Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

ZHAMAIN

Una bocanada de humos y vapores invadió los aposentos. La nube se tornaba iridiscente a medida que se revoloteaba entre los haces provenientes de las lumbreras de luz solar artificial. La misma iridiscencia estimulaba los sentidos de San'Mdi, al igual que las ponzoñas, cualesquiera que fuesen, bailando en sus pulmones.

El éxtasis y el estupor no eran propiedad privada a bordo del Aradia, mucho menos en Zhamain, el principal distrito del arca. El hálito estupefaciente escapaba del recinto, desde lo alto de la bóveda, para luego entremezclarse en los pasillos con el miasma de los demás aposentos. No obstante, el ímpetu de tales vapores no competía contra el torrente que San'Mdi exhalaba; prueba inequívoca de una autoridad que le pertenecía, aunque fuese de palabra.

—Veru, ¿no es ese que viene allí mi precioso y arrugado Arvogast? —Divisó a través de la tóxica neblina.

Una figura familiar, con unas astas características, se acercaba a través de los pasillos; mientras parecía ignorar los peligros del alegre miasma de Zhamain; hecho el cual no se evidenciaba en su acompañante, quien portaba una máscara que filtraba aquellos vapores. En su andar divisaban la bacanal de los módulos de placer, carentes de cualquier puerta, donde los huéspedes embrutecían su raciocinio, como si de las consecuencias hubiesen perdido noción. La lástima del vicario por aquellos celebrantes brillaba por su inexistencia.

—En efecto, Mamsell —Corroboró su criada—. Me parecer ver que viene acompañado del fortachón ese, el que nos contaron.

—Esta es una jornada que pasará a los memoriales. Qué dicha.

A medida que el viejo se acercaba al recinto de San'Mdi, los placeres narcóticos copulaban cada vez más con el furor de la oxitocina y el aroma de los fluidos corporales. Perfumes, feromonas y sahumerios vertían su roja magia en el congreso orgiástico que en el distrito se celebraba, cuyo epicentro ocupaba su anfitriona. El paisaje tan solo podía acreditarse con la presencia, más que con el testimonio. Wojciech, el escolta de Arvogast, era incapaz de dar tal crédito. Ante la incertidumbre, no soltaba a su jefe.

—¡Mi querido Arvogast! ¿Qué singular situación tuvo lugar para que te dignaras a dejar tu chalupa de mojigatos? ¿Viste la redecoración?

El vicario se acercó al colosal diván de su anfitriona y con brusquedad se soltó de su escolta.

—¡Quita ya, macancán ! ¿A quién crees que cuidas? ¿eh?

—Ese debe de ser el guardián que ti pupilo te asignó. Por lo que escuché, ha de ser todo un caballero.

—¿¡Wojciech!? ¡Ja! Las copas de sus ancestros se decía que llegaban a las estrellas. Lo mismo no se puede decir de su sabia. No sé qué le vio Rezno.

San'Mdi pasó por alto la altanería del viejo y enfocó su atención en la inmunidad que manifestaba ante el hechizo de su atmósfera y la elocuencia carnal del vecindario. Hizo a un lado su narguile y se incorporó en su diván para contemplar de cerca al anciano. La espesa cabellera se le mezclaba con el cableado que provenía de la bóveda, ¿o era su también su cabello? El escolta permanecía tenso, presto a cualquier uso de la violencia. La criada, por el contrario, percibía la escena con cierto pasmo.

—Querido, ¿en qué momento cauterizaste tus sentidos y entrañas con el tizón de la experiencia? Hubo un tiempo en el que todo esto te hacía sentir orgulloso. Sabes muy bien que no te he hecho nada.

—Hay dolores que rebasan por mucho los corrosivos "placeres" que procuras, bruja. Pero no vine a eso. Hay asuntos serios que tratar ahora.

—¿Oh? ¿Una cuestión diplomática, entonces? —Hizo un ademán y despachó a Veru. La criada tomó a Wojciech, no sin resistencia por su parte. Arvogast le hizo un gesto con la cabeza y no le quedó más remedio que acatar.

Una vez que ambos contendientes estuvieron solos, un breve silencio los mantuvo alerta. Al final, el viejo rompió el sosiego.

—Alguien de Gauteovan podría venir acá. Viene con preguntas, con curiosidad. Te digo esto, porque sabes bien lo que un poco de curiosidad provocó una vez. A menos que creas que nuestro pueblo tolere racha de cambios, mejor dale el recibimiento habitual. Mantente en tu papel.

—¿No será tu Zamiel? Entiendo que el statu quo actual no le sienta bien. También entiendo que ese resquemor no es de una sola cabecita. ¿No es acaso Shem'Yaza quien anda por allí, sembrando un poco de ese caos tan necesario? ¿No hay oídos atentos acaso? ¿Quién soy yo para privar a los demás de saciar sus inquietudes? Al fin y al cabo, satisfacer necesidades es nuestro fuerte.

