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El suspiro de quien exhala estas palabras

Nacido para narrar mundos.

Destinado a observar como se narra el suyo propio.

Nacido para ser el dios de su propio cielo. Destinado a querer compartirlo.

Nacido para morir. Destinado a dejar su huella en el camino.

Mirando con rostro serio, es capaz de aparentar la más enorme de las seguridades. Su calma rebosa y transmite paz interior.

Pero su interior es un caos controlado, un dolor extinto con resquicios punzantes. Es capaz de confiar en que nunca confiará en la gente. Afirma con seguridad de que no se darán cuenta de su inseguridad.

Se quedaba con la música del presente y la melancolía del pasado que se desprendía de ella. Olvidaba el futuro y la línea temporal de lo mundano. Pero en muchas ocasiones el tiempo parecía no pasar para él.

Aparenta y sobrevive. Inmerso en el despiste del artista, tiene miedo de ellos, pero no sabe que ellos también le tienen miedo a él. Cree que las personas no valen la pena, porque pocas veces sintió que las personas le valoraban.

Miraba hacia atrás y sentía morriña del lugar donde había pasado los últimos minutos de su existencia. Y, sin embargo, recordar el pasado estaba prohibido por el bien de su salud mental.

Cuando te mira por encima del hombro, dice que no sabe que decirte, ahogado en una mente en blanco, vacía de conversación interesante, pero a su vez, llena de ideas interesantes.

Amar nunca fue tan difícil para una persona. Ellas necesitan que se introduzca en sus mundos, pero él solo sabe narrarlos. Sin embargo, nació y creció rodeado con el mayor de los amores familiares.

Habla en voz omnisciente, pero no suele hacerlo en voz alta. Prefiere encerrarse en su imaginación y en la incomprensión, aunque odie y castigue a quien se lo recuerda.

El miedo le aprisiona, pero intenta desencadenarse con cada paso que da en la vida.

Nunca nadie había deseado tanto volver a su infancia de nuevo y a la vez crecer lo más rápido posible. Tiene aspiraciones tan lejanas como las estrellas, pero no es capaz ni de moverse del planeta tierra. Pensaba que podría manejar a las personas como títeres, mientras que, en realidad, era su inocencia y buen corazón quienes le manejaban a él.

Nadie comprendía mejor la realidad que él, y nadie se hubiera resignado tan bien a ella.

Estaba hecho de contradicciones, pero su pensamiento se nutría de equilibrio.

Era un superviviente del mundo lógico. Lento de reflejos mentales, sociales, alejado de problemas matemáticos, de juegos verbales y dicharacheros. Las palabras nunca parecían salir de su boca con la certeza de ser las correctas.

"La creatividad es la inteligencia divirtiéndose." Pero él pensaba que se divertía demasiado.

Y caía en las trampas del abismo de su mente ilógica, mágicamente artística, reacia a responder con carisma a los estímulos de los demás.

Se quedaba ciego en tanta oscuridad. Intentaba vislumbrar mínimamente un atisbo de luz cuando le ocurría. Pero las experiencias de su día a día le volvían a dejar sin vista.

Era su propio ser quien le confinaba en aquella cárcel mental. Una voz que ni siquiera escuchaba le hablaba sobre lo poco que valía. Pero él intentaba hablar más alto que ella, aun sin saber que estaba allí, demostrando al mundo que él se alzaba sobre cualquier cosa, sin importar lo que ocurriese.

La incomodidad de los que le rodeaban le retorcía cada molécula de su piel. Sabía, sin haberlo oido de nada ni de nadie, que no iba a estar a la altura de ellos, que no iba a poder compartir su propio mundo.

Porque su mundo era suyo.

Y él solo sabía narrar mundos.

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