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• Adiós •

Si me preguntaran cual es el momento más feliz de mi vida... No podría mencionar uno, por que no recuerdo nada. Mi mente divaga en las noches buscando recuerdos, pero cada vez que estoy cerca de la verdad, se transforma en una pesadilla...

Buscó con la mirada a mi compañero... El lugar donde estamos es un estanque de agua, él está encerrado en una jaula, colgada en la rama de un árbol. Sale sin problemas y se queda frente a mi.

—Hola... ¿Cómo estas?

Es un ave, está cansada al igual que yo, quiere ser libre, pero mi egoísmo se lo impide. Acarició con cuidado sus alas.

—Perdón pequeño, aún no estoy listo para dejarte ir... Tengo miedo

Me mira de lado y con lentitud regresa a su pequeña jaula, yo me siento en el suelo, abrazo mis rodillas y oculto mi rostro entre ellas, quiero llorar pero no puedo.

—Lo siento, no se que hacer... Quiero liberarte pero... Voy a volver a estar solo, van a rechazarme haya afuera, estoy seguro que mi vida se volverá una misería... Nadie me asegura que estaré bien, siempre he estado solo y me da miedo, tengo miedo de volver al mundo... Y-yo... Creo que debí quedarme en ese hospital, nunca debí abandonar aquel hospital...

Siento una corriente de aire fría, levantó la mirada para observar a mi alrededor, otra vez está ocurriendo... El estanque de agua donde estaba comienza a oscurecerse, las pesadillas regresan...

Se escuchó un grito en toda la habitación, eran gritos de dolor, eran una tortura para el joven. Mantenía cerrados sus ojos con fuerza, apretaba las sábanas, su respiración agitada por el miedo y dolor, las lágrimas no tardaron en aparecer.

Un chico de cabello castaño ingresó al cuarto con rapidez, encendió la luz de la habitación y fue con el menor, lo tómo en brazos, apegándolo a él para abrazarlo con fuerza.

—Tranquilo Akira, ya estoy aquí, tranquilo...—hablaba con cuidado— Todo está bien...

Su voz era suave, comprensiva, arrullaba al joven para calmarlo y murmuraba palabras para tranquilizarlo, tenía que despertarlo sin importar que; las pesadillas cada día se hacían más constantes en el chico.

Me encuentro corriendo, no puedo ser libre de está maldición, veo a mi alrededor las miradas de repulsión que me han dado todas mis vidas, escuchó las risas de burla, las palabras que tanto me aterran se hacen presentes.

"Mi pequeño juguete, ven a divertirte conmigo"

"Pasa una noche conmigo querido"

"Dejame poseerte"

"Pequeña aborrecidad, ¿Por qué sigues vivo?"

"Eres una vergüenza, no eres digno de vivir, no entiendo por que existes, desaparece"

Me detengo y tapo mis oídos con mis manos, quiero volver a mi casa, quiero encerrarme en mi jaula y no salir, no quiero esto, quiero desaparecer para siempre.

—No debí existir...

—No debí existir...

El chico castaño vio como se calmó Akira al decir "No debí existir", con preocupación lo apartó de él, lo sacudió un poco para hacerlo abrir los ojos.

—Akira despierta, no digas eso, solo es una pesadilla, no creas en esas palabras, yo te quiero más que a nada en el mundo, hay gente que te quiere, tienes amigos que te apoyan, una familia que a pesar de no ser de sangre te quiere y desean que estes bien, no tienes que rendirte ahora, no pienses de esa forma... Solo son mentiras, palabras insignificantes

Una sombra me está abrazando, es oscura, fría...

"Muere de una vez Akira..."

Su voz es suave, me calma de cierta forma.

"Ven conmigo, dejate envolver en mis brazos, tú y el ave estarán mejor conmigo, ambas estarán mejor si desaparecen".

Mi cuerpo se relaja y se entrega poco a poco y simplemente...

El chico castaño movió con fuerza al albino, lo sentía ligero y frío, el miedo le invadió.

—¡Akira abre los ojos! ¡Akira! ¡Akira! ¡No te vayas!

Me siento tranquilo, creo que debí hacer caso a las sombras hace tiempo.

Antes de que cerrara por completo los ojos, sintió como fue jalado lejos de las sombras, con sorpresa vió al ave agitando sus alas para asustar a las sombras, chico y animal estaban de vuelta en el estanque de un inicio.

—¿Por qué?—habló confundido hacía el ave—.

—Por qué prometí cuidarte, Junko, tú y yo estamos asustados, lo sé... También tengo miedo, pero... Mi deseo es que los dos aprendamos a vivir... Es hora de que tu vivas tus propias emociones, tus propias decisiones, se que puede asustarte, pero mira más haya... Tienes personas que te quieren y se sienten orgullosos de ti, cuando creas que ya no puedes avanzar, pide ayuda a ellos, estoy seguro que no van a recharte, al contrario, van a apoyarte... Por favor, deja de aferrarte al pasado, nos lastimaron, sí, muchas veces estuvimos por rendirnos y caer en brazos de la muerte... Pero es hora de tomar nuestro propio camino, confía en ti...

—¿Y si me lastiman otra vez?

—Las personas que nos rodean nos van a cuidar, confía en ti y en ellos... Es hora de decir adiós...

Lloró, Junko derramaba lágrimas sin parar, era la primera vez en su vida que podía llorar para sí mismo, no lloraba de tristeza, no lloraba de impotencia o por que estuviera asustado, lloraba por que al fin estaba tranquilo.

Y entonces ambos dijeron adiós y el sello que los unía se rompió.

Osuke veía a Akira llorar otra vez, se calmo al ver que estaba "bien"; Akira abrió sus ojos poco a poco.

—¿Estas bien?—preguntó preocupado a la vez que lo apartaba de él—.

—El ave ya no está...—comentó llorando— El me dejó... Y yo lo dejé ir...—limpió sus lágrimas— Ya no estamos juntos... Ya no somos él y yo... Rompimos la conexión y...

El chico albino se levantó rápidamente, abrió la ventana de su habitación para ver como una pequeña ave volaba en medio de la noche.

—¡Gracias por ser mi amigo! ¡Gracias por no dejarme solo! Gracias por confiar en mi... Adiós...

Como si el ave lo hubiera escuchado, una pluma cayó en las manos del chico, quien la sujetó con fuerza.

—Gracias por todo...

El adulto vio el cuello del chico... Se dice que todo espíritu junto a su humano tienen un sello que los conecta, estos sellos suelen ser objetos muy preciados para los humanos, sin embargo, las aves dejan su sello en el propio cuerpo humano, una señal de que siempre estarán juntos. Una vez que se rompe el sello, desaparece el objeto y en el caso de las aves, el sello desaparece de sus cuerpos.

Esa noche, el sello de Akira no desapareció, solo quedó una marca de lo que alguna vez lo conecto al ave, un recuerdo de que siempre estarían juntos, pero cada uno viviendo su propio camino.

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