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El Novio de la Muerta, NOCHE EN EL CEMENTERIO

3:)

El Novio de la Muerta


Cuenta la leyenda, que Verónica era una joven alegre, que estaba de novia con Fernando, habían planeado casarse y una semana antes, ella se fue a entregar las invitaciones fuera de la ciudad.

Cuando llegó el día del matrimonio, ella aun estaba en otra ciudad, pero, decidió vestirse ahí y llegar defrente al matrimonio. Subió presurosa al auto y sin saber porqué, empezó a tener una extraña sensación que la puso un poco inquieta. Su tía que iba con ella, la noto inquieta, pero le dijo que los matrimonios siempre son así.

La mañana era triste y el clima muy malo, pues estaba lloviendo con regular intensidad, cuando ya estaban a 20 minutos de llegar a la ciudad, en un tramo lleno de curvas, el conductor, inmerso en la idea de llegar temprano a la boda, aceleró y no pudo controlar el auto que cayó a un barranco, muriendo instantáneamente Verónica.

Años mas tarde, un compañero de su colegio, tuvo que viajar solo, por la carretera donde sucedió el accidente. Eran las 12 de la noche, y antes de pasar por la curva donde murió Verónica, miró por el espejo retrovisor de su auto, y no le fue difícil reconocer en aquella mujer que estaba sentada en el asiento de atrás, el rostro de Verónica, pero éste, estaba desfigurado. Sintió tal terror que le hizo perder el control de todo y se estrello muriendo en el acto.

Se dice, que si viajas solo por esta carretera, y   miras tu espejo retrovisor, puedes ver a Verónica siempre esta sentada en el asiento trasero, tratando de conseguir quien la lleve a la iglesia.









NOCHE EN EL CEMENTERIO 

Hace pocos años, hubo un cura en mi pueblo al que le gustaba bajar todas las noches de los sabados al cementerio a invocar a los espiritus.
Yo entonces tenía 13 años. A mis amigos y a mi nos gustaba contemplarle desde un mirador que había a 500 metros escasos.
Una noche fría de últimos de Noviembre, estabamos allí solo 6 chicos, entre ellos yo, a esperar a que el cura, que por cierto se llama Jose Antonio, bajara. Y, el reloj de la iglesia dio las once de la noche.
Apareció entonces Jose Antonio, abrigado con su sotana negra y una bufanda. Llevaba consigo, como era de costumbre, un farol de los antiguos de los que iban con gasolina.

-¡Buenas noches, Jose Antonio!-le gritamos.
-Buenas noches chavales

Él bajó y abrió la siniestra verja y entró. Se adentró en lo más oscuro del cementerio. Cuando ya estaba casi en el final, se le apagó el farol y se quedo a oscuras.
Nosotros discutiamos que si debiamos bajar a ayudarle a salir, porque ese cementerio de noche a oscuras es un laberinto. Mientras discutiamos, el cura salio del cementerio con el farol otra vez encendido.

-¡Que tio!-exclamó uno de mis amigos

Cuando de nuevo paso por nuestro lado, le volvimos a desear buenas noches, pero esta vez no nos contesto. Llevaba la cara tapada con una capucha. Al día siguiente, bajamos para ver lo que había dejado por allí, porque siempre dejaba alguna sorpresilla.

Pero esta vez nos encontramos un SORPRESON.

Al lado de una tumba que estaba partida en dos, estaba el cura tirado con su farol al lado y roto. Estaba helado de frío, pero vivo. Llamamos una ambulancia que le llevó al hospital de inmediato.
Una semana después, aquellos seis fuimos a visitarle al hospital. Él me agarró de la mano y, con pánico reflejado en su pálida cara, nos dijo:
-¡Le vi salir de la tumba y tirarme el farol al suelo! ¡Me dijo que era un enviado de Satanas y me desmalle!

Nos recorrió un escalofrío por el cuerpo. ¿Quien sería aquello que vimos subir con capucha?

Hace pocos años, hubo un cura en mi pueblo al que le gustaba bajar todas las noches de los sabados al cementerio a invocar a los espiritus.
Yo entonces tenía 13 años. A mis amigos y a mi nos gustaba contemplarle desde un mirador que había a 500 metros escasos.
Una noche fría de últimos de Noviembre, estabamos allí solo 6 chicos, entre ellos yo, a esperar a que el cura, que por cierto se llama Jose Antonio, bajara. Y, el reloj de la iglesia dio las once de la noche.
Apareció entonces Jose Antonio, abrigado con su sotana negra y una bufanda. Llevaba consigo, como era de costumbre, un farol de los antiguos de los que iban con gasolina.

-¡Buenas noches, Jose Antonio!-le gritamos.
-Buenas noches chavales

Él bajó y abrió la siniestra verja y entró. Se adentró en lo más oscuro del cementerio. Cuando ya estaba casi en el final, se le apagó el farol y se quedo a oscuras.
Nosotros discutiamos que si debiamos bajar a ayudarle a salir, porque ese cementerio de noche a oscuras es un laberinto. Mientras discutiamos, el cura salio del cementerio con el farol otra vez encendido.

-¡Que tio!-exclamó uno de mis amigos

Cuando de nuevo paso por nuestro lado, le volvimos a desear buenas noches, pero esta vez no nos contesto. Llevaba la cara tapada con una capucha. Al día siguiente, bajamos para ver lo que había dejado por allí, porque siempre dejaba alguna sorpresilla.

Pero esta vez nos encontramos un SORPRESON.

Al lado de una tumba que estaba partida en dos, estaba el cura tirado con su farol al lado y roto. Estaba helado de frío, pero vivo. Llamamos una ambulancia que le llevó al hospital de inmediato.
Una semana después, aquellos seis fuimos a visitarle al hospital. Él me agarró de la mano y, con pánico reflejado en su pálida cara, nos dijo:
-¡Le vi salir de la tumba y tirarme el farol al suelo! ¡Me dijo que era un enviado de Satanas y me desmalle!

Nos recorrió un escalofrío por el cuerpo. ¿Quien sería aquello que vimos subir con capucha?

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