Sus pensamientos jugaron a que el atardecer era obra de los dioses. Que habían tirado una cerilla ardiendo, queriendo prender fuego a lo que una vez construyeron.

Después, la gélida noche apagaba con su negrura el caos, mientras ellos se arrepentían de lo ocurrido.

Pegaban estrellas como pegatinas en el firmamento; señales y constelaciones para que los seres humanos pudieran saber donde estaban escondidos. Manipulaban los reflejos del cielo para que pudiesen experimentar la belleza de una aurora boreal, y que pudiesen acercarse a ellos, curiosos de su creación.

El celeste aparecía por la mañana, en el cielo, pintando cada mota de la oscuridad de la noche. Los dioses reían, alegres, satisfechos por su creación.

Acariciaban cada ser vivo con la ternura de la luz del sol en un día de invierno, pero los ahogaban con el sol de un dia de verano. Al final los acababan curando con algodón de nubes y la sombra del sol.

Y siempre, sin ninguna excepción, cuando uno de sus seres vivos moría era por su culpa.

Y entonces lloraban por haber hecho que el tiempo avanzase, que el espacio fluyese y que la naturaleza permitiera castigar por el efecto de la causa. Y entonces llovía, a veces llovizna, otras a cántaros, depende de lo mal que lo pasaran los dioses. Pero lo que estaba hecho, estaba hecho. Y no podría haber ocurrido de otra manera.

Se enfadaban, con ira, rebelándose contra ellos mismos, mientras seguían llorando por los muertos, y pegaban puñetazos y patadas que retumbaban en las nubes negras. Gritaban, y el sonido se volvía la electricidad de una tormenta de rayos.

Quieren eliminar el odio de su ser. Se dan cuenta de que no pueden cambiarse a sí mismos. Que deben resignarse a ser quienes son. Y que si van a llorar, a patalear y a gritar, y no va a cambiar nada, ¿por qué no mostrar belleza en cada lágrima?

Y nevando lo consiguieron. Aunque, igualmente, provocaron más muerte.

Y, al final, quisieron terminar con todo. Coger una cerilla, encenderla y que toda su creación ardiese en el fuego de la culpabilidad.

Pero los dioses eran niños pequeños.

Y ellos siempre piden perdón.

----------

Espero que os haya gustado este primer escrito de 2018. Gracias a todos por leer y el apoyo ;)

Feliz año!!