La vida desde otro ángulo.
Género: realista (reflexivo)
Las personas.
Internet las define como "seres dotados de razón, conscientes de sí mismos y poseedores de una identidad propia".
El diccionario como "individuos del género humano".
Pero Martín sabía que eran mucho más que eso, y él más que nadie lo sabía, porque dependía de ellas. Aún no tenía una definición exacta, pero estaba seguro que lo averiguaría.
-Hijo, más allá de todo lo malo que pase nunca debes bajar los brazos. Siempre debes seguir adelante y tener un propósito en la vida. Algo que quieras lograr - le dijo su madre - Algo que añores alcanzar - agregó al darse cuenta de la confusión en el rostro de Martín.
Su cabecita de tan solo 12 años trató de procesar esa información y decidió hacerle caso a su madre. La noche era helada, tanto que no podía dormir, así que decidió ponerse a pensar en cuál iba a ser su propósito, y luego de tanto pensar, lo encontró. Pero era un poco distinto a lo que su madre se refería.
-Ma, ya descubrí mi propósito de vida. Tal como me dijiste anoche - corrió a la mañana siguiente a contarle a su madre que se encontraba vendiendo pañuelos descartables en la calle.
-¿Ah sí? ¿Tan rápido? Y pues dime - le dijo en un tono dulce mientras recogía los cinco pesos y le entregaba los pañuelos a Juan, el hombre que cuidaba los autos.
-Quiero descubrir qué son las personas, no me conformo con lo que me dijo la señora del almacén.
La mamá sorprendida río - Martín, eso no es un propósito de vida, es una duda. Yo me refería a un sueño que quieras lograr, como ser escritor, o cantante. Además, debes conformarte con eso, la señora Lucinda te dio la información de una enciclopedia. Si lo dice una enciclopedia es porque es así. Ve a acostarte, te vas a enfermar.
Su hijo se fue cabizbajo a sentarse de nuevo a su cama, la cual estaba compuesta por un cartón con mantas y un abrigo que usaba como almohada. Definitivamente su madre no lo entendía.
Faltaban tres días para su cumpleaños y su madre decidió llevarlo al almacén para comprarle su regalo.
-Mamá, ¿A dónde vamos? - preguntó el chico siguiéndola.
-A visitar a Lucinda, quiero que escojas un regalo por tu cumpleaños.
Era su único hijo y quería tratar de darle lo mejor, aunque ella sabía que a penas tenía dinero suficiente para una comida al día.
Martín desconcertado respondió - No mamá, no quiero nada, con estar a tu lado me alcanza.
-Sabes que no te dejaré sin regalo de cumpleaños - revolvió su cabello.
Una vez en la puerta del viejo almacén del barrio, la mujer prácticamente obligó al niño a entrar, pues este se negaba.
-¡María! ¡No lo puedo creer! Tanto tiempo... ¿Qué te trae por aquí? - Lucinda se sorprendió al verla, últimamente el que se encargaba de las compras era Martín.
-¡Lucinda! No sabes cuánto extrañaba tu dulce voz. Mira, en tres días es el cumpleaños de Martín y lo traje para que escoja su regalo.
-Y ya le dije que no voy a llevar nada... - interrumpió el niño.
-¡Ayy que lindo chico! ¡Ojalá todos los nenes fuesen así! - exclamó la vendedora, para luego sentirse culpable. Los demás niños no eran así quizá porque a sus padres no les costaba darles un regalo - Ven, sé que te encanta escribir - buscó algo detrás del mostrador - Te lo regalo, quiero que aquí anotes todos tus sentimientos, o lo que quieras, día a día - le entregó un bloc de hojas blancas.
El niño vaciló pero al fin lo aceptó, y le dijo a María que ese sería su regalo de cumpleaños.
-De acuerdo, pero no podrás usarlo hasta el miércoles, ¿trato?
-Trato.
Mientras Martín dormía, María no dejaba de pensar en qué comprarle a su hijo. Cuando de repente un vendedor ambulante llamó su atención. Al acercarse notó que eran lapiceras, con la particularidad que al escribir se activaban luces, pensó que le vendría perfecto para escribir en su nuevo diario, pero el precio la desilusionó un poco, diez pesos. Tenía tan solo once y los estaba guardando para su comida. El hombre al ver la mirada de la mujer comprendió la situación y le dijo que se la dejaba a cinco pesos. María agradeció y le dio el dinero.
