la isla
En los mares oscuros del océano, envueltos por la niebla y el silencio, se ubica una isla sin nombre, un lugar que ha sido olvidado por la humanidad desde hace siglos. Sin embargo, las leyendas hablan de una criatura terrorífica que reside alli, algo que ningún hombre debería ver.
Un grupo de investigadores se aventuró en su búsqueda, atraídos por las historias que habían escuchado. Después de semanas de navegación, finalmente la encontraron. La isla estaba cubierta de una espesa vegetación y estaba rodeada de acantilados escarpados. Los investigadores desembarcaron y comenzaron su camino en busca de lo que fuera que los había llevado hasta ese lugar.
A medida que avanzaban, los investigadores comenzaron a notar algo extraño. La selva estaba demasiado tranquila, como si estuviera muerta. No se escuchaban sonidos de animales ni de insectos, solo el susurro del viento entre los árboles.
Después de varios días de caminata, llegaron a una cueva oculta detrás de una cascada de agua clara y cristalina. La cueva estaba llena de una oscuridad absoluta y un silencio aún más profundo que el de la selva. Los investigadores encendieron sus linternas y se adentraron en alerta.
A medida que avanzaban, comenzaron a notar algo en el ambiente, un olor nauseabundo y penetrante que parecía provenir de las profundidades de esa inmensa boca negruzca y pestilente.
— Esto no es normal, dijo uno de los investigadores.
— Sí, lo sé. Tenemos que estar alerta, respondió otro.
De repente, una sombra se movió en la oscuridad. Era grande, demasiado grande para ser cualquier animal conocido por el hombre. El grupo se detuvo en seco, atónitos, mientras la cosa que los observaba se acercaba. Vieron los ojos, esos enormes ojos brillantes de un ser que no debería existir.
— ¿Qué demonios es eso?, preguntó uno de ellos.
— No lo sé, pero, seguro que nada bueno, respondió su compañero.
La criatura era indescriptible, una amalgama de músculos alquitranados con escamas brillantes como piel y unas membranas gelatinosas y humedas que se movían sin cesar. Los investigadores se paralizaron de miedo mientras la bestia se acercaba sigilosamente saltando sobre ellos cual depredador ambriento.
— ¡Correr, correr!, gritó quien lideraba el grupo.
Todos intentaron huir, pero la criatura era demasiado rápida. Sus garras alcanzaron a cada uno de ellos, arrastrándolos hacia su vientre, que parecía una gigantesca boca dentada y babeante. Los gritos y lamentos de agonía de los investigadores resonaron en la cueva con estruendo.
— ¡Por favor, déjarnos salir!, gritó una voz casi ahogada.
— ¡Cállate, no podemos hacer nada!, respondió otra voz jadeante, llorando de forma desesperada.
Después de horas de tortura a las que la bestia sometió a los investigadores, arrastro los cuerpos mutilados hacia lo más profundo de la oscura cueva enterrando los cuerpos.
Jamas volvieron a saber nada relacionado al grupo, lo que provocó qué la isla fuese considerada maldita e inhabitable.
Se creó una leyenda de que cualquier persona que se aventurara en la isla no regresaría jamás. Pero el misterio de la criatura continuó atormentando a los habitantes de los pueblos costeros cercanos.
Un grupo de pescadores comenzó a notar que sus capturas eran cada vez más escasas y que, en ocasiones, encontraban restos de animales mutilados flotando en la superficie del mar. Decidieron investigar y se aventuraron en el pedrusco maldito, ignorando las advertencias de los ancianos del pueblo.
Ellos se prepararon con cuidado, llevando consigo redes, arpónes y armas. Cuando llegaron al lugar, comenzaron a explorar, buscando cualquier rastro de la criatura que había aterrorizado a los investigadores años antes.
Mientras se adentraban en la selva, comenzaron a escuchar un sonido extraño. Era como si algo estuviera arrastrando sus garras por el suelo. De repente, la criatura emergió de la maleza.
—¡Dios mío, qué es eso!, gritó uno de los pescadores.
—No lo sé, pero, no dudes y dispara, dijo su compañero.
Dispararon sus armas, pero las balas parecían no tener efecto en el ser. Varios tentaculos comenzaron a enredarse alrededor de ellos, arrastrándolos hacia el interior de la selva. Gritaron y lucharon, pero era inútil. La criatura los arrastró hacia su guarida, donde los mantuvo como prisioneros durante días.
— ¿Qué quieres de nosotros?, preguntó uno de los pescadores.
La criatura respondió en una lengua extraña que ninguno de ellos comprendía. Les mostró imágenes horribles, visiones de seres aún más terroríficas que la que los había capturado. Les habló de un mundo oculto, un mundo que se encuentra más allá del nuestro, un mundo de terror y locura.
Finalmente, la criatura los liberó y los arrojó de vuelta a la selva. Regresaron a su pueblo en un estado de shock y horror, contando historias de abominaciones inimaginables y terrores indescriptibles.
Desde ese día, la isla se convirtió en un lugar tabú, un lugar de misterio y terror que nadie piso jamas. Pero la leyenda de la criatura perduró, alimentando la imaginación de los aventureros que soñaban con desafiar el horror cósmico que acechaba en la isla perdida del mar, creando un culto sectario en adoración a un ser que no pertenecía a este mundo.
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