La noche en que murió el señor Fitzgerald fue una noche oscura y tormentosa. Los relámpagos iluminaban el cielo, y los truenos resonaban en la distancia. El viento aullaba alrededor de la mansión, sacudiendo las ventanas y las puertas con fuerza. Fue en medio de esta tempestad que llegó el abogado de la familia, el señor Joseph Willoughby, para leer el testamento del difunto.
El señor Willoughby entró en la mansión y se dirigió a la sala principal, donde la familia Fitzgerald estaba reunida. El señor Fitzgerald había sido un hombre rico y poderoso, y su fortuna era considerable. Pero su legado no era sólo una cuestión de dinero. El señor Fitzgerald había sido un hombre peculiar, con una obsesión por la historia y los mitos antiguos que había llevado a muchos a considerarlo un poco loco.
El señor Willoughby comenzó a leer el testamento, y la familia Fitzgerald escuchó con atención. El señor Fitzgerald había dejado la mayor parte de su fortuna a su único hijo, Robert, pero también había dejado un legado muy especial. Según el testamento, el señor Fitzgerald había descubierto algo antiguo y poderoso durante sus viajes por todo el mundo, algo que había estado buscando durante toda su vida. Había dejado este objeto misterioso a su amigo más cercano, el profesor Eduard, para que lo estudiara.
La familia Fitzgerald se sorprendió al oír hablar del objeto misterioso, y muchos de ellos se preguntaron qué podría ser. El señor Willoughby terminó de leer el testamento y se retiró a su habitación de huéspedes para pasar la noche. La familia Fitzgerald se dispersó, cada uno perdido en sus propios pensamientos.
Esa noche, Robert Fitzgerald se despertó de un sueño profundo con la sensación de que algo estaba mal. Se levantó de la cama y se dirigió a la ventana. La lluvia había cesado, pero el viento seguía soplando con fuerza. Miró hacia el bosque que rodeaba la mansión y vio una luz brillante a lo lejos. Robert se preguntó qué podría ser, pero decidió que no podía ser nada importante y volvió a la cama.
Al día siguiente, la familia Fitzgerald se despertó para encontrar que el profesor Eduard había llegado. Había traído consigo el objeto misterioso que el señor Fitzgerald había dejado en su cuidado. El objeto era una esfera de piedra negra, con extrañas inscripciones talladas en su superficie. El profesor explicó que las inscripciones eran antiguas, muy antiguas, y que no tenía idea de lo que podrían significar. Pero había algo en la esfera que le hizo temer por su seguridad. El profesor dijo que había sentido una extraña presencia mientras estudiaba la esfera, algo que no podía explicar.
La familia Fitzgerald estaba intrigada por la esfera misteriosa, pero también un poco asustada. No sabían qué hacer con ella, ni cómo se relacionaba con el legado del señor Fitzgerald. Mientras tanto, el profesor Eduard continuó estudiando la esfera, buscando pistas sobre su origen y significado. Pero cuanto más tiempo pasaba con ella, más extrañas eran las sensaciones que experimentaba. Empezó a tener pesadillas, en las que la esfera le hablaba en una lengua antigua y desconocida. Incluso cuando estaba despierto, sentía que algo lo seguía, que algo lo acechaba en la oscuridad.
La situación empeoró cuando otros miembros de la familia comenzaron a tener extraños sueños y visiones relacionadas con la esfera. Uno de los primos de Robert aseguró haber visto una figura oscura acechando en los rincones de su habitación, mientras que otra prima dijo haber oído una voz susurrando en su oído mientras dormía. Todos estaban preocupados por lo que la esfera podía estar haciendo, pero ninguno sabía cómo deshacerse de ella.
Finalmente, el profesor Eduard llegó a la conclusión de que la esfera estaba vinculada a una antigua deidad del caos y la destrucción, que había sido adorada por una civilización perdida hace milenios. Según el profesor, la esfera era una especie de llave que podía abrir una puerta a otra dimensión, una dimensión poblada por los horrores que adoraban a la deidad. El profesor estaba aterrorizado por lo que había descubierto, y advirtió a la familia Fitzgerald que debían deshacerse de la esfera antes de que fuera demasiado tarde.
Pero cuando intentaron deshacerse de ella, descubrieron que la esfera tenía un poder oscuro y sobrenatural. Cada vez que intentaban deshacerse de ella, volvía a aparecer en la mansión, como si estuviera siendo protegida por fuerzas invisibles. El profesor Eduard se sintió cada vez más desesperado, y comenzó a pensar que la única manera de deshacerse de la esfera era devolviéndola a la dimensión de la que había venido.
Con la ayuda de algunos miembros de la familia, el profesor Eduard organizó un ritual para enviar la esfera de vuelta a la dimensión de la que había venido. Pero durante el ritual, algo salió mal. La esfera comenzó a brillar con una luz oscura y el viento comenzó a aullar con una fuerza sobrenatural. Los miembros de la familia que participaron en el ritual comenzaron a gritar y a retorcerse en agonía, mientras la esfera se elevaba en el aire, como si estuviera siendo arrastrada por una fuerza invisible.
Finalmente, la esfera desapareció en un destello de luz, y la tempestad cesó de inmediato. Los miembros de la familia se recuperaron lentamente de la experiencia, pero sabían que nunca olvidarían lo que habían visto esa noche. El profesor se fue de la mansión al día siguiente, jurando nunca volver a involucrarse con algo así de peligroso.
Con el tiempo, la familia Fitzgerald se recuperó del horror de la esfera misteriosa, pero siempre recordarían las extrañas sensaciones que habían experimentado mientras estaba en su posesión.