Moto
La intensa lluvia nos había condenado a detenernos al cobijo de una casa alta cualquiera, en apariencia abandonada pero con indicios de haber sido desocupada hace no mucho.
Alfredo y yo por completo dentro de la casa hablábamos de trivialidades mientras Erick con medio cuerpo afuera vigilaba cada tanto la moto que nos había llevado hasta hace un momento. Esa bendita moto en la que había invertido cada centavo ganado en su vida adulta era muy grande como para entrar por la puerta y ahora descansaba a un costado de la edificación apenas cubierta de la lluvia que parecía nunca iba a detenerse.
Con cada nuevo tema que discutía Alfredo la atención de Erick se alejaba un poco más de la moto, eso junto con la nula presencia de gente en las áreas cercanas y la aún más baja probabilidad de que alguien salga durante la tormenta finalmente convenció a Erick de descuidar por completo la moto y escampar en el interior de la casa con nosotros.
Y la conversa siguió y nuestra risa pronto se escuchaba más fuerte que el agua cayendo, no estaba siendo un día tan malo después de todo. A pesar de no poder ir a donde planeamos, a pesar de la lluvia, a pesar del frío, al final la idea de reunirnos los tres por fin después de dos años de distancia era todo lo que importaba. Y fue entonces que escuchamos el ruido. En apariencia débil pero engañoso debido a la lluvia parecía provenir del exterior, un solo golpe sin más.
Un mal presentimiento me llegó de inmediato, solo un segundo después del ruido ya estaba caminando hacia el exterior, y una vez allí voltee desesperado hacia la moto. Y ahí lo ví, un chico jóven, tal vez once o doce años, jeans y camisa desordenada, empapado, una mirada de absoluto terror en el rostro, a su lado la bendita moto, el tesoro de Erick, un retrovisor menos, restos de vidrio dispersos en el suelo. Intercambiamos miradas, el chico pálido sin saber ni qué decir, yo serio y convencido de lo que haría a continuación.
Volví a ingresar a la casa, mis amigos mirándome intrigados me preguntaron si había algo en el exterior. "No fue nada" respondí, y se escucharon pisadas alejándose a gran velocidad. Ese día le salvé la vida a un desconocido, tal vez el idiota ni valía la pena.
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