—No me sorprende el poco aprecio que tienes por la paz, San'Mdi. ¿Debo recordarte la intercesión por la que conservas tu dignidad? ¿Todo mi trabajo para que la autoridad no destruyera tu remedo de paraíso? ¿Cuándo vas a comportarte como la líder que todos dicen que eres? Todo el respeto que recibes dejaste de merecerlo hace milenios.

San'Mdi se levantó sobre su diván, amenazante. Las pocas iridiscencias de vapor formaron una especie de halo a su alrededor y adoptó una postura que daba fe de su inmensidad.

—¡No me hables como si hubieras olvidado el calor de mi regazo! ¡No me hables como pudieses tan siquiera comparar tu experiencia con la mía, muchacho! ¡Esas ramas osificadas que ostentas no se comparan con lo que le puedo ofrecer a toda esta civilización!

Los clamores copulatorios del distrito se vieron interrumpidos ante los improperios de su anfitriona. Arvogast, por su parte, se mantuvo firme; a pesar de lo cual, solo pudo mantenerse en silencio. Wojciech no pudo evitar acercarse al pórtico, aunque era ignorado por ambos. Poco a poco los gemidos, inhalaciones y exhalaciones empezaron a llenar las cámaras y pasillos. La anfitriona recobró la calma y se sentó de piernas cruzadas, mientras observaba con mayor calma a su huésped.

—Preferiría que retomes tu camino a casa, viejo. Si tanto te preocupa que tu retoño o lo que sea arme un escándalo, mejor no le hubiesen dado cuerda. Y si tanto te importa, veré qué puedo hacer por ti. No quisiera llamar enemigo al encanto por el que estas bóvedas tomaron forma alguna vez —puso su mano en el rostro del anciano—. Los errores son errores, pero no por eso necesitas cargar con el peso de los Kish una vez más. Jubílate y vuelve al bosque, si estás tan agotado.

—Lo dices como si este descuido no fuese a manchar mi legado.

—Mientras quede alguien que pueda entenderte. Creo que tu Rezno sabrá ser un digno sucesor. No tienes que creerme; ahora mismo estos sahumerios no ayudan mucho.

Tomó un frasco de su mesa y lo ofreció a Arvogast.

—Lleva un poco. Es tu patente, intacta.

—Así como estoy, me mataría. No me siento en derecho de ese gusto, además de que no necesito esa juventud antinatural que presumes. Piensa en lo que te dije. No le des demasiado de lo que pide. Es demasiado joven para lidiar con eso.

San'Mdi guardó el frasco e intercambió miradas con el escolta, aun tras el pórtico. El viejo volteó a verlo y, a pesar de una leve indignación por no seguir sus órdenes con la debida disciplina, decidió ignorarlo una vez más.

Su anfitriona no hizo más que observar la refracción de las emanaciones bajo la luz artificial de las lumbreras. El jolgorio del distrito recobró su ímpetu primordial y los miasmas amatorios plagaron de nuevo los recintos y pasillos. Veru retornó al recinto con una charola de novedosas sustancias y fetiches de oráculo.

—Quizá te devuelva el favor —irrumpió Arvogast.

—¿Qué tal si reinstauras la apertura? Digo, no nos estamos perdiendo de nada ni mucho menos nos faltan bienes; pero ¿qué se pierden los demás en sus Cetáceos? Si me dices que nada, serías pésimo mentiroso y vaya que odias ser pésimo.

—Preferiría que lo evaluemos cuando termine el Éxodo, mi querida bruja. No te pido mucho, si de un esfuerzo se trata. Me marcho. No soporto contemplar este prospecto de obra.

Sin mediar más palabra, el vicario se acerca a su guarda y le recrimina.

—¿Y tú que haces ahí parado? ¿Es la clase de cosas que te gusta hacer para Rezno? Ahórratelo, que yo mismo le diré hasta de lo que no escuchaste. Asegúrate bien esa máscara, si no quieres acabar como las bestias de aquí. ¡Vámonos ya!

Los dos se alejaron al paso del vicario a través de la neblina de narcóticos y feromonas. San'Mdi volvió a su narguile y aspiró una buena bocanada. Gritó al viejo a la vez que exhaló sus vapores.

—¡Arvogast!

El anciano tan solo le devolvió la mirada, silencioso.

—Si tan seguro estás de que existe un final para es Éxodo ¿por qué existe el Aradia? ¿Por qué existe un mucho cuyo fin siempre fue negar esa pretensión?

No hubo respuesta. La figura Arvogast se perdió en la espesura del miasma.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro