No soy la única
Prometimos amarnos y respetarnos hasta que la muerte nos separara, ¿recuerdas? Ahora, esos votos sagrados que hicimos no valen nada para ti, ahora solo soy aquella a la cual le mientes y engañas, porque lo sé cariño. Sé que no soy la única.
You say I'm crazy
Because you don't think
I know what you've done
But when you call me baby
I know I'm not the only one.
—Sam Smith- I'm not the only one.
Las personas que amamos pueden destrozarnos hasta dejarnos hechos polvo, ¿irónico no crees? Ser destruido por la persona que amas, aquella que en algún momento te prometió la luna y las estrellas, te hizo miles de promesas y amó cada parte de tú cuerpo. Creía que estaba segura, que nadie me lastimaría hasta que llegó él, porque él me destrozó con cada mentira que dijo, con cada beso vacío que me dio, con cada te amo sin afecto, él me hizo añicos.
Pero no nos adelantemos. Mejor empiezo desde el principio.
Me enamoré como toda persona lo hace. Mike era hijo de uno de los accionistas de la empresa de mi padre, ambos nos habíamos criado juntos, prácticamente. Nos conocíamos desde que él tenía ocho y yo siete, pero no nos hablábamos, él estaba siempre por su lado y yo por el mío, hasta que un día me defendió de unas niñas que me molestaban; a partir de ese día ambos nos hicimos amigos. Al pasar el tiempo éramos mejores amigos, nos conocíamos tan bien, que a veces terminábamos las frases del otro; y a medida que los años transcurrieron ese cariño de niños y amigos se convirtió en algo más, se convirtió en amor, cuando tenía diecisiete él me pidió ser su novia y acepté.
Era hermoso, nuestra relación era como si fuera sacada de una película, teníamos nuestros días malos, pero éramos felices, yo lo era, era la historia de amor que cualquier persona quisiera tener. Cuando ambos terminamos la universidad, (él estudió negocios internacionales y yo artes plásticas) comenzamos a vivir juntos en un departamento en New York, después de un tiempo nos casamos y nos mudamos a una casa a las afueras de la ciudad, para ese entonces tenía veintitrés años y él veinticuatro. Él era amoroso, educado, atento, era especial; aunque también tenía defectos como cualquier ser humano. Sus ojos eran color avellana, su cabello azabache y su tez bronceada, sus ojos era lo que más me gustaba de él, esos ojos me miraban de manera cálida, me hacían sentir especial.
Dos mejores amigos que se enamoran, se hacen novios y al pasar el tiempo se casan y son felices. Era todo perfecto, ¿no lo crees? Lamentablemente, la felicidad no duró demasiado y a los dos años de matrimonio todo se fue al demonio.
Él ya no tenía tiempo, se la pasaba ocupado, siempre llegaba cansado y muchas veces estaba de mal humor, quise creer que era solo una etapa, mi padre en algún momento también se comportó así con mi madre, y era porque tenía varios negocios que cerrar y mucho trabajo, pero me equivoqué, no era trabajo, estaba cansado por alguien más.
No un algo, sino un alguien.
Los besos ahora eran fríos, los abrazos se sentían vacíos y los te amo sonaban falsos y forzados. Dios sabe cuántas veces aguanté las ganas de llorar cuando me besaba, porque parecía que lo hacía porque tenía que hacerlo, no porque quisiera. Cada estoy ocupado, ahora no. Por favor, Lineth estoy ocupado. Me rompían, me desgarraban el alma hasta dejarla hecha nada, pero a pesar de eso. Lo necesitaba.
Lo necesitaba como una esposa necesita a su esposo, necesitaba su afecto, su cariño, necesitaba que me mostrara que me amaba, que me anhelaba. Me cuestioné tantas veces qué había mal en mí, pensé que era mi apariencia, creí que quizás era algún problema en mi personalidad, pero no, yo no era la del problema. Lo era él.
