo piso, recordando lo sucedido en esta casa ayer. <<Sus manos estuvieron entorno a mi pene>>.
Me relamo los labios solo de pensarlo, joder. Esa mujer, esa diosa del infierno me dió el inmenso placer de masturbarme y peor aún, sobre la cama en la que deseo hacerla mía y follármela hasta que se le acabe la voz.
Bella Jones es una maravilla, pero tiene un gran defecto; su belleza desmesurada hace que esté cotizada, necesito asegurarme de que ella es mía, que nadie más la toca. Ella tiene que ser solo mía, no puedo permitir que nadie más esté con ella. Es mi deber como el hombre que ella anhela.
Es por eso que decidí hackear su móvil; no fue una tarea muy complicada. Los móviles poseen un número único del cual datan en el registro, conseguí el suyo, logré meterme al almacenamiento y liberar espacio para acceder al micrófono, allí, lo dejé encendido y así puedo oír todo lo que Bella hace. Acceder es muy simple, solo tengo que conectar mi dispositivo al suyo con una aplicación y meterme al micrófono. Y ella no sabrá nada, pues no será notificada.
Entro al ordenador de mi cuarto, metiéndome al dispositivo y conectando con 'Móvil Bella'. Tarda unos segundos antes de conectarse y acceder al mismo menú que ella tiene ahora en su móvil. Me meto al micrófono abierto encontrándome unos sonidos que hacen que mi alma caiga al suelo.
—A ver, ¿qué haces, Bella?
La oigo gemir, sé que es ella, oigo como la cama se mece y el golpeteo de las carnes. El sonido me hierve la sangre en cuestión de segundos, <<Hay otro hombre haciéndola suya>>
Salgo del micrófono metiéndome a la cámara del móvil, viendo la imagen que no quería ver. No hay una perspectiva entera, pues se alcanza a ver lo justo, supongo que estará apoyado muy poco sobre algo, pero logro verla a ella sobre su cama de sábanas rojas en su hotel.
Está completamente desnuda, a cuatro patas, gimiendo como una perra y con un hombre dándole desde atrás. Es un hombre de torso pulido, es bastante sensual, no puedo negarlo. Su pelo se mueve con cada golpe, corto pero bien peinado.
Mis ojos se llenan de lágrimas pero no puedo evitar la reacción inmediata de mi cuerpo al verla así, aunque me mate de ira. Ese hombre no se ha dejado ver todavía la cara, ya que mira abajo contemplando el espectáculo que da la pelirroja.
—¡Mierda, mierda! —grito iracundo. Me levanto al instante, llevando abajo todos los objetos que hay al lado del ordenador. —¡Ese espectáculo debería verlo yo, nada más! ¡Ella es mía, de nadie más!
Siguen follando como si nada. Mis ojos se llenan de lágrimas y pateo todo lo que he derribado anteriormente.
Ella cada vez gime más alto y me duele no ser yo la que provoca eso. ¡Ese maldito...!
Es entonces cuando él muestra la cara. Levanta el rostro dejándome ver un poco de sus facciones. Efectivamente, es turco también, con facciones árabes. A pesar de que su rostro está transformado por el evidente placer, se puede distinguir quién es pero no lo he visto nunca.
Saco mi móvil con rapidez, antes de que baje la cabeza y tomo una foto de su rostro, guardándola porque se que me va a ser de ayuda. Voy a acabar con el cabrón que se está tirando a mi mujer.
—Te tengo, hijo de puta. —jadeo molesto. —Vas a pagar el haberte acostado con Bella.
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