Una noche, siendo incapaz de dormir me encontré a mí mismo mirando  el aburrido callejón de todos los días, a través de la ventana de mi cuarto. Perdido en mis pensamientos inútiles no pude sino sorprenderme cuando el paisaje de repente cambió. Intenté huir en vano hacia la pared opuesta de la habitación, tropezando en el medio y sintiéndome como un idiota durante todo el proceso. Mis ojos fijos en la creatura.
Imposible describirla. Alguna clase de pájaro. Con dientes. Mirándome fijamente mientras intentaba recobrar la compostura perdida sin lograrlo. Sacudía su cabeza como mostrando cierto interés en mí. Y antes de que yo terminara de preguntarme qué estaba sucediendo, apareció otra. Y otra más. Y antes de que mi propio cerebro entendiera qué estaba pasando, ya se postraba ante mí una bandada de terror. Decenas de esas creaturas revoloteando afuera de mi ventana. Y yo incapaz de moverme no podía sino observar aquél bizarro espectáculo que se me presentaba.
Y luego reino el caos. Sin yo saber por qué, empezaron a pelearse. Grupos de dos a tres de ellas destripándose entre sí, usando sus picos, dientes y garras para causarse dolor. Y la parvada rápidamente se convirtió en un solo individuo. Un solo ganador que se regodeaba sobre una montaña de cadáveres. Y mientras mi cara se desfiguraba en una mueca de asombro, la creatura caía muerta. E inmediatamente después, los cuerpos eran recogidos.
Un algo. Una creatura. Alguna clase de mono (Imposible ser más preciso). Un encargado de limpiar el desastre. Y una vez su labor terminada, se marchó corriendo entre las sombras. Y yo todavía inmóvil, sin más que mi corruptible memoria para describir lo allí ocurrido, decidí que era un buen momento para, por fin, acostarme a dormir.