Está escrito que Dios creó el mundo en 6 días y el séptimo descansó. No queremos descalificar su trabajo, sólo hacer una auditoría.

En Génesis se dice respecto al primer día, entre otras cosas:

3 Dijo Dios: «Haya luz», y hubo luz.

4 Vio Dios que la luz estaba bien, y separó

Dios la luz de la oscuridad*;

5 llamó Dios a la luz «día», y a la oscuridad llamó «noche».

Atardeció y amaneció: día primero.

Encontramos aquí la primera dificultad, porque ¿cómo iba a amanecer y a atardecer si no hizo el Sol, la Luna y los astros hasta el cuarto día? También es un misterio de donde procedía la luz de ese primer día y porqué se necesitaba.

A continuación leemos:

6 Dijo Dios: «Haya un firmamento* por en medio de las aguas, que las separe unas

de otras.»

7 E hizo Dios* el firmamento; separó las aguas de por debajo del firmamento de

las aguas de por encima del firmamento. Y así fue.

8 Llamó Dios al firmamento «cielo».

Atardeció y amaneció: día segundo.

De nuevo es dificultoso imaginarse el cielo separando unas aguas de las otras. Y otra vez atardece y amanece.

Seguimos:

11 Dijo Dios: «Produzca la tierra vegetación: hierbas que den semillas y árboles frutales que den fruto según su especie, con su semilla dentro, sobre la tierra.» Y así fue.

12 La tierra produjo vegetación: hierbas que dan semilla según sus especies y árboles que dan fruto con la semilla dentro según sus especies; y vio Dios que estaba bien.

13 Atardeció y amaneció: día tercero.

Aquí descubrimos ¡por fin!, algo que a mí me ha traído siempre de cabeza: qué fue primero, el huevo o la gallina. O lo que es lo mismo; qué fue primero, la semilla o el árbol. Queda claro en este pasaje que fue el árbol, por lo que concluímos que la gallina es antes que el huevo.

Día cuarto:

14 Dijo Dios: «Haya luceros en el firmamento celeste, para separar el día de la noche, y sirvan de señales para solemnidades, días y años;

15 sirvan también de luceros en el firmamento celeste para alumbrar sobre la tierra.» Y así fue.

16 Hizo Dios los dos luceros mayores*; el lucero grande para regir el día y el lucero pequeño para regir la noche, y las estrellas;

17 y los puso Dios en el firmamento celeste para alumbrar la tierra,

18 para regir el día y la noche y para separar la luz de la oscuridad; y vio Dios que estaba bien.

19 Atardeció y amaneció: día cuarto.

Por fin un atardecer y un amanecer como Dios manda. Qué bonito el ocaso.

En el día quinto, Dios creó los animales marinos y aves voladoras (que pondrían huevos más adelante). En el día sexto, creó a los animales terrestres y al hombre. Pero atención: en realidad todo esto era un proyecto de obra, solo estaba en los planos, realmente la verdadera creación se haría después. Podemos deducirlo por este pasaje:

27 Creó, pues, Dios al ser humano a imagen suya,

a imagen de Dios lo creó,

macho y hembra los creó.

Es más tarde, cuando crea el Paraíso, que modela al hombre con polvo y a la mujer de una costilla. Otra cosa chocante de este día sexto es que nos quedamos sin saber en qué momento los carnivoros renegaron del pasto puesto que se dice:

30 «A todos los animales terrestres, a todas las aves del cielo y a todos los reptiles de la tierra, a todo ser animado de vida, les doy la hierba verde como alimento.

Y finalmente:

Gn 2

1 Concluyéronse, pues, el cielo y la tierra con todo su aparato,

2 El séptimo día Dios dio por concluida la labor que había hecho; puso fin el día séptimo a toda la labor que había hecho.

3 Después bendijo Dios el día séptimo y lo santificó*; porque en él puso fin

Dios a toda la obra creadora que había hecho.

Solo me queda añadir que, desde un punto de vista moderno, se demoró mucho en poner los planos del hombre encima de la mesa, puesto que si podemos adjudicar al ser humano (exagerando) medio millón de años de existencia, mientras que el Big Bang data de hace 13.700 millones de años, es tentador concluir que estuvo racaneando bastante tiempo.