Un hombre de unos cuarenta años que vio la situación le ofreció comprarle la lapicera a María, le entregó al vendedor los diez pesos y este se negó. Decidió regalarle la lapicera a la mujer sin aceptar el dinero del hombre. En muestra de agradecimienro María les regaló a ambos un paquete de pañuelos.
Martín le agradeció a su madre el regalo y comenzó a hacer sus primeras anotaciones en, ahora, su nuevo diario. No es necesario aclarar que iban a ser sobre las personas y sus actitudes.
Al cabo de unos años Martín decidió centrarse en la escritura para poder tener un futuro mejor, y poder ayudar a su madre. María comenzó limpiando las casas a los vecinos, estos la recomendaron a más personas, hasta que llegó en manos de Pablo Bondar, un señor de dinero que luego de tenerla un tiempo en su casa se dio cuenta que sentía algo por ella, pero no era mutuo. Pablo se contactó con un viejo amigo que trabajaba en un supermercado y le contó la situación de María. A las dos semanas ya estaba trabajando con Don Pepe en el supermercado. Bondar no tuvo más remedio que resignarse: María amaba a Don Pepe, y Don Pepe a ella. Al principio, con el dinero de ambos alcanzó para mudarse a una pensión con luz y gas, y para pagarle los materiales a Martín para ir al colegio estatal. Con mucho esfuerzo ella consiguió otro trabajo: por las noches limpiaba una escuela y ya con lo que ganaba podía enviar a su hijo a una escuela privada.
Martín tenía todo lo que alguna vez había soñado: familia, un hogar, y educación. Nunca más volvió a pasar hambre y pudo concretar su nuevo sueño de ser escritor, y el más importante, su propósito de vida cuando era chico...
Escribió su primer libro, el cual relataba su experiencia en las calles, titulado "La vida desde otro ángulo" cuyo tema principal eran las personas.
He aquí un pequeño fragmento:
"Después de tantos años tratando de buscar la forma perfecta de describir a las personas, llegué a la conclusión, que no todo en esta vida tiene una explicación o una descripción.
El concepto de "personas", tendría que ser ampliamente modificado. No sólo somos individuos del género humano, ni seres dotados de razón. Somos mucho más que eso. Somos la base del mundo, gracias a nosotros dependen varias personas. No solo los animales u otras especies, si no mismo personas de personas. No todos son capaces de darse cuenta que tan importantes son, perdemos el tiempo pensando en nosotros mismos que dejamos de lado lo esenciales que somos para otros. Vivimos en una sociedad en la cual nos enseñan que para cambiar el mundo tenemos que ser grandes, desde un científico que descubra la cura contra el cáncer, hasta un actor que nos mantenga satisfechos con sus películas. Pero nadie nos dice que con pequeños gestos podemos ayudar a alguien, pequeños gestos como el de Pablo Bondar, o el del señor que quiso obsequierle a mi madre esa lapicera. Tan solo eso.
Las personas no merecemos ser generalizadas y englobadas en un solo término. Merecemos ser analizadas y observadas por nuestras acciones, y no por la diferencia que tenemos con otras especies, que es el habla. Porque la gran mayoría hablamos pero no todos lo utilizamos para algo bueno. Porque somos uno, y tan diferentes.
Porque tan solo a mis doce años de edad me di cuenta que una persona te puede salvar la vida, o te puede matar. Y no me refiero a matar con violencia, si no con indiferencia.
Cuando estaba en la calle me pude dar cuenta que hubo veces en las cuales me quedé sin cenar porque una simple persona no le compró pañuelos a mi madre, o porque simplemente pasaban haciendo de cuenta que no nos veían.
Por eso hoy creo que las personas cambian dependiendo de su entorno, sus pensamientos y las personas que las rodean.
No somos todos iguales, y eso está bien. Si no en este momento habría cientos de personas escribiendo este libro y otras tantas leyéndolo".
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