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Infiel

Prometí amarte y respetarte hasta que la muerte nos separara, prometí estar contigo en la salud y en la enfermedad, te prometí el cielo y las estrellas, te prometí el universo entero. Prometí muchas cosas, cosas que no cumplí. Lo siento, cariño, lamento haber fallado. Porque lo sé, soy un infiel.


Soy el hijo de puta más grande que puede existir en el mundo, ¿quieres saber por qué? La respuesta es sencilla, lo soy porque lastimé a la única persona que me ha amado y hecho feliz, herí a la persona que me entregó su corazón para que lo cuidara y amara; y lo hice, cuidé y amé su corazón, pero también lo lastimé y destruí, hasta el punto de dejarlo hecho polvo.

Lineth Monroe era la mujer que todo hombre hubiera querido tener a su lado, era afortunado en tenerla junto a mí, era afortunado en que su amor me perteneciera. Ambos nos conocimos cuando éramos niños, ya que nuestros padres eran socios. Pero, a pesar de que nos conocíamos desde pequeños, fue hasta los ocho (ella tenía siete) que por fin hablamos, en la escuela ella siempre estaba sola. Lineth era esa clase de persona que tiene miedo al mundo, miedo a conocer personas.

Un día, unas niñas se le acercaron y comenzaron a molestarla. Ella siempre ha sido pacífica y en esa ocasión no fue la excepción, solo las ignoró como lo hacía siempre. Cuando vi que esas niñas comenzaron a insultarla y llegar a jalonearla me enojé y terminé caminando hacia ellas, para defenderla. Nunca voy a olvidar la mirada de agradecimiento y confusión, ya que nunca hablábamos y antes no la había defendido.

Escuchar salir de sus pequeños y rosados labios un Gracias, Mike fue como escuchar a un jodido ángel hablar, aunque no había mucha diferencia. Lineth era un ángel, era mi ángel y yo era un demonio.

A partir de ese momento ambos nos hicimos mejores amigos, siempre que nos mirábamos comenzábamos a hablar de manera instantánea, ella nunca tuvo una relación fuerte con sus padres, ya que desde temprana edad se reveló y dijo que iba a estudiar artes plásticas, y sus padres no estaban de acuerdo con ello. Ellos no se daban cuenta, pero Lineth era capaz de convertir una porquería en una belleza.

Los años pasaron y nos hicimos novios en la adolescencia, y luego de terminar la universidad nos fuimos a vivir juntos a mi departamento en New York, después de un tiempo le propuse matrimonio, nos casamos y nos fuimos a vivir juntos a las afueras de la ciudad. Para ese entonces ella tenía veintitrés y yo veinticuatro.

Quiero aclarar algo antes de continuar, quizás me creas, quizás no lo hagas, esa es tu decisión. Pero, quiero dejar claro que la amé, lo hice, ella fue la mujer de mi vida, aquella que me consoló en mis malos días, quien me daba una radiante sonrisa y besaba con cariño. La amé, lo hice con intensidad, la amé como nunca amé a alguien y como nunca volveré a amar.

Lineth era una joya que tuve el placer de descubrir, ella era la mujer perfecta ante mis ojos, no importaba sus imperfecciones, para mí, ella siempre era y será perfecta. Los dos primeros años de matrimonio fueron perfectos, fueron los mejores años de mi vida, quién diría que luego todo se iría al demonio, quién diría que una propuesta indecente y una aceptación haría que todo cambiara de manera radical.

La primera vez que le fui infiel fue en un viaje de negocios. Conocí a una morena, bebimos, reímos y hablamos, hasta que terminamos en la habitación del hotel. Esa fue la primera equivocación, la primera de muchas. Recuerdo que cuando desperté, lo primero que hice fue bañarme, me sentía sucio, me sentía una mierda. Lineth estaba en casa, esperando a que regresara y yo había sido un hijo de puta que se acostó con una desconocida.

Al regresar del viaje no fui capaz de besarla, no fui capaz de mirarla a los ojos, no fui capaz, ella no se merecía que le hubiera hecho eso, ella no se lo merecía y aun así lo hice. Mis excusas para ella era que no me sentía bien, que estaba cansado, así duramos las primeras semanas. Cuando creí que todo iba a pasar, que solo debía darme tiempo y se lo confesaría, quería confesárselo porque mi conciencia me estaba matando, me estaba haciendo trizas.

Pero nunca se lo confesé.

Las semanas transcurriendo y terminé cometiendo un segundo error, esta vez fue con mi secretaria. Una rubia de ojos cafés. Sabía que no debía hacerlo, que tenía que detenerme, pero no pude, no me controle y terminé acostándome con mi secretaria cada vez que quería. Fui un verdadero hijo de puta, hería a Lineth, cancelaba los planes que ella hacía, siempre le decía que estaba cansado u ocupado, lo hacía para verme con quien no era mi esposa.

Lineth no era fea, como dije anteriormente ella era un ángel. Sus ojos eran azules, esos ojos que me miraban con amor, su cabello rubio, su figura con las proporciones indicadas, ella no era solo belleza física, ella también era belleza interior. Era inteligente, divertida, tierna y podía llegar a ser infantil si se lo proponía. Tenía una joya y la perdí para siempre.

En mi cumpleaños número veintiséis, Ginny (mi secretaria) me propuso tener relaciones en la oficina de mi empresa. Nunca lo habíamos hecho en ese lugar, mi miedo era que nos descubrieran, pero fue excitante verla desabotonarse la camisa, ver como en sus ojos se reflejaba la lujuria y picardía. Caí, caí ante su proposición indecente.

Una pequeña voz me gritaba que estaba mal, me decía una y otra vez que no debía seguir con aquello porque me descubrirían y Lineth nunca me perdonaría. Después de echarme el polvo con Ginny, le envié un mensaje a Lineth diciendo que no podía ir a comer con ella y mis padres, ya que, había tenido una junta a última hora. Mis padres tenían la costumbre de hacer una cena familiar cada vez que era mi cumpleaños, soy su único hijo, ellos me consentían y terminé decepcionándolos también.

Me fui a un bar, necesitaba beber, porque mi conciencia no me dejaba en paz, ese día algo en mi mente me recordaba una y otra vez a Lineth, me recordaba una y otra vez que ella no se merecía lo que le estaba haciendo. Que no se merecía que fuera un hijo de puta, ella no merecía ser herida.

Llegué a la casa en la madrugada, estaba ebrio, bastante ebrio. Lineth ya estaba acostada, me quité solo la corbata, el saco y los zapatos; después me acosté a su lado. Ver su cabello esparcido sobre la almohada, como su pecho subía y bajaba con lentitud, ver su cuerpo tapado por las sabanas, mis manos empezaban a arder, tenía tiempo sin tocarla, sin amarla como debería de hacerlo. Intenté acariciar su brazo, pasar mis dedos por su piel, pero me detuve, recordando lo que había hecho horas atrás, recordando que había sido una mierda.

Lo único que hice fue soltar un suspiro, acomodarme en la cama y dormir.

Los días siguientes a ese fueron extraños, Lineth se comportaba esquiva, fría, distante. Me dolía que se comportara así, pensaba que era porque no había ido a la cena con mis padres, pero luego de hablar con ellos, me dijeron que ella tampoco fue, que no envió siquiera un mensaje diciendo que no iría.

Eso me colocó alerta.

Hablé con el jefe de seguridad, tenía una idea de que podía ser y me estaba muriendo de la duda, al creer que quizás era cierto, que tal vez si era verdad. Pedí ver las cámaras de seguridad, y cuando vi las grabaciones de ese día mi corazón dio un vuelvo. En las cámaras se miraba a Lineth entrando al edificio, se observaba en el ascensor, Dios, la sonrisa en su rostro, la felicidad y calidez que emanaba sus ojos, estaba hermosa como siempre y lucía radiante.

También se miraba caminar por el pasillo que daba hacia mi oficina, se miraba como abría la puerta, mi respiración se detuvo al ver como su rostro se llenaba de dolor, un dolor jodidamente crudo. Ella cerró con cuidado la puerta segundos después y se marchó. Lágrimas empeñaban sus ojos, algunas se deslizaban por sus mejillas, su cuerpo temblaba, ella me había descubierto y no me había dicho nada.

Ese día terminé despidiendo a Ginny. Verla en la oficina era una tentación a pecar y no quería pecar, no quería volver a fallarle a Lineth.