El tiempo comenzó a transcurrir y las dudas comenzaron a inundar mi mente, adueñándose de cada espacio de ella y torturándome día y noche. ¿Tenía a otra? ¿No me amaba? ¿Ya no le gusto? Pero, la primera era la que más me desgarraba el alma. Intenté hacer todo para que nuestro matrimonio no fracasara, planeé cenas románticas, viajes, salidas a caminar, pero como siempre; estaba ocupado.
Recuerdo que en su cumpleaños número veintiséis quise llevarlo a hacer un picnic, sentarnos bajo un árbol, beber vino, comer lo que había cocinado y hablar como en los viejos tiempos, para después ir a casa de sus padres, donde siempre hacían una cena familiar por su cumpleaños; ya que él era el hijo único.
Lástima que mis planes fueros estropeados por el dolor y la decepción.
Él había ido a la empresa, según porque tenía que revisar algunos contratos. Ese día me coloqué un vestido blanco con estampado de flores que llegaba dos dedos por encima de mi rodilla, era ajustado en el torso y al llegar a la cintura era suelto, dejé mi cabello rubio suelto, para que cayera por mi espalda, maquillé mi rostro, haciendo que mis ojos azules resaltaran. Fui a la empresa, quería darle una sorpresa, había dejado la canasta con todo lo del picnic en el auto y con mi mejor sonrisa subí hasta el piso en donde estaba la presidencia.
Al llegar, caminé hasta la puerta de su oficina, ese día no toqué la puerta. Grave error. Al tomar el pomo de la puerta y girarlo me llevé una gran sorpresa, las piernas de su secretaria estaban enrolladas alrededor de sus caderas y sonidos de placer inundaron mis oídos. La sonrisa que tenía en mi rostro fue reemplazada por una cara de decepción, la felicidad que tenía se transformó en tristeza, esa fue la primera vez que él rompió mi corazón, y no lo supo. Porque simplemente cerré la puerta con cuidado y salí de allí, mientras que aguantaba que las lágrimas cayeran por mis mejillas.
Ese alguien que lo mantenía ocupado y cansado, era la secretaria.
Nunca he sido explosiva, nunca grito o hago escándalos, por eso me fui de allí, recuerdo que ese día podía respirar y sentía una horrible opresión en mi pecho. Al llegar a casa hice añicos todo lo que había en la cesta, lloré hasta que mis ojos estaban hinchados y mi cuerpo se sentía pesado. Recuerdo que abrí la botella de vino y me la bebí sola, sentada en el suelo, con el cabello desordenado, el maquillaje corrido y el corazón hecho añicos.
Él me envió un mensaje diciendo que no podía llegar a la cena con sus padres, ya que había tenido una junta a última hora. Después de horas tirada en el suelo llorando y bebiendo, me levanté, limpié el desastre que había hecho con las cosas de picnic, subí a la habitación y me bañé, para después entrar en la cama y dormir. Sentí cuando él llegó, pude sentir cada uno de sus movimientos, pero lo que hizo que mi corazón diera un vuelco fue que percibí el olor de perfume de mujer, y no era mío.
Los días después de ese evento estuve esquiva con él, una parte de mi quería irse sin decir nada, escapar, pero la otra no quería perderlo todo. Eran muchos años juntos, lo había amado durante mucho tiempo, él tenía mi corazón; aunque yo no tuviera el suyo. Él se dio cuenta de mi comportamiento esquivo, frio y distante, y empezó a tener más tiempo para mí, ahora era él el que luchaba para que nuestro matrimonio no fracasara.
Lo volví a intentar, él estaba siendo más atento y yo quería salvar mi matrimonio, y todo iba bien, iba más que bien, pero, después volvió a ser frío, distante, a estar ocupado y mi cabeza volvió a llenarse de dudas. No sé cuántas veces lloré en la ducha, no sé cuántas veces me quedé dormida llorando sola porque él no había llegado a casa, pero sé que fueron muchas, fueron muchas las veces en las cuales él rompió mi corazón de todas las maneras y formas posibles.
