Piropo
—Eres preciosa, mi querida ballena blanca. —Inmediatamente el marinero recibió, por parte de la señorita, un cachetazo que le dio vuelta la cara.
Es que la señorita desconocía el mar; tanto que no le había visto en pinturas, ni siquiera había leído sobre el mismo. Por lo que desconocía la belleza de las ballenas y, en especial, la obsesión de cierto marinero por una ballena blanca llamada Moby-Dick.
M.D.D.
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