Compré flores, fui a la casa con la idea de pedirle perdón, de rogarle, pero, me detuve al estar de pie en la puerta trasera. Ella estaba en el jardín, arreglando algunas flores, verla tan calmada me inquietaba. ¿Por qué no me gritaba? ¿Por qué no me insultaba? ¿Por qué? Tenía muchas preguntas y encontré la respuesta: Ella quería salvar nuestro matrimonio, quería intentarlo, a pesar de que sabía que le había sido infiel.

No le pedí perdón, no lo hice. Le di las flores y me prometí amarla solo a ella, tocarla solo a ella, hacerla sonreír y no volver a ser el causante de sus lágrimas. Su frialdad fue desapareciendo a medida que las semanas iban pasando, su rostro volvía a emanar felicidad, volvía a ser Lineth, la Lineth feliz y amorosa.

Íbamos bien, era feliz al saber que quizás, ella me había perdonado. No podía imaginar mi vida sin ella, no podía imaginar nuestro matrimonio roto. Mierda, sé que sueno egoísta y como un maldito bastardo de mierda, pero quería tenerla junto a mí, no lejos, quería que se quedara conmigo.

Pero fallé otra vez.

Sé lo que piensas, sé lo que te preguntas. ¿Si la amabas tanto por qué la engañabas? Y, no puedo responder a esa pregunta, porque no tengo una respuesta, no la tengo. La cosa fue distinta esta vez. Había comenzado a irme temprano de la casa para poder correr en un parque, todas las mañanas hacia lo mismo.

Las primeras semanas era normal, iba, corría, me duchaba en casa de mis padres (quienes vivían en el centro de la ciudad) y después me iba a trabajar. Pero, después la cosa cambió. Una mujer alta, cuerpo delgado, tez blanca, cabello rizado y ojos oscuros había comenzado a ir a correr, podía verla mirándome de reojo. Le empecé a devolver las miradas, las sonrisas tímidas y a veces la saludaba con la mano, pero esta lo hacía muy poco.

Hubo un momento, en el que ella estaba parada y decidí acercarme a saludarla. Pero antes hice algo de lo que me arrepiento, me quité mi anillo de bodas. Maldición, me sentía atraído por esa mujer, era ardiente como el jodido infierno y cualquiera podría caer rendido ante sus pies.

Noté el nerviosismo en su voz y en su rostro al escucharme decir hola. Su nombre era Alisha Forest, era estudiante de derecho y tenía veintidós años. Hablamos durante horas, ese día terminé llegando tarde al trabajo por hablar con ella, pero; al final nos colocamos de acuerdo para empezar a correr juntos.

Ese día me la pasé pensado en ella y, cuando llegué a casa y vi a Lineth preparando la cena, me sentí un maldito bastardo de mierda, había pensado durante todo el día en otra mujer que no era mi esposa. Sus ojos me miraban con tanta dulzura, hablaba con tanto amor y yo era un hijo de puta con ella, había vuelto a ser como el principio. No sé qué pensaba y ahora me arrepiento.

Las mañanas con Alisha eran divertidas y animadas, luego de comer íbamos a su departamento a desayunar, y yo por mi parte terminé rentando un departamento. Recuerdo la mirada de confusión de Lineth cuando se lo dije, le había dicho que era porque a veces salía demasiado tarde y no quería conducir, la mentira salió tan normal de mi boca que me sorprendió a mí mismo.

¿En qué momento había comenzado a mentirle con tanta facilidad a mi esposa?

Ella lo aceptó. Notaba duda en sus ojos, pero de sus labios no salió nada. Las cosas con Alisha avanzaban con rapidez, deseaba a esa mujer como nunca había deseado antes a nadie, las miradas que nos dábamos eran de lujuria, ambos teníamos una tensión sexual bastante notable, una tensión que terminamos desatando y consigo el infierno.

Pasaba poco tiempo en casa con Lineth, había dejado de besarla, de acariciarla de consentirla, éramos dos desconocidos. Estaba tan metido en la relación que tenía con Alisha que terminé por olvidar mi matrimonio con Lineth.

Era precavido, era un hijo de puta que podía ver a su esposa a los ojos y mentirle con tanta facilidad, que podía dormir en la misma cama con ella y no sentir culpa al saber que se había acostado con su amante horas atrás. A ambas mujeres las engañé, jugué con ellas y las destruí de diferentes maneras.