¿Era estúpida por seguir ahí? No lo sé, quizás sí, quizás no. Lo amaba, aún lo amaba y quería creer que él también lo hacía, a su manera, pero lo hacía, o quizás solo me estaba engañando a mí misma. Lo más horrible era cuando hacíamos el amor, todavía había magia y química, pero, ¿a ellas también le susurraba al oído que las amaba? ¿A ellas también les decía que lo volvían loco? ¿A ellas también les hacía el amor como a mí? Tenía más dudas que respuestas.
No había noche en la cual no me atormentara, no había noche en la cual no llorara porque él llegaba tarde y olía a perfume de mujer. ¿Por qué las personas que queremos nos hieren? ¿Por qué rompen nuestro corazón? ¿Acaso no somos suficientes para ellos?
Una pregunta rondaba mi cabeza y aun lo hace, si Mike ya no me amaba, ¿entonces por qué seguía con la farsa? ¿Por qué seguía actuando como si me amara cuando no era verdad? Porque si amas a una persona, no la lastimas, no la destruyes. Haces todo lo contrario, la amas, la proteges, la haces feliz y no infeliz. Creo que nunca voy a tener una respuesta para ello.
¿Recuerdan que les dije que estaba más distante? Bueno, ¿Adivinen por qué? ¡Bingo! Era porque tenía a alguien más, no sabía quién era ella, pero él se iba temprano de casa, mucho más tempano que antes, ahora ya no había días buenos, no había besos, abrazos o caricias, ahora éramos dos desconocidos. Mi hogar cálido y lleno de amor, se congeló y se llenó de dolor. Él rentó un apartamento en la ciudad, según él porque a veces salía demasiado tarde y no quería manejar tan tarde, no le creí, sabía que era porque tenía a alguien más.
Los días transcurrieron y mi estado de ánimo era pésimo, no quería hacer nada, ni siquiera pintar que era lo que más amaba, me sentía enferma, agotada y terminé yendo al hospital. ¿Mi sorpresa? Estaba embarazada, tenía casi dos meses. Un bebé, cuando el doctor me dijo la noticia me eché a llorar de la felicidad y de la tristeza, iba a tener un hijo, pero no tenía un esposo y ya no lo veía como antes, así que no sabía cómo le iba a decir que estábamos esperando un bebé.
Esperé que pasara una semana, necesitaba aclarar mis ideas, ahora no solo tenía que pensar en mí, también tenía que pensar en el bienestar de un bebé, de mi propio hijo. Mike y yo fuimos una tarde al supermercado, estábamos haciendo las compras de la despensa y en un momento, no sé si fue por impulso, o las hormonas, pero me acerqué mientras él estaba en su teléfono y lo besé, para mi sorpresa él me correspondió el beso y sentí que me besaba como lo hacía antes, con amor, con cariño, con dulzura. Cuando nos separamos él sonreía y yo igual, pero luego vio algo a mis espaldas y su sonrisa desapareció, quise voltear, pero él me agarró por los hombros y no pude voltear.
Después volvió a ser como antes, frío y distante. Esa felicidad había sido efímera, estuvo un momento y luego ya no. Los días volvieron a ser fríos y melancólicos, llenos de dolor y tristeza. Él seguía sin saber que estaba embarazada y nunca lo supo, porque tuve un aborto espontaneo, perdí a mi bebé, a esa pequeña criatura que crecía dentro de mí. Fueron días duros, pero, sobre todo, estuve afrontando todo sola.
Nunca tuve una relación o un lazo firme con mis padres, para ellos yo era una decepción, estudiar arte en vez de medicina, derecho u otra carrera; hizo que ellos me despreciaran. Era la segunda hija, de un matrimonio que tuvo tres hijos, era la oveja negra, por ello no tuve a nadie a mi lado cuando perdí a mi bebé, y mis amigas, ellas solo estaban en los buenos momentos, no en los malos.
