Especial Fiestas: Volver a empezar.
Francisco amaba la Navidad con locura. Le encantaba decorar el árbol, hacer galletas y comprar regalos para su familia. Su mayor sueño era festejar la Navidad en los Estados Unidos de América, pero las creencias de sus padres no se lo permitían: "La Navidad es una época familiar, y qué lugar más familiar que el país del que provenimos".
Año tras año se empeñaba en que la Navidad fuera mejor que la del año anterior, pero el 23 de Diciembre de 1996 todo cambió al enterarse de que sus padres habían fallecido en un accidente de tránsito.
El corazón del niño, desde entonces huérfano, quedó totalmente destrozado. Su espíritu navideño había desaparecido y jamás volvió a festejar la Navidad.
Un matrimonio lo adoptó a los trece años dándole todo el amor que una familia podía darle, pero jamás lograron que Francisco festejara la Navidad. Los primeros años trataron de quedarse en casa con él, pero al crecer decidieron que sería mejor reunirse con sus seres queridos mientras él con unos amigos del vecindario que no creían en Jesús.
No todo en su vida fue gris; A los veinticuatro conoció a una hermosa chica con la cual decidió compartir el resto de su vida. Día a día fue devolviéndole color a su vida, pero la verdadera felicidad llegó cuando nació Alma. Francisco se dio cuenta que no podría privarla de esa sensación tan linda de celebración, de esa esperanza de que existiera algo mágico, e hizo un esfuerzo por ella.
-Amor, ahora que quieres volver a festejar la Navidad... ¿Por qué no cumplimos tu sueño de ir a Estados Unidos? Además sería la primera Navidad de Alma - sugirió su mujer sentándose en la cama.
Francisco palideció.
-¿Cómo lo supiste? - preguntó nervioso.
-Ayer tu madre se me apareció en un sueño. Francisco, hagámoslo por ella - las lágrimas comenzaron a caer lentamente por su mejilla - Quiere que seas feliz.
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-Su habitación es la 24, ubicada en el Segundo piso. A medianoche habrá una celebración en el salón principal, están invitados a celebrar el comienzo de la Navidad. ¡Muchas gracias y felicidades! - dijo el recepcionista del hotel entregándole las llaves de la habitación a Francisco.
-¿Asistiremos, verdad? - preguntó su mujer temerosa a la respuesta.
-No nos lo perderemos por nada - respondió besando la frente de Alma. Al parecer su espíritu navideño había vuelto.
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El reloj marcó las 00:00, todos los huéspedes estaban reunidos en el salón principal cuando el encargado anunció que se acercaran al balcón. Fuegos artificiales cubrieron de color el cielo mientras todos tomaban fotografías, incluso Francisco, cuya sonrisa no podía borrar de su rostro.
¿Qué más puedo pedir? Esto es todo lo que alguna vez he deseado. Ojalá mis padres pudieran estar aquí con nosotros - pensó mirando al cielo.
-Ellos estarían muy felices de esto amor - ella lo besó leyendo sus pensamientos.
A medida que los fuegos fueron desapareciendo la nieve comenzó a caer, todos fueron retirándose menos Francisco.
-Iremos a la habitación cielo, Alma está cansada. Si quieres quedarte un rato, lo entenderé.
Y así fue, se sentó en un alejado sillón a contemplar la vista.
No podía creer cómo su vida había cambiado tanto en tan solo unos años. Claro que estaba agradecido con sus padres adoptivos, pero jamás reemplazarían a los biológicos.
Al fin había formado la familia que tanto había soñado: tenía una hija maravillosa y una mujer de otro mundo. Algo de ella no le cerraba, pero por supuesto nada malo, había algo extraordinario en ella: parecía leer su mente, por lo que estaba seguro que sus padres habían mandando a un ángel para que cuidara de él.
Sin darse cuenta se acurrucó y cerró los ojos...
-Mami, ¿cuándo creceré? Quiero poner la estrella sin utilizar la escalera. - dijo el pequeño tirando del vestido de su madre.
-Pronto crecerás Fran, mientras tanto la necesitarás. - sonrió acariciando su mejilla.
-¡Campeón, cielo! Vengan, está nevando - gritó su padre desde la sala.
-Está será sin dudas la mejor Navidad - exclamó el niño con los ojos bien abiertos.
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