Recuerdo que Lineth y yo fuimos a un supermercado a hacer las compras habituales, mientras ella buscaba algunas cosas yo esperaba en un pasillo, ya que tenía que leer un contrato y enviar la respuesta. En un momento Lineth llegó y sin darme tiempo de reaccionar me besó.

No la había besado en mucho tiempo, y sus labios seguían siendo igual de dulces que siempre. Sus pequeñas y suaves manos se entrelazaron detrás de mi nuca y las mías se posicionaron en su espalda baja. Nos besamos como lo hacíamos antes, con amor, con cariño, besarla me hizo sentir lleno, completo. Sus manos terminaron bajando y posicionándose sobre mi pecho, ella sonreía y yo también lo hacía. no me había dado cuenta que ella estaba un poco más rellena, más gordita y eso fue algo que llamó mi atención, pero luego fue reemplazado de manera rápida al ver detrás de Lineth.

A unos pasos de distancia estaba Alisha. La sonrisa que estaba en mi rostro desapareció, vi como sus ojos estaban llenos de lágrimas, como su corazón se partía en pequeños fragmentos, como sus ojos miraban los anillos de Lineth, como bajaban hasta mi mano izquierda y miraban el mío.

Lineth intentó voltearse, pero la agarré de los hombros para que no lo hiciera. Mi corazón latía rápido, golpeaba mi pecho con fuerza y tenía miedo. Alisha me había descubierto y no quería que Lineth lo hiciera.

Alisha terminó yéndose sin decir nada y eso fue un alivio, ya que Lineth no se enteraría, pero también fue una tortura.

Busqué a Alisha, la llamé mil veces y fui a su casa dos mil veces más, le decía que podía explicarlo, pero ni yo mismo sabía que mierda le podía explicar si las cosas estaban claras. Estaba casado y le era infiel a mi esposa con ella.

Una semana entera pasó, una semana sin saber nada de ella, una semana en la que me torturé en mil maneras diferentes. Después de suplicarle a Alisha, ella terminó aceptando vernos, nos vimos en el parque en el que nos conocimos, le llevé rosas y le dije que estaba solo con mi esposa porque era convenio para la empresa y, que por ella no sentía nada.

Le mentí, porque, aunque quería a Alisha, siempre iba amar a Lineth.

Ella lucía dudosa de mi versión y la besé, eso funcionó, porque terminamos en su cama y arreglamos las cosas. Alisha aceptó seguir conmigo, sin importarle que aun siguiera casado, nos seguíamos mirando, seguimos siendo el infiel y la amante.

Me di cuenta de algo al pasar los días, y era que Lineth estaba apagada, triste y antes la había visto rellenita y gordita, y ahora ya no lo estaba. No era capaz de preguntarle qué tenía, no era capaz de preguntarle a mi esposa cómo estaba, fui egoísta. La dejé sola.

Los meses pasaron, pasaba la mayor parte del tiempo con Alisha y no con Lineth, ya no iba a casa, era muy rara la vez que iba, no sabía nada de ella y si hablábamos, eran conversaciones cortas, pero cuando íbamos a reuniones familiares actuábamos como la pareja feliz de siempre, para luego volver a la realidad.

Lineth había comenzado a invertir su tiempo en pintar, algunas noches cuando llegaba a casa, la encontraba acostada en la cama con algunas manchas de pintura en su piel blanca, con sus manos pintadas y su cabello en un moño. A veces, llegaba sin que ella se diera cuenta y la veía pintar en su estudio, la observaba hacerlo sin que me notara. Podía ver la concentración en sus ojos, la forma en la que se mordía el labio cuando no estaba segura, la miraba feliz. La pintura, el arte la apasionaba, la hacían realmente feliz.

Verla pintar me hacía cuestionarme sobre Alisha, me hacía querer confesarle todas las porquerías que había hecho, pedirle perdón de rodillas y suplicarle. Porque, cada vez que la miraba pintar, la felicidad inundaba su rostro y el remordimiento me carcomía, me hacían sentir una escoria, una verdadera porquería andante.

Mientras que con Alisha las cosas iban de maravilla, con Lineth se hundía. Y terminó hundiéndose más aquella noche.