Era una mujer de veinticinco años infeliz, alguien que estaba perdida, que necesitaba un hombro en el cual llorar, alguien en quien confiar, pero no tenía a nadie, absolutamente a nadie.
Los meses pasaron y me acostumbré a la soledad de la casa, al lado vacío de la cama, al silencio del lugar. Ya había pasado casi un año desde que Mike había comenzado a engañarme. Había empezado a pintar, tener un corazón roto inspira a cualquiera para hacer arte, para crear maravillas, y eso hice. Pinté con el corazón, dejé mi alma y expresé mis sentimientos a través de las pinturas, luego de un tiempo terminé vendiendo los cuadros a una importante galería. La dueña de la galería me invitó a comer cuando terminó la exposición de los cuadros, Mike había tenido trabajo, pero sabía que era una mentira.
Al llegar al restaurante todo era bonito y elegante, nos sentamos en una mesa, pedimos vino y nuestra cena. Pasamos la velada hablando, para ser dos extrañas nos llevábamos bien, ella me contó que su primer matrimonio fracaso y que se había casado por segunda vez, y era feliz, tenía dos gemelos y su esposo era un sol. Cuando me preguntó por mi matrimonio; no dije nada, y no era porque no sabía que decir, porque había fingido durante casi un año (desde que empezó las infidelidades y mentiras) que era feliz y que todo era perfecto. No dije nada porque me quedé sin habla por lo que mis ojos miraban.
A unas mesas de distancia estaba Mike con una mujer. Ella era joven, unos dos o tres años menos que yo, era de tez blanca, cabello castaño oscuro y rizado, y sus ojos eran oscuros. Ambos están riendo, él la miraba con cariño, la miraba de la manera en la cual me miró en algún momento a mí, su mano tenía agarrada la suya por encima de la mesa y su pulgar acariciaba el dorso de ella. Mi pecho comenzó a doler, mis ojos a arder y la ira a incrementar, estar tomada y ver a tú esposo con alguien mas no era una buena combinación, una cosa era sospechar y creer que te era infiel, otra muy distinta era verlo y comprobarlo con tus propios ojos.
Me levanté de la mesa ante la mirada de confusión de Miranda (así se llamaba la mujer que era dueña de la galería) caminé hasta la mesa en la cual ellos estaban sentados, con el corazón martillando mi pecho de manera rápida y con mis piernas temblando.
Al llegar los ojos de Mike se encontraron con los míos, su rostro se desencajó, se colocó pálido y vi sorpresa en sus ojos, tomé una de las copas que tenían vino y se la eché en la cara, él se levantó de la silla rápido.
—¡Eres un maldito bastardo! —grité con la voz rota—. ¡¿Así qué tenías trabajo?! ¡¿Eh?!
No me dijo nada y eso hizo que me sintiera peor. Me giré hacia la mujer, ella me miraba sorprendida y asustada, pero vi algo. Ella sabía que él era casado. Me quité la argolla de compromiso y la de matrimonio.
—Aquí tienes. —Coloqué los anillos cerca de ella—, al parecer eres la nueva señora Smith.
Me di la vuelta y me fui. Temblaba como una hoja de papel, las lágrimas corrían por mis mejillas y el corazón me dolía. Tomé un taxi y le di la dirección de la casa, estaba a cuarenta y cinco minutos de llegar y en todo el camino estuve llorando, temblando y deseando desaparecer.
Cuando llegué le pagué al señor y entré en la casa, subí a la habitación y saqué la maleta del armario y eché dentro toda la ropa de él. Ya estaba cansada, agotada...no quería verlo, necesitaba alejarme, necesitaba que él desapareciera de mi vida, aunque dolía, tantos años y todo se iba a la mierda.
