Estás caminando por el espeso bosque, tu razón insiste en voltear cada momento por nervios.

— ¿Está alguien ahí? — Gritas inútilmente.

Sigues caminando, pero esta vez a paso rápido, sientes que tu corazón late a mil, la respiración en tu nuca de alguien te produce escalofríos.

¡Venga! Sigues corriendo, ya agotado te detienes a descansar pensando que no te encontrará, sea lo que sea que te iba siguiendo. ¡Crash! ¿Escuchaste eso? Alguien rompió una ventana, tu corazón late rápido, no escuchas pasos, solo cadenas arrastrándose entre sí.

— ¡Mamá!... ¡Mamá! — Grita una voz desesperada, totalmente desquiciada mientras las cadenas se sienten cerca de ti.

El aire se vuelve pesado, despiertas del sueño como si te acabasen de echar un balde de agua helado, te asfixias, tu pulso se vuelve lento. Intentas salir debajo de la cama, otra vez escuchas las cadenas, alzas la mirada y te topas con la mirada de una niña no tan pequeña, su mirada te penetra, ya no respiras, te retuerces en el piso mientras ella sigue gritando a pulmón llamando a su madre.

Algo tibio sale de tu cuerpo, ya no late tu corazón, la sangre se mezcla con el frió piso de la habitación de ese edificio donde te escondiste, mientras en el sótano de esta se halla un cadáver putrefacto de una niña de 10 años sosteniendo un roto peluche de mono, mientras que su mano empapada con sangre escribió antes de morir, en aquel piso de arena, "Mamá..."