Capítulo 12: 'Confuso'
Bella.
—Tiene una hija. —suelto de repente.
Mi amiga se gira y me mira con los ojos abiertos.
—¿Perdón?
—Sip. Siete añitos tiene. —informo.
—¿Y quién es... su madre? —titubea.
Trago con fuerza.
—Una alcohólica.
—¿PERDÓN?
Le doy un golpe en el brazo derecho, pues eso se ha oído por toda la oficina.
—Calla, ¡gilipollas! Pero ya está reinsertada, eh. Al menos eso me ha dicho él...
—Menudo despiporre tiene montado Adrer. ¿Y tú te fías de un hombre? Espero que lo controle bien y que no te salpique. —se gira, haciéndome un puchero. —¿Cuándo lo conozco?
—Nunca. —musito, cortándola. —No quiero que salga corriendo. Además, ya lo viste el día del Bazar.
—¡Oye! —se ofende. —Yo soy una persona normal. El día del Bazar no cuenta, lo vi de reojo, estaba ocupada riéndome de ti por la ostia que te diste.
—Sí, claro.
—¿No tiene algún amigo árabe, así, buenorro que me venga bien?
—No lo conozco tanto.
Martine chasquea la lengua.
—Pues ya puedes conocerlo. Estoy harta de estar sola y un turco que me haga de todo no me vendría mal.
—Menuda pervertida.
—¡Me refiero a cosas del hogar, enana mental!
Ambas reímos en voz baja ante su comentario y seguimos con el trabajo.
Desde el domingo no he vuelto a hablar con Deniz, no sé si ahora todo será más incómodo, pues saber que estuvimos apunto de hacer lo que todos sabemos igual ha resentido el vínculo abogada-cliente. Sólo sé que ha sido un conjunto de días movidos, sin duda alguna. El sábado fuimos a BOA, el domingo quedé con Deniz y nos besuqueamos y de todo y creo que todos sabemos que pasó el lunes.
Si toda mi vida en Estambul va a ser así, estoy segura de que no voy a soportar este ritmo tan frenético de vida.
√
El último mensaje con el mercader ha sido hace una hora, es decir, en mi hora del descanso a las once y media. Es mío, contestándole a un mensaje sobre que el sueña ser millonario y tener muchos perros.
'Yo soy más de gatos. Sino, no quiero nada'
Fue mi respuesta. Y desde hace una hora, no me contesta nada.
Bufo y busco entre los papeles la citación del psicólogo con Deniz.
'5 de noviembre de 2019'
Le hago una foto con el móvil y se la mando.
El último mensaje fue cuando iba a venir por mí, es decir, el domingo. No sé si preocuparme. <<¿Por qué me están entrando todos los hombres ahora?>>
Antes de irme de Chicago me lié con Axel, luego con Deniz, y por último he pasado la línea de juntar los labios con Adrer.
<<Has juntado labios con otra cosa, más bien>>
Madre de Dios. Voy a ir al infierno.
Salgo de mis soliloquios y peleas internas cuando mi móvil comienza a vibrar segundos después de mandarle la foto a Deniz.
Me sorprende ver el nombre de Adrer en la pantalla.
Frunzo el ceño por inercia y contesto.
—¿Sí?
—Hola, Bella. Necesito hablar contigo de un tema serio.
Trago con fuerza. <<Se ha enterado de que eres una puerca>>
—Claro, dime.
—No, por aquí no. Es serio y necesito que quedemos. ¿Hoy te viene bien? Es urgente.
—A ver, Adrer. Creo que estamos yendo demasiado rápido en todo. Por favor, dame algo de tiempo.
—No es eso. —contesta. —Es que necesito tus servicios.
No puedo evitar fruncir el ceño, por inercia, aunque sé que no me ve.
—¿Mis servicios?
—Sí. —dice. —Quiero demandar a mi exmujer, Yendal. Quiero quitarle la custodia de mi hija, y aunque tengo pruebas contundentes, necesito de tu ayuda. —informa y me quedo de piedra. —¿Puedes venir a mi casa a las 19?
—Mmm, sí...
—Vale. —repone serio. —Creo que ya tienes la dirección. Nos vemos, Bella.
Cuelga el teléfono sin darme la oportunidad de decir nada más. Martine se acerca sonriente.
