—Es un gusto presentar el día de hoy al mito de mitos, el ser más cruel y despiadado de la edad oscura, el conde Drácula —dije eufórica ante la cámara.
—Y qué se siente descansar en un ataúd, debe ser estresante.
—Cuando eres un no muerto, te conformas con lo que tienes —respondió el Nosferatu.
—¿Es verdad lo que se cuenta sobre el ajo? —pregunto mi compañero de al lado.
—No, el ajo es solo una tonta creencia de los humanos feudales, con los cuales prometían a su siervos protección —respondió el vampiro.
—A mí sí me causa escosor en la nariz —objeto Lord Ruthven.
Ni más ni menos que el vampiro de la comedia de Charles Nodier, estaba debatiendo con el padre de los vampiros.
—Estupido, insensato, como te atreves a contradecirme —refuto Drácula.
—Pero Drácula, tú no eres el primero de todos —se escucho del lado de la puerta del estudio de grabación.
—¿Quién sois? —pregunto mi compañero.
—¡Carmilla, la inspiración de Le Fanu! —exclamó.
—¿Y entonces está a favor de la molestia al ajo? —pregunté.
—Obviamente que no, está completamente equivocado, es un débil —respondio la vampiresa.
Era obvio los vampiros tenían un pésimo sentido de comprensión.
—Que egocéntricos son estos seres... —murmuré.
—Perdona —dijo Lord Ruthven.
—Pero acaso no ves, como te aminoran —objeté.
—Y qué, nadie dijo que fue enserio mi alegato —respondió.
—Entonces se retracta —preguntó mi compañero.
—No, pero tampoco es tan serio —respondió Lord Ruthven.
—Nos perdonan un segundo —dije, mientras mandaba a cortes el programa.
Nos dirigimos a un cuarto a parte.
—En serio son insoportables —dije.
—Para ser seres anticuados, me sorprende su falta de rectitud —dijo Marcus.
—¿Cuánto va a durar el programa?
—Un aproximado de una hora y media —respondió.
—Rayos... —murmuré.
—Bueno vayamos al set o nos despedirán —dijo, agarrándome de la mano.
—Marcus, mi mano... —dije.
—Lo siento..., Solo ven —dijo.
Al regresar al set, sentí un escosor en la mano, pero el show tenía que terminar.
—Y bueno, creo que tomamos una decisión —dijeron unánimemente.
—¿Desición de qué? —objete.
—De que vamos a cenar —se escucho desde las sombras.
—Permitanme presentarme, yo soy Lord Byron —dijo.
—Usted no está muerto a caso —dijo Marcus.
—Obvio que sí, pero no lo suficiente —respondió Lord Byron.
—Al demonio, no es ni día de muertos —expresé.
—Pero que mal educada está humana —dijo Lord Byron.
—Es una joven de pleno siglo XXI, no me sorprende —dijo Drácula.
—Esto no da gracia —dije.
—A nosotros menos —dijo la vampiresa.
—Y tú qué opinas Marcus —dijo Lord Ruthven.
—¿Marcus?... —murmuré.
—¡Fin del espectáculo, acaben con todos! —Dijo Drácula, abalanzándose contra el camarógrafo.
—Carmilla ven, aquí hay más humanos —dijo Lord Byron.
—Efectivamente —respondio Lord Ruthven.
—Decidme entonces Laura —dijo Marcus. —¿Te unes o mueres?
—Siete años trabajando juntos y nunca me dijiste de esto —dije indignada.
—Mucho hablas Laura, el tiempo se agota y mis familiares no tardarán en acabar —dijó.
—Y vivir a costa de otros, estás demente Marcus —respondí.
—Bueno entonces es no —dijo, abalanzándose sobre mi frágil cuerpo.
Sentí como la sangre era succionada de mis arterias y venas. Mis ojos se apagaron, mi corazón dejo de latir.
—Esta humana, no tardará en despertar.
—¡Qué demonios! —exclame, al verme viva.
—Tú infernal ser, que me has hecho —increpé.
—No matarte —respondio, soltando una carcajada.
—Y bien Marcus, al parecer agrandaste la familia —dijo Drácula.
—¡Son todos unos compremos sicópatas! —exclamé.
—Tú igual... —respondió.
Desde ese día la vida, solo era oscura y la sed insaciable.
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