Una galería importante compró todos los cuadros de Lineth, recuerdo que ella vino a mi sonriendo y saltando, diciéndome su logro e invitándome a la exposición. Pero no podía ir, ya que había quedado con Alisha en ir a comer esa noche, la noche en la cual era la exposición de Lineth. Le mentí, le dije que tenía trabajo y que me perdonara, pude ver como la felicidad desaparecía poco a poco de sus ojos, siendo reemplazada por el dolor y decepción. De sus labios salió un de acuerdo y luego se marchó.

Quise detenerla y prometerle que iba a recompensárselo, tenía que recompensarle muchas cosas, pero no lo hice. La dejé ir.

La noche llegó y terminé llevando a Alisha al restaurante tal y como habíamos quedado. Hablamos, pedimos vino y comimos, reímos y disfrutamos de la noche. Ambos estábamos bien, sabía que ella estaba enamorada de mí, lo sabía, también sabía que ella esperaba que me separara de Lineth, pero seguía con mi juego. Jugaba con ambas, les mentía a ambas.

Llegó un punto en el que mientras hablábamos, Lineth apareció. Mi mundo se detuvo en ese maldito instante, verla con los ojos llenos de lágrimas, el dolor reflejado en su mirada, como la comisura de sus labios temblaban, como intentaba no soltarse a llorar. Ella agarró la copa de vino que yacía sobre la mesa y me la lanzó.

—¡Eres un maldito bastardo! —gritó con la voz rota—. ¡¿Así qué tenías trabajo?! ¡¿Eh?!

No dije nada, no pude decir nada. Un nudo se creó en mi garganta impidiendo hablar, impidiéndome defenderme. Sus ojos se deslizaron por la mesa y cayeron sobre Alisha. Vi cómo se quitó los anillos de su dedo anular y decía:

—Aquí tienes. —Colocó los anillos cerca de ella—, al parecer eres la nueva señora Smith.

Luego se dio la vuelta y sin hacer contacto conmigo se fue. La mirada de todos estaba sobre nosotros, sobre Alisha y yo, las personas susurraban, murmuraban y algunos tenían cara de sorprendidos. Me llevé a Alisha y dejé en su apartamento sin decir ninguna palabra, le quité los anillos de Lineth y me marché en busca de mi esposa.

En todo el camino a casa me repetía una y otra vez que tenía que calmarme, tenía miedo de llegar y encontrar que ella se había marchado, tenía miedo de perderla. Lo sé, soy un grandísimo hijo de puta, pero no quería perderla, no podía hacerlo.

Al llegar a casa solté un suspiro al ver las luces encendidas, bajé del auto rápido y subí hacia la planta superior, al entrar a l habitación la vi empacando mi ropa. Ella quería que yo me fuera, escuchaba los sollozos débiles que salían de sus labios, veía como su cuerpo se agitaba por los espasmos y como limpiaba las lágrimas con el dorso de su mano.

Me sentí una completa mierda, la había destruido, había roto a mi ángel, a la persona que me amó a pesar de saber que le había sido infiel.

—Lineth —susurré con la voz ronca. Su cuerpo se tensó al escucharme y dejó de empacar, pero no volteó a verme—, cariño, por favor, mírame.

Volteó, volteó y vi lo que había causado yo. Sus ojos estaban hinchados y rojos, su maquillaje corrido y estaba tan destrozada, tan rota. Yo lo había hecho, yo la había destruido con mis mentiras e infidelidades. Yo era el culpable. Me acerqué a ella y acuné su rostro en mis manos, sus ojos se cerraron y las lágrimas se deslizaron por sus suaves mejillas, las cuales retiré con mis pulgares.

—Lo siento —dije con la voz ronca y rota. La rodeé con mis brazos y la abracé, ella escondió su rostro en la curvatura de mi cuello e inhaló mi aroma, a la vez que sus lágrimas mojaban mi piel—, perdóname, cariño.

Soltó un sollozo y la estreché con más fuerza entre mis brazos. Mis ojos ardían, mi pecho dolía y sentía que la vida se estaba escurriendo entre mis manos como si fuera agua.

—Necesito que te vayas —pidió en un susurro. Cerré mis ojos con fuerza por un segundo y tomé una gran bocana de aire, esas palabras fueron un puñetazo a mi estómago.

Me alejé de ella y sus ojos mostraban determinación. Aunque también mostraba dolor, su alma también estaba siendo desgarrada.

—Lineth, te amo —susurré con la voz quebrada y ella sollozó.

Mi te amo le hacía daño, la herían, la hacían añicos.