Hice votos, para mi eran sagrados, mi matrimonio me enorgullecía, me hacía feliz, estaba con un hombre que me amaba, que me prestaba atención, que me apoyó cuando lo necesité, y ahora, todo aquello ya no estaba, había vuelto a estar sola como antes.
—Lineth. —Escuché que llamaron a mis espaldas mientras terminaba de hacer las maletas, no tenía que voltear, sabía que era él—, cariño, por favor, mírame.
Solté la ropa que tenía en las manos y giré a verlo, sus ojos me miraban con culpa, con arrepentimiento. Mis ojos se sentían hinchados y cansados de tanto llorar, ya no tenía fuerzas. Él se acercó y acunó mi rostro entre sus manos, cerré mis ojos ante el contacto de sus manos en mi piel, sus pulgares acariciaban mis mejillas, a la vez que limpiaba las lágrimas que caían.
Tenía meses sin tocarme, sin tomar entre sus manos mi rostro y algo en mí, seguía haciéndose añicos.
—Lo siento —dijo con la voz ronca y rota. Me rodeó con sus brazos y abrazó, escondí mi rostro en la curvatura de su cuello, inhalé su aroma a canela y suspiré, mientras que las lágrimas caían por mis mejillas—, perdóname, cariño.
Solté un sollozo al escuchar sus palabras y él me abrazó con más fuerza, si tan solo hubiera estado ahí para mí cuando perdimos nuestro bebe, si tan solo hubiera estado ahí para mí y no en otro lugar con alguien más, si tan solo me hubiera sido fiel.
—Necesito que te vayas —pedí en un susurro, que era más una súplica.
Me alejé de él y sus ojos estaban llenos de lágrimas.
—Lineth, te amo —susurró y solté un sollozo.
Te amo, esas dos palabras eran capaces de perforar mi pecho y hacer añicos mi corazón, haciendo que esté sangre y no se detenga, logrando que duela.
—Solo vete —supliqué entre sollozos—, por favor.
Se acercó y volvió a abrazarme.
—Dame una oportunidad —pidió con la voz quebrada—, solo una oportunidad, cariño.
Le había dado tantas oportunidades, había luchado por lo nuestro y él ni siquiera lo sabía, ni quiera se daba cuenta. Esa noche lloramos juntos, nos abrazamos y sollozamos, son rompimos como lo hace el cristal, y con nuestros pedazos perforábamos al otro, hiriéndonos mutuamente.
Le di una oportunidad, una última oportunidad, que a las semanas él perdió. Lo volví a encontrar con alguien más, no era la misma mujer de la vez pasada, era diferente. Ambos estaban subiendo a su auto, y se miraba que ella le lanzaba miradas nada inocentes. Esa vez no hice escándalo, solo fui a casa, hice mis maletas y me fui, dejando solo una nota y un pedazo de mi corazón con él.
A los meses le envié los papeles de divorcio y él los firmó sin objetar. Al principio no fue fácil, pero él aceptó la idea de que ya no quería estar con él, aceptó que estaba agotada física y mentalmente, aceptó que era el final, un final que él mismo había provocado.
Mike fue un amor que me marcó, me hizo feliz e infeliz, me hizo reír y llorar, fue uno de esos amores que aunque transcurra el tiempo sigue estando presente en tú corazón y tú mente, él era esa clase de amor que es difícil de olvidar, difícil de dejar atrás, pero es necesario hacerlo; aunque al principio duele, aunque sientes como mueres, como te vas cayendo al abismo del dolor, pero también sientes como poco a poco vas saliendo, hasta que solo queda en el recuerdo.
Fuimos amigos, novios, esposos, nos amamos, nos adoramos. Compartimos miles de momentos juntos, creamos buenos e inolvidables momentos, pero al final, nos destruimos, nos separamos por las mentiras y las traiciones. Porque, aunque quisiera, no era la única.
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