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Prisionero

La guerra que azotó Europa en estos tiempos había desencadenado lo peor de la humanidad, como siempre lo hacían los conflictos bélicos, masacres tras masacres.

En esta pequeña historia contaré lo vivido por un joven soldado francés, que habría quedado prisionero tras perder una batalla cerca de las playas de Normandia, y no, no estoy hablando de la Segunda Guerra Mundial, habló de una guerra nueva, donde Estados Unidos y Rusia se aliaron para tomar control total del mundo, algo que con el tiempo lograron.

Joyce era una persona agradable, pero discreta al mismo tiempo, le gustaba complacer siempre al resto, y siempre sentía que le debía algo a todo el mundo, a pesar de que no era así. Cuando fue capturado fue llevado junto a sus compañeros a un campo de concentración a unos kilómetros de donde había sido la batalla, una hermosa playa a pesar de todo, podían ver el mediterráneo desde la celda donde los habían encerrado. Todos los prisioneros habían sido encadenados de pies y manos en aquella gran celda, eran por lo menos treinta personas allí dentro, debían tener cuidado de como se dormían, ya que las ratas los terminaban mordiendo durante la noche.

Cada mañana los despertaban sus captores golpeando los barrotes de la celda, para luego ser enviados a los pocos minutos a la playa, allí los ponían a preparar barricadas para posibles desembarcos enemigos, una tras otra, y así durante días.

A las dos semanas ya se podía ver en el rostro de los prisioneros la falta de alimentación, debido a que solamente comían las sobras que les daban los soldados, y a veces ni siquiera alcanzaba para todos, por lo cual terminaban peleándose entre todos por las migajas, mientras los guardias se reían al verlos, y a veces hasta apostaban para ver quién ganaría. Joyce nunca se metía en los alborotos, prefería morir de inanición antes que pelearse por comida con quien una vez habían sido sus compañeros de armas.

Al mes siguiente ya quedaban sólo la mitad de los prisioneros, Joyce ya pesaba la mitad de lo que era cuando había sido capturado, y a pesar de aquello él seguía aguantando, muchas veces le dejaba su escasa comida a sus compañeros, sabía que esto ya no servía de nada a esas alturas, pero lo hacía igualmente.

Cada noche recordaba la libertad, pero no antes de ser capturado, si no antes de la guerra, antes de que todo en su hogar se vaya al carajo, dejando atrás el mundo que él conocía. Todavía recordaba como todo había comenzado, de un momento a otro casi todos los países del mundo habían comenzado a atacarse entre si, habían dicho que una inteligencia artificial había provocado aquello, pero para él ya no importaba eso, solamente extrañaba a su hermana pequeña, que había perdido la vida cuando un misil perdido de un drone impacto en su hogar. La explosión no había sido directa, pero algunos fragmentos la habían enviado al hospital a la pequeña, a los pocos días ya la estaban enterrando. La angustia lo llenaba muy seguido, pero esa había sido la razón que lo llevó a unirse a las filas de la Resistencia.

Una noche recordó su segunda semana en el ejército, vio como una niña estaba asustada dentro de lo que quedaba de una casa. Su unidad se encontraba buscando sobrevivientes en un pueblo luego de un bombardeo enemigo, y entre los pocos que encontraron estaba aquella niña, Lucia, de unos tan sólo seis años. Joyce entró por el hueco de la casa y se acercó a la niña que se escondía debajo de una mesa, se colgó su arma en su espalda así no asustaba a la pequeña y se sentó a su lado, ella asustada rodeaba sus rodillas con sus brazos mientras se giraba hacia el lado opuesto de Joyce, dándole la espalda, por lo menos hasta que él sacó de su bolsillo una barra de chocolate, con la que sólo el ruido del empaque haría que la niña se giraria de vuelta hacia él, lo único que tuvo que hacer fue acercarle un trozo para que la niña dejara de verlo como una amenaza.

A los pocos minutos Joyce salió con Lucia en sus brazos, la niña reposaba el rostro en su hombro mientras lo rodeaba con sus brazos para no caer. Ella los acompañó por unos días hasta que pudieron ponerla a salvo en un refugio anti bombas en una ciudad cercana de Beauvais, donde un señor llamado Edmond lo ayudaría a encontrar dentro del refugio a unos familiares cercanos a ella. Lucia le dio un gran abrazo a Joyce por última vez, y luego se marchó de vuelta hacia el bunker, para no verse nunca más ambos.

Aquel reciente recuerdo sacaba una sonrisa en Joyce, a pesar de que sabía que donde ahora dormía, algún día moriría.

Cada tanto podía escuchar charlar a los soldados estadounidenses que hablaban en inglés, idioma al cual él estaba acostumbrado, oía historias locas sobre un supersoldado al que ellos temían, "El Ángel de la Devastación" le llamaban, Joyce ya había oído de él, las noticias a principios de la guerra llegaban y decían cosas similares a las que escuchaba de los guardias, pero nadie sabía quién era, o si solamente era un cuento para asustar al enemigo, de todas formas estaba funcionando, y esa sola persona le hacía frente a aquel imperio, lo cual le daba un poco de paz a Joyce a pesar de su situación.

Las semanas pasaron, y ya apenas podía levantarse Joyce, el dolor de las heridas que se hacía trabajando para sus enemigos ya eran opacadas por la hambruna, era el último de su unidad, el resto había muerto por inanición o peleando por comida, ya para Joyce no quedaba nada más por hacer que intentar irse.

Una noche cerró los ojos por última vez, para ver en sus últimos segundos a su pequeña hermana, Sophia, y por último ver el rostro de Lucia. Finalmente moriría en paz, sabiendo que a pesar de todo, de no haber estado mucho tiempo sobre la Tierra, y no haber sido nada más que un soldado común y corriente, él había logrado algo, algo por lo cual sentirse orgulloso en su último respiro.

Fin.

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