El Mundo Seco
Esta historia comienza cientos de años antes de los sucesos de En El Corazón, en aquel primer mundo por el que caminó el escuadrón D en una misión, aquel mundo que albergó durante un tiempo un hombre misterioso que los ayudó en su camino, aquel hombre que parecía no sentir miedo hacia ellos... Bueno, no es sobre él la historia, si no sobre un grupo de jóvenes, que tuvieron que luchar para sobrevivir en un mundo hostil antes de que no quedara nada por qué luchar.
Todo comienza doscientos años después de que la humanidad había terminado por completo con el planeta, el calentamiento global había generado una suba en las temperaturas que en cierto momento se volvió inestable para la vida, los océanos cubrieron kilómetros de las costas alrededor del mundo por los deshielos, mientras que las temperaturas mataban casi cualquier ser vivo que intentará sobrevivir al desértico clima.
Aquel apocalipsis provocado por el hombre había sido previsto muchos años antes, pero como suele suceder casi siempre, a la mayor parte de la gente no le interesó hasta que fue tarde, o incluso ni siquiera en ese momento.
Cuando las guerras por el agua potable y los escasos alimentos comenzaron, muchos grupos se escondieron en bunkers bajo tierra, donde eran sostenidos por energía solar, mientras que se alimentaban gracias a granjas subterráneas de algas y algunos tubérculos que podían crecer en ese ambiente. El consumo de agua había sido más complicado, reciclaban la orina con el mismo proceso que lo hacían los astronautas, pero les resultaba insuficiente, más que nada a largo plazo, por lo cual tuvieron que improvisar un sistema para procesar el agua marítima en las cantidades que necesitaban y además poder soportarlo con la energía que contaban.
Algunos bunkers pudieron sostener el pasar de los años, otros no, sea porque no habían resuelto el problema del agua, o simplemente se mataban entre ellos por tener acceso más privilegiado a los alimentos.
Luego de más de trescientos años encerrados en uno de los bunkers, donde generaciones nacieron y murieron sin conocer la superficie, un pequeño grupo de treinta sobrevivientes saldría de aquella prisión. Cuando se habían cerrado por primera vez las compuertas del bunker habían sido diez familias las que iniciaron todo, con los años habían llegado a ser más de cien personas dentro del sitio, pero los últimos dos años un mal funcionamiento en las granjas había hecho que se pierda la mayor parte de la cosecha y sin poder recuperar el nivel a tiempo, decenas morirían. Pasaron dos años más y las cosechas volvieron a fallar, solamente que esta vez comenzaba a arruinar todo lo que habían producido, la vieja maquinaria con la que contaban ya había llegado al final de su vida útil, por lo cual, Zeta, la líder de los supervivientes, tomó la decisión de dejar el bunker, y probar suerte en la superficie, de todas formas moririan allí dentro si no lo hacían.
Se prepararon con todo lo que tenían, armas en caso de que algún otro grupo que haya sobrevivido los ataque, las últimas raciones que quedaban, que sólo alcanzarían para alimentarse dos semanas, lo cual establecía el plazo que tenían para encontrar una nueva fuente de alimento, y por último llevaban con un carro improvisado la máquina que potabilizaba el agua, protegida más que sus propias vidas, aquella máquina estaba rodeada de paneles solares para hacerla funcionar, mientras que un grupo detrás llevaba en otro carro más paneles solares en caso de que los que se encontraban en funcionamiento se dañaran.
Comenzaron la travesía, por suerte para ellos las temperaturas ya no eran tan extremas como sus ancestros habían relatado por medio de escritos e informes, pero el clima era sumamente seco, el mundo por donde miraban había sido recubierto en arena, no sabían ni siquiera de donde había salido tal cantidad de la misma. Los 30 miraban los edificios y podían ver como se empezaban a fundir con la arena del desierto. El aire era excaso, lo cual provocaba que avanzarán lento para no perder a nadie por un problema respiratorio.
Caminaron por días, hasta que finalmente a lo lejos pudieron ver un monte, para sorpresa de todos, el monte se veía verde de a partes, todos se emocionaron, habían lágrimas, risas de felicidad, finalmente habían encontrado un sitio donde el verde crecía. En aquel instante a nadie le importó la falta de oxígeno, todos aceleraron el paso, hasta que finalmente llegaron.
No había una sola planta ni un solo árbol, en cambio había chatarra desparramada por todo el monte, pintada de verde y marrón, y otras veces con manteles de colores similares, fue en ese momento que algo de la situación le preocupo a Zeta. Miró frente a ella, a unos metros detrás de un coche consumido por el tiempo, lo que parecía una carreta, similar a la que ellos habían construido para llevar sus pertenencias, en ese momento lo supo.
Antes de poder dar el aviso para huir, varias flechas caen sobre ellos, matando a 7 integrantes del grupo. Zeta asustada miró hacia la punta del monte y vio cómo varias siluetas salían de sus escondites con lanzas en sus manos. En shock, y sin saber que hacer, Zeta ordenó al grupo que se separe en dos, en el poco tiempo que tuvo para pensar, creyó que lo mejor era tirar los dados y que decidan seguir a un solo grupo, lo cual funcionó, los desconocidos que los atacaron se dirigieron al grupo donde no estaba Zeta, masacrandolos en poco tiempo, a pesar de sus armas de fuego, aquellos salvajes de las tierras secas ya sabían como emboscar grupos así.
