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。゚.*・☆゚{Silencio}☆゚.*・。゚
En una mañana calurosa de verano, iba caminando una chica de 14 años con un ramito de flores que ella misma fue recogiendo de camino a la casa de su amigo.
Cuando llegó –que fue en 15 minutos–, tocó el timbre, dorado y reluciente. La casa era de dos pisos, grande, blanca y bien cuidada.
Esperó hasta que oyó unos pasos y vio como la puerta marrón de roble estaba siendo abierta por la madre de su amigo. Agitar la mano en forma de saludo fue lo único que se le ocurrió hacer a la chica. La madre, como en todas las ocasiones, puso una sonrisa y la dejó pasar para luego decir: —¡Hola cariño! Si lo buscas, está arriba, en su habitación.
Haciéndole caso a la mayor, fue subiendo las escaleras hasta llegar a una puerta blanca con pegatinas coloridas por todas partes y unas letras azules, que juntas, hacían un nombre.
<<John>>
Ese era el nombre de su queridísimo amigo, el chico que le esperaba al otro lado de la puerta. Como siempre, por seguridad, primero tocó la puerta y cuando oyó un «pasa», abrió y dio un paso hacia el interior de la habitación.
Cuando Jhon vio a su amiga, se levantó de su cama, dejó el libro que estaba leyendo al lado de su almohada y corrió hasta la puerta para agarrar el brazo de la chica, tirarla encima de su cama y cerrar su puerta con pistillo.
La chica lo miró desconcertada. John, con una mirada sombría, como acercándose a su presa, gritó:
—¿¡SHEILA, DÓNDE ESTUVISTE TODO ESTE TIEMPO!?
La nombrada, tras salir del aturdimiento, agarra a John de los hombros, se sienta en la cama y empuja a su amigo a su lado y lo abraza. A la chica le comienzan a salir lágrimas, sus ojos se enrojecen; él se da cuenta cuando oye un sollozo. John, asustado y preocupado de haberle hecho llorar, deja su molestia a un lado, abraza a su amiga y le acaricia la cabeza.
—Tranquila... Siento haberte gritado...–dice con voz suave– Pero... Te llamaba por el móvil, ¡Y no contestabas! ¡Es que me tenías muy preocupado!
La habitación estaba en completo silencio. Sheila aún tenía su cara escondida en el hueco del cuello de John y él se encontraba con un semblante preocupado.
—¿Te hice daño al tirarte?
Agarró las mejillas de su amiga, alzando su cabeza para examinar su estado; le preocupaba haberle causado algún tipo de herida. Ella tenía la nariz y las mejillas enrojecidas, con trazos de lágrimas y sus ojos estaban hinchados y llorosos.
El chico, esperando a que ella hablase, se quedó en silencio por varios minutos.
—¿Por qué no dices nada?— Le pregunta John. La chica, preocupada, pensando en cómo hablarle de su dolencia, se levanta de la cama y agarra una hoja y un bolígrafo para comenzar a escribir. Él, no sabiendo qué estaba ella haciendo también se levantó, pero cuando quiso dar un paso hacia su amiga ésta se dio la vuelta, encarándolo, mientras le mostraba lo que escribió:
<<Me he vuelto muda, no puedo hablar.>>
...El chico se quedó tieso. No entendía cómo aquello le pudo haber ocurrido.
Reuniendo fuerzas, le preguntó, y la chica pasando de hoja y comenzando a escribir, se lo explicó:
<< A principios de verano, yo estaba caminando hacia una tienda y cuando crucé por un paso de cebra un ciclista que no estaba prestando atención a la carretera me atropelló.
Mi cuerpo sólo obtuvo unos cuantos rasguños, moretones, y me tuvieron que dar unos puntos. Pero en el golpe, la cabeza del ciclista golpeó duramente contra mi cuello. Los doctores me dijeron que tuve suerte de no quedarme paralítica, o de que me metiese la nuez para dentro matándome...
Todo este tiempo que no nos vimos estuve internada en un hospital. >>
—¿¡Porqué no me dijeron para ir a verte!?— chilló John, con los ojos cristalizados por la rabia.
<< Estaba en otro lugar, no en el pueblo. Había ido a unas vacaciones de 3 días cuando ocurrió y no queríamos haceros ir por nada. >>
—¿¡TU SALUD NO ES NADA!?- Vociferó con más fuerza que la anterior vez mientras abrazaba a la chica con fuerza.
Sheila, conmovida, le devolvió el abrazo.
Se quedaron así por varios minutos, esperando el momento en que sus lágrimas dejaran de salir.
—¿Y qué pasa con tu sueño de convertirte en cantante...?- Dijo el chico destrozado, volviendo a sollozar.
La chica, recordándolo, se tensó y se le escapó un sollozo.
Su más anhelada y antigua meta había sido destrozada en sólo un fin de semana.
Le comenzaron a caer varias lágrimas, como si de dos ríos se tratasen.
Los chicos se quedaron llorando hasta el cansancio, quedándose dormidos, juntos, sin romper el abrazo.
La madre, cuando intentó entrar a la habitación se encontró con que estaba bloqueada con el pistillo.
— Qué extraño, no suelen cerrar la puerta...
Agarrando un palito y haciendo algo raro, logró desbloquear la cerradura.
¿Quién iba a dejar que su hijo pudiera cerrar la puerta sin nada para abrirla por su cuenta?
Finalmente logró abrir la puerta para por fin poder hacer lo que venía a hacer: entró a la habitación para poder dejar una bandeja llena de comida y unos vasos para beber.
Se anonadó al verlos abrazados, acostados en la misma cama, con los ojos rojos y varias lágrimas en sus mejillas.
Lo primero que hizo fue dejar la bandeja en el escritorio y con cuidado de no despertarlos buscó una manta y los tapó; es otoño y últimamente había estado refrescando.
Decidió también taparles con una sábana y llamar a los padres de la chica diciendo que se iba a quedar a dormir en su casa; quería dejarlos tranquilos, en su pequeño mundo de amistad.
La madre aún no entendía por qué ninguno se confesaba, siendo muy obvio que ambos sienten las mismas mariposas.
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