—¡Nena! —dice contenta, con unos papeles en la mano. —¡Mira es...! —se fija en mi cara, todavía denotando sorpresa. —¿¡Qué pasa?! ¡Se ha muerto tu madre!
—¿Qué? ¡No!
—¿¡Qué pasa!? ¡Dios mío, estás blanca como Casper!
No contesto y se me sienta al lado.
—Bella, dime a quién tengo que matar porque sino...
—Me ha llamado Adrer. —digo, carraspeando la garganta. —Me ha dicho que vaya a su casa a las 19, necesita que le asesore con la demanda para quitarle la custodia a su ex de su hija.
Miro a Martine, que se queda patidifusa.
—¿Qué?
—Sip.
—¡Qué huevos! —pone una mueca. —¿No vas a ir, no?
√
Habíamos salido de el bufete a las dos y media, es decir, media hora antes de nuestra hora de salida habitual. Ahora, Martine se encontraba conduciendo como la kamikaze que era por las carreteras de la antigua Constantinopla.
—¡Me cago en tu puta madre! —grito aferrándome a la parte baja del asiento. —¡Frena, puta loca!
Me ignora completamente y acelera más. Mi pelo se mueve hacia todos los lados como consecuencia del viento.
—¡Cómo me muera aquí mismo te voy a atormentar hasta el final de tus días!
—¡Eres una exagerada!
—¡Que frenes!
Alzo mi mano y la estampo contra su hombro, sin embargo, le da igual y no frena.
—¡Semáforo en amarillo! —chilla tan contenta cuando el lumbre se pone de color ámbar.
—¡Eso significa que frenes, pesada!
Se pasa mi comentario por dónde se pasa otras cosas y acelera aún más, tratando de cruzar la carretera antes de que se ponga en rojo.
—¡Vamos a morir! —comienzo a lloriquear cuando presiento que nos vamos a calzar una hostia que no nos van a reconocer ni por los dientes. —¡No quiero morir! ¡FRENA!
Cruza el paso de cebra y en ese momento cruzan varios coches. Veo mi vida pasar por delante mía en cuestión de segundos. Solo oigo mi corazón latiendo rápido cuando de milagro, cruzamos al lado de un coche. Los pitidos del claxon del otro conductor me aturden y Martine sigue avanzando cuando el coche roza la parte trasera del nuestro.
—¡Te odio! —grito tratando de tomar aire.
Martine ríe abiertamente y siento ganas de matarla.
—¡Disfruta, coño!
A ese paso, pero sin ningún incidente más, llegamos al Nydia a las tres menos cinco. Un viaje de una hora reducido a veinticinco minutos.
—No vuelvo a viajar nunca jamás contigo. —me quejo, suspirando aire y apreciando mi vida cuando aparca frente al hotel. —¡Para la próxima conduzco yo!
—Si, hombre. —niega con la cabeza. —Te deje mi coche para ir a la cena con el mercader y le hiciste una mamada, querida. Me niego.
—Eres una dramática.
Subimos al cuarto del hotel dónde Max me saluda contento.
—Dile a tu ratita que tenga cuidado. Ya se ha meado otra vez. —se queja Martine cuando entramos al piso.
—Déjale en paz. —bufo. —Es pequeñín.
—¿Y a mi qué me importa? —se queja. —Que deje de mearse ya.
—No le hables así a mi mascota. —me hago la ofendida poniendo un puchero. —¿No ves que está chiquito?
—Bah.
Sube las escaleras y ando hasta la cocina, buscando la fregona para limpiar el pis del perro.
Paso la fregona por el pequeño charco con el perrito mirándome con la cabeza ladeada.
—Voy a tener que enseñarte a aguantar el pis. —le digo, como si me entendiera. Yergue las orejas. —Sino la tía Martine nos va a echar a los dos de aquí.
Cuando termino, devuelvo la fregona a su posición original. Tomo a Max que lame mi mejilla y me siento en el sofá al lado del ventanal que permite ver la ciudad. La noche permite ver las luces de las casas estambulís encendidas, altos edificios con luces y pequeños puntos en el mar.
Suspiro mirando el paisaje, desearía conocer toda la ciudad pero no me ha sido posible, vivo ocupada y saliendo de un problema para meterme en otro.
De repente, mi móvil comienza a vibrar en el sofá y lo cojo, quedándome pálida al ver quién es el que me llama.
'Deniz'
—¡MARTINE! —dejo a Max a un lado para salir corriendo escaleras arriba. El animal me sigue por el lugar. —¡AYUDA!
—¿¡Qué pasa!?
Llego a la habitación encontrándome a Martine enredada en un jersey.
—¡Mira!
Le pongo delante la pantalla del dispositivo que vibra con el nombre de Deniz brillando.
—La madre que lo parió. —bufa, colocándose bien el jersey. —Cuélgale, por cabrón.
—¡No!
—Pues cógele por su cara bonita. —la miro, extrañada. —¡Es que no sé que decirte!
—¡Pues no digas nada!
Le doy a contestar y Martine me arrebata el móvil dándole al altavoz.
—¿Sí? —contesto con la voz temblando.
—Hola, Bella.
Trago fuerte y miro a mi amiga, que me incita a seguir hablando.
—Hola, Deniz.
—¿Cómo has estado todos estos días?
Suspiro.
—¿Qué pasa, Deniz? —lo corto.
Lo oigo murmurar algo en voz baja y acto seguido resopla.
—Necesito saber si mañana tengo que ir a la fiscalía o no.
Bufo echando el aire por la nariz.
—Si, Deniz, mañana tienes que ir. Buenas noches.
—¡No, espera!
Pongo una mueca de incomodidad como si él me estuviera viendo.
—Dime.
—¿Por qué no me hablas?
Carraspeo antes de responder.
—Deniz, lo que pasó el domingo es algo que vamos a olvidar los dos. —digo firme aunque me tiemblen las piernas. —Nuestra relación tiene que ser estrictamente profesional.
—En ningún sitio dice eso.
—Claro que sí. —invento. —En la Ley de... Abogados.
—¿Ley de Abogados?
Miro a Martine, que se frota el puente de la nariz.
—Sí, es una ley...
—Bella, ¿por qué me mientes?
Me quedo callada por unos segundos.
—No te miento...
—No te vas a librar de mi tan fácilmente, señorita. Acabarás enamorándote de mi, te lo prometo.
Comprimo una risa.
—Parece que no sabes con quién hablas. Adiós, Deniz.
Cuelgo la llamada sin darle oportunidad a decir nada más.
Miro a Martine, que pone una mueca.
—¿La Ley de Abogados?
—Es lo mejor que se me ha ocurrido, no me juzgues.
—¿Qué le pasa a ese hombre contigo? —pregunta retóricamente. —Te conoce de una semana y ya quiere 'enamorarte'.
Ambas nos miramos y soltamos una carcajada.
√
Me encontraba yendo a casa de Adrer. Eran las seis y treinta y dos, estoy en llamada con Martine que me maldice en todos los idiomas que conoce.
—¡Eres una perra estúpida!
—¡Tengo curiosidad! ¡Además, es mi trabajo!
—¿Acaso no tienes suficiente en el bufete? Ya verás, ¡es que te lo vas a tirar!
—¡Qué no!
<<No estás tan segura de ello.>>
Para que yo tuviese relaciones sexuales —con todas las letras— con alguien necesitaba mucho más que haberlo visto tres veces. Necesitaba confianza, que me inspirase seguridad y calma. Que con él —o ella— me sintiera en calma, que estando con esa persona nada me pertubaría.
El problema es que he hablado muchísimo con Adrer desde que me dió su número, bastante, de hecho, y desde ahí siento eso y un calor terriblemente precioso en el corazón cuando me llega su mensaje.
—Ya verás ya. Es que como lo hagas... te desgreño.
—¿Pero cuál es el problema?
—Que apenas lo conoces y no sabes casi nada de él.
—Eso es mentira. —me quejo. —Tendré que hacerlo con quién quiera y con quién me sienta segura, ¿no?
—Haz lo que quieras. Usa profilácticos, aunque sea.
Cuelgo el teléfono. Cuando Martine Statham se ponía técnica, era insoportable.
Llego a la casa de Adrer en menos tiempo del que me esperaba.
'¿Qué portal es?' Envío el mensaje.
'Portal 26'
Su mensaje tan seco me extraña.
Las casas en la primera mitad de su calle son pisos, sin embargo, en la segunda mitad son adosados y parecen bastantes cómodos, aunque se ve que no dotan de miles de lujos.
