Caminaba por un pasillo acompañado de un chico albino, ambos cargaban unas cajas con sus objetos personales, la razón, al fin salían de la correccional juvenil, más precisos, del shonen keimusho, una prisión especial para menores de 20 años; pasaron los filtros necesarios antes de salir a su "libertad".
—Es una pena Akira, tu tienes que irte a terminar sesiones psicológicas
—¿Y tú?—preguntó de una forma tranquila mientras se sentaba en el suelo—.
—Meh, iré a trabajar en alguna tienda de conveniencia, no quiero seguir estudiando
—Como quieras—respondió el chico dando a entender que ya no hablaría con él—.
El contrario comenzó a caminar sobre la carretera; cabello semi largo y despeinado de color azabache, sus ojos eran de un tono azul violáceo, nada común de encontrar en las personas y eso es lo que más le caracterizaba, resaltaban sobre todo por su piel color blanquecina, de la caja que cargaba sacó unos lentes, no tenían graduación solo los utilizaba para ocultar ese color extraño de sus ojos, los cristales reducían el color de sus ojos haciendo un tono azul más común. Mientras caminaba, comenzaba a recordar cómo había terminado en la correccional y los amigos que había formado en el lugar, sin duda, había tenido muchas aventuras para solo tener dieciséis años.
Quien diría que aquella noche, el Lobo Solitario terminaría en prisión. El chico se encontraba huyendo de la policía, la razón... Había apuñalado a un abogado en un restaurante, el hombre estaba bien pero no evitó que lo persiguieran.
—Joder, el viejo está bien, no entiendo por qué exagerar... Además, más daño hizo ese imbécil que yo
Hablaba para sí mismo el chico mientras saltaba una reja de metal con gran facilidad, agradecía ser un gran deportista en esos momentos, le daba ventaja a la hora de correr y desplazarse por espacios casi imposibles de pasar. Las luces de las patrullas siguiéndolo le advertían que muy pronto lo tendrían acorralado, aún con esperanza de escapar saltó a las escaleras que estaban afuera de un edificio departamental, subió lo más rápido posible y cuando llegó a la azotea, tuvo que frenarse en la orilla para ver si le convenía saltar al próximo edificio o rendirse.
Esa noche Hira Azura, de catorce años de edad, fue detenido y sentenciado a dos años de correccional juvenil por uso de arma blanca y atentar contra la vida de un civil.
Soltó una carcajada en medio de la nada, como recordaba esa noche, sin duda fue la aventura más alocada de toda su vida, ya esperaba poder encontrar nuevas formas de romper las reglas.
"Enserio que amo esta nueva vida, ¿Cómo sé que está es una nueva vida? Sencillo, Junko estuvo al lado de mi celda y bueno, somos primos de cierta forma, además, él tiene una habilidad para recordar el pasado y percibir los sentimientos, pero me estoy desviando del tema... Amo esta vida por que al fin puedo expresar toda mi juventud perdida en el pasado, sí, estuve en la correccional por dos años y parecía que me había vuelto a enjaular, pero también aprendí muchas cosas ahí, buenas y malas, pero la vida está para aprender y sigo joven, hay que gozar".
[ .... ]
Azura descansaba en su casa, él pertenecía a una familia con dinero, sin embargo, eso no significaba que él podía usar esa economía para resolver sus problemas o conseguir "lujos", tenía que ganarse ese dinero siendo un chico ejemplar, lo cual, le valía una mierda, prefería quedarse en la calle y morir de hambre que tener que ser el "chico perfecto" su familia desaprobaba dicho comportamiento.
Un joven de cabello castaño y lentes al verlo descansando preguntó como si nada.
—¿No que estabas en prisión por alteración de orden público?
—No
El chico lo miró confundido y el azabache volvió a hablar.
—Acabe en prisión por apuñalar a un hombre con un cuchillo
Dijo para tomar una taza que tenía a su lado y beber el té tranquilamente.
—Los jóvenes me dan miedo...
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