"Caníbales" se dijo a sí misma Zeta cuando ya estuvieron a salvo, el único problema fue que perdieron la máquina de agua potable, lo único de agua que les quedaba era lo que tenían con ellos encima, sabían que no podían llegar muy lejos sin la máquina.
Luego de debatirlo con los diez supervivientes que quedaban, tomaron la decisión de atacar esa misma noche a los carroñeros, era la única oportunidad y posibilidad que tendrían para sobrevivir.
De noche pudieron ver a los pies del monte fogatas enormes, en varios puntos, cuando se acercaron vieron lo peor que se podían imaginar, clavados sobre aquellas fogatas estaban sus amigos, y en algunos casos sus parejas, la rabia hizo que varios pierdan los estribos, y así comenzaron a abrir fuego sin previo aviso. Los carroñeros no supieron como defenderse de aquel ataque, simplemente huyeron los que pudieron hacia el monte.
- ¡Acabemos con ellos!- Grito Zeta cuando vio que era inevitable que ganen la batalla.
De pronto comenzaron a ver y escuchar disparos de la cima del monte, los gritos de los carroñeros le siguieron, para luego los que habían escapado comenzarán a huir de vuelta, pero esta vez hacia la dirección donde estaba el grupo de los diez. Todos se miraron con confusión y terror. ¿Qué era lo que los asustó?, de pronto uno de los carroñeros grita una palabra; "Cursad", seguido a eso otro carroñero vuela varios metros hacia la dirección donde estaba Zeta, la cual por poco lo había logrado esquivar. A escasos metros frente a ella vio a aquel criatura a la que temían los salvaje, sólo que no era ninguna criatura, si no un hombre, aunque este estaba cubierto de un uniforme extraño, blanco, con algunas líneas rojas, y lo que parecía ser una máscara, muy similar a una de gas, solamente mucho más intimidante, por último algo que la aterro en aquel momento fueron las lentillas rojas iluminadas que llevaba aquel hombre, las cuales en la luz de la noche le daba un aspecto mucho más siniestro.
Él hombre enmascarado miró a los ojos a Zeta, mientras tenía bajo sus pies uno de sus amigos, al cual de a poco iba aplastandole el pecho, podía escucharse el crujido de sus costillas sobre sus gritos de dolor, pero Zeta no podía hacer nada, había quedado paralizada ante tal hecho, nunca había leído ningún documento sobre el viejo mundo que dijera algo sobre aquel hombre.
Mientras que Zeta continuaba paralizada, otro de los integrantes del grupo abrió fuego hacia el hombre de la máscara, y al mismo tiempo un carroñero lo atravesaba por detrás con su lanza. El hombre apenas se inmutaba ante el daño, para luego romper la lanza que tenía clavada en su tórax y levantar del cuello al que lo había apuñalado, rompiéndoselo en un hábil y rápido movimiento.
- ¡Corre Zeta!- Le dijo su compañero al ver que aquel hombre o ser era inmune a las armas que ellos tenían.
Zeta comenzó a huir, en el escape levanto a uno de los más jóvenes, que estaba incluso más asustado que ella, y lo arrastró hasta que este comenzó a correr con ella. Detras oían los gritos de los carroñeros y sus compañeros que eran masacrados uno por uno. Se escondieron dentro de un edificio que estaba cerca del monte, acostados detrás de una pared que daba hacia aquel lugar del ataque. De un momento a otro dejaron de escuchar gritos, en cambio se escuchaba el sonido de algo grande y pesado que se movía sobre ellos, las paredes del débil edificio comenzaron a temblar, pero lograban mantenerse en pie por suerte para ellos.
Se asomaron apenas para poder ver que había sido aquel sonido, cuando lo vieron quedaron desconcertados, era una nave del tamaño de un edificio de diez pisos, con grandes turbinas por varias partes que podían ver como sostenía la gran nave en un vuelo vertical. La nave se acercó al monte y de ella se desprendió otra pequeña, solamente que esta se asemejaba más a un helicoptero, el cual pudieron observar como aterrizaba donde había sido la masacre, para luego levantar vuelo rápidamente y dirigirse de vuelta a la nave, perdiéndose de a poco en el horizonte. Todavía en shock por todo lo que había sucedido, ambos decidieron dormirse y ver que hacer al día siguiente.
Al despertarse Zeta intentó levantar al joven que había rescatado, sólo para ver que él ya no tenía vida, había recibido un disparo en algún momento de la noche, era imposible saber si había sido una bala perdida o aquel ser. Tomó las pertenencias del joven que podían servirle y se dirigió a donde había sido el ataque. Cuando llegó vio que no quedaba nada, en la lucha la máquina de agua potable había sido destruida por completo, mientras que las armas estaban todas descargadas, lo único que pudo rescatar fueron algunas cantimploras que todavía tenían agua.
Decidió caminar hacia la nada misma ya en aquel momento, mucho más no le quedaba, todos en el grupo que debía proteger habían muerto por haberse paralizado, su miedo le había ganado en aquel momento, y ahora estaba sola, sola en aquel mundo seco, le había fallado a los trecientos años de supervivencia de los que la precedieron... Sin más se rindió, ya no le quedaba agua, y no tenía a dónde ir, ni razones. Comenzó a caminar cada vez más lento, dejando caer todas sus pertenencias mientras daba sus últimos pasos, hasta que finalmente dio el último y cayó al suelo, allí se quedó, dejó que el sol haga su trabajo, dejó que el mundo seco se lleve su vida junto con la de los que se suponía que debía proteger.
FIN
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro