I
Tres años más tarde, Kang Miyeong no había olvidado.
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-¿Qué harías si volvieras a nacer en un mundo en el que no estuviera yo?
Baekhyun se incorporó sobre un brazo, con mirada pensativa. Estaban tumbados sobre la hierba, cerca de la cabaña del Maestro. Con una pequeña sonrisa, se inclinó sobre ella y le apartó el pelo del rostro con suavidad.
-Entonces -dijo él-, recorrería todos los mundos hasta encontrarte.
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Ni aquellas promesas, ni el tacto de su mano en la de ella, ni su sonrisa, ni el color de sus ojos en los días de lluvia, ni aquel susurro tímido en el que le dijo "te quiero" por primera vez; todo seguía intacto, quemándola por dentro. Había esperado que todo se desvaneciera, que el tiempo borrase cada segundo que malgastó a su lado, pero su recuerdo seguía ahí, remarcándole hasta qué punto había dejado que un hombre jugase con ella; hasta qué punto seguía haciéndolo aún desde la distancia.
Pero esa no era la única razón por la que Byun Baekhyun debía morir.
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-Eres un príncipe de su estúpida corte -gritó ella-, si te capturan dentro, sin ayuda, te ejecutarán como traidor, como hicieron con mi padre; y él no hizo nada para merecerlo... Pero tú... Eres... Somos una amenaza para ellos, lo sabes.
-Calma, calma... No estaré dentro mucho tiempo y Kyungsoo y tú estaréis cerca. Además... si me pillan... siempre puedo hacer un trato y venderos... -rió, esquivando un golpe de ella.
-No digas eso ni en broma -gruñó Miyeong, tratando de evitar sonreírle de vuelta-. Te he besado, te mataría si me traicionas.
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-¡Miyeong! Dónde... -La voz de Kyungsoo la sacó de su ensimismamiento-. Ah, estás aquí. Te he estado buscando.
Un chico de mirada y ademanes firmes salió de la cabaña. Miyeong estaba sentada en el suelo, con la espalda apoyada en la madera de la pared exterior. Jugueteaba con una brizna seca de hierba, con la mirada perdida más allá de las montañas. Al aparecer el joven, Miyeong dirigió a él su atención, con algo de dificultad.
-¿Alguna novedad del Maestro? -preguntó.
-Aún mejor. -Una media sonrisa no correspondida por los ojos oscureció el rostro de Kyungsoo-. Sé dónde va a estar el príncipe de los Byun mañana a esta hora.
Finalmente, ¿había llegado el momento? Miyeong parpadeó un par de veces antes de asimilar plenamente lo que acababa de escuchar.
-¿Protección? -murmuró, con la garganta repentinamente seca.
-Solo un miembro de la corte más, una especie de perrito personal... Dicen que es bueno, pero su poder se limita a teletransportarse aquí y allá... Es absurdo. Eso sí, según mi informador, presume de ello a todas horas, es la nueva sensación en palacio -se burló, antes de hacer una pausa y continuar, pensativo-; aunque poder cambiar de posición instantáneamente... le dará una ventaja importante en el cuerpo a cuerpo. Habrá que mantenerlo entretenido todo lo posible mientras...
-Byun Baekhyun no sería tan estúpido como para pasearse por ahí sin escolta. No lo ha sido en tres años, por qué ahora. -Ocultó las manos en las mangas del vestido, estaba temblando de excitación, aunque tratase de mantener la calma.
-Han pasado tres años sin que hayas dado señales de vida, puede que te de por muerta, puede que no te considere más una amenaza; puede que nunca te considerase como tal, en primer lugar.
Miyeong negó levemente con la cabeza, y en sus ojos se dibujó algo parecido a la pena.
-Idiota. Debió aprender a conocerme mejor -murmuró.
-Nunca debió haberse acercado a ti. Y yo nunca debí permitirlo -cortó Kyungsoo, cerrando los puños y desviando la mirada hacia el horizonte-. Nunca te lo he dicho -añadió en voz baja-, pero siento haberte fallado entonces. No fui la persona que necesitabas a tu lado, no supe protegerte, y lo siento. Sé que no sirve de nada ahora... pero quiero que lo sepas.
Tomada por sorpresa, Miyeong tardó unos segundos antes de responder. ¿Él se disculpaba? ¿Él? Era prácticamente el único amigo de verdad que había tenido tras perder a su padre; le había salvado la vida, había cuidado de ella durante todo el tiempo en el que no había podido valerse por sí misma; de no haber sido por él, tal vez se culparía por lo que pasó. Él había estado a su lado día tras día, ayudándola a volver a caminar, a entrenar mejor su poder, a convertirlo en un arma; le había dado incluso una razón para seguir viviendo: hacer justicia.
-Tú estuviste ahí cuando nadie más estuvo. Me contaste la verdad, me ayudaste a superarla, ahora me ayudas a enfrentarla. No era tu deber evitar que me enamorase de un miserable. Pero has sido mi amigo y... yo... -titubeando, cogió la mano del chico antes de continuar-, si algo pasa mañana, quiero que sepas que no es culpa tuya. Siempre te estaré agradecida. En esta y en todas las vidas.
Repentinamente ruborizado, él apretó con fuerza la mano de ella. Pasase lo que pasase mañana, estaría a su lado.
Las horas siguientes pasaron entre preparativos para enfrentar, solos, al príncipe más poderoso de la corte del rey Yeongsan. Era arriesgado, pero no es que estuvieran precisamente en desventaja. Un Titán y un Eco trabajando juntos era una combinación mortal, y el padre de Miyeong lo sabía cuando llevó a casa a Kyungsoo por primera vez, siendo ambos aún muy pequeños. Si aprendían a combinar sus poderes, serían casi invencibles.
Los Titanes siempre habían sido escasos. Lo fueron en los tiempos de la creación del Reino del Árbol de la Vida y eran aún más ahora que sucesivos monarcas habían dado caza a los luchadores más poderosos, a quienes podían plantar batalla ante los desmanes de la corte. Si los Dragones habían casi desaparecido, los Titanes, únicos capaces de activar y canalizar el poder de la tierra, eran pocos y no se les permitía entrenar su poder a menos que hiciesen juramento a la corte y entrasen al servicio del rey. El padre de Miyeong ocultó siempre que había criado a uno junto a su familia, como también ocultó el poder de su hija mientras pudo hacerlo.
Miyeong era un Eco, y los Ecos eran instrumentos codiciados. Nunca eran usados como arma, sino como potenciadores del poder de otros luchadores: podían aumentar su rango, su fuerza y su resistencia con relativa facilidad, y eran frecuentemente empleados como escuderos o us de príncipes o miembros de la corte. Se esperaba que un príncipe fuera alguien poderoso y especialmente hábil en el manejo de su poder, por lo que su escolta solía enfocarse en potenciar sus ataques y su defensa. Miyeong, sin embargo, nunca entró al servicio de la corte. Su padre tenía influencia en palacio y se las arregló para evitar que sus habilidades llamasen la atención. Además, era una mujer, nadie esperaba realmente que una chica desarrollase su poder a un nivel funcional de combate.
Tampoco nadie parecía esperar nada parecido de Byun Baekhyun. Durante toda su infancia y adolescencia fue el príncipe rebelde de la corte, completamente ingobernable e incapaz de controlar y mejorar un poder inservible. ¿Luz? ¿De verdad era eso un poder? Pero la familia Byun no tenía un sustituto. Habían perdido en la última guerra civil a sus luchadores más poderosos, y si los había eran de ramas secundarias de la familia, sin relevancia en la corte. Baekhyun, sin embargo, era hijo del único Telépata conocido, un hombre que había sido hasta su muerte primer consejero del reino; "debía" estar a la altura... Pero no lo estaba. Al menos, no lo estuvo hasta que comenzó a frecuentar a la Resistencia, un grupo de rebeldes partidarios de entronizar a otro joven príncipe, con herencia de sangre real, desterrado de la corte a causa de los intentos de su familia de acceder de nuevo al trono: Oh Sehun.
En la Resistencia, el joven Baekhyun encontró todo lo que la corte nunca le dio: un espacio, entrenamiento y cariño: en primer lugar, como príncipe, conocedor del palacio, para los rebeldes su ayuda era inestimable; además, un Maestro se interesó por su poder y comenzó a enseñarle cómo trabajarlo; por último, conoció a Miyeong, ya huérfana, a la cabeza de un batallón de rebeldes y lo suficientemente ingenua como para entregar su corazón a un príncipe de la corte.
Miyeong se enamoró de Byun Baekhyun, tal vez, demasiado rápido. Había perdido a su padre por una acusación de traición que el pueblo al completo gritaba que era falsa. Todo el mundo lo quería y lo respetaba, como un noble comprensivo y generoso. Jamás la corte le mostró una prueba suficiente que sustentase la condena a muerte por traición. Rota por la pérdida de su familia, su hogar, su estatus y todo lo que le era conocido hasta entonces, Miyeong acabó en la Resistencia, junto a Kyungsoo. Poco después llegó Baekhyun, con su mirada pícara y esa sonrisa contagiosa, con sus imitaciones y sus bromas y todo ese comportamiento poco esperable de un príncipe de la corte y con ese idealismo y esa fuerza para acabar con todo y recrear un reino diferente, más justo, más joven, más ellos...
Y sin embargo, todo era mentira.
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-¿De verdad no te importa perder tu posición? En la corte podrías llegar a tener todo lo que quisieras, eres inteligente y... ahora tienes tu poder. Aquí... tal vez un día nos maten a todos...
Habían estado caminando sin rumbo, por el prado. Estaba atardeciendo, pero ninguno de los dos parecía interesado en volver a la cabaña. Al escucharla, Baekhyun se detuvo para mirarla a los ojos.
-Tú eres todo lo que tengo -respondió, con extraña seriedad-. ¿Entiendes? Todas las cortes del mundo no pueden sustituirte.
Y, tras un momento de silencio, la besó.
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La traición llegó en su momento de mayor vulnerabilidad, cuando todos lo habían apostado todo, en medio de la misión definitiva que permitiría derrocar a Yeongsan; a vida o muerte... Y fue muerte, de hecho, para ella, o lo habría sido de no haber estado allí Kyungsoo, la persona que rescató su cuerpo ensangrentado de la muralla del palacio, mientras Byun Baekhyun hacía un trato con la corte y salía indemne.
Miyeong tardó meses en despertar tras aquello y otros tantos en recuperar la mitad de sus habilidades. La cicatriz en su costado, de aquella espada que llegó hasta su columna, le recordó cada mañana y cada noche, desde entonces, su inmenso error: hasta qué punto había confiado en la persona equivocada, hasta qué punto había entregado su corazón y su vida en manos de un maldito traidor con suerte.
Alejando el mal recuerdo de su cabeza, Miyeong cerró los ojos y se concentró en atraer su poder, convertido en el peor arma que Byun Baekhyun podría imaginar en su contra. Si todo salía como debía, mañana caería por fin el príncipe de los Byun.
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-Miyeong, ¿puedes oírme? Soy yo, Kyungsoo. ¿Miyeong?
La voz sonaba distante, aunque nada tenía sentido. ¿Por qué le costaba abrir los ojos? Quería moverse, pero sus manos no le respondían.
-Bae...Baekhyun -su voz salió como un sollozo, entrecortado y débil-. ¿Dónde está Baekhyun?
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