Llego al portal 26, estacionando el coche enfrente. Me bajo y toco el timbre del portal. La puerta se abre dándome paso a un pequeño descansillo y la puerta de madera del final se abre dejándome ver al hombre que hace tiempo me vuelve loca.
Enfundado en un chándal de la marca Adidas, una sudadera negra y afeitado, Adrer me recibe en la puerta de su casa.
—Bella. —murmura cuando me ve. —Pasa, por favor.
Hago caso entrando a la casa que me sorprende por su amplitud.
A un lado, la cocina y del otro el salón con el comedor detrás, justo en frente las escaleras que suben al segundo piso.
—¿Cómo estás? —me pregunta segundos después.
—Bien, la verdad...
—¿Te apetece algo ? —cuestiona. —Un té, un café...
—Un té, —contesto— gracias.
—Bien, esperáme en el sofá. Ahora te lo traigo.
Me muevo hasta el mueble sentándome allí. Segundos después, aparece el turco con un vaso humeante de té en sus manos. Lo deja sobre un posavasos en la mesa de cristal.
—Bueno, Adrer. Creo que debes contarme cuál es esa urgencia. ¿O simplemente necesitabas de mi presencia?
—Eso desde el primer día, Bella. —murmura susurrándome. —Pero es algo de mayor tesitura lo que nos reúne hoy.
—Dímelo o se me caerá el pelo de la tensión, turco.
Sonríe soltando una risita.
—Necesito de tu ayuda. De tus servicios, más bien.
Ladeo la cabeza, extrañada.
—¿De mis servicios? ¿Cómo abogada?
—Sí. —dice asintiendo. —Quiero quitarle la custodia de mi hija a mi ex, Bella. Y necesito de tu ayuda para eso.
La propuesta me cae como un balde de agua fría y noto un escalofrío recorrer mi columna vertebral.
—¿Q-qué...?
—Ella es alcohólica, Bella. —cuenta con el desespero en sus ojos. —Desde hace muchos años, ella es alcohólica y estuvo internada hace un año en una clínica, pero está volviendo a caer. Y tengo miedo, Bella. Tengo miedo de que pueda dañar a mi hija. Necesito tu ayuda.
Trato de asimilar toda la información de golpe pero son cómo miles de flashes atacándome a la vez.
—A ver, Adrer... para eso necesitas pruebas.
—Las tengo. —contesta rápidamente. —Tengo una conversación grabada con ella.
Frunzo el ceño.
—¿Una... una conversación?
—Sí.
—Adrer, estoy muy confundida. Necesito que me expliques todo esto.
Suspira durante un momento tratando de hallar el aliento para darme las explicaciones necesarias.
—Mira, Bella. Te voy a contar toda la historia. —murmura segundos después, mirándome fijamente a los ojos. Me quedo prendada pero trato de volver en sí cuando comienza a hablar: —Nos remontamos al invierno del año dos mil once. ¿Sí? Tenía dieciséis años.
—¿Tan pocos? —digo cuando mi mente discurre que tuvo a Fatma un año después.
—Sí. —musita. —Estaba en el instituto, en el último curso de secundaria. —asiento intentando prestar atención sin desviar la mirada. —Bueno, pues conocí a Yendal. Yendal Kozlov. Era compañera mía de clase, todo bastante normal hasta el momento. Nos gustamos, nos conocimos... —inevitablemente, una punzada ataca mi pecho quitándome la respiración durante un segundo, <<¿Celos?>>. —y bueno, sucedieron las cosas que suceden entre chavales adolescentes con las hormonas claramente alteradas, ¿no? Creo que no hace falta explicarlo.
Ese comentario me hizo menos gracia de la que debería haberme hecho.
Mi ojo se cerró y se abrió rápidamente durante un segundo hasta que logré retomar el control de mi cerebro y volver a mí al pensar en Adrer acostándose con esa mujer. <<Y eso que todavía no sabes ni cómo es>>
—Claro, claro. —contesto.
—Bien, pues nada, empezamos a salir casi a finales de curso de 2011. Éramos la típica pareja del clásico grupo de amigos de las películas americanas. No bebíamos, no... bueno. —suelta una risita. —Fumábamos porros.
No puedo evitar poner una mueca de sorpresa cuando dice eso.
—¿Porros?
—Marihuana, hachís... —aprieta los labios. —No bebíamos, pero fumábamos marihuana.
—¿Acaso eso es mejor?
—Ya pasó esa era, luego dejé de verle la gracia y se me pasó. —cuenta. —Bueno, el caso, que nos desviamos, mi época de consumir THC es otro tema...
—Es que no te imagino fumado. —bromeo.
—Pues me las di y tremendas, la verdad.
Ambos reímos.
Creo que verlo reír es lo mejor que me ha pasado en mucho tiempo.
—Bueno, nos desviamos. —sigue segundos después. —Estuvimos saliendo un tiempo, la verdad. Casi dos años. Incluso terminamos secundaria en dos mil once y cada uno fue a estudiar lo que quería, pero seguíamos juntos. Y bueno, creo que tampoco debo explicarte cómo es que quedó embarazada y Fatma nació... tenía diecisiete. —cuenta el mercader. —Decidimos tenerlo porque... no sé, era lo mejor. Al fin y al cabo decidimos eso y tampoco hay ningún contexto detrás.
—¿No os obligaron a casaros?
—Esa es una muy buena pregunta. —sonríe. —No, no... y la verdad creo que fue de milagro porque yo aún era menor cuando Fatma nació y la familia de Yendal sí es musulmana y muy conservadora. Me advirtieron de que iban a tomar la opción de la custodia compartida por ese mismo motivo, pero que otro 'incidente' no lo permitirían.
—Wow. —murmuro sorprendida. —Qué fuerte.
—Ya. —resopla. —El caso es que después del parto ella tuvo una depresión pos parto pero a unos niveles que jamás había visto. No quería hacer nada, ni salir de la cama, ni moverse, ni nada. —cuenta y noto sus ojos llenarse de lágrimas. No sé cómo tomarme eso, trato de hacerme entender que es por el dolor que le traen todos esos recuerdos. —No quería vivir, Bella.
Sus palabras cortan mi alma como si de una navaja ardiente se tratase.
—Tuvo que ser una época muy dura... —musito segundos después, acercándome a él.
—Lo fue, lo fue. —baja la cabeza. —Si que lo fue. Pero ya está, esa época está superada. Después de esa depresión, Yendal comenzó a beber. Y parece ser que eso sí que la enganchó. Desatendía completamente a Fatma, tanto así que yo me ocupaba de ella. Cada fin de semana tenía que ir a buscarla a un bar distinto, cada uno peor que el anterior. Tuvo muchos incidentes...
<<Hubo una vez que se escapó mientras yo estaba en el Bazar, eso fue en dos mil trece. Dejó sola a Fatma con un año con la excusa de 'sólo voy a bajar a por algo'. Llegué una hora más tarde y por suerte, la niña estaba dormida. Tuve que llamar a Ahmed, un amigo, que vino a quedarse con Fatma mientras yo salí a buscarla.
<<La estuve buscando durante dos horas. Por toda la ciudad. Por los bares que ya le tenía conocidos, pero por los desconocidos también. Tenía que encontrarla. Pero no lo logré. Y justo cuando regresaba a la que era su casa, unos hombres bajaron de una camipneta y la tiraron frente a la puerta, como si, literalmente, fuera una basura. Despertó desconcertada. Tuve que contarle todo... pero me dijo que no recordaba nada. Y que tenia una resaca de muerte.
La historia me deja conmocionada durante un segundo.
<<Madre mía... ¿qué le habrán hecho esos hombres? La sola idea de pensar en ello me aterra.>>
—Dios mío, Adrer. Qué historia tan horrible...
—Esa no es la peor de todas. —bufa. —Esto fue unos años más tarde, en 2017, fue la gota que colmó el vaso.
<<Ay, Dios.>>
<<Hubo un día que bueno, yo ya me había ido a vivir con mi madre y mi hermana de nuevo, y Yendal me dejó a la niña. Después de miles de juzgados, nos dieron la custodia compartida. Así que cada fin de semana, la dejaba en mi casa. Total, mi madre y mi hermana se quedaron cuidándola mientras yo estaba en el Bazar.
<<Durante todos esos años no fue a más, ella juró que se controlaría y durante un cierto tiempo lo cumplió. Pero ese día... se fue a beber. A un bar, perdido por la ciudad. Un lugar de mal a muerte en el que... iba gente de no muy buenas intenciones.