—Solo vete —suplicó entre sollozos—, por favor.

En un acto desesperado me acerqué y la abracé. La necesitaba, Dios sabe que es así. La necesitaba junto a mí.

—Dame una oportunidad —pedí con la voz quebrada—, solo una oportunidad, cariño.

Ella sollozó con más fuerza. Lo hizo, me dio otra oportunidad. Esa noche lloramos abrazados, nos intentamos reparar, intentamos construí al otro, intenté construirla, repararla, pero la había destruido demasiado.

Estuve a punto de perder a Lineth, estuve a punto de perderla esa noche, pero no lo hice. A quien si perdí fue a Alisha, la visité un par de veces, como si nada hubiera pasado, pero un día, ella ya no estaba, había desaparecido y no intenté buscarla. Creí que era lo mejor, a ella también le había hecho daño y, ella merecía algo mejor. Iba a intentar solucionar las cosas con Lineth, a ella no podía perderla, no quería terminar de perderla.

Pero la perdí.

Esa noche había regresado a casa después de haber ido a comer con una mujer, esta mujer era una nueva accionista de la empresa, esa noche ella firmó el contrato. Seré sincero, ella me lanzó cuerda, pero no se la seguí, no iba a caer de nuevo, me había propuesto a no serle infiel a Lineth e iba a cumplir mi promesa. Al llegar a casa la busqué por todas partes, quería decirle sobre el nuevo logro que había obtenido, pero no la encontré, solo encontré una nota.

Te amé durante todos estos años, pero al parecer no fui suficiente, porque buscaste cariño y amor en otros brazos. Lo sabía, sabía que me eras infiel, te descubrí con tú secretaria, pero no te diste cuenta que a unos pasos de distancia estaba observando, sabía que el trabajo y todo lo que decías era mentira, lo sabía. Pero, aun así, quise luchar por nuestro matrimonio, quise creer que podíamos solucionarlo, quise creer que me amabas como yo lo hago, pero no, no lo haces. Me amas de una manera extraña, o quizás no lo haces, ya no importa, me he dado por vencida. Me pediste una última oportunidad y te la di, pero sé que ves a alguien más, sé que buscaste calor en otros brazos que no son los míos.

Lo sé, sé que no soy la única. Siempre lo he sabido.

Adiós, Mike.

Lineth.

La busqué, la llamé, pero ella no apareció. Busqué en casa de sus amigas, pero ellas dijeron que no hablaban con ella desde hace tiempo, la busqué donde sus padres, pero ellos tampoco sabían dónde estaba. Sentía que me iba a volver loco buscándola, sentía que me ahogaba al no saber dónde estaba ella. Busqué entre sus cosas, o las pocas que quedaba y entre un cajón, encontré unos análisis, en ellos decía que ella estaba embarazada.

Me odié al ver la fecha, por eso había estaba gordita y rellenita, estaba embarazada y no me había dado cuenta, así como tampoco me había dado cuenta que perdió el bebé. Mi hijo. Me refugié en el alcohol, me enojé con ella por no decírmelo, pero yo fui quien la abandono y dejó sola, yo fui el hijo de puta que le fue infiel.

Los meses pasaron y me llegaron unos papeles, los cueles eran de divorcio. Luché para no fírmalos, me negaba. Ella y yo no nos vimos en ningún momento, ella me evitaba y yo la buscaba para preguntarle sobre el bebé, sobre quien iba a ser nuestro hijo. Pero nunca hablamos, me di por vencido y firmé los papeles.

Hace dos años atrás la volví a ver, pero ella no a mí. Su rostro estaba resplandeciente, iba con varias personas caminando y riendo, lucía feliz y alegré, intenté acercarme y saludar, hablar, pero no me atreví. Ya la había destruido lo suficiente y no quise hacerlo otra vez. No quería destruirla otra vez.

Lineth Monroe fue mi mejor amiga, mi novia, mi prometida y esposa. Me amó como nadie lo ha hecho en su vida, me enseñó lo que era vivir, me dio los mejores años de mi vida. Siempre ella tendrá una parte de mi corazón, no importa la distancia o el tiempo, y sé que yo también tendré siempre una parte de su corazón. Fuimos felices, éramos felices, pero por mis mentiras y engaños todo acabo. Porque, lo sé, fui un infiel.

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