—Adrer...
—Salió incluso en el periódico. —me interrumpe. —'Una chica borracha, semidesnuda y desorientada en el puerto de la ciudad de Estambul'. Apareció en el puerto, con el vestido roto y borracha hasta la útlima célula de su anatomía. La encontró una señora mayor que paseaba con su perro.
Sus palabras me dejan helada. No sé que decir, no sé que pensar, no sé que opinar, ni siquiera sé que sentir.
—Adrer, yo...
—Después de aquello siguió y siguió hasta que la interné en un centro de rehabilitación en el que estuvo durante casi un año, hasta septiembre de 2018. Y ahora vuelve a beber, y tengo miedo que dañe a Fatma, ahora que está más mayor y se da cuenta de las cosas. Por eso quiero quitarle la custodia, Bella. Y necesito de tu ayuda.
No sé que decir.
—Mira, Adrer... —trato de empezar. —Yo... yo... te prometo que te ayudaré, pero... que historia tan dura, ¿no?
—Lo sé, Bella. Ella... también me fue infiel con un hombre llamado Akim. Incluso él un día salió con ella cuando aún eran amigos, y sabiendo su situación, la dejó sola en la puerta de mi casa, al borde del coma etílico. Y aún así se fue con él.
Esta parte sí que me ha dolido. No puede ocultar su dolor cuando una lágrima desciende por su mejilla, lo abrazo sin pensarlo más y se aferra a mí con necesidad. Descarga sus lágrimas contra mí y una extraña sensación de dolor me corroe, tal y cómo si viera llorar a un amigo de toda la vida. Es una sensación devastadora.
Segundos después, se separa de mi y limpio una lágrima solitaria que desciende por su mejilla con el pulgar.
—Adrer... —susurro.
—Jamás entendí por qué me hizo eso, Bella. —solloza. —Yo la quería con todo mi ser y la ayudé siempre que pudo. Y aún así se fue con otro. ¿Por qué? ¿Es que acaso no valgo lo suficiente? Ya no es un problema porque fuese ella, mis sentimientos hacia Yendal están completamente apagados. Simplemente... el saber que estuvo con otro porque yo no era suficiente me hiere.
Oír decir eso al hombre que me había hecho sentir mariposas desde que lo vi fue una sensación que no sabría expresar. Era un especie de ardor, de dolor y de quemazón interna, una especie de rencor hacia esa persona que habia hecho sufrir a una persona a la que yo le estaba cogiendo cariño. Trato de evadir esos pensamientos, diciendome a mi misma que 'era una alcóholica, tenía problemas', pero no es justificación para dañar a nadie más y menos de esa manera.
—No digas eso, Adrer. Tienes un corazón de oro y aunque no te conozca de toda la vida... —digo, tragando con fuerza. Nuestras frentes se unen cuando me acerca a él. —sé que eres especial y por eso te voy a ayudar.
Nada más termino de pronunciar esa palabra, se lanza sobre mis labios apresando los míos con los suyos.
Obedezco cuando me toma del mentón y abro la boca, nuestras lenguas se unen y sus dientes rozan mi labio inferior con el movimiento que une y junta los músculos de nuestras bocas. Ese simple acto calienta cada célula de mi organismo, la temperatura sube dentro de mi poniendo a arder mi pecho y toda mi anatomía deseando más.
Mi mano toca su nuca a la vez que la suya va bajando de mi mentón, descendiendo por mi cuerpo y el beso se prolonga durante unos cuántos segundos más, hasta que se separa de mi y sólo queda el sonida de nuestras respiraciones aceleradas en su sofá.
—Vamos a ponernos en ello ya. —río aún contra sus labios. —Necesito pruebas, documentos e incluso, a poder ser, la declaración de Fatma. —digo cambiando a un tono serio. —Y le conviene prepararse, porque vamos a destruir a Yendal Kozlov tal y cómo ella te hizo a ti quitándole lo único que le importa, su hija.
*****
Ya sé que debía esta actualización y otra más, pero estaba 'bloqueado' e igual por eso es un poco más corto. Mientras que Mar de Corazones... bueeno, sigue ahí, voy poco a poco (pero muy poco a poco) y espero subirlo pronto. Y con esto se da por terminada la primera mitad de este libro, quedan exactamente 12 capítulos para el final. Nos vemos.
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